lunes, 6 de febrero de 2017

La contaminación puertas adentro

EL INCÓMODO VERDE
Lun, 6 Feb 2017

Según los informes de los expertos en salud pública y contaminación actualmente en nuestra sociedad utilizamos más de 100.000 sustancias químicas creadas en laboratorio de las que al menos un 10% son de carácter tóxico, tanto para el medio ambiente como para la salud de las personas. Y lo peor de todo es que buena parte de estas sustancias están presentes en productos que utilizamos o consumimos a diario en nuestro entorno doméstico.

Como consecuencia la calidad del aire en el interior de nuestras viviendas se ve sometida a la contaminación generada por los compuestos químicos sintéticos y las sustancias volátiles que desprenden muchos productos de uso cotidiano, como los plásticos de los muebles, los revestimientos sintéticos, las pinturas de las paredes, los barnices de los muebles o los productos de limpieza o de higiene personal, entre muchos otros.

En la mayoría de las ocasiones, los efectos sobre nuestra salud de estas sustancias, no suelen ir más allá de alergias, dolores de cabeza y otras molestias menores del organismo. Pero hay personas especialmente sensibles a las que el exceso de la carga tóxica con la que convivimos a diario puede generar enfermedades de severas a muy graves para las que, en algunas ocasiones, la medicina ni tan siquiera tiene una respuesta efectiva: son los enfermos de síndrome de sensibilidad química múltiple (SQM).

Los médicos que llevan años estudiándola definen la SQM como una enfermedad crónica e incurable, con un crecimiento exponencial en nuestra sociedad y que se manifiesta por todo un conjunto de síntomas que una persona sensible desarrolla en el contacto cotidiano con tóxicos ambientales a dosis que para la gran mayoría de personas resultan inocuos.

Las dolencias más comunes suelen ser conjuntivitis, dermatitis o sinusitis pero también pueden acabar afectando al sistema nervioso central y generar migrañas, trastornos del sueño, pérdida de concentración, fatiga crónica o incluso derivar en afecciones mucho más severas que reducen notablemente la calidad de vida de los afectados.

La lista de productos que contienen compuestos químicos sintéticos potencialmente tóxicos incluye pegamentos y adhesivos, geles, champús, jabones, perfumes, cosméticos, pinturas, detergentes, blanqueadores, abrillantadores, quitamanchas, reparadores de muebles, ambientadores, insecticidas, barnices, ceras: incluso la ropa que guardamos en nuestros armarios puede contener tóxicos en su composición que podemos acabar incorporando a nuestro propio organismo para ir acumulándolas hasta llegar a un límite en el que se manifiesta el SQM.

La producción global de sustancias químicas sintéticas se ha multiplicado de manera exagerada en los últimos años, pasando del millón de toneladas que se elaboraban en los años 80 hasta los cerca de 500 millones que se fabrican actualmente, de las que en la mayor parte de los casos no se tiene ninguna información respecto a su grado de peligrosidad para nuestra salud al exponernos a ellas en solitario o al coctel que forman en su conjunto.

Los expertos en este tipo de contaminación exigen unas medidas de prevención que vayan más allá del actual reglamento europeo REACH (cuyas siglas significan registro, evaluación y autorización de sustancias químicas) y habilitar nuevas medidas de control para reducir la presencia de sustancias tóxicas en productos de gran consumo. Pero también es necesario que los consumidores apliquemos el principio de precaución practicando un consumo mucho más responsable y evitando el uso indiscriminado de productos con sustancias tóxicas para nuestra salud y la del medio ambiente.

Por último, es urgente proteger los derechos de los enfermos de SQM reconociendo este síndrome como enfermedad y promoviendo avances médicos en su tratamiento, así como activando un protocolo de alerta para educar a la población en la prevención del riesgo y detener el inquietante aumento que está experimentando entre la población.

