Por J. M. Hernández de la Luna
Martes, 12 de Julio de 2011 10:19
Varios son los factores de riesgo que nos podemos encontrar en el consumo de grandes peces, como son el arsénico y los metales pesados. Sin duda, los efectos nocivos del mercurio se encuentran entre los más destacados. Recientemente, el Gobierno ha querido 'tranquilizar' a la población a través de la ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, Leire Pajín, quien ha asegurado que se puede comer pescado azul con total garantía. Unas declaraciones que, sin embargo, son cuanto menos rebatibles.
Según unas recientes declaraciones de la ministra de Sanidad, Política Social e Igualdad, Leire Pajín1, "se puede comer pescado azul con total garantía". El actual Gobierno ha querido tranquilizar a la población a través de la ministra, quien asegura que el beneficio del consumo de pescado azul "está fuera de toda duda y es absolutamente recomendable" y que "no hay motivo para la alarma", además de añadir que los controles de la alimentación en España son "exhaustivos". Afirmaciones que tienen lugar tras la recomendación de la AESAN (Agencia española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) de evitar el consumo de carne de grandes peces (túnidos, pez espada, tiburón,...) por parte de mujeres en edad fértil, embarazadas o en periodo de lactancia. Igualmente, la Agencia aconseja reducir el consumo semanal en niños de 3-12 años a unos 50 gramos semanales, y en torno a los 100 gramos de atún enlatado por semana, ya que la ingesta de los metales pesados acumulados en la grasa de los animales puede afectar a su desarrollo.
Unas declaraciones tranquilizadoras en primera instancia pero que, sin embargo, resultan cuanto menos rebatibles cuando se tienen en cuenta estudios recientes sobre la materia. Así, según los resultados obtenidos en un trabajo realizado por científicos españoles y publicado en la revista Environment International2, más de la mitad de los niños en España nacen sobre expuestos al mercurio (metil-mercurio) del pescado, en niveles superiores a los "admisibles" (más concretamente, un 64% de ellos están expuestos a más de 5,8 microgramos por litro de sangre, límite considerado como "seguro" por la EPA de EEUU), teniendo en cuenta que dicho límite es también algo digno de debate.
El estudio se realizó midiendo el contenido de este metal pesado en el cordón umbilical de 1883 mujeres de Valencia (un 68,4% de los niños por encima del límite mencionado), Sabadell (49%), Asturias (75%) y Guipúzcoa(64,7%), llegando a la conclusión de que aquellas que consumían mayor cantidad de pescado de ciertas clases tenían más mercurio en el cordón umbilical (el pez espada y el atún suelen concentrarlo en niveles altos).
El estudio se realizó midiendo el contenido de este metal pesado en el cordón umbilical de 1883 mujeres de Valencia (un 68,4% de los niños por encima del límite mencionado), Sabadell (49%), Asturias (75%) y Guipúzcoa(64,7%), llegando a la conclusión de que aquellas que consumían mayor cantidad de pescado de ciertas clases tenían más mercurio en el cordón umbilical (el pez espada y el atún suelen concentrarlo en niveles altos).
A raíz de la publicación de este estudio se recuerda ahora cómo en 2008 la Comisión Europea recomendó que las mujeres embarazadas, con posibilidad de estar embarazadas o lactantes redujeran a menos de 100 gramos la ración semanal de consumo de grandes peces, excluyendo el consumo de cualquier otro pescado durante este periodo y limitando a dos veces por semana el consumo del atún. Petición que pone en tela de juicio las palabras de la ministra.
Otro reciente estudio, elaborado por el Instituto de Salud Carlos III3, revela un dato preocupante, al comparar los niveles de mercurio de los españoles con respecto a los habitantes de otros países. Así, los niveles de concentración en nuestro organismo es diez veces superior al de los alemanes.
Riesgos del mercurio
Varios son los factores de riesgo que nos podemos encontrar en el consumo de grandes peces, como son el arsénico y los metales pesados. Sin duda, los efectos nocivos del mercurio se encuentran entre los más destacados. Cuando hablamos de mercurio hablamos de un metal pesado muy persistente en el medio y que, tras una serie de reacciones, puede integrarse en las cadenas alimentarias (como metil-mercurio)3. Por ejemplo, tras ser vertido al mar desde centrales térmicas de calor o la industria del cloro. Las criaturas que habitan los distintos ecosistemas marinos, empezando por las más pequeñas, son susceptibles de quedar intoxicadas por estos materiales. Así, siguiendo la cadena trófica, mediante un proceso de bioconcentración, cuanto mayor sea el depredador, mayores cantidades de mercurio habrá acumulado en su organismo. De este modo, aquellas especies que se encuentran en la cúspide de la pirámide alimenticia (en nuestro caso, tiburones, peces espada, túnidos,...) son las más sensibles a almacenar metales pesados. Hay que tener en cuenta, además, la longevidad de estos animales, circunstancia por la cual acumulan un mayor número de tóxicos con el paso del tiempo. Dentro de los daños achacables a la fatídica acción que el mercurio tiene sobre el ser humano caben resaltar los efectos perjudiciales sobre los fetos, los recién nacidos y los niños (retraso en el desarrollo, daños en el desarrollo cerebral), así como posibles efectos sobre riesgos cardíacos en adultos, daños en los sistemas inmunológico y reproductivo. Asimismo, se han realizado investigaciones que lo vinculan al autismo, la diabetes o el Alzheimer. De igual forma, existen fuertes evidencias científicas acerca de otros daños relacionados con el mercurio4.
