martes, 21 de diciembre de 2010

¿SINDROME DE FATIGA CRONICA O ENVENAMIENTO CRONICO POR MERCURIO?

Copyright ©1996 / 1997 Jeff Clark
Traducido por Yeyeta.

El fuego de la Cándida

El mercurio dental es veneno, y combustible para un veneno aún mayor: metilmercurio. Los antibióticos encienden el mercurio dental con el fuego de la cándida. La cándida consume el mercurio dental. El fuego de la cándida, y su llama, el metilmercurio, consumen la salud. Las amalgamas dentales liberan mercurio. Los rellenos dentales de amalgama de mercurio sueltan mercurio en diferentes formas químicas dentro de la boca al envejecer, corroerse y desgastarse. El mercurio liberado de las amalgamas es inorgánico. Inorgánico significa que no es químicamente convertido en un compuesto carbónico. El mercurio es liberado de diferentes formas. En forma de gas del elemento mercurio puro, cuando una amalgama reciente está mal mezclada, o al ser calentado por bebidas o comida. Cuando ácidos, azúcar o microorganismos son atrapados en fisuras, grietas y poros, el mercurio se corroe y desprende. Pero la mayor parte de la amalgama se disuelve y erosiona debido a un proceso electroquímico llamado galvanismo. El galvanismo es el mismo proceso electroquímico usado para almacenar y liberar electricidad de una batería de coche. El galvanismo tiene lugar debido a que la amalgama no es un metal, sino una colección de bolsas microscópicas de diferentes aleaciones metálicas. Cada una de estas diferentes aleaciones de mercurio se llama fase de aleación. El galvanismo oral tiene lugar en la amalgama debido a diferencias en niveles ph de los tejidos humanos que la rodean. El galvanismo oral tiene lugar entre amalgamas y otros metales en la boca debido a diferencias en potencial eléctrico. La amalgama es el ánodo, o polo negativo, que libera electrones al producirse la electricidad. Una corona metálica o una amalgama diferente es el polo positivo que consume los electrones liberados, y sería el polo positivo. La electricidad entre ánodo y cátodo fluye a través de los compuestos electrolíticos de la saliva, dientes y tejidos. La electricidad siempre sigue el camino de menor resistencia originándose en el material más débil. En la cavidad oral, los rellenos dentales de amalgama de mercurio son casi siempre los metales más débiles, y los donantes de electrones. El mercurio se desprende de las aleaciones de amalgama al igual que las partes de aleación con electrones covalentes durante el proceso galvánico. Los electrones covalentes liberados son los que crean la corriente eléctrica hacia el cátodo. Sin electrones covalentes, los componentes de la aleación de la amalgama pierden su enlace químico, y los átomos de mercurio cargados son libres para desprenderse. Desde que la amalgama está soltando electrones al disolverse, los componentes libres se desprenden con una carga positiva. Al mercurio elemental liberado por el galvanismo a menudo le faltan dos electrones, quedando en un estado de carga llamado mercurio divalente o Hg2+. El mercurio divalente es volátil, y reaccionará con el primer enlace químico disponible que encuentre y que satisfaga su necesidad de electrones. Los grupos “sulfuro de hidrógeno” de muchas proteínas, llamados “sulfidrales” o “tioles”, son enlaces muy atractivos para el elemento mercurio divalente. Los productos de la corrosión del mercurio en la superficie del empaste se desprenden al masticar, rechinar y cepillar los dientes, en un proceso llamado abrasión. Al retirarse la capa corroída de la superficie se expone una nueva superficie de amalgama sin corroer. La amalgama sin corroer está llena de electrones y átomos de mercurio listos para reaccionar con el entorno oral. Los componentes de la amalgama corroída han sido agotados de electrones de unión y átomos de mercurio. La amalgama sin corroer , al gastarse, sigue liberando partículas de amalgama corroída. Las partículas de amalgama viajan a través del tracto gastrointestinal. El mercurio inorgánico liberado puede vaporizarse como elemento mercurio puro y directamente absorbido por la corriente sanguínea a través de los pulmones. El vapor de mercurio respirado es una de las dos formas de mercurio que tienen la más extensa variedad de efectos en el organismo. La absorción del mercurio elemental a través de los pulmones tiene una eficiencia del 80%. El elemento mercurio respirado puede cruzar la barrera sanguínea del cerebro y atacar las proteínas en un proceso de oxidación que primero convierte el elemento mercurio en mercurio divalente.

