martes, 20 de diciembre de 2011

Vivir sin móvil

Magazine |16/12/2011

Miguel Brieva es artista, estudió Bellas Artes y actualmente trabaja a caballo entre Sevilla y Madrid, publica sus ilustraciones y viñetas en distintos medios de comunicación y ha publicado libros como 'Dinero', una crítica al sistema capitalista y a la sociedad de consumo.Dani Duch
MERCEDES DE LA ROSA

Que no tienes móvil?, ¡no me lo creo!”. Y se te quedan mirando raro… Muchas veces desconfían y se piensan que sí que tienes, pero que no se lo quieres dar, hasta que se dan cuenta de que es verdad”, explica Carlos Galilea (53 años). Para este veterano periodista musical, director del programa Cuando los elefantes sueñan con la música, de Radio 3, existe una sobreutilización del teléfono móvil: “Yo no digo que no sea útil para ciertas situaciones, pero realmente estas son muy pocas, y nunca me he visto en ninguna”.

Como Galilea, el resto de los entrevistados para este reportaje cree que el teléfono celular no es una herramienta necesaria en su día a día. Las ventajas que este ofrece, tales como la accesibilidad o la posibilidad de estar localizable 24 horas al día, no son para ellos sinónimo de logro o avance, sino todo lo contrario.

“Hemos vivido muchos años sin este dispositivo perfectamente y nos localizábamos igual. Hoy, aunque no tengas móvil, si te quieren encontrar, te encuentran”, apunta el ilustrador y dibujante de cómics Miguel Brieva (36 años). “Generalmente –añade–, hay dos grandes coartadas que justifican el tener móvil. La primera: que te han de localizar por trabajo, y estoy convencido de que es a un porcentaje muy pequeño de la población a la que realmente le sucede; además, como yo trabajo desde casa, mis clientes –editoriales y medios de comunicación– saben que estoy en el fijo o en el correo electrónico; y la segunda razón: por si te encuentras en una situación comprometida, pero tampoco me suelo ver metido en ninguna”.

Galilea y Brieva forman parte del 18% de población española que, según el informe La sociedad en red 2010, del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (Onisi), no utiliza el teléfono móvil. A priori, cabría imaginar este grupo formado por personas de edad avanzada, que no se han llegado a familiarizar con la tecnología por temporalidad, así como por quienes no pueden acceder a ella. Pero no es así. Una parte de este porcentaje –pequeña, sí, pero resistente– la forman profesionales que, aun pudiendo acceder a un teléfono móvil, eligen no meterlo en sus vidas.

“No me interesa –afirma Galilea–, y no porque rehúya de las tecnologías –fue uno de los primeros usuarios españoles de internet–, sino porque creo que se puede vivir perfectamente sin él y, de hecho, se vive mucho más tranquilo”. A lo que Brieva añade: “Para mí no es una renuncia importante, sino todo lo contrario, es una necesidad, una manera de desacelerar el ritmo”.

Bajar el ritmo vital, ganar tranquilidad, ser dueño de los momentos de uno sin que nadie tenga la posibilidad de interrumpirlos son las razones que sustentan la decisión de quienes descartan la telefonía móvil como medio de comunicación. “Vivimos permanentemente conectados, permanentemente informados, y apenas tenemos momentos de silencio y soledad, que tan necesarios son para crecer como personas”, apunta Manel Puigvert (50 años), quien dirige junto a su mujer, la chef Fina Puigdevall, el restaurante Les Cols en Olot, reconocido con dos estrellas Michelin.

“Si tuviera móvil, probablemente las horas que dedico a leer, a la música o a pasear quedarían perjudicadas por el teléfono. Y estos momentos, que tan importantes son para enriquecerme, dejarían de existir”, explica Puigvert desde el oasis de naturaleza, tradición y vanguardia que es Les Cols. Para él ya son suficientes los momentos de estrés que vivimos en el día a día como para sumarles otros que provoca el móvil.

Esta misma sensación la comparte el empresario griego Paul Efmorfidis (53 años), presidente y fundador de la empresa Cocomat, productora de camas, ropa de hogar y mobiliario fabricados con materiales cien por cien naturales. “Es verdad que el móvil te permite hacer más cosas y más rápido, pero eso es precisamente lo que yo no quiero. No me gusta la velocidad; cuando tratas de llevar a cabo muchas cosas a la vez, corriendo, las acabas haciendo todas mal”, señala Efmorfidis. Y apunta a las consecuencias nocivas que la exposición a los campos de radiofrecuencia emitidos por los teléfonos celulares provocan en los humanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha detectado como efectos directos de la utilización del teléfono celular alteraciones en la actividad cerebral, en los tiempos de reacción y en el sueño. El riesgo de sufrir un accidente de tráfico cuando nos encontramos al teléfono es tres o cuatro veces mayor, aunque el dispositivo de manos libres esté activado.

