viernes, 21 de febrero de 2014

Estudio relaciona el DDT y otros plaguicidas con trastornos neuronales en niños

Expertos hablan de una “pandemia silenciosa” a nivel planetario, y señalan la necesidad urgente de aplicar medidas de control

Una reciente investigación realizada por científicos de EEUU ha revelado que el DDT y otros pesticidas pueden provocar el aumento de ciertos trastornos del desarrollo neurológico en los niños, como TDAH o dislexia. El estudio se suma a diversas evidencias recientes que han vinculado este plaguicida a enfermedades como el alzheimer o la obesidad. Aunque el DDT fue prohibido a finales del siglo XX, sigue presente en el medioambiente y en la cadena alimentaria. Por Yaiza Martínez.

Molécula de DDT. Imagen: 
Benjah-bmm27. Fuente: 
Wikimedia Commons.  
En 1948, el químico suizo Paul Hermann Müller ganó el Premio Nobel de Medicina por su descubrimiento del DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano), un compuesto organoclorado incoloro y cristalino muy usado hasta los años ochenta como insecticida y plaguicida.

Sin embargo, a finales de los años 70, y tras una campaña mundial que alegaba que este compuesto se acumulaba en las cadenas tróficas, y ante el peligro de contaminación de los alimentos, se prohibió su uso.

En España, la prohibición llegó en los años 80, pero en 2003 aún hubo un informe de Greenpeace denunciando su utilización dentro de nuestras fronteras.

En el pasado, diversos estudios han demostrado que, como sucede con muchos insecticidas organoclorados, el DDT da lugar en los animales a efectos hepáticos, renales, reproductivos e inmunitarios. Otras nvestigaciones han constatado que el DDT también deja rastro en los humanos.

Y lo sigue dejando pese a las prohibiciones, porque es un compuesto originalmente diseñado para ser muy resistente a la degradación, por lo que sigue presente en el medioambiente y en la cadena alimentaria. Eso sin contar que aún se utiliza para el control de plagas en ciertos países, como Marruecos o Sudáfrica.

En general, por tanto, se estima que la mayoría de las personas estamos expuestas a DDT o a su principal metabolito, el DDE, ambos relacionados con efectos adversos sobre la salud, ha publicado UGRDivulga, el centro de información de la Universidad de Granada.

Efecto del DDT y otros plaguicidas en los niños

Una reciente investigación, realizada por científicos de la Harvard School of Public Health (HSPH) y la Icahn School of Medicine at Mount Sinai (EEUU), ha revelado ahora que el DDT y otros pesticidas pueden provocar un aumento de trastornos del desarrollo neurológico en los niños, como trastorno por hiperactividad y déficit de atención (TDAH) o dislexia.

En un comunicado de la HSPH, los autores del estudio advierten de la necesidad urgente de una nueva estrategia mundial de prevención para controlar el uso de estas sustancias.

"La mayor preocupación es el elevado número de niños afectados por el daño en el desarrollo del cerebro causado por estos compuestos químicos, y que no cuentan con un diagnóstico formal. Estos niños sufren una reducción de su capacidad de atención, retraso en el desarrollo, y bajo rendimiento escolar. Productos químicos industriales están emergiendo como posibles causas de estos trastornos", afirma Philippe Grandjean, profesor adjunto de salud ambiental en la HSPH.

Sustancias peligrosas

El presente informe sigue a otro previo, realizado en 2006, en el que ya se identificaron cinco productos químicos industriales "neurotóxicos para el desarrollo"; sustancias químicas que pueden causar déficits cerebrales. El nuevo estudio ofrece resultados actualizados sobre esos mismos productos químicos, y añade información.

Entre ellos se encuentran el manganeso (que en exceso es tóxico, pues exposiciones prolongadas pueden provocar efectos adversos en el sistema nervioso o respiratorio); el fluoruro, el clorpirifós (organofosforado que provoca efectos neurológicos en el feto y los niños); el DDT; el tetracloroetileno‎ (que puede provocar daños irreversibles en el sistema nervioso central, hígado y riñones; y que se ha demostrado que es cancerígeno), y los polibromodifenil éteres (PBDE), muy extendidos por su uso como aditivos en plásticos y otros polímeros.

El informe esboza, además, los posibles vínculos entre estos neurotóxicos y la salud en los niños. Por ejemplo, señala que el manganeso está asociado con una función intelectual disminuida y una alteración de las habilidades motoras; que los disolventes (como el tetracloroetileno) están vinculados a la hiperactividad y al comportamiento agresivo; y que ciertos tipos de pesticidas pueden causar retrasos cognitivos.

