william J. Rea es fundador y director
del Centro de Salud Ambiental de Dallas, una referencia para todo el
mundo en el tratamiento eficaz de las enfermedades ambientales. Autor
de docenas de libros y manuales sobre sensibilidad química y otras
pandemias de nuestro tiempo, y afectado él mismo de SQM, es autor
también de más de un centenar de artículos científicos de primer
nivel, investigdor y profesor en la Universidad de Texas y, por
encima de todo, trabajador infatigable. Este casi octogenario nacido
en Jefferson, en el estado de Ohio, ha tratado a más de 30.000
personas de todo el mundo afectadas por enfermedades de sensiblidad
central (SQM, síndrome de fatiga crónica, fibromialgia y
electrosensibilidad) en su clínica de Dallas; en más del 80% de los
casos, con una notable mejoría en su calidad de vida.
¿Cómo
puede saber una persona si padece una enfermedad ambiental?
El 95% de las patologías que sufrimos
tienen relación con el medio ambiente, y la mayor parte de la gente
padece de alguna forma u otra algún tipo de enfermedades
ambientales. Los síntomas incluyen sensibilidad a olores,
pérdida de la facultad de oler, fatiga crónica o fibromialgia,
pérdida de memoría a corto plazo, confusión, hinchazón,
dificultad respiratoria o arritmias cardiacas.
¿Cómo
se convirtió usted en un especialista en medicina ambiental, una
especialidad poco valorada en su profesión y, a menudo, ligada a una
cierta marginación entre sus colegas?
Por una cuestión de evolución del
pensamiento y de los datos. Yo era un cirujano general y
cardiovascular y, en un momento determinado, vi la necesidad de un
mayor conocimiento sobre la mala salud de los pacientes que eran
objeto de implantes e injertos. Al mismo tiempo, ocurrió que mi hijo
casi se muere de asma. Me di cuenta de lo poco que sabemos en estos
campos, así que me dediqué a investigar y, poco a poco, fui
evolucionando hacia la medicina ambiental.
Cree que es correcta la revolucionaria
teoría “NO/ONNO” del professor Martín Pall que explica mediante
mecanismos metabólicos la sensibilidad química múltiple y otra
veintena de enfermedades causadas directamente por la
contaminación?
En parte, sí, pero hay otros mecanismos [no bioquímicos] involucrados en estos procesos.
¿Por qué esa obstinación de la Organización Mundial de la Salud o de muchos estados en no reconocer como enfermedad a la sensibilidad química múltiple cuando un buen número de médicos como usted llevan décadas reconociendo miles de casos y tratándolos con éxito?
Por dinero. Las compañías
farmacéuticas y químicas tienen un interés especial en todo esto
y, de hecho, donan mucho dinero para influir en una gran variedad de
sociedades médicas. Las compañías farmacéuticas sí la reconocen,
pero no les interesará, por lo menos- hasta que puedan encontrar la
manera de hacer dinero con ella. En cuanto a los médicos, muchos
tienen problemas de ego y filosóficos y tampoco quieren reconocerla.
Algunos dicen que “es demasiado complicado”, y cosas por el
estilo.
¿Cree
que la OMS va a reconocer la SQM como una enfermedad al final de ese
proceso de evaluación que está llevando a cabo en estos momentos?
No estoy muy seguro, pero, la verdad es
que tampoco estoy involucrado en este tema
A
su juicio, ¿Cómo podríamos prevenir estos y otros problemas
relacionados con la exposición a sustancias químicas?
Con una vida más natural y,
fundamentalmente, limpiando el aire, la comida y el agua que
necesitamos para vivir.
Hay un cierto debate entre los especialistas en medicina ambiental sobre si existe o no un tratamiento eficaz para enfermedades crónicas y poco conocidas como la sensibilidad química. Después de haber tratado a 30.000 personas con estos problemas en su Centro Médico de Dallas, la pregunta puede sonar rara, pero, ¿existe un tratamiento eficaz para la SQM y demás enfermedades ambientales?
Sí.
¿Puede
hablarnos brevemente sobre cómo es el tratamiento contra
sensibilidad química en su centro?
De entrada, nuestro tratamiento
consiste en evitar los contaminantes en el aire, el agua y los
alimentos, es decir, procurar un hogar menos contaminado, alimentos
orgánicos o agua embotellada en vidrio.
Además de esto, tratamos la hipersensibilidad con inyecciones de neutralización, terapia nutricional, inmunomoduladores y terapia de oxígeno.
¿Cómo
están ligados la sensibilidad química y la sensibilidad a campos
magnéticos?
La mayoría de las veces, van juntas
[las personas afectadas sufren ambas]. La membrana celular
funciona con electricidad y pueden ser dañadas por sustancias
tóxicas, pero también vemos que todas [las membranas] tienen
huellas de campos electromagnéticos.
Usted
ha escrito un libro sobre hogares y oficinas saludables
particularmente útil y que ha decidido a muchas personas a cambiar
de casa. ¿Qué es lo más importante a considerar cuando uno decide
mudarse por razones de salud, para evitar una agresión química?
Fundamentalmente, los factores que
existen de puertas afuera: los contaminantes químicos y eléctricos,
el tráfico, la industria, la agricultura… ¿Cómo se encuentra
todo eso en la zona de reubicación? ¿De dónde viene el viento?
¿Cuáles son los principales contaminantes? ¿Se puede conseguir una
casa segura donde no estemos expuestos a gases, petróleo o CO2?
Usted
en Estados Unidos, Pilar Muñoz-Calero en España o Jean Monro en en
el Reino Unido han sufrido graves ataques por sus prácticas médicas
o por otras razones. ¿Qué cree que hay detrás de esos ataques?
Razones económicas y políticas.
¿Se
trata, tal vez, de una campaña internacional de desprestigio contra
la medicina ambiental?
Sí, correcto.
Y
quién cree que está detrás de todo esto, quién es el responsable
final?
Las empresas farmacéuticas, las
compañías químicas, las compañías de seguros y, también,
ciertas agencias e instituciones gubernamentales.
Rafael Carrasco