viernes, 3 de marzo de 2017

Beatriz Nadal denuncia ante la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo los programas de modificación del clima mediante las campañas anti-granizo

TEXTO L.C.I. JUEVES 02-03-2017

La concejala y miembro de Compromís en Cox, Beatriz Nadal, ha denunciado ante la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, el desarrollo de numerosos programas de modificación del tiempo atmosférico en el estado, con el objetivo de controlar las campañas anti-granizo. Esta denuncia ofrece un recorrido crítico con la intención de aclarar la confusión que impera en España, respecto a las posibilidades reales de modificación atmosférica en si, su impacto sobre el medio ambiente y la salud pública, y el marco normativo al que se encuentra sujeta la problemática.

Nadal, entre la numerosa documentación adjuntada, ha aportado informes de la organización meteorológica mundial, del ejército, ministerio de agricultura, etcétera, remontándose hasta 1949, primer año del que se tienen datos, de estas prácticas para deshacer las granizadas.

La abogada ambientalista ha declarado; “Queremos que la Comisión Europea investigue la vulneración de al menos cuatro directivas comunitarias y del principio de precaución del Consejo Europeo de Niza (año 2000), puesto que la modificación del ciclo atmosférico es un hecho irrefutable, por lo tanto, nos gustaría que se tratara la atmósfera como un bien público con un marco jurídico que la regule con claridad”.

“Teniendo en cuenta que España es el país que más incumple las leyes sobre medio ambiente dictadas por la Unión Europea, según los datos reflejados por la Comisión Europea, pues desde el año 2003 se han abierto 531 expedientes de infracción ambiental, España requeriría de un nuevo marco jurídico que tendría que incluir todos los argumentos esgrimidos en la petición presentada, y que prohibiera la modificación de la fase atmosférica a baja cota”, ha remarcado la concejala de Compromís.

Para finalitzar, Nadal ha querido agradecer el trabajo de diferentes asociaciones, como la Plataforma Stop Fumigaciones, que ha recogido innumerables firmes y testimonios que también se han adjuntado a la petición.


Asegúrese de que su voz sea escuchada.

La contaminación invisible

POR ARANTXA ROCHET

Vivimos rodeados de elementos que no vemos. Pero cada vez se investiga más la influencia sobre la salud que tienen campos electromagnéticos, gases, sustancias químicas y radiaciones de baja o alta frecuencia provocados por la naturaleza o por el hombre. “Se da por supuesto que todos vivimos y trabajamos en lugares sanos. Y la realidad es que no”, explica José Miguel Rodríguez, director de la Fundación para la Salud Geoambiental, una entidad que estudia la llamada “contaminación electromagnética”.

Desde el boom de los teléfonos móviles, han sido miles los estudios que se han llevado a cabo para determinar si la exposición a los campos electromagnéticos de este tipo, conocidos como radiaciones “no ionizantes” (también presentes en líneas de alta tensión, los microondas, etc.), provocan un perjuicio real a los humanos. Pero no hay una respuesta clara. Mientras el ICNIPR (Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante), órgano asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no encuentra evidencias científicas al respecto, la IARC (Agencia Internacional de Investigación contra el Cáncer) sí calificaba en 2011 esas radiaciones como potencialmente cancerígenas.

A pesar de la legislación sobre los límites de emisiones, organizaciones como la Plataforma Estatal Contra la Radiación Electromagnética en España (PECCEM) insisten en que el problema va más allá de los máximos establecidos y que hay muchas personas afectadas por emisiones más bajas con dolencias que se han agrupado bajo la enfermedad, aún no reconocida por la OMS, de “electrosensibilidad múltiple” (EHS).

Algunos estudios indican que existe un alto componente “psicosomático” en las personas que aseguran sufrir esta dolencia, pero varias sentencias en los últimos años dan la razón, al menos en parte, a los que alzan la voz para conseguir que en España se tenga en cuenta como causa de incapacidad laboral, igual que en otros países de Europa como Suecia. Una del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de julio de 2016 reconoció por primera que un ingeniero de telecomunicaciones no podía trabajar por padecer EHS, porque le impedía desarrollar su actividad profesional en entornos con campos electromagnéticos.

La Sociedad Española de Síndrome de Sensibilidad Central (SESSEC) relata sus síntomas: “cefalea, fatiga, estrés, trastornos del sueño, síntomas cutáneos como picazón, ardor y erupciones, dolor muscular y otros tipos de problemas de salud como trastornos gastrointestinales, intolerancia a determinados alimentos e hipersensibilidad a un número importante de productos químicos”, que “representan un problema de incapacidad para las personas afectadas”.

La incidencia en la ciudadanía

Aún sin registros oficiales, la SESSEC estima que la hipersensibilidad electromagnética afecta al 5% de la población (más de 2,3 millones de personas) española, igual que la Sensibilidad Química Múltiple (SQM), otra patología que sí está reconocida oficialmente en España desde 2014. Es factible que “al menos un 15% (más de 6,6 millones personas) de la población presente algún síntoma relacionado con la EHS por exposición a los campos electromagnéticos”, explica Julio Carmona, coordinador de la PECCEM.

