miércoles, 2 de febrero de 2011

Carta abierta a Alfons Quintà de una "malalta real"

Clara Valverde Gefaell
Rebelión

Estimado Sr Quintà,

Siento no haber podido responder antes a su interesante artículo en el que habla de mí ("Els antisistema com a enganyifa pura") http://www.emporda.info/catalunya/2010/10/12/antisistema-enganyifa-pura/93797.html ya que estaba, como cualquier "malalta real", en el hospital con una infección de riñón, complicación no muy rara en una enfermedad inmunológica como la yo "digo que tengo", que dice usted, como es el Síndrome de la Fatiga Crónica/Encefalitis Miálgica. Ahora estoy en mi situación habitual, como los casi 100.000 catalanes y catalanas que tienen el SFC: encerrada en mi casa, entre la cama y el sofá, con el trancazo eterno de esta enfermedad y en lista de espera de dos años para ver a uno de los pocos especialistas en el SFC/EM en la sanidad pública catalana. Si quiere saber más sobre la realidad de esta enfermedad que usted afirma que yo "digo que tengo", le invito a leer un poco en http://www.ligasfc.org/ o http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84752 http://equipoaquo.com/pdf/manual.FM_SFC_SQM_Dic09[1].pdf

Nunca está de más que un periodista busque un poco en Google antes de escribir.

Pero veo, maravillada, que en realidad, usted, aunque no se informe antes de escribir un artículo, ¡lee a Hölderlin! (Me pregunto si lo ha leído en esta excelente edición: http://books.google.es/books?id=oe5n_Vsp12oC&printsec=frontcover&dq=h%C3%B6lderlin+valverde&source=bl&ots=uNjDLWowan&sig=5JUI8YaO9o1eKYSWHnd6_5h5Xk&hl=es&ei=X_LPTNWnFMOj4QbEheSmBg&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=1&ved=0CBYQ6AEwAA#v=onepage&q&f=false

- el apellido del traductor y escritor no es una casualidad).

La mágia de la poesía se debe, en parte, a lo que proyectamos en ella cada uno. Para usted el "infierno en la tierra" son los antisistema. Eso dice mucho de usted y de su probablemente cómoda vida que quiere usted proteger de los que cuestionan el orden de las cosas y de los que quieren aliviar un poco el sufrimiento que existe este mundo.

Para mí el infierno en la tierra es el maltrato que reciben las personas con enfermedades invisibles, que no sólo incluye la falta de servicios sanitarios públicos en Catalunya, también el cinismo, la incredulidad y las burlas como las vistas en su artículo. El infierno en la tierra es la falta de solidaridad y comprensión que hay, aquí, a casa nostra, con las mujeres enfermas, esas a las que se les dice que lo suyo es mucho cuento. El infierno en la tierra son todas las situaciones de injusticia, de opresión y de crueldad. El infierno en la tierra debe ser (aunque ese es un infierno que yo no conozco) el no estar trabajando para cambiar esta sociedad neoliberal tan brutalmente cruel. Puede ser que ese sea el infierno en el que usted ha decidido habitar.

Pero Hölderlin también tiene poemas que hablan del cielo en la tierra. Y yo tengo el privilegio de conocer ese trocito de cielo. Mis compañeras y compañeros que tienen SFC, o que tienen niños con SFC, que siguen viviendo y luchando por cambiar este sistema que les da la espalda, que les trata de vagos, que no les da ayudas económicas ni de ningún tipo, esas personas, viviendo en la pobreza con su valentía, su dignidad rebelde, su apoyo y su solidaridad, son el cielo. Porque lo importante no es si nosotros somos antisistema o no: lo importante es entender que el sistema es anti-nosotros, anti-humano, anti-bienestar y querer cambiarlo. Y también el cielo en la tierra son todas las personas okupas, discapacitados, activistas, jacobinos, feministas, y tantos rebeldes más que se aseguran de que los cínicos y los poderosos sepan que no les creemos. A todos esos creativamente rebeldes estoy muy agradecida por acompañarme en este viaje en el que estamos todos.

Yo me tomo la libertad, Sr Quintà, de invitarle a salir de su particular infierno enfermizo y a ver lo que nos queda por hacer: ir construyendo ese otro mundo que es posible. Sí, otro mundo es posible aquí y ahora y, en el fondo, nuestro querido Hölderlin lo sabía.

