domingo, 15 de febrero de 2015

Más de 100.000 dependientes han fallecido desde 2012 esperando una ayuda reconocida por el Estad

  • Un informe de la asociación de gerentes asegura que la reducción de la lista de espera de la que presume el Gobierno se debe a muertes y expulsiones del sistema
  • Por otro lado, el documento señala que los dependientes ya ponen más dinero que el Gobierno para ser atendidos
ELENA HERRERA 13/02/2015
Un anciano se ayuda de un andador para caminar. EP  
El de la dependencia es un sistema "en situación demolición controlada". Es el diagnóstico –apoyado en las cifras que mes a mes hace públicas el Ministerio de Sanidad– que hace la Asociación de Directoras y Gerentes de ServiciosSociales. Y a este análisis contribuyen las cifras sobre financiación que evidencian cómo los beneficiarios ya ponen de su bolsillo más dinero que la Administración central para ser atendidos. No obstante, la gran carga del sostenimiento del sistema sigue recayendo sobre las autonomías, que financian el 62,7% de lo que cuesta atender a las personas que necesitan ayuda en su vida diaria, según un estudio presentado este viernes por dicho colectivo. Los datos muestran también que, desde 2009, el porcentaje de dinero que aporta el Estado se ha reducido un 54%, pasando del 39,2% al 17,9%. Al tiempo que el copago de los usuarios ha crecido un 32%, pasando de aportar el 14,7% del coste total al 19,4%.

Pero esta no es la única cifra llamativa que ofrece el informe. Desde 2012 uno de cada cinco dependientes murió en la lista de espera sin haber recibido una prestación que tenía reconocida. Fueron en total 101.070 personas, según datos recogidos en el documento. José Manuel Ramírez, presidente de la asociación, señaló que este dato viene a desmontar el argumentario que el actual Gobierno viene esgrimiendo desde su llegada al poder sobre la reducción del número de personas que están esperando por un servicio o prestación reconocida. Y aseguró que se debe a muertes y expulsiones del sistema por el cambio en los baremos o las valoraciones de oficio a la baja.

La realidad es que en diciembre de 2011 las personas en espera de ayuda eran 305.941. Un año después eran 231.119. En diciembre de 2013 eran 190.503. Y en noviembre de este año –últimos datos publicados– 167.869. Por tanto, hay una reducción del 18,7% entre diciembre de 2011 y noviembre de 2014. Estas cifras corresponden a datos oficiales ya depurados de las duplicidades o errores que detectó el Tribunal de Cuentas en los expedientes enviados por las comunidades autónomas.

Sería lógico pensar que a la abultada reducción de la lista de espera fuera aparejada un aumento en el número de beneficiarios por el trasvase de personas de un grupo a otro. Sin embargo, a la luz de los datos, la reducción de la lista de espera no se ha producido por un incremento de las atenciones, pues las comunidades –asfixiadas por los estrictos objetivos de déficit y que en 2012 perdieron la partida dedicada a la financiación del llamado nivel acordado (283 millones de euros en 2011), que dedicaban a financiar infraestructuras, servicios y sistemas de atención– no son capaces de mantener la tasa de reposición y fallecen más usuarios que beneficiarios nuevos entran en el sistema.

De hecho, el número de personas que reciben una ayuda o prestación permanece estancado en cifras inferiores a lasque había cuando Mariano Rajoy fue elegido presidente. En noviembre de 2014 el número de beneficiarios se situó en 729.313. En diciembre de 2011 eran 738.587. La diferencia es, por tanto, de 9.274. Septiembre de 2013 fue el primer mes en el que hubo menos beneficiarios que cuando Rajoy llegó a la Moncloa. El Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD) ha perdido una media de 2.230 beneficiarios al mes durante 2014, según datos del informe.

Dependientes moderados

El sistema público de atención a las personas dependientes también registra una tendencia a la baja en el número de personas calificadas como grandes dependientes –las que tienen más dificultades para vestirse, desplazarse o comer y necesitan más apoyo en su vida diaria– que acceden a las ayudas.

