miércoles, 23 de mayo de 2018

Carme Valls: "Un gran error de la medicina es decirle a la mujer lo que tiene que hacer"

DESIGUALDAD MÉDICA DE GÉNERO

 La experta endocrinóloga alerta en su nuevo libro de la escasa investigación en medicina femenina y defiende una sanidad que atienda las diferencias de género en materias de salud
La autora de 'Medio Ambiente y Salud' durante una entrevista.

La debilidad no es un rasgo que define a la mujer, como recogía aquella terrible acepción de la RAE, sino del sistema científico al no intentar estudiar a fondo las diferencias hormonales y fisiológicas entre hombres y mujeres. En el apartado médico, la brecha entre ambos sexos sigue siendo enorme y es reticente a desaparecer. Así lo asegura la experta en endocrinología, Carme Valls Llobet, autora del libro 'Medio Ambiente y Salud. Mujeres y hombres en un mundo de nuevos riesgos', donde aborda esta problemática y ofrece tácticas para escapar de los elementos tóxicos presentes en la vida cotidiana que afectan gravemente a la salud, pero siempre desde una perspectiva de género,ya que como ella advierte numerosas veces, “la mujer es más vulnerable a los químicos".

“Uno de los mayores errores de la medicina es decirle a la mujer lo que tiene que hacer”, sentencia Valls. No es para menos. Un dato más que llamativo es que la mayoría de los estudios científicos hasta la década de los 90 no las incluían a ellas ni tampoco se valoraba si sus resultados afectaban de forma diferente a hombres que a mujeres. El principal problema de esta desigualdad radica en que la ciencia médica ha extrapolado los remedios farmacéuticos destinados al género masculino al femenino, con las graves consecuencias que eso conlleva, como la sobremedicación de los cuerpos de las mujeres, expuestos a dosis excesivas, los peligrosos efectos que tienen las partículas tóxicas suspendidas en el aire por la contaminación, así como las alteraciones en el sistema endocrino por causa de los químicos que contienen los alimentos.
Los anticonceptivos se recetan de forma sistemática y no sirven para regular el ciclo 
PREGUNTA. ¿Qué cuestiones medicas sobre los cuerpos de las mujeres todavía carecen de investigación?  

R. Especialmente, no se han tenido en cuenta las evoluciones de las enfermedades, prevalencias o incidencias. Hay muchas enfermedades que son más prevalentes en los cuerpos de las mujeres que en los hombres. No se ha investigado bien si tenemos los mismos síntomas, si la evolución es la misma y si los tratamientos son igual de adecuados. Se ha extrapolado que lo que va bien para un hombre va bien para una mujer, pero eso no es cierto porque incluso en el metabolismo hepático las enzimas que degradan los medicamentos lo hacen de forma diferente en mujeres y hombres. El problema está en que no existe una ciencia que estudie la diferencia en las facultades de las ciencias de la salud.

P. ¿Cree que existe un grave desconocimiento sobre la menstruación y como esta, así como el resto del ciclo, afectan a los cuerpos y vidas de las mujeres?

R. La información y el conocimiento están, el problema es que se ha considerado un tema menor y poco importante. Mejor disimularla con anticonceptivos que ponernos a estudiar a fondo cómo podríamos regularla de una forma mejor y más clara. Por tanto, falta una buena docencia del manejo del ciclo menstrual que la puedan hacer los médicos de atención primaria, ya que hasta que no tienes un problema muy complejo de la menstruación no se pone especial énfasis en el caso. Hay mucha información, quizás demasiada, lo que pasa es que falta que se haya transformado en docencia médica y práctica asistencial.
Los efectos de la menstruación, como la anemia, se han minimizado y excluido de la comunidad médica
P. ¿Qué efectos depara que la menstruación tenga connotaciones tan negativas de cara a la sociedad como algo que hay que tapar/disimular?

