Miércoles,
18 de diciembre 2013
Las
flores y las plantas son tan caras que se han convertido en un lujo
que sólo unos pocos pueden seguir permitiéndose en estos tiempos
difíciles.
Es
una pena, porque un interior con flores proporciona paz y alegría.
Lo natural es vivir rodeados de plantas, y no de cemento, pintura,
plástico, madera barnizada y aparatos eléctricos.
Además,
tener plantas y flores en casa es bueno para la salud; algunos tipos
de plantas tienen virtudes descontaminantes y contribuyen en gran
medida a sanear la atmósfera que respiramos.
El
interior se encuentra de 5 a 10 veces más contaminado que el
exterior
El
Observatorio de la Calidad del Aire en los Hogares es un organismo
público francés que ha llevado a cabo un extenso estudio sobre esta
materia; su conclusión ha sido que el 10% de las viviendas están
muy contaminadas, siendo mayor la contaminación química en el
interior que en el exterior. El 30% de los hogares presentan
simultáneamente de 3 a 8 contaminantes en grandes cantidades, debido
a productos de limpieza, aparatos de calor, tabaquismo o ácaros.
El
más común es el formaldehído, un gas peligroso por su poder
irritante y alérgico. En 2004, la Agencia Internacional para la
Investigación del Cáncer (IARC en
sus siglas en inglés) lo clasificó como claramente cancerígeno
para el hombre. Según sus estudios, el formaldehído está presente
en productos de limpieza y detergentes domésticos, champús,
ambientadores, alfombras, geles de ducha, muebles de madera
aglomerada, pinturas de interior, revestimiento de suelos, etc.
No
obstante, existen otros muchos contaminantes interiores, conocidos
por el nombre de “COV” (Compuestos Orgánicos Volátiles).
Los
contaminantes que nos rodean en casa
Aparte
del formaldehído, muy común, los detergentes y disolventes también
pueden emitir tricloroetileno y xileno.
Los
pegamentos y colas, incluidos los utilizados para pegar tanto el
parqué como la moqueta, también pueden emitir xileno y tolueno.
Las
botellas y otros objetos de plástico pueden ser una fuente de
benceno; los muebles barnizados, de pentaclorofenol; las pinturas, de
xileno y, si alguien fuma en casa, es probable que respiremos
amoníaco.
Aun
a riesgo de repetirme, quiero dejar claro que, salvo en los
plásticos, todos estos componentes orgánicos volátiles se
encuentran presentes a la vez que el formaldehído.
El
avance experimentado por las técnicas de aislamiento hace que los
gases se queden cada vez más tiempo atrapados en las habitaciones.
Sabiendo que pasamos como mínimo el 80% del tiempo en interiores, se
podría explicar que el número de alergias respiratorias se haya
duplicado en 20 años.
No
todos los contaminantes son igual de nocivos
La
peligrosidad de los COV varía de unos a otros, ya que entran en
juego numerosos factores.
Por
un lado, no todos los contaminantes son igual de nocivos; por otro,
la duración y frecuencia de exposición a los contaminantes varía
mucho y, por último, no todos los individuos reaccionan igual ante
ellos. A algunas personas, como pueden ser los niños, las personas
enfermas o las alérgicas, les afectarán más que a otras.
Para
los científicos es muy fácil conocer los efectos de los COV sobre
la salud cuando la exposición a los contaminantes es corta y en
dosis altas. Por el contrario, resulta mucho más complicado
determinar sus efectos con exactitud cuando la exposición es muy
prolongada y cuando hay muchos contaminantes que se presentan difusos
y poco concentrados.
Esta
exposición a los contaminantes puede provocar desde molestias leves
a infecciones graves. Entre los síntomas moderados destacan la
irritación de nariz, ojos, piel y laringe, así como una sensación
de malestar o fatiga crónica.
Entre
las afecciones más graves se encuentran alteraciones de diversos
órganos y sistemas con afectación de riñones, corazón, pulmones,
hígado y aparato digestivo.
