lunes, 15 de enero de 2018

Phonegate y la seguridad electromagnética

Diversas marcas de móviles han sido acusadas de manipular las pruebas de seguridad 
de sus dispositivos.  
El escándalo Phonegate nos da pie para interrogarnos sobre el tema de la seguridad electromagnética. ¿Es la tasa de emisión SAR una medida fiable para descartar posibles efectos en la salud?

CARLOS ÁLVAREZ BERLANA PUBLICADO 2018-01-13

En los últimos meses hemos asistido al llamado caso "Phonegate", a través del cual hemos podido saber que las compañías de teléfonos móviles, con el beneplácito de las autoridades de seguridad electromagnética, han estado haciendo trampas para pasar las pruebas de seguridad de sus dispositivos.

Según datos desvelados tras requerimiento judicial, conseguido por el médico francés Marc Arazi, muchos aparatos han estado pasando las pruebas a distancias de entre 1,5 y 2,5 centímetros, y el 89% de móviles testados entre 2011 y 2015 por la Agencia Nacional de Frecuencias francesa (ANFR) superaban los límites de emisión según la tasa SAR en las posiciones de contacto. Quiere esto decir que muchas personas cuando llevan el móvil en el bolsillo o hablan con él pegado a la oreja están recibiendo más radiación que la marcada por la normativa.

El escándalo Phonegate nos da pie para interrogarnos sobre el tema de la seguridad electromagnética. ¿Es la tasa de emisión SAR una medida fiable para descartar posibles efectos en la salud? ¿Es la SAR fijada por la normativa europea de 2 W/Kg un límite suficiente que garantice la seguridad? Hemos de contestar que hay al menos una parte de la comunidad científica que está diciendo que no, que la SAR no es una medida fiable sobre posibles efectos biológicos causados por la radiación del teléfono móvil y que 2 W/Kg es insuficiente puesto que hay investigaciones científicas que están encontrando efectos negativos muy por debajo de ese nivel.

Cabe interrogarse con un poco más de profundidad por ese factor ambiental que no se ve y que no se huele, pero que cada día está más presente en nuestro entorno, la catalogada como contaminación electromagnética. ¿Son los actuales niveles de radiación electromagnética artificial, que superan en cientos de miles de veces los niveles de radiación natural, un peligro para la salud? Otra vez hemos de contestar que hay una cantidad importante de expertos en bioelectromagnétismo que están diciendo que nos vamos a encontrar con cada vez más problemas de salud relacionados con este nuevo elemento medioambiental.

La siguiente pregunta es: ¿están velando adecuadamente por la salud las organizaciones y autoridades de seguridad electromagnética? De nuevo y otra vez apelando a opiniones científicas tenemos que responder que no. Los niveles en nuestro país y otros europeos que siguen las recomendaciones de la Comisión Internacional sobre Protección Frente a Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP) –reconocida por la Organización Mundial de la Salud– según comisiones y comités científicos son excesivos y no protegen frente a múltiples efectos a corto, medio y largo plazo en la salud de las personas.

¿Por qué la ICNIRP y la OMS mantienen la recomendación de unos límites de seguridad por debajo de los cuales hay multitud de investigaciones que demuestran efectos adversos en la salud? Para responder a esta pregunta tenemos que tener presente los conflictos de intereses y el poder del lobbie de las telecomunicaciones. La práctica totalidad de investigadores de la ICNIRP han sido financiados por la industria de tele comunicaciones, y el Proyecto Campos electromagnéticos de la OMS ha sido reiteradamente denunciado por financiación ilegal, conflictos de interés y excesiva cercanía a la industria de las telecomunicaciones.

En el pasado hemos tenido ejemplos de como la industria del tabaco durante décadas ha escondido o sembrado dudas acerca de los riesgos de su producto. Es una cuestión a debate la influencia de los lobbies en las reglamentaciones y en la información que llega a los consumidores. En el tema de la seguridad electromagnética nos encontramos, además, con una sociedad que en su conjunto ha abrazado de manera acrítica unas tecnologías sin preguntarse por sus posibles riesgos.

Hay voces que están diciendo que las tecnologías de la información aplicadas en la enseñanza tienen contraindicaciones pedagógicas y que cuando se basan en alternativas inalámbricas, como el wifi, tienen impacto en la salud, en la conducta y en las capacidades cognitivas de los niños. Hay motivos para estar inquietos por el creciente aumento de cáncer y trastornos de la conducta infantil que hay investigaciones que relacionan con la contaminación electromagnética. Sin embargo, un modelo de desarrollo tecnológico que deja de lado las opciones mas seguras como la conexión por cable se está imponiendo a criterios que deberían ser básicos como la salud y el medioambiente.