De hecho, son varios los estudios que
relacionan estos agentes con una serie de enfermedades:
sensibilización central, neurodegenerativas, autoinmunes,
endocrinas, cardiovasculares, metabólicas, cáncer, asma, TDAH,
autismo, esterilidad ... Tanto es así que en 2013 la Agencia
Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC) y la
Organización Mundial de la Salud (OMS), alertaron que "el 95%
de los casos de cáncer, 70% de los accidentes cardiovasculares, el
80% de las enfermedades coronarias, el 90% de las enfermedades
neurodegenerativas y el 80% de la diabetes mellitus tipo 2 son
provocados por agentes tóxicos contaminantes. Y por lo tanto, dos de
cada tres casos se podrían evitar.
En este sentido, Padma Solanas Noguera,
del Centro de Medicina Biológica en Barcelona, explica que "estamos
observando una creciente prevalencia de las enfermedades crónicas
multisistémicas, que también son más precoces, como la
sensibilidad química múltiple, el síndrome de fatiga crónica, la
fibromialgia o electrohipersensibilidad, enfermedades que afectan a
más del 5% de la población, o enfermedades cardiovasculares,
síndromes metabólicos, enfermedades neurodegenerativas,
enfermedades autoinmunes, cáncer, alergias, etc".
Lo más significativo para Carmen Ruiz,
sin embargo, es que "los factores medioambientales (los
contaminantes químicos, agentes biológicos infecciosos y los campos
electromagnéticos naturales o artificiales) debilitan, desencadenan
o agravan los mecanismos fisiopatológicos. La solución a esto pasa
en parte, según Ruiz, por "un cambio de las prioridades desde
la actual medicina enfocada a tratar los síntomas, hacia una
medicina dirigida a tratar las causas, poniendo el foco en la
prevención, precaución y mejora en la detección precoz y en el
diagnóstico de estas enfermedades crónicas y medioambientales. Y
aquí es fundamental el papel del médico/a de familia, como puerta
de entrada a sistema de salud".
Ambas doctoras consideran
imprescindible que "mientras las políticas sanitarias y los
científicos se ponen de acuerdo, surge la necesidad de una actuación
clínica que genere prevención primaria y secundaria de salud frente
a los factores etiológicos menos conocidos. No se trata de renunciar
al confort y a las nuevas tecnologías, sino de promover su uso
consciente para evitar la aparición de enfermedades en nosotros y en
las generaciones futuras”.
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