Sinceramente,

Clara Valverde Gefaell

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=115968

Carne, dioxinas y principio de precaución

Ningún gobierno quiere enfrentarse con el origen del problema: el negocio globalizado de los piensos y de la carne, la industrialización de la producción ganadera y sus enormes intereses corporativos
Pilar Galindo
La Garbancita Ecológica
Hoy a las 21:35
36 lecturas
www.kaosenlared.net/noticia/carne-dioxinas-principio-precaucion

El 4 de enero de 2011 ha estallado en la Unión Europea una nueva crisis alimentaria. En miles de granjas alemanas, la mayor parte en la Baja Sajonia, los piensos están contaminados por dioxinas. Su origen, el fabricante Harles & Jentsch, que empleó aceites industriales no aptos para el consumo animal o humano obtenidos de un productor de biodiesel.

Las dioxinas son compuestos químicos que se liberan en la combustión de sustancias entre las que está presente el cloro. Pueden producir efectos sobre la salud inmediatos –envenenamiento, acné- por intoxicación grave. Cuando se introduce en la cadena alimentaria a través del pienso del ganado, los daños sobre nuestra salud se produzcen a medio y largo plazo ya que las dioxinas se acumulan en la grasa de nuestro organismo pudiendo producir cáncer.
En Europa, ésta es la cuarta crisis por dioxinas en los piensos desde 1999. Aunque los niveles de contaminación han cuadruplicado los permitidos por la UE, no han alcanzado los de la crisis de Irlanda de 2008, cien veces superiores, ni los de Bélgica de 1999, novecientas veces superiores a dicho límite.

La penúltima crisis (Irlanda, diciembre de 2008) afectó a la producción de 10 explotaciones de cerdos y 38 de vacuno. Llevaba incubándose desde el 1 de septiembre y se propagó a 21 países, 12 de ellos de la UE. En la actual crisis, la propagación ha sido menor, alcanzando a Dinamarca que importó piensos contaminados con dioxinas, Holanda que importó 136.000 huevos contaminados para la industria alimentaria y Reino Unido, que compró alimentos elaborados con los huevos contaminados.

Sin embargo, el impacto actual para el sector ganadero ha sido el más grave. En la primera semana, se han llegado a clausurar 4.700 granjas de cerdos, pollos y pavos en 9 Landers alemanes y una semana después, otras 934 granjas. Hay 25 fabricantes de piensos involucrados. La prensa alemana denuncia que la utilización de grasas y aceites industriales en los piensos viene de lejos. El Ministerio de Agricultura de uno de los Lander afectado tenía pruebas de la utilización de grasa no adecuada para consumo humano en la producción de piensos y sólo ahora lo ha revelado. ¿Negligencia u ocultación de pruebas?

Las autoridades responsables de la salud pública quitan importancia a esta crisis. El Instituto Federal de Evaluación de Riesgos de Alemania, el portavoz de la Comisión Europea y el Gobierno alemán emiten el mismo mensaje tranquilizador: la cantidad hallada en los huevos no es peligrosa para los humanos, a menos que se consuman en “enormes cantidades”; la contaminación de dioxinas en la alimentación animal “no presenta riesgos para el consumo humano”. La Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria decía lo mismo en la crisis de las dioxinas de Irlanda en 2008 : “apenas hay riesgos sanitarios por la ingesta de carne de cerdo contaminada por dioxinas.... aunque se consumiera en grandes cantidades y por un periodo prolongado, tampoco sería evidente el peligro para la salud”. Todas esta recetas desconocen los efectos a medio y largo plazo.

El Director General de la Organización Mundial de la Salud Animal (OIE), Bernard Vallat, ha valorado los mecanismos de prevención y seguimiento de enfermedades animales de la Unión Europea como “los más “punteros del mundo”. Lo que diferencia el sistema de prevención europeo de otros sistemas menos “avanzados” es una red de alerta y una trazabilidad que permite acotar el problema y controlar su avance. Sin embargo, este mecanismo tan perfecto no sirve, como se comprueba crisis tras crisis, para atacar sus causas.