Los movimientos y las corrientes que proclaman la desaceleración del ritmo para disfrutar de cada momento, obtener más calidad de vida y plenitud, como el downshifting (desaceleración), el movimiento slow (lento) o el mindfulness (estar atentos a aquello que se vive), ganan adeptos en los últimos tiempos. Uno de sus impulsores, Carl Honoré, autor del best seller Elogio a la lentitud, recomienda como una de las prácticas para lograr este objetivo “desenchufarse” periódicamente, lo que es sinónimo de aprender a desconectar los dispositivos electrónicos que rodean hoy a cada persona y que, según él, la aceleran, la distraen y la hiperestimulan.

Esto es lo que pone en práctica Puigvert cada noche a la hora de la cena con sus tres hijas adolescentes, que ya han integrado las nuevas formas de comunicación en sus vidas. “Cenamos todos juntos con música clásica de fondo; es un momento para hablar, para contarnos cómo nos ha ido el día y comentar nuestras cosas. Yo no soy radical con las tecnologías, pero sí creo que se debería utilizar el teléfono móvil de una manera más inteligente, para no convertirnos en seres dependientes”.

Expresa además sus dudas acerca de que se pueda hacer un buen uso de las tecnologías en la etapa de crecimiento: “Los adolescentes tejen unas relaciones a través del móvil y de las redes sociales que no son reales, sino virtuales. Me da la sensación de que pierden mucha autenticidad”.

La misma preocupación, pero extrapolada a cualquier edad, invade a Federico Manresa (63 años), jefe del servicio de neumología del hospital barcelonés de Bellvitge (l’Hospitalet de Llobregat). “El móvil –sostiene– cambia las relaciones; no sólo entre médico y paciente, sino también entre las personas. Hay conversaciones que se llevan a cabo cara a cara que no son iguales si se mantienen a través de un aparato como este”. Manresa, que además de neumólogo es profesor de cuarto curso de la carrera de Medicina, describe cómo la dependencia de sus alumnos hacia el móvil les provoca determinadas reacciones y actitudes: “Son jóvenes más individualistas y no pueden vivir sin este aparato, durante la clase lo llevan en el bolsillo de la bata ‘por si acaso’”.

En una profesión como la suya, donde este dispositivo podría convertirse en un buen candidato para sustituir al tradicional busca, Manresa se niega a poseer uno. “Yo no quiero estar 24 horas conectado. Si me quieren localizar por alguna urgencia, me encontrarán seguro, como siempre lo han hecho”. Una de las principales razones que avalan este rechazo es que no es partidario de mezclar su vida profesional con la personal, “porque no acabas de disfrutar de ninguna”.

La invasión que el teléfono supone en la vida personal y profesional de las personas es algo que también concierne al periodista Carlos Galilea. “Antes, cuando quedabas con alguien, tu interlocutor estaba allí, presente, pero hoy es más difícil porque seguramente en algún momento mandará algún mensaje o hablará por teléfono mientras te tiene delante”. No cree que el móvil ayude a la comunicación, sino que casi siempre la enrarece y lleva a malentendidos. Por eso, cuando uno de los medios con los que colabora le ofreció regalarle un teléfono móvil, se negó. “No, porque si no os lo cojo cuando me llamáis, os vais a mosquear –les argumentó–; mejor no tengo, y así no tenéis dudas si no me localizáis”.

Puigvert presencia con frecuencia episodios en los que la accesibilidad que proporciona este tipo de telefonía invade momentos de ocio e intimidad en su restaurante. “A veces ves a una pareja cenando, y en vez de disfrutar del placer de una buena comida, de la compañía, del vino, de un espacio para la conversación…, ¡uno de los dos se pone a hablar por teléfono!”.

Según datos de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), en julio del 2011, el número de líneas de telefonía móvil superó al número de habitantes en España, alcanzando los 58 millones –lo que supone un aumento del 5,5% respecto al año anterior–, y el gasto medio llegó a los 40 euros mensuales.

“El teléfono sí que fue un invento revolucionario para la humanidad, el móvil es únicamente una variación de este y, aunque es innegable que tiene una utilidad, es completamente prescindible. Nos lleva a generar más costes de tipo medioambiental, humano, económico…”, afirma Brieva.

“¿Cuántas veces escuchamos conversaciones completamente prescindibles?”, apunta el doctor Manresa. Se refiere al “ahora llego”, al “¿qué haces?” o al “acabo de salir” que se escuchan frecuentemente en el autobús, en la sala de espera de un médico o en el supermercado. “La mayoría son conversaciones más por capricho que por necesidad” y fomentan el engrose de las facturas, así como la sobreutilización de un aparato que, tal y como avalan distintos estudios, crea una mayor dependencia y excitación en el usuario.