La Unión Europea emitió en 2011 una resolución que instaba a los países a aplicar el principio ALARA (as low as reasonably achievable), es decir, el nivel más bajo razonablemente posible, tanto a los efectos térmicos como a los atérmicos o biológicos de las emisiones o radiaciones electromagnéticas. Esta normativa fue, sin embargo, calificada por el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencia y Salud de España, de “iniciativa política que no introduce elementos nuevos racionales que permita una gestión más eficiente de este problema”, y cuyas recomendaciones “es muy probable que distorsionen la percepción del riesgo en algunos sectores de la población muy sensibles a estos temas, y que aumente la inquietud y la alarma de una forma injustificada”.

La pregunta es: ¿cómo podríamos librarnos de toda esta “contaminación” en un mundo cada vez más tecnológico? Tampoco hay una sola respuesta. Isabel Sanz se cambió de casa después de someter su hogar a un estudio sobre radiaciones motivado por problemas como insomnio, inquietud y dolores de origen desconocido. Desde entonces, muchos de los problemas que sufrían ella y su marido han cesado. “Que [la hipersensibilidad] ahora no tenga la calificación de científica no significa que no tenga un componente real”, asegura esta psicóloga. De la misma opinión es José Miguel Rodríguez: “Es un tema muy lento porque es desconocido. No hay conciencia. Es como en la época del tabaco cuando le decías a un fumador que dejara de fumar. Decía: ‘bah, si de algo hay que morirse’. Es un poco eso”.

Rosa Nieto, afectada por el EHS, se ha mudado con su familia a un pueblo de Cantabria casi sin cobertura. Sin embargo, sus dos hijos, también aquejados por este síndrome, no se han librado de los campos electromagnéticos: el colegio al que van alberga una antena de wifi que surte al propio centro, al ayuntamiento y a otros edificios públicos. “No se han tomado muy bien nuestras quejas. Dicen que es una obsesión y que a los niños no les pasa nada, que no tienen ni idea de lo que es la radiación y los efectos que produce en la salud”.

La Fundación para la Salud Geoambiental indica que basta con cambiar la cama de posición o remodelar la instalación eléctrica de la casa para evitar las posibles consecuencias de las radiaciones electromagnéticas. Otros métodos son evitar el uso del móvil de forma irracional, separarlo de la cabeza al hablar o apagar los aparatos en vez de ponerlos en stand by, etc.

Los gases que nadie percibe

La peligrosidad de otros contaminantes sí está reconocida oficialmente aunque son, muy desconocidos aún por la población. Es el caso del radón, un gas radiactivo de origen natural que tiende a concentrarse en viviendas, escuelas y lugares de trabajo y que, según la OMS, “es la segunda causa más importante de cáncer de pulmón después del tabaco”. Provoca entre el 3% y el 15% del total. Y se produce a partir de la desintegración radiactiva del uranio, presente de forma natural en suelos y rocas. De ahí pasa al aire, donde se desintegra y emite partículas radiactivas que al ser respiradas se depositan en las células de las vías respiratorias. Al aire libre, el radón se diluye rápidamente, tiene concentraciones muy bajas y no suelen representar ningún problema. No así en espacios cerrados.

La Unión Europea emitió en 2013 una directiva para que sus miembros tuvieran en cuenta este problema y pusieran en marcha, antes de febrero de 2018, medidas para alertar a la población e informar sobre la manera de reducir la exposición al radón en los hogares. “En España hay zonas de alto riesgo que se conocen desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, la Sierra de Guadarrama en Madrid, la Sierra de Gredos en Ávila, Galicia o parte de Extremadura y Asturias. En Reino Unido, Irlanda Francia o Bélgica tienen desarrolladas ya normativas desde 2003 o 2004 y hay muchísima información para el ciudadano. Pero en España no”, explica Rodríguez. En 2013, el Consejo de Seguridad Nuclear elaboró un mapa predictivo sobre el radón con el objetivo de identificar las zonas con mayores tasas de concentración de este gas. Sin embargo, desde entonces son pocas las medidas que se han llevado a cabo.

Otros “contaminantes invisibles” son las sustancias químicas, entre las cuales se encuentra el formaldehído, reconocida como cancerígena por la OMS en 2004 y que puede provocar, además, irritación ocular, de las vías respiratorias o de la piel, cefaleas o problemas respiratorios similares al asma. Pero de momento la exposición a esta sustancia solo está regulada a nivel laboral. Este químico se utiliza en la producción de resinas y adhesivos para madera (barnices, pinturas, etc.), en papel, lana de vidrio o roca, la producción de revestimientos plásticos en acabados textiles como los vaqueros, y como aditivo en cremas, champús, lociones, jabones, pomadas, laca de uñas o dentífricos. “Hemos tenido a personas que han estado viviendo en casas con niveles de formaldehído muy bajos y que tenían una serie de síntomas como fatiga, dolores de cabeza, problemas de insomnio… Cuando se ha eliminado ese factor, que lo causaba el barniz del parqué del suelo, esa persona ha mejorado y en cambio el médico no había dado con la causa”, cuenta José Miguel Rodríguez.

