lunes, 17 de febrero de 2014

Envuelta en tóxicos

A. Benito - lunes, 17 de febrero de 2014
"La SQM es una enfermedad crónica adquirida que se caracteriza por la pérdida progresiva de la tolerancia a diversos agentes químicos. Carmen Alonso, enfermera del Centro de Salud de Aguilar, nos cuenta su experiencia"
Carmen Alonso ha de enfrentarse 
cada díaa un ambiente tóxico que 
su cuerpo esincapaz de tolerar. A. 
Benito 
Ni si quiera la OMS reconoce su existencia, aunque se calcula que entre el 0,5% y el 5% de la población sufre esta enfermedad. Si hubiera que definirla de alguna forma, podríamos decir que se trata de una patología políticamente incorrecta ya que está relacionada directamente con varios factores de riesgo ambiental derivados de la contaminación.

Se trata de la Sensibilidad Química Múltiple, una enfermedad crónica adquirida que se caracteriza por la pérdida progresiva de la tolerancia a diversos agentes químicos, que produce síntomas en varios órganos y sistemas del cuerpo humano, y que mejora cuando se evita la exposición. Los primeros casos de SQM aparecieron a mediados del siglo pasado y fueron documentados por primera vez por un alergólogo americano. Sin embargo, sesenta años después, la enfermedad sigue sin ser reconocida en nuestro Sistema Sanitario, lo que provoca que los afectados tengan que enfrentarse ineludiblemente al rechazo médico y social.

Las manifestaciones clínicas son variadas, destacando comorbilidades como la fatiga crónica, la fibromialgia, la migraña, el Síndrome de Piernas Inquietas, la cistitis irritativa o el colón irritable. En consecuencia, su diagnósitico se basa en la sintomatología, puesto que la exploración física de personas con SQM es normal: no hay alergias, ni patologías respiratorias, ni enfermedades psiquiátricas. Así, ante la falta de biomarcadores específicos, se utiliza el cuestionario de autoevaluación Queesi.

La enfermedad se clasifica en distintos grados que van desde el más leve hasta el más grave y como ya hemos señalado, afecta a un porcentaje de entre el 0,5 y el 5% de la población, aunque se estima que un 15% de los ciudadanos es sensible a los productos químicos y entre un 6 y un 8% son enfermos ambientales. Carmen Alonso es enfermera en Aguilar y es una de las afectadas por una patología que es tan extraña como cada vez más común y es que, aunque todavía no se sabe muy bien cómo funciona ni por qué se desencadena, la enfermedad está cada vez más presente en nuestra sociedad. Así, tanto Carmen como muchos otros enfermos, han de enfrentarse cada día a un ambiente tóxico y hostil que su cuerpo es incapaz de tolerar.

«Hace seis años yo era una persona sana, hasta que, en una de las guardias del centro médico, noté como mi cuerpo explotaba. Empecé a marearme, a sentirme cansada y aturdida, no soportaba el olor que había en consulta, donde se había llevado a cabo una limpieza general y un encerado de los suelos. Al salir a hacer una urgencia, me di cuenta de cómo mejoraba», expresa la enfermera.

Pasaron varios meses y visitó varios especialistas. Ninguno de ellos reconocía la enfermedad, pero tanto ella como su marido, que también se dedica a la sanidad, investigaron hasta dar con una enfermedad cuyo centro de referencia era el Hospital Clínico de Barcelona. La Seguridad Social le diagnosticó SQM en el Centro de Toxicología de Valladolid y ahí empezó un nuevo estilo de vida basado en la evitación. Y es que las sustancias que provocan las crisis están presentes en la mayoría de productos de uso cotidiano: artículos de limpieza, higiene personal, perfumes, colonias, ambientadores, insecticidas, muebles de aglomerado, barnices, tabaco, humos, hidrocarburos...

«Siempre en la medida de lo posible, consumo productos ecológicos y certificados, bebo agua depurada o embotellada en vidrio, evito las prendas sintéticas, tengo purificadores de aire para la casa, el coche y la consulta, no uso suavizantes ni amoniacos ni lejías y mis amigos y familiares también tienen que prescindir de perfumarse», apunta Carmen. Asimismo, la enfermera ha tenido que limitar su actividad social: no puede entrar en algunos lugares y cuando viaja ha de contactar primero con el hotel para que le adecúen tanto las ropas como el ambiente de la habitación.

Con respecto a su empleo, Carmen ganó hace un año una demanda para la adecuación de su puesto de trabajo. Desde entonces cuenta con un despacho único, las instalaciones del centro se limpian con productos ecológicos y le tienen que avisar siempre que se lleve a cabo una desinfección o una descarga de gasoil, ya que su consulta es adyacente a la zona de calderas. Sus pacientes también hacen todo lo posible por colaborar.

