martes, 25 de noviembre de 2014

Genoveva Seydoux: 'Una sanidad pública para todas las enfermedades'

Genoveva Seydoux, fotoperiodista i membre d'ICV-EUiA. 
Foto: Genoveva Seydoux  
El grupo de ICV-EUiA ha llevado al Parlamento una propuesta de resolución para que la Sensibilidad Química Múltiple (SQM) sea reconocida finalmente como enfermedad y los afectados puedan recibir un tratamiento digno. Los ecosocialistas pedimos también que se dote al hospital Joan XXIII con una unidad de diagnóstico y que se destinen fondos a la investigación sobre este grupo de patologías.

Me gustaría, con este motivo, hablar más en primera persona sobre la vida cotidiana de los afectados por la enfermedad, porque yo misma soy afectada de Sensibilidad Química Múltiple y de Encefalomielitis Miálgica-Síndrome de Fatiga Crónica. Mis aficiones se resumen con las siglas SQM y EM-SFC, pero la realidad es que, aparte de eso, sobre el desarrollo de la patología muy poco se conoce. De ahí que no se reconozcan, como enfermedades igual que las otras, y que su tratamiento sea tan deficiente. Las afectadas y los afectados nos encontramos en una situación de abandono sanitario total, absoluto y sistemático.

Hace más de un año me dieron el alta de la unidad de EM-SFC del Hospital Clínico de Barcelona, porque ya no residía en aquella ciudad. Una manera como otra de hacer recortes. Me derivaron a la (pseudo) unidad de SFC del hospital Juan XXIII, lo que significa que dejé de recibir cualquier tipo de atención. Esta unidad en cuestión está dirigida por un reumatólogo que no tiene ningún tipo de idea sobre Encefalomielitis Miálgica o Sensibilidad Química Múltiple, y su ignorancia en este sector representa un peligro grave para la salud de los pacientes. En la primera visita me recetó un antidepresivo muy potente, sin escuchar lo que le decía de mi hipersensibilidad y reactividad a los medicamentos, y la ausencia de depresión que yo presentaba. En la segunda visita me propuso, como cuidado de mis enfermedades, 'caminar más e ir a la piscina a nadar'. Este hombre no tenía en cuenta una cosa elemental: en las piscinas hay cloro, que es uno de los productos químicos que más reacciones de rechazo provoca. Dicho de otro modo: se me invitaba a ir corriendo a una intoxicación de graves consecuencias, sin contar su ignorancia del hecho de que el esfuerzo excesivo puede provocar un empeoramiento drástico en la salud de los pacientes.

Desde entonces no recibo ningún tipo de seguimiento. Los afectados nos acostumbramos a tragarnos las crisis solos, aislados en su casa, sin poder bajar de la cama, mirando como pasan los segundos, los minutos y las horas. Y si en un momento dado, cuando no podemos soportar más una crisis nos acercamos a urgencias, nos envían sistemáticamente a psiquiatría. No han entendido nada de nada. Sólo gracias a la ayuda de compañeros (de sindicatos, del partido, de asociaciones), pude enterarme del uso de las mascarillas, cuando la necesidad de respirar sin ponerme aún más enferma se volvió crónica y urgente. No debería ser una unidad de profesionales, formados y expertos en estas enfermedades que debería ayudarnos, orientarnos, ofrecernos cuidados paliativos o, por qué no, curarnos? No debería ser CatSalut quién debería financiar las mascarillas, como se financian los tratamientos de otras patologías?

Necesitamos una sanidad pública también para nuestras enfermedades; necesitamos alguien que nos ayude a mejorar nuestra salud, necesitamos apoyo para hacer frente a la situación complicada de aislamiento que supone padecer EM-SFC y SQM. Cada vez somos más los afectados y las afectadas, porque cada vez el aire que respiramos es más sucio, más tóxico, porque cada vez usamos más productos ultratòxics como ambientadores, productos de limpieza demasiado concentrados y perfumados, etc ... y la urgencia que se reconozca la enfermedad (SQM pero también la EM-SFC de verdad) es real y bien vital. Aunque son pocas las personas que se pasean por las calles con mascarilla, pero cada vez seremos más, porque cada vez el aire que respiramos es más tóxico y nuestra tolerancia merma.

Estas enfermedades incapacitan, física y mentalmente. No importan los estudios o las cualidades profesionales de que disponga una persona que lo padece -en mi caso INEF, máster y doctorado en sociología hoy día sólo puedo salir de vez en cuando con la cámara colgada al cuello, dejando lejos mis pasiones que eran la escritura y la naturaleza. Por ahora tengo que buscar un lugar donde vivir, en el campo o en la montaña, para huir de la mascarilla.

Las enfermedades me han robado todo esto. Se lo pueden robar a cualquiera. Por ello es necesario que, entre todos hagamos algo. Y eso pasa por un reconocimiento oficial de las enfermedades, con seguimiento médico público, profesional y de calidad.

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