El mercurio libre viaja

El mercurio puede viajar de la raíz y superficie del diente a la encía. Si sigue divalente cuando llega a los tejidos blandos, el mercurio puede unirse a proteínas libres en los tejidos y puede ser transportado por la corriente sanguínea. El mercurio divalente puede unirse a la pared de las células de los tejidos de la encía y acumularse allí. Cuando el mercurio divalente escapa de los rellenos dentales en la cavidad oral, rápidamente se une a proteínas de la saliva, y se ioniza con cloro y otros compuestos electrolíticos y elementos encontrados en la saliva. Los compuestos electrolíticos en la saliva son abundantes, reactivos y móviles. El mercurio divalente liberado en la saliva preferiblemente se une a compuestos electrolíticos y proteínas transportadoras de sulfidral disponibles. Estos iones de mercurio inorgánico y “mercaptides” viajan por el tracto gastrointestinal con la saliva, comida y bebida. Atraviesan el estómago, y su ácido hidroclorhídrico convertirá a muchos de ellos en “mercurio clorhidrico”.Algún mercurio es absorbido por el sistema digestivo, otro se va a las heces, otro es ingerido por microbios, otro es atrapado por las manchas, pliegues y vellosidades del intestino, al desprenderse en partículas de la amalgama. La mayor parte del mercurio procedente de la disolución de la amalgama viaja por el tracto gastrointestinal como una forma u otra de iones de mercurio inorgánico. En una persona sana, el 20% de iones de mercurio inorgánico es absorbido a través del tracto gastrointestinal. La mitad es devuelto a tracto gastrointestinal como excreción biliar. El otro 10 % es eliminado a través de la orina, sudor, pelo, uñas, o acumulado en alguna parte dentro de los tejidos del cuerpo. Los iones de mercurio inorgánico no pueden pasar la barrera sanguínea del cerebro, y no son fácilmente absorbibles por células normales con paredes fuertes. El almacenamiento y retención permanente de mercurio iónico dentro del cuerpo requiere que el mercurio pierda de nuevo electrones para convertirse en mercurio divalente.

Células inmunes preferentemente susceptibles al mercurio

El mayor peligro de bajos niveles de iones de mercurio inorgánico en la corriente sanguínea es su absorción por las células inmunológicas. Los neutrófilos (macrófagos inmunológicos) ingieren activamente el mercurio inorgánico absorbido por el tracto gastrointestinal, ya que lo perciben como un invasor. Las células inmunológicas humanas son extremadamente sensibles a todos los compuestos de mercurio. Las células inmunológicas dejan de funcionar perdiendo capacidad de secreción, capacidad de comer invasores y de movilidad. Los neutrófilos contaminados con mercurio pierden la capacidad de comer levadura. Suficiente ingesta de mercurio matará a los macrófagos. Los macrófagos muertos viajarán al hígado donde son metabolizados, y el mercurio es almacenado y finalmente excretado en la bilis, o reconducido a los riñones y excretado en la orina. Un aumento suficiente de mercurio puede producir serios problemas inmunes en macrófagos, células “T” y células de apoyo. Las personas envenenadas seriamente con mercurio parecen capaces de alcanzar un estado de enfermedad que recuerda el SIDA sin VIH. El mercurio inorgánico también puede producir enfermedades autoinmunes en aquellos genéticamente predispuestos. La identificación inmunológica de células contaminadas de mercurio puede llegar a estar fuera de control cuando las células reguladoras también están contaminadas de mercurio. Puede darse lugar un ataque general a determinados tipos de células normales, sanas y propias. La autoinmunidad es la principal característica de esclerosis múltiple (MS), esclerosis lateral amiotrófica (ALS), lupus, artritis reumatoide, y algunas otras enfermedades. En una persona sana, el mercurio inorgánico de la amalgama primero desgasta y produce mal funcionamiento en el sistema inmune. El hígado y los riñones requieren de un constante esfuerzo para excretar el mercurio. Constantemente existe el riesgo de una mala nutrición debido a los desequilibrios en el metabolismo, y la continua pérdida de importantes compuestos de proteína que atrapan y eliminan el mercurio.