Antecedentes
No es la primera vez que las autoridades gubernamentales le quitan ‘mercurio’ al asunto o desvían la atención, situación ésta que no hace si no encubrir lo que es un factor de riesgo para la sociedad.
Según publicaba recientemente un medio de comunicación de ámbito nacional5, un informe oficial de diciembre de 2003, elaborado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO), halló altas concentraciones de mercurio en peces espada y tiburones en muestras recogidas en especies de los océanos Atlántico e Índico. Sin embargo, dicho informe se calificó y no se hizo público. Tras más de tres años de litigio (2006-2009), la Audiencia Nacional le dio acceso al texto a la organización ecologista Océana, quien no lo recibió al completo hasta hace unos meses. El informe recogía los análisis sobre contaminantes realizados en más de 90 especies marinas de interés comercial. Pero en un anexo confidencial se ofrecía un dato alarmante sobre los niveles de sustancias tóxicas encontradas en tres especies. Así, el 62,5% de las muestras tomadas en marrajos superaba el nivel ‘seguro’ de mercurio. En el pez espada la tasa que superaba dicho límite se establecía en el 54,2% y el 79% excedían el límite de cadmio. Finalmente, en la tintorera, el dato porcentual referente al exceso de mercurio se establecía en un 50%. Datos que se quisieron ocultar, acaso por el posible prejuicio que podrían tener sobre el sector pesquero.
Otro caso digno de mención es el referente a la directiva de la Unión Europea de 1996 que establecía que, a partir de 2007, industrias como la coloroalcalina (dicha industria emplea celdas de mercurio para la producción del cloro necesario en la fabricación de los plásticos) dejasen de utilizar mercurio en sus procesos. El Ministerio de Medio Ambiente llegó a un acuerdo con las empresas para que el año en el que se materializase tal prohibición fuese en 2020. Un acuerdo totalmente ‘lógico’, y eso en caso de que al final se cumpla6.
Responsabilidad individual
Así, dejando al margen las actuaciones que el Gobierno considere oportunas en beneficio de la sociedad, se ha de apelar a la responsabilidad individual para poder evitar, en la manera de lo posible, males futuros. El programa Ribepeix7, realizado por científicos catalanes con el apoyo de la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria, permite evaluar los riesgos de cada especie comercial de peces y mariscos, su contenido en mercurio y otros contaminantes, y establecer unos máximos de consumo en función de una serie de parámetros. Sin llegar a la paranoia, podemos asumir un consumo responsable de aquellas especies potencialmente más peligrosas por suponer una amenaza para la salud humana dados sus niveles de concentración de tóxicos y no vivir ciegos frente a la realidad que nos rodea.
- Reuters
- 5 Necrosis tubular aguda, problemas de comportamiento, bronquitis aguda, parálisis cerebral, deterioro cognitivo (incluye problemas de aprendizaje, problemas de memoria y disminución de la capacidad de atención) / Retraso Mental / Retraso en el desarrollo, dermatitis de contacto, disminución en la coordinación, pérdida de audición, enfermedad de Minamata, neuropatía periférica, neumonitis (hipersensibilidad), trastornos psiquiátricos (desorientación, alucinaciones, psicosis, delirios, paranoias, ansiedad / depresión, labilidad emocional, cambios de humor, euforia), convulsiones, y espasticidad. Existe buena evidencia de: alteración de la proporción de sexos, anemia (incluyendo anemia hemolítica), anemia aplásica, anticuerpos de autoinmunidad, enfermedad renal crónica, malformaciones congénitas , enfermedad coronaria arterial , enfermedad vascular periférica, aterosclerosis, disminución de la visión (incluye la ceguera, la retinopatía, neuropatía óptica), retraso en el crecimiento, fetotoxicidad (abortos , muertes fetales), glomerulonefritis, inmunosupresión, bajo peso al nacer, trastornos menstruales (sangrado anormal, ciclos cortos, largos ciclos, ciclos irregulares, períodos menstruales dolorosos), defectos del tubo neural / malformaciones del SNC, neumonía, y edema pulmonar. Con una base algo más limitada de evidencia: enfermedad de Lou Gehrig, tumor cerebral, disfunción eréctil, alteraciones hormonales , hipertensión, infarto de miocardio, síndrome nefrótico, neurostenia, fibrosis pulmonar, reducción de la fertilidad en la mujer u el hombre, cáncer de riñón, esclerodermia y trastornos tiroideos (como el hipotiroidismo). (Datos procedentes de the Collaborative on Health and the Environment). Fuente: FODESAM
Foto: Pez Espada en la Lonja de Vigo - José Antonio Gil Martínez