viernes, 6 de junio de 2014

Los tóxicos que nos rodean

PURIFICACIÓN LEÓN - SALUD - 30 MAY 2014
(Imagen CC) 
Nuestro entorno más inmediato puede esconder agentes tóxicos sin que nos percatemos. De hecho, algunas sustancias presentes en productos de limpieza, pinturas, utensilios de cocina o, incluso, en los alimentos, pueden ser perjudiciales para la salud, según explica Elisabet Silvestre, doctora en biología y autora del libro “Vivir sin tóxicos”.

Un agente tóxico es aquel factor “capaz de hacer perder el equilibrio a los sistemas biológicos del organismo”, señala Elisabet Silvestre.

“Asistimos a un cambio de paradigma en toxicología, de modo que las evidencias científicas indican que las dosis bajas –hasta hace poco consideradas inocuas— que pueden ser habituales en el día a día pueden llegar a sensibilizar algunos organismos, haciendo que pierdan ese equilibrio de los sistemas biológicos y que aparezcan síntomas y trastornos de salud”, añade Silvestre en entrevista con EFE.

En el trabajo, en el ambiente y en el hogar

Doctora,  ¿a qué tóxicos nos vemos expuestos en el día a día?

La lista es tan extensa como diversa: tener moho en el ambiente a causa de humedades no resueltas o por condensación, debido a un deficiente aislamiento del edificio; una estufa o sistema de calefacción que realiza combustiones deficientes; respirar las sustancias químicas sintéticas que se volatilizan de algunas pinturas justo después de redecorar una estancia; las sustancias químicas presentes en los productos de limpieza de la casa, en los cosméticos, muebles, telas, utensilios de cocina, e incluso en los juguetes de los más pequeños de la casa.

¿Es cierto que también puede estar en el propio terreno?

Sí, también existen las radiaciones naturales, como por ejemplo en el caso de que la vivienda esté ubicada en un suelo de naturaleza predominantemente granítica, en cuyo interior se pueden medir concentraciones no deseadas del radioactivo gas radón, en especial cuando no hay una ventilación eficiente.

¿Y también en el trabajo o en el hogar?

Efectivamente, podemos vernos expuestos a los factores asociados al electroclima, como las cargas electrostáticas que se generan en ambientes interiores muy secos, que crean disconfort e incluso “saltan las chispas” al tocar a un compañero o un objeto metálico, o la exposición habitual a los campos eléctricos alternos derivados de las mismas instalaciones de los edificios, del cableado eléctrico, o las ondas electromagnéticas provenientes de equipos electrónicos y de tecnología.

¿Cómo afecta a la salud el contacto cotidiano con todo este tipo de tóxicos?

No todos los organismos reaccionan de la misma forma ante la exposición habitual a estos agentes. Depende de múltiples factores, como la naturaleza del agente tóxico con el que se está en contacto, del tiempo de exposición al mismo, de la dosis, de la sinergia con otros agentes, de la sensibilidad personal, etc.

¿Qué grupo de personas es más delicado en este tema?

Dentro de la población más sensible se encuentran las embarazadas, los bebés y niños, que deberían protegerse aplicando el principio de precaución (al que instan autoridades sanitarias como la OMS o la Asamblea Parlamentaria de Europa), a fin de evitar la exposición a agentes de naturaleza química y física que se están revelando como nocivos para la salud de los seres vivos. También son muy sensibles las personas que ya han perdido la tolerancia a las dosis bajas (a sustancias químicas, a radiaciones).

Hombres y mujeres afectados de distinta forma

La experta indica que con el conocimiento científico que se tiene en la actualidad, y ante la evidencia del incremento de casos de personas con alergia, asma, problemas respiratorios, sensibilidad química múltiple, electrosensibilidad, así como determinados cánceres (mama, pulmón, próstata) queda claro que el ambiente en el que vivimos juega un papel importante en la salud. Si bien es necesario seguir investigando, y lejos de crear alarma alguna, debería primar el principio de precaución a favor de la salud pública.