El número de personas valoradas con grado III, que incluye a los dependientes más graves, ha disminuido de forma muy importante en los últimos cuatro años. En junio de 2011 había 438.682 expedientes activos de personas con Grado III mientras que en noviembre de 2014 el número ha descendido hasta las 355.747 personas (82.935 personas menos). Suponen actualmente el 29,2% del total, mientras que en junio de 2011, mes en el que se reconoce un cambio de tendencia en negativo, constituían el 30,69% del total.

Ramírez explicó que la bajada paulatina de las personas con grado III de dependencia está relacionada con varios factores. Entre estas personas están las que tienen mayor fragilidad y que, por tanto, es de esperar que en este grupo se produzcan más bajas por fallecimiento. No obstante, recordó que también pueden influir los cambios introducidos en el baremo que, a su juicio, han "endurecido" las condiciones para el reconocimiento de este grado a los nuevos solicitantes. Y también las revisiones de grado de oficio que se han estado haciendo en los últimos años en algunas autonomías y que tienen como resultado dictámenes que reducen la valoración, pues el cambio en la valoración lleva aparejado una reducción en la asignación de fondos y un ahorro para la Administración que concede las ayudas.

Pero la clave del asunto, señaló Ramírez, está en que la disminución de personas valoradas con el grado III resulta provechosa para el Estado en términos económicos porque se reduce la cantidad de dinero que proporciona a las autonomías. Hasta el 31 de diciembre de 2013 el Estado aportaba un dinero a las comunidades por cada dependiente –es el llamado nivel mínimo de financiación– con el único criterio del grado de dependencia evaluado a cada persona. Y esta cantidad dependía de esa evaluación. Eran 177,86 euros por cada beneficiario de grado III y 82,84 por cada uno de grado II.

Así convencen las farmacéuticas a los médicos para que receten sus productos

ESTA PRÁCTICA CAUSA 200.000 MUERTES AL AÑO
John Oliver durante su programa.
Miguel Ayuso 12/02/2015

De un tiempo a esta parte la industria farmacéutica parecía intocable. Sí, se habían cometido irregularidades, pero la mayoría de la población seguía pensando que, al fin y al cabo, los medicamentos hacían nuestra vida mejor. Ya no es así. Médicos de renombre como Ben Goldacre, Allen Frances o Peter C. Gøtzsche han escrito libros sobre las prácticas sucias de las farmacéuticas, a las que acusan sin tapujos de causar más muertes que los cárteles de la droga.

Estos libros han tenido un importante impacto mediático pero, nos guste o no, para que una denuncia sea compartida por la mayor parte de la ciudadanía tiene que llegar al medio de masas por excelencia: la televisión. El pasado domingo el cómico John Oliver –que podría pasar por el Jordi Évole estadounidense– dedico su late show (Last Week Tonight) a denunciar las siniestras prácticas de las farmacéuticas en EEUU y, en concreto, a la forma en que estas presionan a los médicos para que receten sus productos.

El 70% de los estadounidenses están tomando un medicamento con receta y más de la mitad toman dos, lo que conlleva un gasto de 2.000 euros de media por persona al año

En Europa, desde 1994, está prohibido anunciar medicinas que se venden con receta. Las compañías pueden promocionar sus productos entre los médicos, pero con límites. Los doctores tienen prohibido recibir a cambio regalos, primas, promesas de incentivos económicos y en especie, así como más de 10 muestras gratuitas de producto por medicamento y año.

Nada de esto ocurre en EEUU, que afronta un gravísimo problema de sobremedicación. Como ha explicado Oliver en su programa, el 70% de los estadounidenses están tomando un medicamento con receta y más de la mitad toman dos, lo que conlleva un gasto de 2.000 euros de media por persona al año. Estos medicamentos en muchos casos no sólo son innecesarios, sino que además son peligrosos. Según investigaciones de Peter C. Gøtzsche, la prescripción de medicamentos causa cerca de 200.000 defunciones en EEUU todos los años.

Bombardeo publicitario

Como asegura Oliver, en EEUU es imposible escapar de los anuncios de fármacos. “Ahora bien –puntualiza–, los medicamentos no son como cualquier producto, pues necesitas que alguien te dé permiso para tomarlos y es por lo que todos los anuncios acaban siempre con la misma frase: pregunta a tu médico”.

