lunes, 21 de noviembre de 2016

«Los afectados por Sensibilidad Química Múltiple no podemos perder la esperanza»

Soy médico de la Consellería de Política Social . En el 2008 tuve un accidente, tras producirse un vertido de gasoil en mi centro de trabajo. Sufro reacciones cuando entro en contacto con productos químicos. Los tribunales han reconocido el carácter profesional de mi enfermedad al catalogarla como accidente de trabajo

El creciente desarrollo de la industria química ha supuesto que nos veamos rodeados de más de 140.000 productos poco estudiados y de efectos impredecibles sobre la salud. Los primeros casos de Sensibilidad Química Múltiple (SQM) fueron comunicados a mediados del siglo pasado por el alergólogo estadounidense Theron Randolph y han ido en aumento. Hasta 1967 se creía que su causa era una alergia, hipótesis que se descartó al poder medir las inmunoglobulinas y practicar test de sensibilidad cutánea, que en los enfermos de SQM son normales.

La SQM es una enfermedad adquirida caracterizada por la pérdida progresiva de tolerancia a productos químicos diversos, sus síntomas son reproducibles con la exposición química repetida y aparecen ante niveles muy por debajo de los rangos establecidos como límite de exposición profesional, su carácter es crónico y no existe ningún tratamiento, siendo la evitación de las re-exposiciones la medida más eficaz. Obliga a los afectados a modificar las actividades de su vida diaria y esto llega a ser muy incapacitante.

En España, el 4 de febrero del 2010, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad tras reunirse con una amplia representación de asociaciones de afectados por SQM, creó un grupo experto de trabajo que elaboró el Documento de Consenso del 2011 con la finalidad de establecer unas pautas comunes de actuación para el personal sanitario. En el 2015, un grupo de médicos y científicos de todo el mundo firmó la Declaración Internacional de Bruselas sobre Electrohipersensibilidad y Sensibilidad Química Múltiple instando a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a que las reconozca y les adjudique un código propio.

Solo la OMS, responsable de la revisión periódica de la clasificación internacional de enfermedades (CIE), puede adjudicar nuevos códigos, si bien permite a los diferentes países la creación de modificaciones clínicas para simplificar la búsqueda de las diferentes enfermedades de manera que países como Austria o Alemania han incluido el término SQM en su índice alfabético. Sin código específico, en España se utilizaba el 995.3: «Alergia sin especificar».

Una buena parte de las SQM se producen en el ámbito laboral provocadas por fumigaciones, exposición a productos químicos diversos, vertidos de gasoil o edificios enfermos. Se cree erróneamente que las exposiciones repetidas crean tolerancia pero ocurre justo lo contrario: empeoran los síntomas, por eso deben tomarse las medidas adecuadas y adaptar los puestos de trabajo.

La Ley de Prevención de Riesgos Laborales establece que los trabajadores tienen derecho a una protección eficaz en materia de seguridad y salud en el trabajo, contemplando a los especialmente sensibles, entre los que estarían los afectados por SQM.

Tras la exposición al gasoil que padecí en el 2008, en un accidente laboral, y tras las obras de remodelación de mi centro de trabajo en los meses siguientes, mi Sensibilidad Química Múltiple avanzó rápido y en diciembre del 2009 tuve que cambiar de puesto, sin poder ver pacientes, siendo mi trabajo burocrático.

A raíz del vertido sufro síntomas respiratorios, oculares, cardiovasculares y dérmicos al contacto con los productos químicos.

Cuando mi nuevo centro sufrió en el 2014 una remodelación tuve otro accidente al que han seguido seis recaídas. Si mi empresa hubiera tomado las medidas adecuadas podría haberse evitado.

En el ámbito laboral llegan a producirse situaciones absurdas. Según la normativa la evaluación del puesto de trabajo para su adaptación no puede hacerse mientras el trabajador está de baja pero, si cada vez que se incorpora enferma, la evaluación no puede hacerse. Si nadie aplica el sentido común y hace una excepción a la norma, la SQM avanza hasta no poder trabajar.

Algunas mutuas de accidentes de trabajo tampoco facilitan las cosas al intentar hacer pasar los accidentes laborales por enfermedad común para evitar responsabilidades y eludir el coste económico. El trabajador se ve obligado a solicitar al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) la determinación de la contingencia de la incapacidad temporal. Hacerlo implica siempre llegar a un proceso judicial porque una de las partes no va a estar de acuerdo y lo va a recurrir. Con cada recaída se llegan a producir situaciones surrealistas como la mía con unos siete juicios en los juzgados de lo Social de Ourense y cuatro en el TSXG.

En estos ocho años y medio ha sido fundamental para mí el apoyo de CSIF en Ourense, de su sector autonómico y sus servicios jurídicos, que han estado a mi lado sin reservas. Creo que es el primer sindicato que se ha implicado en una SQM producida en el ámbito laboral. Ojalá haya más apoyo a los afectados.

Determinadas mutuas pueden llegar a traspasar límites éticos que jamás deberían cruzarse y que desde la Sanidad Pública nunca se deberían consentir o autorizar. En la SQM no son útiles los test de detección epicutánea ni las técnicas de desensibilización progresiva por su capacidad de agravar la enfermedad. En mi caso se colocaron en mi espalda 115 parches entre los que se incluyó gasolina y gasoil sin mi consentimiento. Al recibir el informe comprobé con rabia lo que habían hecho, a pesar de que la Ley 41/2002 Reguladora de la Autonomía del Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación Clínica indica que el consentimiento informado debe ser escrito cuando haya riesgos para el paciente. Valoré denunciar pero tan solo cogí el teléfono y llamé al doctor Pablo Arnold Llamosas, miembro del grupo de expertos que elaboró el Documento de Consenso del 2011 y solo fue capaz de decir: «¡Qué locura doctora, qué locura, nunca en mi vida vi nada igual, nunca, en mis años de ejercicio, vi que a nadie le hicieran eso, qué locura!».

A pesar de todo debo agradecer a aquel vertido el haber pòdidocomprobar la solidaridad de las personas, dispuestas a cambiar sus hábitos de vida para que la calidad de la mía sea algo mejor. En noviembre del 2014, 74 de mis compañeros firmaron un manifiesto para que se solucionase mi situación y lo remitieron por registro a la Jefatura Territorial. Nunca les agradeceré lo bastante que lo hicieran.

El ámbito sanitario no está preparado para proporcionar una asistencia adecuada a los afectados por SQM. En el 2015 envié a la Consellería de Sanidade unas propuestas sencillas sin coste y aunque inicialmente se mostraron receptivos, no me consta que se haya llevado a efecto ninguna de ellas.

Creo que es importante que los afectados por la SQM no perdamos la esperanza, que luchemos por nuestros derechos. A los demás les diría que piensen si necesitan todos esos productos. A los enfermos de SQM se nos compara con los canarios que se morían en las minas de carbón al detectar la salida del gas grisú. Nadie se quedaba a esperar, es una cuestión de sentido común.

Un testimonio de Carla Delgado

Muchas SQM están provocadas por fumigaciones o por exposición a productos químicos

Hay personas dispuestas a cambiar sus hábitos de vida para mejorar la mía

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