Ningún gobierno quiere enfrentarse con el origen del problema: el negocio globalizado de los piensos y de la carne, la industrialización de la producción ganadera y sus enormes intereses corporativos. El aumento de la escala de producción y distribución; el abaratamiento de costes de la alimentación exigido por la competitividad; la ganadería intensiva en condiciones de hacinamiento y proliferación de enfermedades; la alimentación cárnica a animales vegetarianos e, incluso de su misma especie; la generalización de sistemas integrados de producción donde el inversor y verdadero propietario del negocio proporciona al ganadero –propietario o arrendatario de las instalaciones- desde los animales a los pocos días de nacer, a los alimentos y medicamentos y le paga no sólo en función de la rapidez sino del ahorro en costes. Este modelo de producción de proteína animal, responsable de recurrentes crisis alimentarias y pandemias sanitarias, también es causante del hambre y la desnutrición de más de mil millones de personas en el mundo, al priorizar la producción de cereal para pienso en lugar de para el consumo humano de la población.

Confecarne, la patronal española del sector cárnico, en julio de 2010 se felicitaba de que la Unión Europea levantase la prohibición de usar de harinas cárnicas en la alimentación de especies no rumiantes. Una vez que el escándalo de las vacas locas (1999-2000) dejó de ser noticia, la industria alimentaria ha presionado hasta conseguir incorporar residuos animales en la alimentación del ganado (excepto de su misma especie), elevando el nivel proteínico de los piensos y bajando sus costes. Para lavar su imagen y desviar la atención, las patronales europeas de productores de piensos (FEFAC), de semillas oleaginosas (FEDIOL) y de las industrias de almidón (AAF) desarrollan una guía de buenas prácticas voluntarias asociadas a sistemas de certificación de piensos seguros.

Cuando las crisis alarman a la opinión pública y la desconfianza de la gente castiga a la industria ganadera dejando de consumir productos cárnicos, los gobiernos de los estados y las autoridades comunitarias prometen mayores controles y regulaciones a la vez que relativizan los problemas de salud para reducir la caída de la demanda. Llegan a reprochar la escasa colaboración de la industria de los piensos, de las grasas vegetales, de los biocarburantes (EEB) y del procesado de subproductos animales (EFBRA), todos ellos beneficiarios de que en la alimentación animal se incluyan residuos de origen dudoso y nadie obligue a una separación de las instalaciones de grasas comestibles de las no comestibles (Declaraciones del portavoz comunitario de Sanidad, Frédéric Vicent, a Efeagro 11/01/2011). Pero cuando vuelve la calma, el Parlamento europeo que, había exigido una “declaración abierta” con indicación exacta de cantidades tras la crisis de las vacas locas, se pone del lado de la industria y aprueba un nuevo reglamento de etiquetado de piensos que sustituye dicha declaración por una la lista de ingredientes en orden decreciente según su peso (febrero de 2009).

Con la excusa de proteger la propiedad intelectual de los fabricantes de piensos que se niegan a desvelar los componentes que utilizan, el Parlamento Europeo se posiciona a favor de la industria, exponiendo a la población a nuevas crisis. Los sistemas de alerta y trazabilidad son simulacros de confianza que sólo sirven para eliminar a los productores más pequeños y aumenta la concentración del sector. El principio de precaución –prevenir los riesgos y ante la duda no comercializar productos que no garantizan su inocuidad- no sólo no se aplica sino que, la publicidad institucional nos convence de que es natural que ocurran estas crisis cada cierto tiempo.

Luchar contra las crisis alimentarias exige construir nuestra seguridad alimentaria. Esto requiere aumentar la cultura alimentaria de la población y avanzar en una dieta que reduzca nuestro consumo de proteína animal por múltiples razones. 1) por desconfianza de la industria ganadera, 2) porque la producción industrial de alimentos cárnicos –como la vegetal- tiene dudosa calidad nutricional, 3) porque la producción en masa estimula a través de la publicidad y la gran distribución, un consumo excesivo de carne desplazando a la proteína de origen vegetal y, en nuestro caso, la cocina mediterránea, 4) porque el consumo de productos cárnicos globalizados es perjudicial para nuestra salud provocando múltiples enfermedades, algunas de ellas con carácter epidémico, 5) porque la industria cárnica somete a los animales a tortura, contamina la naturaleza, es el caldo de cultivo para las gripes y otras epidemias en el ganado que acaban transmitiéndose a los seres humanos con un inmenso riesgo de alta mortalidad, 6) porque la ganadería industrial forma parte del sistema agroalimentario capitalista mundial que impulsa la producción de transgénicos para pienso y biocombustibles al tiempo que condena al hambre y la desnutrición a la mayoría de la población mundial.

Pilar Galindo, La Garbancita Ecológica
1 de febrero de 2011
http://www.nodo50.org/lagarbancitaecologica

Fuente: http://www.kaosenlared.net/noticia/carne-dioxinas-principio-precaucion