sábado, 18 de agosto de 2012

Nuevas enfermedades, ¿nuevas personas?


Nuevas enfermedades, ¿nuevas personas?

Las enfermedades nunca son estáticas. Los actuales diccionarios médicos incluyen nuevos términos. Síndrome de inmunodeficiencia adquirida, síndrome de fatiga crónica y síndrome por desgaste —burnout syndrome— son patologías descritas en las últimas décadas.

Algunos resultados de laboratorio otrora normales ahora son anormales; hasta hace poco la cifra normal de azúcar en sangre era 110 mg/dl, ahora es menor de 100 mg/dl, mientras que la cifra anterior de colesterol adecuada oscilaba entre 220 y 240 mg/dl y ahora debe ser menor de 200 mg/dl.

En el mismo rubro, algunas enfermedades han (casi) desaparecido o se encuentran bajo control; poliomielitis, rubeola y difteria son ejemplos. Ciertas actividades contemporáneas devienen patologías; tabaquismo como antesala de cáncer de pulmón, consumo de cocaína vinculada con infartos.

Cambios ecológicos son origen de malestares; conjuntivitis secundaria a contaminación ambiental, alimentos y peces irradiados como consecuencia de desastres nucleares. Gracias a la fuerza de la sociedad han sido eliminadas conductas que antes se consideraban enfermedades; la homosexualidad y la masturbación han dejado de ser patologías. 

Finalmente, la tecnología de la comunicación, internet, celulares, ¿producirá cambios en la mente y en la forma de relacionarse de las personas en las próximas generaciones?
Al tejido previo agrego otras realidades. La esperanza de vida, sobre todo en Occidente, aumenta cada vez más. En la Grecia clásica la media era de 28 años, a principios del siglo XIX variaba entre 30 y 40, a principios del siglo XX oscilaba entre 50 y 60 años, y en la actualidad, en Occidente, la media es de 80, mientras que en África es 50 años. Este último dato agrega otro factor de sobra conocido: las enfermedades de ricos y pobres difieren.

Enfermedades como tuberculosis, paludismo, sida y problemas no resueltos como desnutrición y falta de agua potable matan a los pobres y disminuyen su esperanza de vida.
Tratarlas es barato, no tratarlas conduce a la muerte. Patologías como cáncer, accidentes de tráfico y problemas cardiovasculares son más frecuentes en poblaciones ricas. Estas enfermedades terminan con la vida lentamente y generan enormes gastos: diálisis, quimioterapias, unidades de cuidado intensivo salvan vidas a expensas de sabiduría y dinero.
La suma de las ideas previas representa un panorama distinto e interesante. Sus consecuencias sociales, económicas y políticas rebasan el ámbito médico. El dilema fundamental es complejo. Al pensar en salud, el ser humano, a pesar de ser el mismo de antaño, “es otro”: el conocimiento médico, los cambios ecológicos y las invenciones tecnológicas han modificado los conceptos de enfermedad. Las enfermedades viejas difieren de las actuales. Los enfermos de hoy enferman de patologías viejas y nuevas. Las enfermedades y los enfermos requieren adecuaciones médicas para enfrentarlas con sabiduría. Unas y otros reflejan los cambios en la sociedad. Esos cambios, positivos y negativos, provienen del conocimiento, de la tecnología y de las modificaciones del entorno ecológico.

Las enfermedades siempre han sido un magnífico retrato de la condición humana. Amplifican lo que sucede en cualquier sociedad. La de los ricos y sus preocupaciones. La de los pobres y sus realidades. El inmenso y admirable progreso de las ciencias médicas confronta con éxito muchas patologías; cáncer, diabetes, trasplantes de órganos son ejemplos. La medicina confronta con dificultad algunas condiciones como el síndrome de fatiga crónica, y es la responsable del mal uso y el exceso de medicación de otras, como los síndromes por déficit de atención. Por razones políticas, racistas y económicas la medicina no lidia con eficacia con las enfermedades de la pobreza.