Podría haber muchos más

Los investigadores prevén que muchos otros productos químicos, aparte de los ya identificados como neurotóxicos, podrían estar contribuyendo a lo que denominan una "pandemia silenciosa" de déficits neuroconductuales que están erosionando la inteligencia y alterando los comportamientos de pequeños de todo el planeta.

Pero el control de esta pandemia es difícil, debido a la escasez de datos para orientar la prevención y la enorme cantidad de pruebas necesarias para la regulación de los pesticidas por parte de los Gobiernos. "Muy pocos productos químicos han sido regulados por su neurotoxicidad para el desarrollo", escriben.

Por eso, señalan que resulta crucial controlar el uso de estos productos químicos, con el fin de proteger el desarrollo del cerebro de los niños en todo el mundo.

Proponen pruebas obligatorias sobre productos químicos industriales y la formación de un nuevo centro de intercambio internacional de información, para evaluar los efectos de los productos químicos industriales en el desarrollo neuronal infantil.

"El problema es de alcance internacional, y la solución debe de ser también internacional", afirma Grandjean. "Contamos con métodos establecidos para probar los productos químicos industriales y sus efectos nocivos sobre el desarrollo del cerebro de los niños. Es el momento de hacer que estas pruebas sean obligatorias".

DDT, Alzheimer y otras enfermedades

El informe de la Escuela de Medicina de Harvard ha coincidido en el tiempo con otro estudio publicado por la Universidad de Rutgers (EEUU) que señala que podría existir una relación entre el DDT y el Alzheimer.

Los resultados de esta otra investigación, detallados en la revista Neurologyhan revelado más concretamente, que el DDT puede aumentar el riesgo y la gravedad de la enfermedad de Alzheimer en algunas personas, especialmente en personas mayores de 60 años.

En octubre de 2013, además, un estudio de la Washington State University de Estados Unidos revelaba que la exposición ancestral a compuestos presentes en el medio ambiente, como el insecticida DDT, podría ser un factor causante de las altas tasas de obesidad en el mundo.

Y, en marzo de ese mismo año, otra investigación de la Universidad de California Davis (EEUU) reveló que las niñas expuestas a altos niveles de DDT cuando aún estaban siendo gestadas en el vientre de sus madres eran tres veces más propensas a sufrir hipertensión en la edad adulta.

Por último, se sabe, también desde 2013 y gracias a un estudio de la Universidad de Granada (España), que las mujeres almacenan en su organismo niveles de DDE que prácticamente duplican a los detectados en hombres.

Este dato es importante porque esos niveles no afectarían sólo a la salud de la mujer, sino también a la de su descendencia, ya que se ha demostrado la transmisión de estos contaminantes al feto durante el embarazo.

Incluso se ha relacionado con diversos efectos en salud evidenciables al nacimiento (como malformaciones en el tracto genitourinarioo, más tarde, durante la vida adulta de sus hijos (obesidad, alteraciones neuroconductuales.
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Referencias bibliográficas:

Arrebola JP, Fernández MF, Olea N, Ramos R, Martin-Olmedo. Human exposure to p,p'-dichlorodiphenyldichloroethylene (p,p'-DDE) in urban and semi-rural areas in southeast Spain: A gender perspectiveP. Sci Total Environ (2013).

Michele La Merrill, Piera M. Cirillo, Mary Beth Terry, Nickilou Y. Krigbaum, Julie D. Flom, Barbara A. CohnPrenatal Exposure to the Pesticide DDT and Hypertension Diagnosed in Women Before Age 50: A Longitudinal Birth Cohort StudyEnvironmental Health Perspectives (2013). DOI:10.1289/ehp.1205921.

Michael K Skinner, Mohan Manikkam, Rebecca Tracey, Carlos Guerrero-Bosagna, Muksitul Haque, Eric Enilsson. Ancestraldichlorodiphenyltrichloroethane (DDT) exposure promotes epigenetic transgenerational inheritance of obesityBMC Medicine (2013). DOI: 10.1186/1741-7015-11-228.

Steven T. DeKosky, Sam Gandy. Environmental Exposures and the Risk for Alzheimer Disease JAMA Neurology(2014). DOI: 10.1001/jamaneurol.2013.6031.