Las compañías farmacéuticas, explica el cómico metido a periodista, saben que los médicos tienen el poder real a la hora de recetar sus medicamentos; por eso, frente a los 4.000 millones de dólares que gastan al año en anunciar sus fármacos al gran público, emplean 24.000 millones para promocionar sus productos entre los profesionales sanitarios.

9 de cada 10 grandes farmacéuticas gastan más en 'marketing' que en investigación

Un análisis realizado en 2013 por la BBC aseguraba que 9 de cada 10 grandes farmacéuticas gastan más en marketing que en investigación. “Las compañías farmacéuticas son como los novios del instituto –sentencia Oliver–. Están mucho más preocupados por meterse dentro de ti que por ser efectivos una vez que lo logren”.

Como reconocía en una entrevista Raymond Gilmartin, exdirector ejecutivo de Merck, “el precio de los medicamentos no está determinado por los costes de investigación. Lo que lo determina, en su lugar, es el valor que tienen en cuanto a su capacidad de evitar y tratar una enfermedad o dolencia concreta”. En definitiva, los medicamentos valen lo que la sociedad está dispuesta a pagar por ellos. Por eso el marketing es tan importante: es necesario convencer a médicos y pacientes de que se debe usar determinado fármaco. Y en ello vuelcan las farmacéuticas todos sus esfuerzos.

Oliver asegura que es muy difícil averiguar cómo se gasta todo ese dinero dedicado a marketing, pues se hace todo de forma opaca, y sólo se vislumbran pequeños detalles sobre determinados casos, años después de que ocurran. En 2012 el Gobierno estadounidense resolvió el caso de Advir, un medicamento para paliar el asma en niños que fue acusado de marketingirresponsable, así que pudimos ver, por primera vez, el vídeo de la presentación del medicamento en 2001, en una convención comercial.

El cómico bromea con el hecho de que la presentación del medicamento parece un espectáculo como los que se realizan antes de los partidos de la NBA, pero lo más grave es lo que le dice a los médicos el representante de la compañía farmacéutica: “Hay gente en esta habitación que va a ganar una increíble suma de dinero vendiendo Advir, y sabéis quienes sois”.
La sobremedicación se está convirtiendo en un gran problema de salud pública. (Corbis)
La salud es lo último que importa

En España, desde 2001, los médicos de la Seguridad Social no pueden recetar marcas concretas, tan sólo el principio activo, lo que limita bastante la actividad de los visitadores médicos. Pero en EEEU vale todo. Oliver es enormemente duro con los representantes comerciales de las farmacéuticas, que, asegura, no tienen ni idea de lo que están vendiendo. En el programa un visitador explica cómo fue su primera sesión de formación: “Estaba en una habitación con 21 compañeros de clase y dos profesores, y era el único que tenía formación científica. De hecho, el primer día explique a mi clase y a los profesores el proceso básico por el que dos neuronas se comunican”.

“Así que, esencialmente, los representantes de las farmacéuticas son como los personajes de Anatomía de Grey: jóvenes, atractivos y sin idea de medicina”, bromea Oliver.

No puedes darle a la gente medicamentos potencialmente peligrosos y ver qué pasa; eres una compañía del Fortune 500, no un camello en una 'rave'

Es de esperar que muchos médicos sepan que los visitadores sólo quieren vender sus productos y les preocupa poco la conveniencia y efectividad de estos, pero muchos otros se dejan llevar. Así se sincera otra representante farmacéutica en el programa: "Tenía un médico que siempre me presentaba el historial de los pacientes difíciles y me decía ‘Kathleen, he probado esto, lo otro, qué me recomiendas para ajustarlo’. Me quedaba pensando, ‘qué haces preguntándome lo que tienes que prescribir, tú eres el médico'”.

El comportamiento de muchas farmacéuticas en EEUU se parece mucho al del crimen organizado. En un vídeo del programa, un visitador médico explica que su compañía pagaba a las farmacias para saber perfectamente lo que estaba recetando cada doctor y si estaban firmando muchas recetas de los competidores se lo hacían saber.

