miércoles, 29 de enero de 2014

Lucha contra gigantes invisibles

J. J. SÁNCHEZ / PALMA DEL RÍO Día 27/01/2014
  • Una joven pide ayuda para tratar su Síndrome de Intolerancia Química. Vive en Tarifa huyendo de plaguicidas
J.J.SÁNCHEZ
Desde hace más de un año, la joven palmeña Celia Cano debe vivir en una burbuja, aislada de todo tipo de productos químicos y de cualquier tipo de aparato eléctrico. Su madre, Blanca Gallego, explica que todo empezó un día que volvió enferma del instituto diciendo que no podía soportar los olores, este es uno de los primeros síntomas con el que se manifiesta el «Síndrome de Intolerancia Química Múltiple», también conocido como «enfermedad ambiental», un trastorno que provoca respuestas anómalas frente a numerosos agentes químicos sintéticos, así como a las ondas electromagnéticas.

En el caso de Celia, exponerse a cualquier producto químico presente en nuestra vida cotidiana, como detergentes, suavizantes, ambientadores, colonias, pinturas o insecticidas le supone intensos dolores de cabeza, nauseas y una extrema debilidad. Además, su alimentación debe ser a base de productos ecológicos, beber agua embotellada en cristal y tampoco puede acercarse a un teléfono móvil, televisor, ordenador, wi-fi o cables.

Por ello vive encerrada en una burbuja de 70 metros cuadrados, en un piso en Tarifa en una cuarta planta, porque según su madre, a esa altura, las ondas electromagnéticas son más débiles. Las pocas veces que la joven sale a la calle debe protegerse con una mascarilla y ser llevada en silla de ruedas. Este trastorno, tanto por su origen como por sus características, es objeto de intensa controversia, hasta el punto de que la Organización Mundial para la Salud no lo reconoce como enfermedad, mientras que algunos países sí, como por ejemplo, Alemania o Japón. Blanca asegura que el estado no reconoce esta afección para no tener que hacer frente a los gastos del tratamiento: «Los costes de los tratamientos son astrónomicos y el seguro no cubre nada.

Para hacer una simple analítica, las muestras deben ser enviadas a Inglaterra, lo que lo encarece bastante», suscribe. También debe someterse a un tratamiento especial para alimentarse y el único sitio donde puede ser tratada es en la Fundación Alborada de Madrid, con viajes constantes.

La madre de Celia es auxiliar de ayuda a domicilio y tiene «una pequeña nómina» que no le da para cubrir todos estos gastos, por lo que decidió solicitar el apoyo de todos los palmeños y ha repartido huchas en diversos establecimientos para conseguir ayuda. El próximo tratamiento cuesta miles de euros, pero sus vecinos han respondido a la llamada y ha conseguido reunir más de 1.800 euros.

Sin embargo, ella no se rinde y sigue luchando por su hija. Asegura que no ve a corto plazo una curación para su hija, pues esta enfermedad parece ser crónica, pero al menos sí que pueda llevar una vida relativamente normal sí se somete a curas. Mientras, ella busca trabajo en Tarifa para estar junto a su hija, que, no puede vivir en Palma por el uso de plaguicidas.

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