Elisabet Silvestre es partidaria de aplicar el sentido común, de dar información clara y apostar por hábitos más saludables que ayudarían a minimizar el incremento de estas patologías.

¿Los agentes tóxicos afectan a hombres y mujeres en la misma medida?

No exactamente. Algunos afectan de forma prioritaria a las mujeres, por ejemplo, en el síndrome del edificio enfermo, condiciones ambientales de humedad relativa baja y presencia de campos electromagnéticos se relacionan con la denominada lipoatrofia semicircular, una pérdida de tejido adiposo subcutáneo, donde casi en un 90% de los casos de afectadas son mujeres. También ocurre lo mismo en el síndrome de sensibilidad química, donde se evidencia una mayor afección de féminas, aunque cada vez hay más casos de hombres que la presentan.

¿Y eso por qué?

Porque diferencias biológicas, como la maternidad, hacen que el cuerpo de una mujer pueda tener un 15% más de grasa respecto al del hombre, siendo el tejido adiposo el lugar donde de forma prioritaria se almacenan las sustancias químicas más persistentes -a modo de “mochilas tóxicas”-.

¿Qué son las enfermedades ambientales?

Las enfermedades ambientales se pueden explicar como aquellos desequilibrios del sistema biológico debidos a factores o agentes presentes en el ambiente, en general están creados por el mismo hombre. En nuestra sociedad, y derivado del estilo de vida, el medio ambiente más habitual y en el que pasamos más horas es el espacio interior –edificios laborales, domicilios particulares, escuelas y guarderías−. El 90% de la jornada suele transcurrir en espacios interiores (8 horas en el ámbito laboral o escolar y 8 horas en el dormitorio). Por el tiempo de exposición y porque esa exposición se repite día a día, todos los días del año, puede acabar mermando la salud.

¿A qué nos exponemos en el interior del hogar?

A agentes que, en gran medida, introducimos nosotros mismos con los productos de uso cotidiano sin ser conscientes de ello. Así lo muestran los estudios de la EPA (Environmental Protection Agency US) que indican que el ambiente interior de un hogar puede estar de 2 a 5, e incluso 10 veces más contaminado que el del exterior, por ejemplo por compuestos orgánicos volátiles, esas sustancias que tienen la capacidad de “escaparse” de los productos, de volatilizarse y pasar al ambiente, y que se respiran sin ser conscientes de ello. Proceden de materiales de construcción, pinturas, colas, moquetas, suelos de pvc, muebles aglomerados, etc.

¿Cómo nos contaminan?

Algunas sustancias entran en contacto con la piel (y también las respiramos o absorbemos) al aplicarnos un producto cosmético o al limpiar con un detergente. Otras las ingerimos porque están en los alimentos o en el agua… En los análisis de viviendas habituales se hallan sustancias químicas como el formaldehido, xilenos, ftalatos, parabenes, bisfenol A, plaguicidas, etc. Por lo que en nuestro hogar, están más presentes de lo que pensamos.

Casas limpias pero sucias por contaminantes

¿En qué consiste el síndrome de la casa enferma?

Haciendo el símil con el síndrome del edificio enfermo, se define así a una residencia o domicilio particular que presenta algún factor o agente ambiental capaz de alterar el equilibrio del organismo de alguno de sus habitantes.

¿Cómo podemos resolverlo?

El control ambiental es la mejor receta de salud en estas situaciones. Por ejemplo, pintar con pinturas sin compuestos orgánicos volátiles, elegir materiales y muebles saludables, sin tóxicos, limpiar con productos que no contaminen de sustancias químicas toxicas el ambiente, etc.

¿Entonces puede la limpieza del hogar ensuciar el ambiente?

La limpieza ayuda a mantener a raya microorganismos como ácaros, mohos o bacterias. Aunque, para disfrutar de un estado de salud óptima no es necesario llegar a hacer una asepsia completa en todas las estancias de la casa. Mantener la casa limpia es suficiente y, para ello, no es preciso aplicar casi a diario productos que incorporan sustancias que pueden ser irritantes, alergenizantes o sensibilizantes para el organismo. La buena noticia es que existe en el mercado una gama interesante de productos de línea más ecológica, que no incorporan sustancias tóxicas.