Cándida, enemigo en el intestino

En un intestino sano, la cándida álbicans, sus numerosos primos cándida, y las bacterias stafilococo y estreptococo, no son bien recibidos. E. Coli, bifidum, bulgaricus y otros tipos de bacterias acidophilus trabajan juntos con los macrófagos del sistema inmune neutrófilos, para mantener a estos invasores fuera. La levadura, staph, strep y E. Coli convierten los iones de mercurio inorgánico en metilmercurio. E. coli, cuando está presente en un intestino sano, y cuando está bien abastecida con el aminoácido cisteína, junto con los otros habitantes saludables de la pared intestinal, convierten el metilmercurio en mercurio inorgánico. Una flora intestinal saludable es esencial para mantener los malos invasores fuera, reduciendo la ingestión de metilmercurio, y completando el proceso digestivo de muchos alimentos. La levadura es un hongo o una planta, y no son eliminados o controlados por antibióticos. De hecho, los antibióticos son extractos de plantas aislados en un principio en moho de penicilina. Los antibióticos aceleran el crecimiento de la levadura. Los antibióticos son enormemente efectivos en matar bacterias, miembros del reino animal. Los habitantes saludables del tracto gastrointestinal son bacterias. Los antibióticos matan a las bacterias del intestino. Suficientes exposiciones a antibióticos de amplio espectro pueden exterminar por completo la flora intestinal. Los virus no son ni animales ni plantas. Son cadenas de ADN y RDN encajonados que roban la capacidad de duplicarse de las células de los huéspedes que invaden. Los antibióticos no tienen efecto en los virus.

Abuso de antibióticos

Con el tiempo el sistema inmune sufre con la exposición al mercurio y la persona tarda más en curarse. Los resfriados y la gripe empeoran. La cándida y demás invasores malos hacen su trabajo en boca, garganta y paredes intestinales. Virus oportunistas como EBV (epstein bar) y HHV (herpes) empiezan a ponerse fuera de control. La gente tiene prisa en recuperarse, quieren volver al trabajo, a la escuela y a la vida normal rápidamente. Cuando acuden al médico, a menudo piden la prescripción de antibióticos. Los médicos tienen prisa, quieren acabar con este montón de pacientes rápidamente o el día no se acabará nunca. La gente va a las consultas con infecciones de levaduras, bacterias y virus. Sin ni siquiera un frotis de la garganta, o diagnóstico objetivo de ningún tipo, el paciente regresa con una prescripción de antibióticos. A veces la prescripción de antibióticos está adaptada a “cualquier cosa que ande por allí dentro”. Los que tienen suerte se recuperan rápidamente. Las infecciones de bacterias son curadas, o los virus sucumben al efecto natural del sistema inmune. La flora intestinal, perjudicada por los antibióticos, se regenera. Todas las funciones del cuerpo vuelven a su estado anterior de salud amenazada por mercurio. Los que no tienen suerte con las infecciones persistentes de virus y cándida vuelven al médico ya que los antibióticos no funcionaron. Las cosas tampoco han cambiado para el médico, sigue con sus prisas, y sigue sin diagnosticar objetivamente. Termina deduciendo, adivinando o conviniendo que el paciente debe tener una cepa de bacterias resistente. Esta vez el paciente se va con una prescripción de un antibiótico de amplio espectro. Este ciclo puede repetirse en múltiples ocasiones. Algunas veces el paciente acude a otro médico cuando el último se negó a prescribirle más antibióticos. Después de unas semanas de antibióticos de aún mayor amplio espectro, las bacterias amigas de la flora intestinal están muertas. En algún momento de este proceso el paciente comienza a tener diarrea mientras toma los antibióticos. Si la infección original era de cándida, este paciente estará en un grave problema. Si la infección original era de un virus, ese paciente tendrá ahora una o varias infecciones de cándida.