R. La menstruación ha sido tabú desde tiempos antiguos, cuando algunos pueblos primitivos expulsaban a las mujeres fuera de la comunidad cuando tenían la regla y no podían volver hasta que esta acababa. Era como una mancha. Como una exclusión, en aquellos días muchas mujeres incluso no podían tocar alimentos, salsas ni vinos porque decían que se estropeaban, y en el fondo era una forma implícita de humillar a la mujer en una cosa tan fisiológica y real como es el ciclo menstrual, aquel que permite que en algún momento puedan albergar vida. En definitiva, se las excluía de la vida cotidiana. En el apartado de la docencia médica se ha hablado muy poco de la menstruación y se la ha relacionado poco con posibles alteraciones que la mujer pueda tener. Se han minimizado sus efectos secundarios cuando la anemia es consecuencia de una menstruación que pierde más de 80 centímetros cúbicos en el mes. Se minimiza y se excluye a la vez, y es algo que continúa pasando.

P. Marta Parra y Angela Müller son dos arquitectas visionarias que han diseñado paritorios alternativos a los tradicionales con bañeras y muebles personalizados para que las embarazadas se sientan más cómodas. ¿Qué le parecen este tipo de iniciativas y de la visión médica que existe en torno al parto visto como una operación quirúrgica al uso?

R. En los últimos años se ha extendido la necesidad y posibilidad de que no se utilicen estas prácticas tan agresivas propias de una operación quirúrgica. En principio, todo lo que sea humanizar el parto y que no se convierta en un mero acto médico quirúrgico es bueno. Hay una asociación de mujeres españolas llamado El Parto Es Nuestro que tratan de humanizarlo y de que exista un ambiente cálido y afectuoso. El respeto que piden va más allá del trato cariñoso y educado del quirófano. También implica respeto a sus cuerpos, a los recién nacidos y a la fisiología propia del parto.
Muchas intervenciones en el cuerpo de la mujer rayan lo violento. El parto debe humanizarse
P. Se ha hablado de que puede que la mejor postura para dar a luz no sea tumbada boca arriba en una camilla sino que es posible que sea mejor hacerlo en cuclillas, o incluso, bajo el agua ¿que opina sobre esto?

R. Me parece adecuado que podamos utilizar otros métodos. Tampoco obligaría a las mujeres a hacerlo así; quiero decir, uno de los problemas genéricos en la medicina femenina es decirle siempre lo que tiene que hacer. La forma natural de parir mejor es en cuclillas que no estirada, boca arriba y con las piernas separadas. Por tanto, cuando se sigue la forma natural, las mujeres paren en casa o prefieren un parto más humanizado en el hospital dando pie a otras técnicas que no sean del tipo agresivas que antes se utilizaban. Me parece un gran avance.

P. He escuchado el testimonio de mujeres afectadas por infecciones urinarias poscoitales recurrentes que son tratadas sistemáticamente con antibióticos. Además, acuden al médico y reciben la consabida frase de "no se puede hacer nada" como respuesta. ¿Cree que es consecuencia de la falta de investigación?

R. Es complejo lo que preguntas. Ahora se han comenzado a crear asociaciones para luchar contra esta violencia, porque se ha demostrado que hay muchas intervenciones en el cuerpo de las mujeres que ya rayan lo violento. En el tema infecciones, hay que investigar más porque es muy fácil decir: “Esto viene de aquí”, pero no se atiende a cómo está de defensas o qué relación tiene con su sistema hormonal… La respuesta rápida para esta pregunta compleja es que sí, sin duda alguna, falta más investigación.
No habrá una píldora anticonceptiva masculina, y si la pudiera haber, nadie estaría por la labor de sacarla adelante
P. ¿Las mujeres están sobremedicadas porque las dosis de los medicamentos están pensadas para los cuerpos masculinos?

R. Definitivamente sí, porque el hígado de la mujer metaboliza de forma diferente los medicamentos. Muchas veces no se necesita la misma dosis. Con solo la mitad de una dosis normal haríamos el mismo efecto. En cambio, a la mujer se le aplican más dosis, lo que provoca que esté sobremedicada. Habría que tener en cuenta estas diferencias para tratarlas adecuadamente.

P. ¿Cree que las sustancias tóxicas localizadas en los alimentos, en especial la comida basura, afectan muchísimo más a las mujeres que a los hombres?

