29/02/2012
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Investigadores
del Centro de Investigación Biomédica en Red- Fisiopatología de la
Obesidad
y
la Nutrición (CIBERobn) aseguran que la contaminación
ambiental puede
predisponer a padecer obesidad y otras patologías derivadas del
sobrepeso como la diabetes tipo 2, gracias al papel que juegan
algunas sustancias tóxicas, llamadas químicos disruptores
endocrinos, en la alteración del sistema endocrino.
MADRID,
29 (EUROPA PRESS)
Investigadores
del Centro de Investigación Biomédica en Red- Fisiopatología de la
Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) aseguran que la contaminación
ambiental puede predisponer a padecer obesidad y otras patologías
derivadas del sobrepeso como la diabetes tipo 2, gracias al papel que
juegan algunas sustancias tóxicas, llamadas químicos disruptores
endocrinos, en la alteración del sistema endocrino.
Estos compuestos químicos están
presentes en los alimentos y en multitud de productos de uso
cotidiano (como perfumes, plásticos, cosméticos o champús) y, al
interaccionar con el sistema endocrino, hacen que el organismo
acumule grasa y no músculo.
La mayoría de estos compuestos
químicos que, al ser solubles en las grasas, se acumulan en ellas
con mayor facilidad y pertenecen al grupo de los contaminantes
orgánicos persistentes (COPs), son productos sintéticos
--mayoritariamente pesticidas e insecticidas-- de baja
biodegradabilidad, que se mantienen durante mucho tiempo en el
ambiente y se acumulan en la cadena alimenticia.
"De su enorme persistencia nos da
una buena idea que todavía hoy detectemos DDT en el 88 por ciento de
la población general, cuando este pesticida se prohibió hacia
1975", explica el investigador del CIBERobn y presidente de la
Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), Javier
Salvador.
La exposición de los seres vivos a los
disruptores endocrinos es universal, ya que se encuentran repartidos
por todo el mundo como consecuencia de un empleo generalizado, sobre
todo en la producción agrícola y en la pesca, a través de los
vertidos de aguas residuales.
Además, estos compuestos acumulados en
la grasa son transmitidos a la descendencia a través de la madre
durante la gestación y después en la lactancia.
Los científicos creen que estos
tóxicos también aumentan el riesgo de dos trastornos muy
relacionados con la obesidad, como el síndrome metabólico y la
resistencia a la insulina.
Según explica el doctor Salvador, "la
obesidad visceral promueve la liberación de ácidos grasos libres
que llegan al hígado y contribuyen a generar resistencia a la
insulina, lo que favorece la diabetes". Por ello, "la
exposición simultánea a varios COP puede contribuir al desarrollo
de obesidad, dislipidemia y resistencia a la insulina, los
precursores más comunes de la diabetes".
También hay otros estudios recientes
que indican que los plásticos de policarbonato como el bisfenol A,
que se utilizan sobre todo en los populares 'tuppers', podrían
contribuir a generar diabetes al ser sometidos a altas temperaturas.
Asimismo,
una investigación de la Universidad
Miguel Hernández,
de Elche,
analizó a ratas embarazadas expuestas a este compuesto durante los
19 días que dura la gestación de este animal. Todas desarrollaron
diabetes gestacional, mientras que las crías también acabaron
siendo diabéticas a los seis meses de nacer (lo que en seres humanos
equivaldría a tener unos 40 años).
LA OBESIDAD TAMBIÉN CONTAMINA
No
obstante, Salvador y su equipo reconocen que entre contaminación y
obesidad existe una relación bidireccional. Así, aunque hasta ahora
existen numerosos estudios que sugieren que la primera predispone a
la segunda, el sobrepeso, además de las múltiples enfermedades
que
puede provocar, también tiene un efecto adverso sobre la
conservación y sostenibilidad del medio natural.
Hay diversos estudios que así lo
demuestran, como el realizado por la Escuela de Higiene y Medicina
Tropical de Londres y publicado en el 'International Journal of
Epidemiologogy' en 2009, que reveló que cada persona obesa es
responsable, en promedio, de casi una tonelada más de emisiones de
dióxido de carbono por año que una persona delgada, lo que
significa agregar 1.000 millones de toneladas del gas por año en una
población de 1.000 millones de personas con sobrepeso.
Minimizar las emisiones de dióxido de
carbono es un factor clave para desacelerar el cambio climático.
Cuando se trata de la ingesta de alimentos, desplazarse en un cuerpo
pesado es como conducir un coche grande que consume mucha gasolina.
Sirva como ejemplo en este sentido un
estudio del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de
Estados Unidos que calculó que entre 1960 y 2002, se podían haber
ahorrado el 0,7 por ciento de las emisiones de CO2 y del consumo de
combustible si los pasajeros de los vehículos no fueran obesos.
Traducido a números, se consumieron más de 3.700 millones de litros
de gasolina a mayores por culpa del sobrepeso de los americanos en
esos 42 años.
(EuropaPress)
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