El fuego de la cándida

Muertos los soldados de las bacterias amigas en el tracto intestinal debido a los antibióticos de amplio espectro, la cándida despega. Si el paciente continúa con una dieta alta en azúcares, la cándida se expande aún más rápido. Si la persona tiene un intestino lleno de mercurio inorgánico no absorbido, partículas de amalgama conteniendo mercurio y un constante aporte de iones de mercurio bajando de la boca, pronto se encenderá el fuego y la llama. Algunas personas llegan al estado del fuego de la cándida sin la chispa de los antibióticos. Pueden llegar hasta ahí por medio del decaimiento del sistema inmune que ha absorbido mercurio. La cantidad de exposición, absorción e ingestión inmunológica de mercurio determinan las velocidad del comienzo. Una persona puede llegar rápidamente debido a una infección viral que consume el sistema inmunológico. Cualquier cambio en su natural capacidad de eliminar mercurio puede conducirle al fuego y llama de la cándida. La pérdida de un riñón, la malnutrición o una enfermedad severa puede dar una oportunidad a la cándida. La e. coli también puede llegar a un estado metilizante si las proteínas no son lo suficientemente digeridas para proveer suficientes aminoácidos libres en el intestino. Si el mercurio acumulado en el intestino de alguna manera llega a ser desproporcionado con los aminoácidos libres disponibles, la E. Coli metilizará el mercurio para protegerse a sí misma. E. Coli tiene el doble de capacidad de metilizar el mercurio que la cándida. Una sobredosis de antibióticos es una cerilla segura, una chispa certera para el fuego de la cándida. La flora intestinal puede ser exterminada por los antibióticos. Junto con las bacterias amigas se va la capacidad de mantener la cándida fuera, y la capacidad de convertir el metilmercurio en mercurio inorgánico antes de que lo absorba el cuerpo.