R. Sí, sobre todo los insecticidas solubles en grasas. Dado que el cuerpo de la mujer contiene un 15% más de materia grasa que el hombre, no porque reporte más casos de obesidad, sino porque tiene que fabricar leche en el momento de parir y alimentar al recién nacido. Ese 15% de materia grasa hace que las sustancias que se disuelven aguanten más tiempo en el cuerpo de la mujer, por lo que es más vulnerable a los tóxicos ambientales.

Además, estos productos ambientales, llamados disruptores endocrinos, alteran el equilibrio hormonal; y el cuerpo de la mujer es muy hormonal, ya que posee ciclo menstrual. Este ciclo, si se le altera, afecta de forma significativa: o bien tiene mucha menstruación, o tiene poca o muchas más alteraciones en el útero o en la mama, consecuencia de la exposición ambiental a tóxicos que no estaban anteriormente en la historia de la humanidad. Empezamos a colocar insecticidas en los alimentos desde 1945. Estas sustancias tóxicas pertenecen a una clase de productos que pueden alterar la función endocrina y hormonal de los cuerpos, sobre todo de las mujeres, ya que los hombres no tienen ciclo.
La pastilla anticonceptiva no regula el ciclo, solo provoca una menstruación que no es real, ya que es una hemorragia de deprivación
P. ¿Para cuándo se extenderá y generalizará el uso de la pastilla anticonceptiva masculina? ¿Por qué hay tanto retraso?

R. Creo que no se aplicará nunca. Es algo totalmente injusto para las mujeres. La mayoría de laboratorios que lo estaban investigando lo han abandonado. ¿Por qué? Primero, porque aunque cualquier intervención para eliminar el número de espermatozoides afecta a las hormonas igualmente que a la mujer, se tiene entendido que los anticonceptivos regulan el ciclo, y es mentira. No regulan nada, provocan una hemorragia de deprivación, quiero decir, que no tienes una menstruación real. Por tanto, lo único que sucede es que alteras las propias hormonas. La mujer lo aceptó al principio para poder decidir los embarazos pero luego se descubrió que afecta a sus propias hormonas. Estoy segura que no habrá una píldora masculina, y si la pudiera haber, nadie estaría por la labor.

P. Las mujeres han estado más expuestas que los hombres a las sustancias tóxicas de los químicos debido a que tradicionalmente se han ocupado de las tareas de limpieza tanto en el trabajo como en casa, así como a los cuidados de los hijos. ¿Cree que esta situación ha comenzado a cambiar y los hombres están más integrados en este tipo de empleos y funciones dentro del seno familiar?

R. Yo diría que ha empezado a cambiar, pero solo entre la franja de jóvenes de los 25 a los 40 años. Todavía hay una resistencia en los más mayores que han sido educados también por madres que no les han dejado realizar ninguna tarea doméstica, por lo que se perpetúan los roles, pero es algo que está empezando a cambiar entre la juventud. Yo creo que sí, no con la rapidez que me gustaría, pero al menos la situación se ha revertido. 
El rol de mujer de la limpieza se ha perpetuado en hijos mayores a los que sus madres no dejaron realizar ninguna tarea doméstica
P. ¿Cómo ve alguien como usted, que ha dedicado años de estudio a las desigualdades de género, esta reciente explosión feminista en la que el problema por fin se ha visibilizado mediáticamente y ha comenzado a salir a las calles?