Con este nivel de presión no es de extrañar que las farmacéuticas hayan traspasado varias veces la línea roja presionando a los doctores para que recetaran medicamentos para usos que no estaban aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). Es lo que ocurrió con Seroquel, un medicamento de AstraZeneca: un antipsicótico con peligrosos efectos secundarios que sólo debía usarse para tratar la esquizofrenia o el trastorno bipolar y se recetó para tratar el insomnio, la depresión y la demencia. “No puedes darle a la gente medicamentos potencialmente peligrosos y ver qué pasa, eres una compañía del Fortune 500, no un camello en una rave”, bromea Oliver. Pero el asunto no tiene ninguna gracia.

AstraZeneca negó que hubiera actuado con mala praxis, pero pagó 500 millones de dólares para cerrar el caso. No es un comportamiento aislado. Como denunció Oliver en su programa, la mayor parte de las grandes farmacéuticas ha pagado cantidades similares para llegar a acuerdos judiciales. Johnson & Johnson tuvo que pagar 2.200 millones, Eli Lilly 1.400 millones, Voice 2.300 millones y GSK pagó la cifra record de 3.000 millones de dólares para zanjar el caso en el que se les acusaba, entre otras cosas, de promocionar su antidepresivo Wellbutrin para usos no aprobados como tratar las canas y la disfunción sexual.

.@LastWeekTonight cites us on pharmaceutical co.s spending billions to market drugs todocs https://t.co/CJ3N6u8Pqw, pic.twitter.com/A10IPj2klQ
ProPublica (@ProPublica) febrero 9, 2015

Corrupción entre los médicos

Debido a este tipo de prácticas no es de extrañar que muchos médicos honrados se nieguen a recibir a los visitadores médicos, pero las compañías tienen otros recursos: como pagar a otros médicos para que convenzan a sus compañeros. “Suena ridículo”, asegura Oliver, “pero no tan ridículo como el título que les proponen utilizan para elevar su ego”. Como explicó Angie Maher, una informante de una compañía farmacéutica, en un informativo de la CNN, “las farmacéuticas le dicen a los médicos que su compañía les ha identificado como un líder de opinión y les proponen ser líderes de opinión de su farmacéutica. La mayoría de las veces dicen que sí”.

Desde principios de año una nueva cláusula en la Affordable Care Act permite a todos los ciudadanos estadounidenses mirar en una página web qué gratificaciones dan las farmacéuticas a los médicos

Como explicaba el psiquiatra Allen Frances a El Confidencial, muchos médicos le bailan el agua a las farmacéuticas sin ser conscientes de ello: “Esta colosal industria está lavando el cerebro a todo el mundo para que tomen pastillas, aunque no las necesiten”. Y el doctor Jerry Avorn, profesor de la Harvard Medical School, que ha participado en el programa de Oliver, apuntala esta idea: “En muchos casos el contenido y el guion que preparan las farmacéuticas para que los médicos impartan en sus conferencias (que ellas están pagando) está camuflado como algo que no han hecho directamente las farmacéuticas. Pero no es cierto”.

Debido a la intensificación de las críticas, la industria farmacéutica en EEUU está tratando de lavar su imagen. Las compañías aseguran que ya no pagan “líderes de opinión” y que se están reformando, y los políticos, que hasta la fecha no habían movido un dedo, parecen ahora dispuestos a presionar a las farmacéuticas.

La senadora demócrata Elizabeth Warren anunció el pasado mes un nuevo proyecto de ley, la Medical Innovation Act, que asegura solucionará dos grandes problemas: la disminución de la inversión pública en la investigación médica y las prácticas ilegales de las grandes farmacéuticas. La ley, que se está debatiendo ya en el senado, pretende usar el dinero de las multas impuestas a las grandes farmacéuticas por sus prácticas ilegales para financiar proyectos de investigación de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA).

Esta no es la única iniciativa del Gobierno estadounidense para limitar el poder de las farmacéuticas. Desde principios de año una nueva cláusula en la Affordable Care Act permite a todos los ciudadanos mirar en una página web qué gratificaciones dan las farmacéuticas a los médicos. De momento sólo cubre las dádivas obtenidas en los cinco últimos meses de 2013, pero ahora todos los estadounidenses pueden saber si su médico es honrado o, como denunciaba ProPublica, gana un millón de dólares al año por dar charlas promocionales.