Philippe Grandjean, Philip Landrigan. Neurobehavioural effects of developmental toxicityLancet Neurology(2014). DOI: 10.1016/S1474-4422(13)70278-3.

Yaiza Martínez

Yaiza MartínezYaiza Martínez es escritora, periodista, y redactora-jefe de Tendencias21. Saber más del autor

Productos químicos de lixiviación en los alimentos de envasado plantean problemas de seguridad

Los científicos, en papel de la revista BMJ, adviertan de los posibles daños a largo plazo de la exposición a los sintéticos, incluyendo formaldehído en botellas de bebidas

SarahBoseley, editor de la salud
TheGuardian, Miércoles 19 de febrero 2014
Hamburguesas y patatas fritas envasadas. Los productos químicos sintéticos en
los envases incluyen ftalatos, conocidos por alterar la producción de hormonas.
Fotografía: Martin Godwin para The Guardian  
Los productos químicos sintéticos que se utilizan en la elaboración, el envasado y el almacenamiento de los alimentos que comemos podría estar haciendo daño a largo plazo para nuestra salud, los científicos medioambientales advierten.

Las preocupaciones se han planteado en la Revista de Epidemiología y Salud Comunitaria, que forma parte del grupo British Medical Journal.

Los científicos afirman que pequeñas cantidades de productos químicos sintéticos se filtran a la comida. Aunque estas cantidades ínfimas en sí mismas no hacen daño, no se sabe qué tan seguro estamos de la exposición de toda la vida de los productos químicos, como el formaldehído, a través del consumo de alimentos previamente envasados o almacenados en los plásticos.

En un artículo de comentario en la revista los científicos señalan que algunos de los productos químicos que podrían causar preocupación están regulados, pero esto no impide que se utilicen ampliamente en el envasado de alimentos. Dicen que la gente que come alimentos envasados o procesado son propensos a estar expuestos crónicamente a niveles bajos de estas sustancias durante toda su vida.

Demasiado poco se sabe sobre el impacto a largo plazo y sobre todo sobre nuestra exposición a estas sustancias químicas en los puntos críticos en el desarrollo humano, como en el vientre materno y durante la primera infancia.

Los autores, que incluyen a Jane Muncke, desde el empaquetado Foro de la Fundación de Alimentos, en Zurich, dicen que no hay motivo de preocupación por varias razones. Productos químicos que son tóxicos, como el formaldehído, un cáncer de sustancia que causa, se utilizan legalmente en estos materiales. El formaldehído está muy presente, aunque a niveles bajos, en botellas de bebidas gaseosas de plástico y vajillas de melamina.

Otros productos químicos que se sabe que interrumpir la producción de hormonas y utilizados en los alimentos y los envases de bebidas, incluyen el bisfenol A, tributilestaño, triclosan, y los ftalatos. En total, más de 400 productos químicos están involucrados.

"Mientras que la ciencia para algunas de estas sustancias se está debatiendo y los responsables políticos se esfuerzan por satisfacer las necesidades de las partes interesadas, los consumidores siguen expuestos a estos productos químicos al día, en su mayoría sin saberlo", escriben.

Advierten que los posibles cambios celulares causados por los materiales en contacto con alimentos, y en particular, los que tienen la capacidad de alterar las hormonas, ni siquiera se están considerando en el análisis toxicológico de rutina. Ellos sugieren que este "arroja serias dudas sobre la adecuación de los procedimientos reglamentarios químicas".

No va a ser fácil de supervisar y evaluar los efectos durante décadas de exposición a estas sustancias químicas, dicen. No hay grandes grupos de personas que no están expuestos a alimentos envueltos y procesados y almacenados.

Los estudios han demostrado que todos tenemos rastros de estas sustancias químicas en nuestros cuerpos. Esto significa que no es posible llevar a cabo un estudio comparativo de las personas que han estado expuestas a ellos con personas que no tienen.

Sin embargo, una evaluación basada en la población es una necesidad urgente, así como el monitoreo biológico para establecer cualquier vínculo potencial entre los productos químicos en contacto con alimentos y las enfermedades crónicas como el cáncer, la obesidad, la diabetes y los trastornos neurológicos e inflamatorias, en especial dado el conocido papel de los contaminantes ambientales, argumentan.

"Como la mayoría de los alimentos se envasan, y toda la población es probable que esté expuesto, es de suma importancia que las lagunas en el conocimiento se llenan de forma fiable y rápida", dicen.