R. Con una alegría inmensa. Estoy muy contenta de que tantas mujeres hayan decidido no callarse ante las agresiones, sean del tipo que sean, y que todo esto que se mantenía en el más puro silencio se haya podido empezar a hablar. Ha sido un éxito que muchas mujeres sometidas a maltrato físico o psicológico ahora se atrevan a denunciar. Es cierto que todavía hay una gran cantidad de mujeres que siguen muriendo a manos de sus parejas, pero al menos el problema se ha visibilizado y generalizado. El valor de la causa está en ser capaces de decir: “A mí también me ha pasado y no tiene por qué volverme a pasar jamás”. Gracias a esto, las jóvenes se van a sentir menos obligadas a seguir perpetuando estos roles tan dañinos. Es algo que viene de muy atrás, hace 15 años que empezamos a hablar de poder hacer una huelga el 8 de marzo y este año es la primera vez que se ha conseguido a nivel nacional. España ha sido todo un ejemplo por sus índices de seguimiento y se ha extendido al mundo entero. El movimiento se ha contagiado a todos los países, que ya empiezan a reivindicar esta igualdad de derechos, pero a su vez, para que también sean vistas sus diferencias.
La debilidad no es propia de la mujer, sino del sistema científico, el cual no ha estudiado a fondo las diferencias
P. Hasta hace poco una de las acepciones de “mujer” en la RAE era “sexo débil”. Algunos estudios sociológicos sostienen que el dolor en otros momentos de la historia o sociedades no tenía las connotaciones que tiene ahora. Precisamente porque en nuestra sociedad el dolor inhibe la continuidad de la producción, de ahí que se intente paliar y reducirlo a toda costa para que pueda seguir produciendo y se receten analgésicos de forma sistemática. ¿Ve esta relación?

R. No sé si la debilidad se atribuye solo al dolor. Lo del “sexo débil” lo matizo con una pregunta: “¿Qué sexo vive más años?” Para una especie como la nuestra que tiene como único valor la vida, ¿cuál de ambos géneros vive más tiempo? Efectivamente, la mujer, con 8 o 10 años más que los hombres. Por lo tanto, como especie, no somos el sexo débil. Por otro lado, el dolor es un tema muy importante, pero yo lo separaría del concepto de “debilidad”. La mujer tiene más enfermedades crónicas dolorosas que el hombre. Esto es debido a que dispone de más defensas contra las infecciones y esto hace que tenga más tendencia a desarrollar enfermedades autoinmunes, aquellas que producen dolor y cansancio. Son precisamente este tipo de enfermedades las menos estudiadas por la medicina. La debilidad no es de ellas, es del sistema científico, que no ha estudiado a fondo estas diferencias.

P. Ante todo el aluvión de contenidos sobre sanidad en los medios y la sobreexposición de enfermedades como el cáncer, ¿cree que vivimos en una especie de estado de emergencia sociosanitario que ralentiza cualquier intención real de cambio en favor de un miedo que paraliza y que solo atiende a la impresión o la emoción?

R. Creo que los titulares sensacionalistas no ayudan a crear una mejor conciencia de los riesgos. La obesidad, la diabetes, la sensibilidad química múltiple, la fatiga, la fibriomialgia… son consecuencias de exposiciones laborales a tóxicos ambientales. Por tanto, los medios no deberían incurrir al sensacionalismo en enfermedades mortales, sino en aquellas que tengan que ver con la calidad de vida que podemos perder si no tomamos las medidas necesarias para prevenir estas exposiciones a agua, aire y alimentos. Es el momento de conocer los riesgos para poder prevenir, no para asustarnos o bloquearnos. No debemos obsesionarnos con un solo riesgo, mucha gente cree que solo con vigilar la alimentación estás llevando una vida sana; lo que respiras también es parte del problema. Entonces, si tú llevas a cabo una alimentación sobresaliente pero luego sales a la calle y estás en contacto con los hidrocarburos de los coches... Yo utilizo una frase de María Neira, representante asturiana de la OMS en materia de Salud y Medio Ambiente: “Esto puede parecer el Apocalipsis. Vamos a intentar que toda la información de la que disponemos sea una oportunidad para el cambio”.

Eres una histérica

Hace una semana fue el Día Internacional de la Fibromialgia, enfermedad que sufren casi 3 millones de personas en nuestro país; la mayor parte de ellas son mujeres.

Hace una semana fue el Día Internacional de la Fibromialgia, enfermedad que sufren casi 3 millones de personas en nuestro país; la mayor parte de ellas son mujeres.