Es por eso que desde su fundación piden la retirada del mercado de este tipo de productos de uso común. “Hemos visto ampliamente superados en algunos hogares los límites establecidos en España para exposiciones laborales debido a la utilización, en el parqué, de barnices de urea formol”.

Los compuestos químicos que están en casi todas partes y pueden interferir con nuestras hormonas

Redacción BBC Mundo
Se llaman "disruptores endocrinos", interfieren en nuestro sistema hormonal y es virtualmente imposible escapar de ellos.

Pueden estar escondidos en el plástico, en los perfumes, en el maquillaje y en las latas de comida.

Hay cerca de 800 compuestos químicos conocidos que son sospechosos de ser capaces de interferir con nuestras hormonas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Aunque la gran mayoría no han sido analizados, el año pasado la Comisión Europea identificó 66 compuestos químicos que mostraban "una clara evidencia de actividad endocrina perturbadora", como parte de una propuesta para la regulación de su uso.
Mira aquí la lista de compuestos

Y concluyó que "los humanos tienen probabilidad de estar expuestos a 60" de ellos, entre ellos bisfenol A (BPA), dioxin, atrazine y varios ftalatos.

Cada vez más estudios vinculan contaminantes como estos a daños para nuestra salud que van desde la infertilidad a un mayor riesgo de cáncer, según evidencias probadas científicamente en estudios con animales.

Pero a falta de pruebas en humanos, la gran mayoría de esos compuestos sigue presente en cientos de productos que usamos a diario.

En juguetes para niños, en la comida y en la pintura de uñas
Campbell comenzó a buscar alternativas para reemplazar el binofenol A en 201. 
THINKSTOCK 
El grupo de los ftalatos se usa por ejemplo en productos tan variopintos como juguetes para niños, suelos de vinilo, detergentes y productos de limpieza, envoltorios y envases de comida, juguetes sexuales, productos de belleza e higiene como pintura de uñas, lacas para el pelo, lociones para el afeitado, jabones, champús, perfumes y otros productos con fragancia.

Entre las 66 sustancias identificadas como de riesgo por la Comisión Europea están varios ftalatos (BBP, DEHP, DOP y DBP).

Uno de ellos, el DBP, es el que "históricamente se ha usado más en productos cosméticos", según la Food and Drug Administration de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés). La industria lo usaba como un plastificador en productos como la pintura de uñas para hacerlos menos quebradizos.

Según la FDA este tipo de ftalato ahora se usa menos, pero hay otros, como el DEP que sigue siendo de uso común.

Otro de los grandes sospechosos es el bisfenol A (BPA), presente en envases de alimentos como botellas de plástico o latas, y en cosméticos, juguetes, CDs y hasta hace poco biberones.
Qué es el bisfenol A, el químico vínculado al cáncer que Campbell´s dejará de usar en sus sopas enlatadas

El hecho de que algunos contaminantes hormonales ya no se usen tanto o estén prohibidos no garantiza que no estemos potencialmente expuestos a su efecto nocivo porque según la Organización mundial de la Salud algunos producen consecuencias que pueden afectar a la descendencia de varias generaciones.

¿Cuál es el riesgo para nuestra salud?

Tanto animales como humanos tienen una mayor vulnerabilidad a estos productos químicos durante períodos críticos de desarrollo, como dentro del útero de la madre o durante la pubertad.

Según la OMS, los efectos de una exposición temprana se pueden manifestar en cualquier momento de la vida, en enfermedades como el cáncer de mama y de próstata, infertilidad, pubertad precoz, obesidad, trastornos metabólicos y diabetes de tipo 2.

Las advertencias sobre el daño potencial de estos compuestos químicos se basan en el hecho de que los sistemas endocrinos son muy parecidos en todas las especies vertebradas.

Según un informe de la OMS de 2012, "los efectos vistos en la vida salvaje o en experimentos con animales pueden también ocurrir en humanos si están expuestos a disruptores endocrinos en un momento vulnerable y en una concentración que pueda alterar la regulación endocrina".
Mira aquí el informe de la OMS

¿Cómo podemos minimizar la exposición?
Los juguetes con ftalatos están prohibidos en muchos países. GETTY IMAGES. 
Por un lado es muy difícil saber cual es la composición exacta de los productos que consumimos. En 2015 la Agencia Química Sueca analizó 112 juguetes en el país y halló que el 15% contenían sustancias químicas prohibidas.

En el caso de los productos cosméticos y de higiene, los fabricantes no tienen por qué incluir entre los ingredientes la lista completa de compuestos y con frecuencia los ftalatos están "escondidos" detrás de la palabra fragancia.
  • Escoger cremas, detergentes y productos que son libres de fragancia puede ayudar a reducir la exposición a los ftalatos.
  • También priorizar materiales alternativos al plástico, como la madera, al escoger juguetes para los niños.
  • En el caso de los envases de comida priorizar el cristal sobre las latas, que suelen estar forradas con BPA, y los plásticos.
Pero según expertos hay poco que podamos hacer a título individual. Los mayores cambios deben darse a nivel de regulación en la industria, para desplazar progresivamente el uso de los compuestos químicos nocivos y buscar alternativas.