El fuego y la llama de la cándida

La cándida ingiere todo a su alrededor, y crece y se extiende rápidamente si no es controlada. El mercurio inorgánico del intestino también es consumido. Los iones de mercurio inorgánico ingeridos por la levadura forman varios compuestos. Las paredes de las células de levadura pueden cargar con su peso en mercurio. Cuando la acumulación es superior a lo que la cándida puede soportar, éste es expulsado en forma de metilmercurio. El metilmercurio es la llama de la cándida. El metilmercurio (CH3Hg) es rápidamente absorbido por las paredes del intestino. Desde allí la corriente sanguínea lo transporta por todo el cuerpo. CH3Hg puede traspasar la barrera sanguínea del cerebro, la barrera de la placenta, y puede unirse firmemente a proteínas, ácidos grasos, hormonas, enzimas, células nerviosas, por todas partes. El ataque selectivo del mercurio al sistema inmune se completa ahora para las personas en cualquier estado comprometido. Los neutrófilos, los macrófagos del sistema inmune que patrullan los intestinos, consumen la levadura transportadora de mercurio. Los macrófagos recogen todas las formas de mercurio del intestino y de la levadura que se come. Cuando los neutrófilos buscan el antioxidante glutathione (GSH); para librarse ellos mismos de los venenos de la levadura, encuentran muy poco o ninguno disponible. Los compuestos de mercurio en la sangre ya se han unido a todo el GSH disponible ya que el cuerpo se mueve para limpiarse a través del hígado. En un momento dado al cuerpo le faltan recursos para combatir la cándida y el mercurio. Los neutrófilos están dañados y son incapaces de comer cándida. Escasea el GSH. El agotamiento de aminoácidos disponibles, y ruptura de los enzimas y procesos de reacción requeridos para liberar los aminos de las proteínas de la comida son la causa. Tan pronto como GSH es formado, se une al mercurio. El gran esfuerzo de limpiar mercurio por el conducto de la bilis se ve frustrado. El mercurio expulsado por la bilis es separado en los intestinos y de nuevo rápidamente absorbido por la corriente sanguínea. En el intestino, la cándida se extiende, entrando por las paredes y robando trazas de minerales directamente de la corriente sanguínea. Crea fisuras en las paredes del intestino que permiten a partículas de comida y iones de mercurio inorgánico pasar directamente a la corriente sanguínea. De esta manera la cándida facilita el desarrollo de reacciones alérgicas a la comida. Esta condición es a menudo llamada “intestino permeable”. El proceso de reciclaje normal de las enzimas digestivas es roto por la cándida intestinal. Importantes compuestos que deberían ser reclamados son excretados en heces blandas y diarrea. Ácidos grasos de cadena corta y vitaminas normalmente formados por la flora intestinal se pierden o no son formados. La persona en esta condición está en una espiral descendente. Seguir consumiendo azúcar acelera el proceso produciendo un descontrol en el metabolismo de la levadura, permitiéndole reproducirse, cargarse de mercurio y metilizando este mercurio más eficientemente. Existen grados en el fuego de la cándida. Los peores casos se vuelven sistémicos, con levadura viva entrando en la corriente sanguínea e invadiendo cada parte del cuerpo. El metilmercurio se acopla a cualquier parte, y a todas partes en diferentes proporciones dependiendo de la genética. Las mujeres retienen el doble de metilmercurio que los hombres. El metilmercurio se acumula en el sistema nervioso central, el sistema endocrino, y en cada órgano mayor, al igual que a lo largo de todo el cuerpo. Diferentes genotipos tienen diferentes zonas preferentes de acumulación. Quizás las más devastadoras para las personas con síndrome de fatiga crónica sean las acumulaciones en las glándulas pituitaria, tiroides, hipocampo y adrenal. Estos trastornos conllevan cambios repetitivos de nivel de energía, fatiga, mente nublada, pérdida de memoria a corto plazo, problemas de concentración, y dolores de cabeza. Las personas pueden perder su sentido del equilibrio. Las mujeres pueden desarrollar menopausia precoz y endometriosis debido a la pérdida de una correcta regulación hormonal. La llama de la cándida puede enfocarse en cada subsistema o parte del cuerpo. Si la acumulación preferencial ocurre en el sistema inmune, puede producir un SIDA sin el HIV. Si el foco es el cerebro, puede producir síndrome de fatiga crónica y todo tipo de desórdenes mentales. El envenenamiento por mercurio anteriormente se diagnosticaba como “locura”. Si la acumulación se produce preferentemente en riñones e hígado, se pueden producir graves enfermedades allí. En los músculos: fibromialgia. En las articulaciones: artritis. Estas variaciones en los lugares de acumulación preferentes determinadas genéticamente explican esta desconcertante serie de síntomas inconsistentes que experimentan las personas con síndrome de fatiga crónica. Estas inconsistencias se añaden a la confusión acerca de la causa del síndrome de fatiga crónica. Aparenta que tiene que haber muchas causas diferentes que producen la enfermedad para poder explicar la cantidad de síntomas que produce. El envenenamiento por metilmercurio tiene la capacidad de explicarlas todas. El síndrome de fatiga crónica ha sido vinculado y desvinculado a diferentes virus. Con un mal funcionamiento inmune, y deterioro de los macrófagos, todos los virus oportunistas y los que ya preexistentes claman su libertad y se unen a la sintomatología de la enfermedad. Extinguiendo el fuego de la cándida hay salvación. La cantidad de mercurio de las amalgamas liberado diariamente se cuenta en microgramos. La cándida sólo metiliza una porción del mercurio cada vez. El cuerpo puede sufrir esta circunstancia crónica durante mucho tiempo antes de producirse serias consecuencias o la muerte. Mucha gente encuentra poder para enfrentarse y alivio combatiendo la levadura. A la levadura le encanta el azúcar y los almidones simples. La levadura tiene dificultades en entornos bajos en este combustible. La ingestión de mercurio es un accidente que cuesta recursos a la cándida. La manera de enfrentarse de la levadura al mercurio es liberando metilmercurio, para no envenenarse y morir. Antifúngicos efectivos sistemáticos han devuelto a muchos a un aparente estado de normalidad. Estas drogas tóxicas para el hígado pueden mitigar temporalmente el fuego de la cándida, y limpiar las infecciones de cándida a lo largo de todo el cuerpo. La levadura es versátil, cambiando de forma ante situaciones adversas. Si una persona no restaura su sistema inmune, procesos enzimáticos, y se limpia profundamente de mercurio, el fuego de la cándida volverá en cuanto deje de tomar los antifúngicos. La mejor estrategia para la recuperación depende de la persona. Un enfoque nutricional sería lo mejor y más seguro para todos.

La vitamina E y el selenio reducen enormemente los daños causados por el metilmercurio. Aminoácidos libres, enfatizando en el antioxidante NAC (n-acetil cisteína) y producción de GSH (glutation), evita una alteración en la digestión y procesos metabólicos. GSH y NAC ayudan a la excreción de mercurio y a la función de los neutrófilos. Coenzimas de vitamina B proveen al cuerpo equipo metabólico necesario para su metabolismo y reconstrucción. Los enfermos más graves necesitarán recibir estos nutrientes de forma inyectada para volver a poner en marcha el organismo. Deberán añadirse electrolitos y trazas minerales para devolver los robados por la cándida, y derramados desde el conducto digestivo. Controlar la cándida es fundamental. El paso nº 1 es evitar el azúcar y seguir la dieta anticándida.