Las lecciones son muchas, las deudas más. Las enfermedades nunca son estáticas. Cambian y nos cambian. Mientras unas se controlan gracias a medicamentos, como es el caso de la hipertensión arterial, o se curan por medio de cirugía como el cáncer de colon, otras, como la obesidad y sus consecuencias, o los accidentes cerebrovasculares, exigen otro enfoque. Las enfermedades no cejan. Unas van, otras vienen. Muchas, como el cáncer, emergen dentro del cuerpo. Otras, como el síndrome de desgaste, provienen del exterior. Algunas, como la desnutrición, son consecuencia de la pobreza, otras, como el alcoholismo (en Rusia, en algunas ciudades, la expectativa de vida de los hombres es 55 años) reflejan la vida de la comunidad. Otras, como la epidemia de problemas de déficit de atención en los niños, provienen de la intromisión de las farmacéuticas en la vida de las personas.

El modelo médico contemporáneo debe confrontar ese mosaico. Para hacerlo debe modificar sus prioridades. Abarcar las cuestiones sociales, dimensionar los problemas derivados de la tecnología y refundar el diálogo entre médicos y pacientes son factores esenciales para comprender el movimiento de las enfermedades.

SQM, la Enfermedad del Futuro


El SQM (Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple) o SSM (Síndrome de Sensibilidad Múltiple) es una patología de causa desconocida que existe desde los años 50 y que es controvertida por el hecho de no haber sido reconocida como tal por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya que su evolución es demasiado precoz y aún no ha habido consenso científico suficiente para este transtorno entre los diferentes comités de investigación internacionales.

Además de ésto, se añade el hecho que hay muchos intereses, ya que reconocerla como enfermedad atentaría contra el estilo de vida predominante, dificil de cambiar. Además, la sociedad tiende a priorizar del abaratamiento de costes económicos, aunque éstos no sean sostenibles.

Por ejemplo, el hecho de ir en coche cada día y quemar combustible, el cultivo en la agricultura usando pesticidas o el uso de productos químicos más baratos que los naturales en la composición de cosméticos, productos de higiene y limpieza del hogar.

Y justamente el SQM consiste en la intolerancia estos agentes químicos tan comunes en la actualidad, como son medicamentos, tintes para el pelo, la contaminación atmosférica, insecticidas, ambientadores, radiaciones electromagnéticas, cosméticos, disolventes, pinturas, pesticidas, colonias y productos de limpieza, entre otros, aunque cabe aclarar que el SQM o SSM no sería una alergia.


Uno de los datos más preocupantes de esta patología es que el número de afectados aumenta año tras año y afecta a 8 mujeres por cada hombre, ya que los estrógenos potencian la sensibilización.

Si comparamos nuestro hogar con el de nuestros abuelos, podemos considerar que la mayoría de las casas estan convertidas en auténticos laboratorios químicos.

El SQM es un síndrome con 4 grados de severidad, los cuáles distinguen diferentes niveles de incapacitación y aislamiento. Además puede producirse de dos maneras, a través de una sola exposición a un tóxico a alta dosis o por diversas exposiciones a dosis bajas repetidas a lo largo de los años. En este segundo grupo existe un número de personas con Fibromialgia y/o Síndrome de Fatiga Crónica que al cabo de los años desencadenan en SQM.

Según el doctor Joaquim Fernández-Solà, médico consultor de Medicina Interna del Hospital Clínic de Barcelona en una entrevista hecha a La Vanguardia el 8 de abril del 2011, recomienda utilizar cosméticos de línea natural, así como derivados del aloe vera. Usar bolas ecológicas para las lavadoras, en lugar de detergentes aromatizantes y llevar una dieta evitando las sustancias que tienen más aditivos colorantes.

A estas recomendaciones podríamos añadir que nos aseguremos que los cosméticos y productos de higiene tengan certificación ecológica, además de seguir una alimentación a través de productos biológicos.

Por último, con el uso del sistema de aspiración Hyla GST se puede mejorar la calidad de vida de las personas afectadas con esta patología, debido a que mantiene el aire del hogar puro y limpio de tóxicos.