Habrá que esperar para ver si la iniciativa tiene éxito, pero como aseguraba Gøtzsche es necesario un gran esfuerzo político y ciudadano para que las cosas cambien: “La situación en la que estamos ahora es similar a la que vive un pueblo cuando ha permitido a la mafia ser tan poderosa que ha logrado comprar a todo el mundo, incluidos los políticos, el alcalde y la policía. En una situación así es increíblemente difícil dar marcha atrás”.

¿Nuevo nombre y nuevos criterios para el síndrome de fatiga crónica?

Un comité nombrado en EE. UU. afirma que la enfermedad es 'legítima' y que debería llamarse enfermedad sistémica de intolerancia al esfuerzo

MARTES, 10 de febrero de 2015 (HealthDay News) -- El síndrome de fatiga crónica, una enfermedad debilitante que afecta a hasta 2.5 millones de estadounidenses, podría pronto tener un nuevo nombre y nuevos criterios diagnósticos.

En un informe publicado el martes, un comité independiente de expertos designado por el gobierno estadounidense la calificó como una enfermedad "legítima" que cuenta con cinco síntomas principales y que los médicos deberían tomar en serio.

De hecho, el comité del Instituto de Medicina (IOM) que realizó el informe insta a que el síndrome de fatiga crónica pase a llamarse la "enfermedad sistémica de intolerancia al esfuerzo", para que refleje mejor la gravedad de sus efectos en los pacientes.

El nuevo informe podría ser un punto de inflexión tras años de lucha por parte de las personas con encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC), que con frecuencia tienen que batallar para convencer a sus médicos de que de verdad algo les sucede, dijo Suzanne Vernon, directora científica de Solve ME/CFS Initiative.

"Creo que estamos en un momento de cambio para las personas que sufren de EM/SFC, en que podremos diagnosticar a las personas, y ese diagnóstico conlleva la capacidad de que realmente fundamentemos un tratamiento mucho más efectivo para la EM/SFC", aseguró Vernon.

"En su forma más grave, esta enfermedad puede consumir las vidas de los afectados", señaló el comité del IOM en un comunicado de prensa. "Es 'real'. No es apropiado desestimar a estos pacientes diciéndoles que 'yo también estoy crónicamente cansado'".

El síndrome de fatiga crónica también es extremadamente difícil de diagnosticar. No hay pruebas para esta enfermedad, y otras afecciones pueden provocar síntomas similares, según los Institutos Nacionales de la Salud de EE. UU. Con frecuencia, el diagnóstico es un proceso de eliminación en que el médico de la persona descarta otras enfermedades posibles antes de sospechar de la presencia de un SFC.

Hasta ahora, los médicos han tenido que depender de una definición de caso del síndrome de fatiga crónica creada en 1994 que buscaba sobre todo ayudar a los investigadores a comprender mejor lo que, en esa época, aún no se había determinado de forma concluyente que fuera de verdad una enfermedad, apuntó Vernon.

Pero el informe del IOM propone unos nuevos criterios diagnósticos que ayuden a reestructurar el proceso. Según el nuevo informe, las personas que presentan el síndrome de fatiga crónica sufren de tres síntomas nucleares:
  • La incapacidad de actuar con el nivel de actividad previo a la enfermedad, que persiste durante más de seis meses y que viene acompañado de una fatiga que a menudo es profunda.
  • Un empeoramiento de estos síntomas después de cualquier tipo de esfuerzo, incluyendo el ejercicio físico o mental o el estrés emocional.
  • Dormir no alivia la fatiga.
Para diagnosticar el síndrome de fatiga crónica a alguien, un médico también debe encontrar que la persona sufre de uno de estos dos problemas adicionales:
  • Una alteración de la capacidad de pensar.
  • Una incapacidad de permanecer de pie, y los síntomas mejoran al tumbarse.
El diagnóstico también depende de que estos síntomas persistan durante al menos seis meses, y deben estar presentes al menos la mitad del tiempo con una intensidad entre moderada y grave, concluyó el comité del IOM.

La presidenta del comité del IOM, la Dra. Ellen Wright Clayton, profesora de derecho y pediatría en la Universidad de Vanderbilt en Nashville, comentó que espera que los nuevos criterios faciliten a las personas con el síndrome de fatiga crónica que se tome su enfermedad en serio.