“Hay que empezar a ser crítico y rechazar cosas, o acabaremos siendo adictos a aparatos como el móvil”, afirma Brieva. Algo que los cuatro hijos de Efmorfidis, de entre ocho y 21 años, ya han hecho, no por imposición, sino por elección propia. “Ellos mismo han decidido no tenerlo porque no lo necesitan”, apunta su progenitor, que añade: “El teléfono móvil es un factor que puede contribuir a apartarnos de lo verdaderamente importante de la vida. La felicidad es disfrutar de las cosas sencillas y pequeñas, y este aparato, con todo lo que supone, muchas veces te invita a perdértelas”.

Galilea concluye: “A mí me parece bien que cada cual haga lo que quiera con su vida, pero sí que deberíamos reflexionar sobre las decisiones que tomamos y tener una conciencia crítica. El hacer las cosas porque todo el mundo las hace no vale. Al final nos tendríamos que preguntar si los avances como el móvil son avances de verdad, ¿nos hacen más libres o más esclavos?”.

Carlos Galilea

“Cuando viajas, es necesario desaparecer. Si desconectas, la cabeza vuelve a su sitio. Pero si sigues con la posibilidad de que te contacte por teléfono aquello de lo que te alejas, es como si no te fueras”. Estas desconexiones que Galilea considera tan necesarias le han permitido mantenerse “en su sitio” durante 25 años, tiempo que lleva al frente de su programa de radio, una de las emisiones más populares de música brasileña, jazz y ritmos africanos. El periodista madrileño está en contacto permanente con la tecnología y afirma, convencido, que ningún soporte es definitivo, y que la época que estamos viviendo traerá más cambios. “Es una etapa convulsa, muy emocionante, con teléfono móvil incluido, ¡aunque yo no tenga!”.

Manel Puigvert

Puigvert y Fina Puigdevall decidieron transformar Les Cols en el restaurante de sus sueños: “Un lugar que mezcle lo sensorial con lo intelectual y lo espiritual”. De eso hace once años, y la reforma, un equilibrio entre tradición y vanguardia, proporcionó un clima de paz que predispone a compartir comida, bebida y conversación y que les ha valido, entre otros, el reconocimiento de dos estrellas Michelin. “Tratamos de explicar las cosas de otra manera –apunta Puigvert–, desde aquí, con la aspiración de alcanzar lo universal a través del espacio de lo íntimo”. Para lograrlo, Puigvert preserva a rajatabla sus momentos de ocio sin interferencias.

Miguel Brieva

Siempre dibujó, desde niño. Luego estudió Bellas Artes y, como dice, “lo demás se fue dando”. A caballo entre Sevilla y Madrid, publica sus ilustraciones y viñetas en distintos medios de comunicación y ha publicado libros como Dinero, una crítica al sistema capitalista y a la sociedad de consumo. “Este tipo de sociedad ha creado adictos a cosas materiales, y el teléfono móvil es, sin duda, una de ellas”, opina. No está en contra de la tecnología, puesto que se pasa el día frente al ordenador, pero a la que puede recupera el papel y el pincel. “La tecnología tiene su utilidad, especialmente internet, que ha sido una revolución, y estoy seguro de que el móvil también la tiene, pero yo no lo necesito. Vivo con mis contemporáneos con la mayor de la plenitud”.

Paul Efmoridis

Lleva años estudiando qué permite disfrutar de una vida saludable e implementa sus descubrimientos en Cocomat, la empresa que fundó junto a su hermano y otros tres socios en los años 80. Sube el sueldo un 5% a los empleados que van a trabajar en bicicleta, y otro 3%, a quienes dejan de fumar. Un 10% de los empleados sufre alguna discapacidad, y la tasa de reciclaje en la fabricación de camas, ropa y mobiliario es del 96%. Este empresario griego afincado en Amsterdam no tiene teléfono móvil ni coche, no come carne ni fuma, y se desplaza en bicicleta. “Prueba un día a recorrer el mismo camino en coche y en bici; seguro que con el primero llegas antes, pero te perderás cosas que únicamente verás si vas a otro ritmo. La persona más feliz del mundo no es la que más cosas puede hace, sino la que más disfruta con lo que hace”, dice.

Federico Manresa

Sus pacientes le piden constantemente el número de su teléfono móvil, pero él insiste en que no tiene y lo dice orgulloso. “Se ha banalizado mucho el uso del teléfono, antes se utilizaba para cosas concretas, necesarias, pero hoy ya no”. En su profesión, el timbre del teléfono es sinónimo de malas noticias, por eso prefiere no tener que oírlo. “Si yo tuviera un teléfono celular, sería para los demás. Es a la gente a la que le interesa que yo tenga este dispositivo, ¡no a mí!”. A Manresa no le gusta mezclar su vida profesional con la personal, por eso las mantiene compartimentadas, y no tener móvil es una manera de lograrlo. Además de no verle utilidad alguna en su día a día: “Vivo tranquilo y hago lo que me gusta que es: ver pacientes y enseñar. ¡Y sin móvil lo hago mucho más tranquilo!”.