La paradoja es que, muy a menudo, se limpian las casas de gérmenes y microorganismos “ensuciándolas” con compuestos químicos potencialmente nocivos.

¿Las plantas pueden ayudarnos a purificar el aire de la casa?

Las plantas son buenos purificadores del ambiente, así lo muestran estudios realizados en la NASA. Cada especie está más especializada en unas sustancias concretas, por ello, vivir en ambientes interiores con abundancia de plantas y vegetación, combinando varias especies diferentes, ayudará a mejorar la calidad del ambiente.

¿En los alimentos hay productos que pueden poner en riesgo la salud?

Sí, sustancias muy diversas que se pueden incorporar en diferentes fases de la producción o el procesado. Los alimentos pueden contener productos como restos de pesticidas, insecticidas o fertilizantes químicos, que se añaden en el cultivo de vegetales y hortalizas, cuando estas no son de cultivo ecológico. Estas prácticas deberían evitarse, optando por tratamientos inocuos para la salud.

¿Cómo influyen los campos electromagnéticos en la salud?

Depende de si se trata de campos electromagnéticos de baja frecuencia (los que provienen de los equipos eléctricos, electrónicos, de las instalaciones eléctricas, de las torres de distribución eléctrica a 50 Hz) o de los de alta frecuencia (telefonía móvil, wifi, inalámbricos, etc). Es evidente la controversia que existe en este campo, incluso dentro del mundo científico. También se evidencia el creciente número de personas que muestran síntomas de electrosensibilidad, de modo que su organismo reacciona de forma adversa, pierde la tolerancia, ante la exposición a las fuentes de campos electromagnéticos y a los niveles presentes en la vida cotidiana. En Suecia, por ejemplo, se reconoce como una discapacidad.

Contaminación electromagnética

La experta indica que la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 2001, siguiendo la clasificación del IARC (Agencia Internacional sobre el Cáncer), incluye los campos electromagnéticos de baja frecuencia en el grupo 2B “posiblemente cancerígenos para el ser humano” tomando como referencia los estudios epidemiológicos que muestran una asociación con la leucemia en niños.

Y en 2011 esta organización hace lo propio para los campos electromagnéticos de alta frecuencia, ante las evidencias que indican una asociación con diversas disfunciones de salud como la evidencia de que la población infantil es muy vulnerable a la exposición habitual y continuada, la evidencia de la aparición emergente de electrosensibilidad, la evidencia de daños en espermatozoides y en la reproducción, en la barrera hematoencefálica, en el sistema nervioso o en un incremento de las proteínas del estrés…

¿Qué recomendación nos haría al respecto?

Mientras la comunidad científica saca sus conclusiones, las evidencias y el sentido común indican que, en pro de la salud pública, es urgente aplicar el principio de precaución para evitar la exposición continuada las 24 horas. Especialmente para los niños, con sistemas muy sensibles y hay que evitar la sobreexposición a esas dosis pequeñas continuadas en el tiempo, día a día.

¿Podemos hacer algo para minimizar el impacto de los tóxicos en la vida cotidiana?

Como consumidores podemos elegir las opciones más saludables, para ello, es preciso estar informado. No se trata de asustarse o de alarmar, igual que podemos decidir incluir en la dieta más vegetales y verduras porque sabemos que ayudan a mantener un estado más óptimo de salud, que comer de forma habitual alimentos muy procesados y refinados.

¿Algún consejo a la hora de hacer la compra?

La realidad es que en algunos establecimientos, en una misma estantería, se puede optar por un producto que incluya sustancias que no son recomendables u otro que esté exento de ellas. Como al elegir un cosmético, un detergente, una pintura para renovar el salón o la habitación de los niños, o los alimentos que componen la cesta de la compra.

Por suerte, hoy día hay alternativas más saludables. Además, cada vez que adquirimos un producto estamos apostando por una forma de producción u otra y es una forma de alertar a empresas, y también a las autoridades, de que como ciudadanos preferimos opciones más saludables para el planeta, para todos los seres vivos y más justas socialmente.

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