Una vez más hablamos de enfermedades invisibles. De esas que cuando vas al médico y cuentan los síntomas, te pueden tachar de loca. Eso es lo que le ha pasado a muchas personas cercanas. Sin embargo, aunque muchos miren hacia otro lado y la diagnostiquen como psicológica, la realidad es que las últimas investigaciones a nivel mundial apuntan a que es una enfermedad neuroinmune y puede dañar a todos los sistemas del organismo. Tiene muchas cosas en común con la esclerosis múltiple, como son el dolor y la fatiga crónica. Para esos dos síntomas incapacitantes no hay solución. A día de hoy se ha ido a la luna, se han inventado robots que bien podrían ser personas y móviles de última generación con los que puedes hacer la compra, selfies con modo belleza, reconocimiento facial, etc. Salimos monísimas en las publicaciones de Instagram y quien pueda en un futuro podrá vivir en la luna. Pero como te pille una autoinmune estás bien jodida. Sobre todo porque el dolor es tal que no puedes ni moverte.

También y como en el resto de enfermedades que padecemos sobre todo las mujeres, ha jugado un papel muy importante el sexismo: la fibromialgia era una de las enfermedades que se llamaban histeria hace años, y por las que se ingresaba a las mujeres en manicomios, porque decían, se inventaban los dolores para llamar la atención.

Normalmente como se trata a las pacientes –suelen ser más mujeres- como histéricas se pierde mucho tiempo en el diagnóstico. Con un diazepam o lorazepam te vas a casita y te quedas sopa. Y ya si te quejas mucho te mandan a la unidad del dolor y te hacen adicta a la morfina. 

“Lo que llevo peor, a nivel personal, es la impresión y la minimización de mi problema. Desde pequeña se ha dudado de que a mí me dolerá todo todos los días, llevo escuchando toda la vida palabras y frases como: no seas exagerada, no será para tanto, es imposible que te duela, es imposible que tengas frío, etc”.

Al ser una enfermedad de las invisibles y de origen desconocido y sin tratamiento, se mira a las que la padecen como si de cuentistas se tratara. Locas, histéricas, mentirosas, quejicas. Imaginen que padecen unos dolores insoportables y además tienen que cargar con la mochila de la incomprensión. Porque debe ser que a la gente le encanta quejarse y pasar la mitad de su vida de médico en médico, gastando dinero incluso en especialistas u otro tipos de medicina que no están costeadas por la seguridad social.

“Además, cuando hablas con alguien que no lo conoce o no la tiene, lo más habitual es que te tenga lástima el primer minuto, pero luego en seguida te dice: a mi también me duele *inserte parte del cuerpo*. La fibromialgia tiene también una parte que afecta al plano cognitivo y cuando se lo he intentado explicar a algunas personas, la respuesta es: a mí también me pasa, eso no es por la fibromialgia, a ver si yo también voy a tenerlo ja-ja-ja. Te puedes imaginar la gracia que hace, no?”

Obviamente con esta situación y este panorama tan desolador, muchas de las que la padecen terminan teniendo también depresión. Con un poquito de empatía se puede entender, ¿no creen? Y al final es la pescadilla que se muerde la cola: “¿Ves?, la Conchi estaba loca, era todo cuentitis”. La ignorancia que vivimos nos lleva a rechazar y marginar realidades dolorosas. Esa misma ignorancia y desconfianza es la que hace que el 92,7 % de quienes tienen fibromialgia son mujeres en riesgo de exclusión social. ¿Dónde están las administraciones? Espero que alguien pueda responder a esta pregunta.

“Cuando tienes fibromialgia, aunque no quieras, tienes que cambiar ciertos aspectos de tu vida, no forzar tanto el cuerpo, y hay gente que no lo entiende, que no es capaz de, aunque sea andar más despacio. Por supuesto que hay gente que sí, está claro, pero la rabia viene de haberme encontrado con demasiada gente que no tiene en cuenta tu problemática incluso aunque se lo digas”.

Sobra decir que la mayoría de especialistas y médicos quieren ayudar al paciente pero se sienten impotentes por falta de tiempo en las consultas (5 minutos en Andalucía) y recursos para atenderlos de una forma multidisciplinar.

Una vez más todo vuelve a pasar por lo mismo. La solución pasa por tener voluntad política para invertir en investigación y formación de médicos expertos en este tipo de unidades multidisciplinares.

“Al final es mucho peor la parte emocional y mental que la física, el dolor lo llevas de serie y más o menos te acostumbras”.

*Los entrecomillados pertenecen a una mujer que tiene fibriomialgia y que ha tenido la valentía de compartir conmigo su experiencia