viernes, 12 de mayo de 2017

Nuevas evidencias biológicas del Síndrome de Fatiga Crónica y la Sensibilidad Química reavivan la esperanza de los afectados

TUS MEDIOS 12/05/2017

Investigadores españoles se unen a las más recientes líneas de investigación sobre Síndrome de Fatiga CrónicaUna investigación española constata el estado de desnutrición de los afectados por Sensibilidad Química MúltipleLos afectados de Sensibilidad Química Múltiple recibirán reconocimiento a su discapacidad en la Comunidad de Madrid SFC/EM Y SQM, PATOLOGÍAS GRAVES Y DESCONOCIDAS

Investigadores españoles se unen a las más recientes líneas de investigación sobre Síndrome de Fatiga Crónica

Una investigación española constata el estado de desnutrición de los afectados por Sensibilidad Química Múltiple

Los afectados de Sensibilidad Química Múltiple recibirán reconocimiento a su discapacidad en la Comunidad de Madrid

SFC/EM Y SQM, PATOLOGÍAS GRAVES Y DESCONOCIDAS

El Síndrome de Fatiga Crónica-Encefalomielitis Miálgica (SFC/EM) es una enfermedad neuro-endocrino-inmunológica, caracterizada por una intensa fatiga física y cognitiva que no remite tras el reposo y empeora con mínima actividad, hasta el punto de que el 25% de los afectados viven confinados en sus casas o incluso postrados en cama.

La Sensibilidad Química Múltiple (SQM), que puede asociarse al SFC/EM, es un trastorno crónico que causa síntomas en diversos sistemas orgánicos por exposición a bajos niveles de sustancias químicas comunes.

Englobadas por algunos expertos entre los Síndromes de Sensibilización Central, estas enfermedades no tienen cura conocida, son incapacitantes y deterioran gravemente la calidad de vida.

INVESTIGACIONES RECIENTES

La atención científica prestada a estas enfermedades es cada vez mayor, como demuestran recientes estudios que constatan disfunciones orgánicas y auguran posibles tratamientos. Destacamos los más señalados.

Deficiencias metabólicas e inmunológicas

Una esperanzadora línea de investigación, liderada por el oncólogo noruego Øystein Fluge, se centra en el carácter autoinmune del SFC y en posibles tratamientos con quimioterapia. El Rituximab está en fase III de estudio con 152 pacientes y la más asequible ciclofosfamida en fase II con 40 pacientes.

En el Hospital Universitario La Paz de Madrid, los doctores Fernando Montoya y José Casas han constatado la presencia de anticuerpos antiadrenérgicos en pacientes de diversas edades y han utilizado con éxito Rituximab en una adolescente con SFC grave. Su trabajo podría confirmar el origen autoinmune de la enfermedad en al menos un subgrupo de pacientes y abrir nuevas vías terapéuticas.

El catedrático de la Universidad de California Robert K. Naviaux publicó en agosto un estudio pionero, “Deficiencias metabólicas características del síndrome de fatiga crónica”, donde se describen exhaustivamente fallos metabólicos asociados a la enfermedad.

En esta misma línea, el bioquímico Ronald Davis, padre de un afectado severo, ha comprobado experimentalmente en la Universidad de Standford que las células inmunitarias de afectados de SFC/EM se recuperan peor que las de personas sanas. Su investigación fue reseñada el pasado marzo en la revista Nature.

Microbiota y SFC

Revisten especial interés los hallazgos sobre el papel de la microbiota intestinal en el SFC/EM, pudiendo incluso establecerse un perfil de microbioma específico. Cabe destacar el estudio dirigido por el inmunólogo Ian Lipkin en la Universidad de Columbia, con la colaboración de la Dra. Nancy Klimas y otros especialistas en SFC estadounidenses, según el cual las bacterias intestinales inducen cambios en procesos orgánicos, como la producción de vitamina B6. Los resultados se publicaron en enero en la prestigiosa revista Microbiome.

En España está en marcha otro estudio similar, a cargo de la microbióloga Rosa del Campo, del Instituto Ramón y Cajal de Investigación Sanitaria (IRYCIS), en colaboración con el Hospital de La Paz y SFC-SQM Madrid. El objetivo es analizar la composición de la microbiota en afectados de SFC y compararla con la de personas sanas expuestas a las mismas condiciones ambientales.