PUBLICACIONES SOBRE SQM

La SQM está reconocida en países como Alemania, Austria o Japón. En España, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad publicó en el año 2011 un documento de consenso en el que participaron diversos expertos para mejorar el nivel de conocimiento científico sobre este proceso, su diagnóstico, tratamiento y otros aspectos relacionados con la enfermedad. En esta publicación se define la SQM como un «síndrome complejo que se presenta como un conjunto de síntomas vinculados con una amplia variedad de agentes y componentes que se encuentran en el medio ambiente, presentándose dichas reacciones con una exposición a niveles comúnmente tolerados por la mayoría de las personas». Asimismo, los doctores Joaquín Fernández-Solà y Santiago Nogué, del Hospital Clínico de Barcelona, publicaron en el mismo año Sensibilidad Química y Ambiental Múltiple: Sobrevivir en un entorno tóxico.

El Virgen del Rocío investiga una posible contaminación por amianto de sus trabajadores

SALUD Tras la manipulación de amianto
  • La manipulación de material durante unas obras, origen del posible foco
  • El hospital realiza controles al personal que estuvo en contacto con el amianto
  • La dirección descarta que haya riesgo para la salud de los pacientes
  • El sindicato CSIF pide también vigilancia sobre el sistema de refrigeración
EUROPA PRESS Sevilla 17/02/2014

La dirección del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, ante la denuncia presentado por la Central Sindical Independiente y de Funcionarios, CSIF, ante la Inspección de Trabajo de Sevilla por la presencia de amianto en el área infantil de este Hospital de la capital andaluza, ha asegurado que "no hay riesgo para la salud de los pacientes ingresados o para los que acuden a él".

En este sentido, el sindicato ha requerido información a la gerencia del centro hospitalario por "incumplimiento de la normativa de prevención de riesgos laborales en la manipulación y almacenaje de materiales que contienen amianto en una sala de climatizadores del Hospital Infantil".

El Hospital aclara en una nota que a finales de enero hubo que realizar unas actuaciones de emergencia en dos áreas del Hospital Infantil, que duraron apenas unas horas.

Posteriormente, el servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Hospital, a instancias de la Inspección de Trabajo, elaboró una serie de recomendaciones ante estas situaciones.

Igualmente, la dirección del Hospital apunta que se están realizando tareas de vigilancia de la salud de los trabajadores que intervinieron, con el fin de garantizar que su estado de salud es normal y que no han sufrido efectos producidos por la exposición al amianto durante las reparaciones de emergencia.

Por último, ha añadido que estas recomendaciones preventivas se están incluyendo en su Plan de Riesgos Laborales.

Para el sindicato, se evidencia que en los trabajos realizados en una sala de climatizadores del Hospital Infantil no se han seguido las mínimas medidas de seguridad, habiéndose producido riesgo de exposición a dicha sustancia cancerígena. Además de los trabajadores que pudieran estar afectados, por realizar los trabajos, la sala donde han estado almacenados los restos contaminantes se usa como vestuario del personal de mantenimiento de guardia y en dicha sala están los sistemas de climatización de toda la zona del Hospital de día de Oncohematología, Farmacia y Radiodiagnóstico del Hospital Infantil.

Desde CSIF Sevilla se ha pedido a la gerencia, independientemente de las medidas correctoras impuestas por la inspección, vigilancia de la salud para todos los trabajadores que pudieran haber estado expuestos, mediciones de concentración de fibras tanto en la sala donde se manipuló y almacenó el material contaminante, como en las estancias a las que suministran aire los climatizadores. También se pide la creación de un mapa de amianto del centro y la elaboración de un plan estratégico de sustitución de dichos elementos, estableciendo una fecha límite, así como la apertura de un expediente disciplinario para depurar responsabilidades entre los cargos con competencias en el área de mantenimiento y en el de prevención.

El efecto de químicos industriales sobre el desarrollo cerebral infantil

  • Expertos advierten del riesgo de algunas sustancias en el desarrollo neurológico
  • El plomo, el metilmercurio, el arsénico, los bifenilos policlorados o el tolueno generan daños
  • Señalan que el problema es la presunción de que los nuevos químicos son seguros
Aguas contaminadas del río Ródano por un vertido de bifenilos policlorados. QUIQUE GARCÍA EL MUNDO
AINHOA IRIBERR I Madrid 5/02/2014

No es un estudio, sino una revisión de estudios, pero la conclusión de un artículo publicado hoy en The Lancet hace pensar en un futuro devastador en el que embarazadas y niños bien podrían plantearse vivir en refugios hasta que sus retoños estuvieran muy crecidos. La razón: estamos rodeados de químicos industriales que ponen en peligro el desarrollo neurológico de los niños, desde que estos se están gestando en el útero.