Los antifúngicos son problemáticos. Algunas cepas de levadura como la cándida tropicalis requieren 10 veces la nistatina requerida para la cándida álbicans para ser controladas. El ketazonacal, y otras variantes relacionadas, son muy efectivas, pero añaden un estrés tóxico adicional al hígado cargado de mercurio. No todas estas drogas abarcan todo el espectro de las cepas de cándida. La c. Tropicalis, por ejemplo, carece de la situación alterada que necesita el ketazonacal para ser efectivo. La nistatina es probablemente el antifúngico más seguro ya que es tópico, y añade poco a los venenos orgánicos del individuo que ya está agotado. Si puede conseguir una muestra de su levadura, podría ser desarrollado un protocolo específico para la cepa de cándida que arde en usted. La nistatina necesita administrarse durante muchas semanas, junto a la dieta anticándida, para conseguirse un control sobre la cándida crecida en el intestino. La repoblación con polvos o yogur de acidófilus necesita ser constante e implacable. Restaurar estos saludables habitantes del intestino ayudará a cambiar el ph del mismo de manera que perjudique a la cándida. Hasta que sus neutrófilos se recuperen, las bacterias amigas, niveles de ph y nistatina son todo lo que tiene para controlar la cándida. La exposición al mercurio tiene que parar. En ocasiones, una limpieza completa y efectiva de intestinos ayudará a eliminar mercurio inorgánico no absorbido, grandes colonias de levadura y partículas de amalgama. Las zonas superficiales y mucosidades del intestino son enormes, pudiendo atrapar mercurio inorgánico y partículas de metales. Evite pescado y mariscos. Elimine todas las amalgamas de sus dientes tan rápidamente y de forma segura como pueda permitirse. La desintoxicación total de mercurio necesita un largo periodo de tiempo, independientemente del protocolo utilizado. La excreción de mercurio es facilitada por proteínas que contienen “sulfidral”. El glutation se forma en el cuerpo humano a partir de aminoácidos cisteína, glicina y ácido glutámico. DMPS, DMSA, EDTA y “resina polisulfidrica” son proteínas sintéticas. Todas ellas son efectivas en la excreción de mercurio a través del hígado y los riñones. Únicamente el glutation propio carece de efectos secundarios conocidos. El aminoácido n-acetil l-cisteína (NAC) es otro captador efectivo de mercurio que facilita su excreción. El NAC es un estupendo precursor de glutation intercelular. Sea paciente, sea persistente, nunca pierda la esperanza! Asuma que la desintoxicación de mercurio le llevará años. Afortunadamente, las alteraciones por mercurio en enzimas volátiles y hormonas pueden eliminarse fácilmente a través de un buen protocolo de desintoxicación y nutrición. Limpiar estas proteínas importantes del cuerpo aceleran la recuperación restaurando una digestión, metabolismo y síntesis de compuestos esenciales efectivos. Algunas captaciones de mercurio y daños pueden ser irreversibles. La bibliografía sobre metilmercurio de los años 70 lo manifiesta así. De todas formas, ninguno de estos informes habla sobre un enfoque nutricional a largo plazo para recuperarse del envenenamiento por mercurio. Sin un protocolo de desintoxicación y nutrición a largo plazo, incluyendo un total espectro de aminoácidos libres y suplementos de vitamina E y B, se puede esperar una recuperación extremadamente lenta o imposible. Los daños graves ocasionados por ataques autoinmunes todavía se creen irreversibles generalmente. Perder la esperanza es la forma más segura de convertir este resultado en cierto. Incluso en estos casos yo recurriría a restauraciones nutricionales con posibilidad de una recuperación lenta. El fuego de la cándida puede ser extinguido permanentemente, y se puede recuperar una salud normal. Alma cansada, el síndrome de fatiga crónica tiene al menos una causa principal, y ésta es curable. Ármese de conocimiento, y ponga fe en que su cuerpo tiene capacidad de recuperarse. Simplemente aporte generosamente a su cuerpo los materiales de formación y nutricionales que requiere para desintoxicarse y regenerarse.

Sea paciente, sea persistente, nunca pierda la esperanza!

http://perso.wanadoo.es/salud_armonia/articulo32.htm#arriba

2 comentarios:

mirrow dijo...

Fabuloso

Dori Fernández dijo...

Gracias Mirrow, me alegra mucho tu comentario porque eso significa que lo que cuelgo interesa y ayuda a saber mas sobre estas patologías.
Un abrazo