Otras investigaciones en curso

Por otra parte, en la Universidad Católica de Valencia, con la colaboración de las universidades de Oxford (Reino Unido) y Nova Southeastern (EE.UU.) y financiación de la Fundación Ramsay, se lleva a cabo una investigación que busca biomarcadores para el diagnóstico de la encefalomielitis miálgica.

Entre las tesis doctorales en marcha en España, destacamos el trabajo de Susana García e Irene Rodríguez, profesoras de la Escuela Universitaria de Fisioterapia de la ONCE (Universidad Autónoma de Madrid), que plantean una prueba de esfuerzo más efectiva y menos traumática para afectados graves de SFC y analizan el impacto social de las enfermedades de sensibilización central. 

También el “Estudio cerebral (morfometría y tractografía) mediante Resonancia Magnética Funcional en pacientes con Encefalomielitis Miálgica”, que desarrolla Iñigo Murga en el Departamento de Neurociencia de la Universidad del País Vasco.

Nuevos hallazgos sobre SQM

Respecto a la SQM, en la Universidad de Kumamoto (Japón), una investigación ha hallado niveles de metabolitos alterados, lo que abre posibilidades para la búsqueda de un biomarcador y quizás tratamiento.

Especialmente relevante ha sido el estudio clínico “Sensibilidad química múltiple: caracterización genotípica, estado nutricional y calidad de vida de 52 pacientes”, realizado por el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados IMDEA-Alimentación. Un elevado porcentaje de afectados presentó un estado nutricional anormal, además de masa y fuerza muscular disminuidas, que ocasionan una pésima calidad de vida, comparable a la de enfermos de cáncer.

"Las farmacéuticas no investigan en nuevos antibióticos, les sale más rentable invertir en males crónicos"

  • La Organización Mundial de la Salud, la Comisión Europea y el G20 llevan años alertando de la necesidad de desarrollar nuevos antibióticos
  • Según un reciente informe, "nos enfrentamos a un fallo de mercado que puede derivar en un grave problema de salud pública"
  • "No es nuevo, ni pasa solo con los antibióticos, pasó lo mismo con la hepatitis C o con los tratamientos para el VIH pediátrico que sufren los países empobrecidos", dice una de las autoras del estudio
Teguayco Pinto
Elena Villanueva, analista asociada del ISGlobal  
La resistencia antimicrobiana es uno de los grandes problemas sanitarios que afronta la humanidad. Cada vez se detectan más superbacterias capaces de vencer a los antibióticos disponibles y, si la resistencia continúa creciendo al ritmo actual, en el año 2050 morirán por infecciones bacterianas unos 10 millones de personas al año, lo que además conllevará un coste económico global que superará los 100.000 millones de dólares.

El mal uso que hacemos de los antibióticos es una parte fundamental del problema, pero también lo es la falta de innovación en ese sector. El problema es de tal magnitud que organismos e instituciones de todo el mundo han comenzado a cuestionarse la viabilidad del actual mercado farmacéutico, cuyo modelo de innovación está "agotado", según un informe publicado hoy por el Instituto de Salud Global. Hablamos sobre la necesidad de modificar este modelo con una de las autoras de este informe, analista asociada del ISGlobal, Elena Villanueva.

¿Por qué es tan importante la resistencia antimicrobiana?

Esencialmente porque los niveles de mortalidad que se están alcanzando son muy grandes, pero lo más grave no es tanto la situación actual, que también lo es, sino el crecimiento exponencial. Hay informes que indican que de aquí a 2050 puede convertirse en la primera causa de mortalidad, por encima incluso del cáncer. Además, no contamos con tratamientos para muchas de las bacterias que se están haciendo muy resistentes.

¿A qué se debe esa carencia?

Entre los motivos del aumento de la resistencia de las bacterias está el mal uso que se está haciendo de los antibióticos disponibles en la actualidad, pero también hay que destacar un hecho que a veces pasa desapercibido y es que en los últimos años apenas han llegado al mercado nuevos antibióticos. Desde 1970 solo se han desarrollado dos nuevos tratamientos antibióticos, que además no sirven para las bacterias más resistentes.

¿Por qué no se han desarrollado nuevos antibióticos?

No se puede perder de vista la complejidad que supone desarrollar nuevos antibióticos, que es una parte importante del problema. Pero también hay que destacar que, tal y como funciona el sistema en la actualidad, no hay un incentivo económico para que las farmacéuticas investiguen en nuevos antibióticos.

Cabría esperar que el desarrollo de nuevos medicamentos para una enfermedad intratable sería un buen negocio. ¿Cuál es el problema?