Los autores, de las universidades de Southern Denmark, Harvard y del Hospital Mount Sinai, confirman en primer lugar lo que una revisión sistemática publicada por ellos mismos en 2006 en la misma revista decía, que existen cinco químicos industriales que pueden ser sin duda clasificados como neurotóxicos durante el desarrollo del cerebro: el plomo, el metilmercurio, el arsénico, los bifenilos policlorados y el tolueno. Se trata de sustancias que no son difíciles de encontrar, que pueden estar presentes en el agua e incluso, advierten, en los juguetes de los niños.

A ellas se suman, en el trabajo publicado ahora, varias más, por lo que el escenario que pintan los autores es el de un mundo químico en el que los niños no están a salvo. Y por ello, escriben y piden que las autoridades hagan algo.

Para los autores hay un problema de base y es que reconocer los riesgos de los químicos industriales para el desarrollo del cerebro ha necesitado históricamente décadas de investigación y escrutinio, como ha sucedido con el plomo y el metilmercurio, ya reconocidos como tales. Y esto no puede seguir sucediendo. Ni con los centenares de químicos que están incorporados a las industrias, agriculturas y otras actividades de la vida diaria ni, sobre todo, con los de nueva incorporación.

Como reconoce Alberto Marcos Dolado, coordinador del Grupo de Estudio de Neurología del Trabajo de la Sociedad Española de Neurología, hay una frase del trabajo especialmente reseñable y es en la que los autores sostienen que el problema fundamental es la presunción de que los nuevos químicos y las nuevas tecnologías "son seguras hasta que no se demuestre lo contrario". Sin embargo, añaden, existen muchísimos ejemplos de sustancias que han causado mucho daños y que se introdujeron en el mercado porque implicaban ciertos beneficios sociales o industriales, como el asbestos o la talidomida, entre otros.

Para Marcos Dolado, ese concepto tiene que cambiar. Y así interpreta este neurólogo del Hospital Clínico San Carlos el trabajo: como un aviso a las autoridades, un llamamiento para que investiguen más la exposición a estas sustancias, aunque reconoce que es fácil que el mensaje de Philippe Grandjean y sus colaboradores suene alarmista.

Un problema global

El propio Grandjean lo confirma a EL MUNDO: "Sé que suena escalofriante, pero tenemos maneras de hacer algo al respecto. En primer lugar, debemos estar de acuerdo en que el cerebro de las siguientes generaciones debe ser protegidas lo mejor que podamos. Ya tenemos métodos para determinar si una sustancia química puede dañar el cerebro y lo que tenemos que hacer es usarlos y actuar según la información que obtengamos. Si no lo hacemos, creo que esta generación venidera tendrá un buen motivo para no perdonarnos".

Marco Dolado reconoce que el trabajo está muy bien hecho, pero apunta también a que hay que ser cauto a la hora de atribuir solo a causas ambientales el aumento de problemas neurológicos infantiles, como la dislexia, el autismo o el trastorno de déficit de atención por hiperactividadEl experto apunta a que los propios autores reconocen que hay causas genéticas involucradas. Eso sí, citan numerosos estudios en que el nexo entre exposición y problemas de desarrollo es indiscutible. Entre ellos, uno chino que liga la exposición de agua contaminada con fluorido a un descenso de siete puntos en el cociente intelectual de un grupo de niños y otro francés, que liga la exposición a solventes muy usados en trabajos comunes, como peluquería o enfermería a problemas de comportamiento a los dos años de edad. "Aunque la contaminación con plomo y muchos pesticidas es mucho peor en los países en vías de desarrollo, se trata de un problema global", señala Grandjean

El portavoz de la SEN cree que sería bueno que, "aunque a nivel científico hay que ser precavido, sería bueno que este estudio fomentara la realización de estudios sobre exposición a químicos ambientales y su efecto en el desarrollo del cerebro. "Estudios más fiables, que se vigilaran las industrias y, sobre todo, que no se incorporaran nuevos químicos hasta que se supiera que son seguros", resume el neurólogo.

Medidas a tomar

Pero, ¿qué se puede hacer frente a esta situación? En el artículo, los autores llaman a un plan de acción basado en tres pilares. El primero sería hacer obligatoriamente pruebas de todos los químicos industriales y pesticidas en el mercado, para garantizar su neuroseguridad. El segundo, obligar también por ley a probar cualquier sustancia nueva antes de que entre en el mercado y, por último, piden que se cree un nuevo organismo para estudiar esta neurotoxicidad, algo similar a la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer de la OMS.