Cualquier médico puede usar estos nuevos criterios para diagnosticar el SFC a los pacientes, indicó en una conferencia de prensa el martes.

"Creemos que cualquier médico puede y debería diagnosticar esta enfermedad, no solamente los especialistas en este trastorno", dijo Clayton.

Los médicos también deberían tratar los síntomas incluso si la persona no ha cumplido con el periodo de seis meses para el diagnóstico del síndrome de fatiga crónica, añadió.

"Estos pacientes presentan síntomas reales", dijo Clayton. "Merecen una atención real y una terapia real".

El comité del IOM también recomendó que los reguladores federales desarrollaran un conjunto de herramientas que ayude a los médicos a diagnosticar a los pacientes con el SFC. Además, el informe afirma que los expertos deberían revisar la cuestión como mínimo dentro de cinco años, para actualizar los criterios diagnósticos en función de cualquier investigación nueva que aparezca en el futuro.

"Anticipamos y tenemos la esperanza de que en el futuro se realizarán más investigaciones que permitan refinar este diagnóstico", dijo Clayton. "No se trata de un producto de la imaginación [de los pacientes]. Se trata de una enfermedad demasiado habitual y compleja que requiere de un diagnóstico".

Entre 836,000 y 2.5 millones de estadounidenses sufren del síndrome de fatiga crónica, y un estimado de entre el 84 y el 91 por ciento de las personas con el trastorno no están diagnosticadas, según el IOM. El síndrome de fatiga crónica tiende a presentarse en personas de entre 40 y 59 años de edad, y aparece con una frecuencia 4 veces mayor en mujeres que en hombres.

Los síntomas de la enfermedad se pueden tratar, aunque no existe una cura y su causa sigue siendo desconocida. En 2014, los médicos vincularon el SFC con una inflamación de las células nerviosas del cerebro, y ahora algunos creen que las personas con el síndrome están fatigadas porque algo ha fallado en su respuesta inmunitaria.

Chris Fraker contrajo el síndrome de fatiga crónica en 2009. También tiene diabetes tipo 1, una enfermedad provocada por un sistema inmunitario defectuoso, según el Instituto Nacional de la Diabetes y las Enfermedades Digestivas y Renales de EE. UU.

Actualmente Fraker sigue una terapia de vitaminas y antivirales, pero dice que sigue sintiendo los efectos del SFC.

"Cuando uno tiene un bajón, es el peor tipo de fatiga que se pueda sentir. Si uno sostiene un teléfono celular, parece que haya estado usando pesas durante horas, aunque solo lo haya tenido cinco minutos", contó Fraker, que tiene 44 años y vive en Miami.

Anotó que antes del síndrome de fatiga crónica, "podía subir unas escaleras corriendo, y que me faltara un poco el aire, pero estar bien por lo demás. Ahora, cuando lo hago, siento que estoy al borde del colapso. Como si me hubiera atropellado un tren".

Pero todavía falta la concienciación de la enfermedad, dicen los expertos. Menos de un tercio de las facultades de medicina incluyen información específica sobre el SFC en su currículo, descubrió el IOM, y entre el 67 y 77 por ciento de los pacientes dijeron que hizo falta más de un año para que les hicieran un diagnóstico. Aproximadamente el 29 por ciento de los pacientes dijeron que les llevó más de cinco años.

El IOM realizó su estudio con la financiación de la Oficina para la Salud de las Mujeres, del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU.

Se calcula que los costos directos e indirectos del SFC para la sociedad son de entre 17 y 24 mil millones de dólares al año, 9.1 mil millones de dólares de los cuales se han atribuido a las pérdidas de productividad en casa y en el trabajo, reportó el IOM.

Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare

FUENTES: News conference with: Ellen Wright Clayton, M.D., Craig-Weaver Professor of Pediatrics and professor, law, Vanderbilt University, Nashville, Tenn.; Institutes of Medicine, news release, Feb. 10, 2015; Suzanne Vernon, Ph.D., scientific director, Solve ME/CFS Initiative; Chris Fraker, Miami

HealthDay