En primer lugar el tratamiento con antibióticos suele ser de una duración muy corta, de en torno a una semana o 10 días dependiendo del antibiótico, y a las farmacéuticas les resulta muchísimo más rentable invertir en enfermedades crónicas. Por otro lado, como hay un problema de multirresistencia, un nuevo tratamiento antibiótico solo se utilizará cuando el anterior deje de hacer efecto.

Pero en el informe se dice que los beneficios de los antibióticos son de unos 40.000 millones de dólares. ¿No es incentivo suficiente?

A pesar de que esa cifra pueda parecer alta, es muy pequeña en comparación con los beneficios astronómicos que provienen de la venta de productos para otro tipo de enfermedades. Hay que tener en cuenta que esta cantidad es similar a la que corresponde a la venta de un único producto farmacológico contra el cáncer y piensa en la cantidad de tipos de cáncer que hay. Al final, mientras el sistema siga priorizando la investigación en base al retorno económico, el sector farmacéutico investigará solo aquello que le resulte más rentable.

¿Es eso a lo que el informe llama "fallo del mercado farmacéutico"?

Sí, y no es nuevo, ni solo pasa con los antibióticos, pasó lo mismo con la hepatitis C o con los tratamientos para el VIH pediátrico que sufren los países empobrecidos, son ejemplos que nos encontramos y nos damos cuenta de que el mercado nos falla. También el problema del precio se da cada vez más en el caso del cáncer, donde los tratamientos que son efectivos son cada vez más caros y obligan a los gobiernos a tener que elegir. Pero en este caso el problema no es que sean caros, sino que ni siquiera los tenemos.

¿Y cuál es la alternativa?

Nosotros planteamos la necesidad de liderazgo de las instituciones públicas, de forma que si el sector privado no nos provee de unos medicamentos que necesitamos, sea el sector público el busque alternativas. Por ejemplo, en Inglaterra se ha planteado la creación de un fondo para la investigación y desarrollo de nuevos antibióticos al que tengan que contribuir tanto los países como las farmacéuticas.

¿Pero el sector privado también podrá recurrir a esos fondos?

Por ahora no hemos avanzado lo suficiente como para responder a esa pregunta, pero la idea sería que la investigación se mantuviera en poder público, independientemente de quién la llevase a cabo. Al final, si es el sector privado quien la hace, se le pagará por el producto conseguido, pero serán las instituciones públicas las que mantengan la capacidad regulatoria sobre ese producto y las que decidirán los precios. Si es así, puede funcionar, pero si lo que hacemos es dar subsidios a las empresas no estaremos resolviendo nada, salvo eliminar el riesgo que supone la inversión en investigación, y eso solo es un parche.

¿Ya hay alguna iniciativa en este sentido?

Sí, una de las iniciativas que ha puesto en marcha la OMS ha sido ofrecer una cantidad variable de millones de euros al laboratorio que desarrolle un nuevo antibiótico o, al menos, una innovación que nos permita avanzar en la buena dirección. Se le paga una compensación económica acorde con el riesgo, pero los que tienen finalmente el poder y la capacidad de gestionar el producto son los gobiernos.

¿Crees que una farmacéutica va a desarrollar un producto que no puede gestionar?

A lo mejor lo que tenemos que hacer es cambiar esa mentalidad de obtener unos beneficios astronómicos de las ventas. Porque se supone que su modelo de negocio está basado en la innovación y el riesgo, pero lo que estamos viendo es que la mayoría de sus ingresos vienen por las ventas y no por el descubrimiento en sí. Eso es perjudicial porque genera un sistema perverso, en el que los incentivos no son obtener un beneficio para la sociedad, sino en vender más y a mayor precio y no hay que olvidar que no estamos hablando de vender galletas, sino medicamentos.

¿Cree que será posible un cambio así?

No hablamos de cambiar el sistema de la noche a la mañana, pero somos optimistas. Parece que empieza a haber movimiento a nivel político y se empieza a hablar de desligar el coste de la investigación del precio final del medicamento y de explorar nuevos modelos que nos hagan acabar con la dependencia de los intereses económicos de las farmacéuticas. Ha habido mucha concienciación ciudadana y política sobre el hecho de que estamos ante un problema real. Hace unos años estos problemas se consideraban puntuales y se creía que el sistema de innovación funcionaba bien y ahora parece que todos coincidimos en que no funciona y esto es un gran avance.