Preguntado por este diario, Grandjean apunta a otras medidas que se pueden tomar mientras se esperan estos grandes cambios: "Los padres pueden ir haciendo cosas por su cuenta, como comer fruta orgánica, consumir marisco que esté en la parte de debajo de la cadena alimenticia en lugar de atún, evitar usar e sprays de pinturas y pesticidas en el jardín..."

Por su parte, Marcos Dolado cree que son las madres expuestas a químicos en sus entornos de trabajo las que más cuidado han de tener. Pero, reflexiona, también se puede empezar por evitar sustancias igual de tóxicas y muchos más visibles, como el tabaco, algo que aún no se hace.

Aumenta el número de productos químicos vinculado con trastornos cerebrales en niños

Los productos químicos tóxicos pueden ser los desencadenantes del reciente aumento de discapacidades del desarrollo neurológico en los niños, como autismo, trastorno de hiperactividad y déficit de atención y dislexia, según un nuevo estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (HSPH, por sus siglas en inglés) y la Escuela de Medicina de Icahn en Monte Sinaí, ambas instituciones en Estados Unidos. Los investigadores demandan una nueva estrategia mundial de prevención para controlar el uso de estas sustancias.

MADRID, 16 (EUROPA PRESS)
Los productos químicos tóxicos pueden ser los desencadenantes del reciente aumento de discapacidades del desarrollo neurológico en los niños, como autismo, trastorno de hiperactividad y déficit de atención y dislexia, según un nuevo estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (HSPH, por sus siglas en inglés) y la Escuela de Medicina de Icahn en Monte Sinaí, ambas instituciones en Estados Unidos. Los investigadores demandan una nueva estrategia mundial de prevención para controlar el uso de estas sustancias.

"La mayor preocupación es el elevado número de niños que se ven afectados por daño tóxico para el desarrollo del cerebro en ausencia de un diagnóstico formal. Sufren reducida capacidad de atención, retraso en el desarrollo y bajo rendimiento escolar. Los productos químicos industriales están emergiendo como posibles causas", destaca el autor del estudio Philippe Grandjean, profesor adjunto de salud ambiental en la HSPH.

El informe, que se publica en la edición digital de este domingo de 'The Lancet Neurology', da seguimiento a una revisión similar realizada por los autores en 2006 que identificó cinco productos químicos industriales como "neurotóxicos para el desarrollo" o sustancias químicas que pueden causar déficits cerebrales. El nuevo trabajo ofrece resultados actualizados sobre los productos químicos y añade información sobre seis recién reconocidos: manganeso, fluoruro, clorpirifós y DDT (pesticidas), tetracloroetileno (un disolvente) y los éteres difenil polibromados (retardantes de llama).

El estudio esboza los posibles vínculos entre estos neurotóxicos recientemente reconocidos y los efectos negativos para la salud en los niños. Por ejemplo, alerta de que el manganeso se asocia con disminución de la función intelectual y alteración de las habilidades motoras; los disolventes están vinculados a la hiperactividad y el comportamiento agresivo y ciertos tipos de pesticidas pueden causar retrasos cognitivos.

Grandjean y el coautor Philip Landrigan, decano de Salud Global en Monte Sinaí, también prevé que muchos más productos químicos que la docena identificada o los identificados como neurotóxicos contribuyen a una "pandemia silenciosa" de déficits neuroconductuales que está erosionando la inteligencia, alterando los comportamientos y dañando a las sociedades.

Según estos científicos, el control de esta pandemia es difícil debido a la escasez de datos para orientar la prevención y la enorme cantidad de pruebas necesarias para la regulación gubernamental. "Muy pocos productos químicos han sido regulados como consecuencia de su neurotoxicidad en el desarrollo", escriben los autores del trabajo.

Estos investigadores consideran crucial controlar el uso de estos productos químicos para proteger el desarrollo del cerebro de los niños en todo el mundo. En concreto, proponen pruebas obligatorias de productos químicos industriales y la formación de un nuevo centro de intercambio internacional para evaluar el potencial neurotóxico para el desarrollo de los niños de los productos químicos industriales.

"El problema es de alcance internacional y la solución debe de ser también internacional", afirma Grandjean. "Contamos con los métodos establecidos para poner a prueba productos químicos industriales para los efectos nocivos sobre el desarrollo del cerebro de los niños. Ahora es el momento de hacer que las pruebas sean obligatorias", concluye.