miércoles, 8 de febrero de 2012

La sensibilidad química múltiple deja de ser anónima

Jueves, 02 Febrero 2012

La sensibilidad química múltiple (SQM) es el término más empleado para referirse a una enfermedad nueva, descrita a finales del siglo XX, aunque probablemente la génesis se remonta muchas décadas atrás, cuando la industria comenzó a utilizar masivamente la síntesis química en una multitud de productos con los que nos hemos acostumbrado a convivir. Como muestra de que nuestro conocimiento sobre esta patología aún está lejos de ser completo, la SQM ha sido denominada con otros términos tanto en literatura científica como en los reportajes de prensa que han tratado de describir estos extraños casos: síndrome de hipersensibilidad química, sensibilidad alimentaria y química, alergia cerebral, enfermedad ambiental, enfermedad del siglo XX, síndrome de respuesta a las sustancias químicas, o incluso enfermedad ecológica.

El progreso, al que nadie parece dispuesto a renunciar, se cobra también un peaje en salud que, en el caso de la sensibilidad química múltiple, adopta la forma de un síndrome complejo de origen multifactorial en el que están implicados diversos mecanismos de toxicidad, órganos y sistemas a nivel molecular, bioquímico, estructural y fisiológico. Así se define la SQM en las conclusiones de un documento de consenso con el que se da un paso adelante para sacar del anonimato a esta enfermedad. El documento ha sido elaborado por un grupo de expertos coordinado por el Ministerio de Sanidad, en una iniciativa pionera en Europa, y recoge toda la evidencia científica conocida acerca de esta enfermedad hasta el presente, desde la epidemiología y etiopatogenia a sus manifestaciones clínicas, diagnóstico, abordaje terapéutico y prevención.

Los pacientes con SQM han tenido hasta ahora todas las papeletas para que se les etiquetara con cualquier otra cosa menos con la enfermedad real que padecen, incluida una comorbilidad no menos complicada de reconocer, como la fibromialgia o la fatiga crónica. Lo que hace un documento de consenso como el que se ha publicado en España es tratar de sentar las bases para que esta enfermedad sea reconocida como tal y no como una invención de los pacientes, empezando por la propia definición de caso. Se desconocen los mecanismos biológicos que la originan, se sospecha de una multiplicidad de factores implicados, se han descrito síntomas muy diversos que implican múltiples sistemas y órganos, no existen biomarcadores específicos para el diagnóstico y tampoco hay un tratamiento etiológico o específico, tan solo sintomático. Con este balance, resulta complicado hacer una estimación de la prevalencia, entre el 0,2 y el 4% de población según diversos autores. Además, entre los afectados hay un claro predominio de mujeres. Todas esas características juntas han encarrilado en muchas ocasiones a estos pacientes hacia una consulta de salud mental, o directamente a un diagnóstico erróneo.

Este documento de consenso debe representar el principio del fin de una situación de atención inadecuada que tiene consecuencias físicas, psicológicas y sociales tanto para las personas afectadas por SQM como para sus familias. Por ello, no sólo se recomienda que el diagnóstico de SQM figure en la historia clínica, sino que hay un extenso apartado final en el que se reclama la apertura de líneas de investigación básica, clínica y aplicada que incremente el conocimiento sobre su epidemiología, etiología y fisiopatología, y que en todas ellas se tengan en cuenta los condicionantes de género que pueden estar influyendo en la presentación y manifestación de la SQM.

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