El
sorprendente descubrimiento de la NASA sobre las plantas
Cuando
en 1973 los equipos de la NASA (la agencia espacial norteamericana)
recuperaron el Skylab 3, una cápsula tripulada enviada al espacio,
descubrieron que contenía más de un centenar de COV potencialmente
dañinos para los astronautas.
Por
ello se decidió estudiar la manera de purificar el aire del
interior. El Dr. Wolverton era especialista en contaminación y
métodos de limpieza mediante algunas plantas y había llevado a cabo
investigaciones sobre la limpieza de la contaminación provocada por
armas bacteriológicas en la que había comprobado que las plantas de
los terrenos pantanosos de Florida podían eliminar el “agente
naranja” (introducido accidentalmente en las aguas locales tras
varios ensayos realizados por el gobierno en la base de la Fuerza
Aérea Eglin).
Tras
este éxito, continuó con sus investigaciones en el Stennis
Space Center
de la NASA (el antiguo Mississippi
Test Facility),
donde ultimó el uso de plantas para la limpieza de las aguas
utilizadas en los centros de la Agencia. El sistema que ideó para
reemplazar las fosas sépticas tradicionales por recipientes llenos
de jacintos todavía se sigue utilizando en la actualidad.
Después
de estos experimentos comenzó a estudiar las propiedades
descontaminantes de las plantas sobre el aire y, en especial, sobre
los COV: amoníaco, benceno, formaldehído, monóxido de carbono,
pentaclorofenol, tolueno, tricloroetileno, xileno… De hecho, en
aquella época todos estos compuestos ya eran conocidos por sus
efectos irritantes y su potencial cancerígeno.
El
Dr. Wolverton creó un espacio cerrado, del tamaño de una
habitación, perfectamente aislado, en el que introdujo juntos tanto
COV en una dosis elevada como quince macetas. Al comienzo del
experimento, al entrar en el edificio se experimentaba una sensación
de quemazón en los ojos, así como una molestia respiratoria, los
dos síntomas clásicos del “síndrome del edificio enfermo”.
Pero gracias a estas plantas, los COV iban desapareciendo, hasta que
la mayor parte de ellos quedaba eliminada y se podía volver a entrar
en la habitación sin sufrir las molestias anteriores.
Cómo
purifican el aire las plantas
Los
contaminantes penetran en la planta a través de las hojas gracias a
unos orificios llamados “estomas”. Los estomas sirven para que
las plantas respiren y puedan realizar la fotosíntesis y la
regulación hídrica. Mediante ellos se producen los intercambios de
gas entre la planta y la atmósfera. Los COV, muy volátiles y de
poco peso molecular, tienen la capacidad de penetrar en los estomas
y, una vez dentro, entran en contacto con el agua que recubre las
paredes. Al pasar a estado líquido, entran en las células para ser
metabolizados, o bien almacenados.
Los
contaminantes también pueden simplemente depositarse en las hojas.
Entonces entran en contacto con la cutícula, una capa cerosa que
protege la planta. De ahí pueden migrar hacia el interior de las
hojas. (1)
¿Qué
plantas hay que elegir?
La
azalea,
ayuda a reducir el nivel de xileno, amoniaco y monóxido de carbono.
Debe colocarse sobre todo en la cocina y en el baño, donde es más
frecuente que aparezcan este tipo de contaminantes. La azalea, dicho
sea de paso, tiene también la ventaja de ser el más elegante de los
arbustos (al menos a mí me lo parece).
La
hiedra,
muy fácil de conservar, absorbe el formaldehído, el benceno y el
tricloroetileno. Ponga un tiesto en su oficina, el dormitorio o el
salón.
Los
crisantemos,
descomponen el amoníaco, el benceno, el formaldehído, el monóxido
de carbono y el tricloroetileno. ¡Se pueden poner en todas partes!
El
ficus,
una planta a prueba de bombas, también absorbe el amoniaco, el
formaldehído y el xileno.
La
azalea, la hiedra, el crisantemo y el ficus son solamente cuatro
ejemplos de plantas descontaminantes. Pero hay muchas más (como el
aloe vera, el photos, la orquídea o el helecho) cada una de ellas
“especializada” en unos tipos u otros de contaminantes), que
podrá elegir según sus gustos personales y los contaminantes que
quiera eliminar.