Pixabay

Dolores Raigón: “La alimentación ecológica es mejor, ofrece más nutrientes”

Por Miguel Jara 6 de febrero de 2017

¿Qué es mejor, alimentarse con productos convencionales o ecológicos? ¿Qué dice la Ciencia? Hemos entrevistado a Mª Dolores Raigón para saberlo. Ella es Doctora en Ingeniería agrónoma por la Universidad Politécnica de Valencia, catedrática de química agrícola y presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. Raigón lleva años investigando diferentes alimentos y ha documentado que la alimentación ecológica es mejor pues ofrece más y mejores nutrientes (y muchas cosas más). Leed.

-María Dolores, ¿hasta qué punto la alimentación convencional hoy se ha convertido en un problema de salud pública?

Es algo que está en la línea de muchos profesionales de la salud pero encontrar la relación entre causa y efecto es difícil.

Imagino que las instituciones sanitarias en sus estadísticas cuentan con los datos sobre las incidencias de sustancias fitosanitarias, concentraciones de nitratos, reacciones alérgicas y otras cuestiones relacionadas con los alimentos de producción convencional.

Los efectos sobre la salud han sido ampliamente descritos. Estas sustancias se comportan como disruptores hormonales, originan malformaciones en los fetos y dañan las células dando lugar a un número importante de cánceres. Pero para que las instituciones lo reconozcan como un problema de salud pública, todavía hay un gran recorrido por hacer.

-¿Cómo explicaría de manera sencilla lo que es la alimentación ecológica?

La alimentación ecológica es la que está basada en alimentos ecológicos, orgánicos o biológicos (porque significa lo mismo) y que se producen con técnicas en las que no se pueden emplear sustancias químicas de síntesis, ni semillas genéticamente modificadas y donde se respetan los ciclos de vida y el bienestar animal.

Es decir, unas técnicas que combinan las mejores prácticas ambientales, con incremento de la biodiversidad y preservando los recursos naturales, entre otros requisitos.

Estas técnicas se recogen en el Reglamento (CE) número 834/2007 del Consejo sobre producción, control y etiquetado de los productos ecológicos y son de obligado cumplimiento para poder ser identificados, mediante el distintivo de control que verifica el alimento con el criterio de calidad certificada ecológica.

Hoy sabemos que estas características se cumplen con la definición de alimento ecológico.

-¿La alimentación ecológica es mejor, en el amplio sentido del concepto, que la convencional?

Cuando hablamos de agricultura ecológica, tenemos que referirnos a sus principales objetivos, entre los que destaco:

1) trabajar con los ecosistemas de manera integrada

2) mantener y mejorar la fertilidad de los suelos

3) producir alimentos libres de residuos químicos

4) utilizar el mayor número de recursos renovables y locales

5) mantener la diversidad genética del sistema y de su entorno

6) evitar la contaminación resultante de las técnicas agrarias

7) permitir que los agricultores realicen su trabajo de manera saludable.

Las virtudes que acompañan a un alimento ecológico respecto a uno no ecológico son los beneficios sociales y medioambientales que nos aportan y la mayor composición nutricional.

-Usted ha ido a la esencia, ha buscado en la raíz de los alimentos hortícolas de producción ecológica, ha analizado sus principios nutritivos, puede sintetizarnos lo que ha encontrado?

Los estudios realizados se han centrado en el análisis bromatológico (su composición cualitativa y cuantitativa, el significado higiénico y toxicológico de las alteraciones y contaminaciones) de alimentos frescos (frutas y verduras) producidos bajo un diseño comparativo en técnicas de producción ecológica y convencional, evaluando el contenido en materia seca, mineral, vitaminas, proteínas y de sustancias antioxidantes.

Además, en algunas hortalizas se han analizado también la concentración de antinutrientes, como los nitratos. Con el mismo objetivo, también hemos estudiado la composición vinculada a la calidad de alimentos de origen animal, como son los huevos y la carne de conejo.

De ellos, hemos podido concluir que los alimentos ecológicos presentan mayor concentración en proteínas, (tanto en alimentos de origen animal como vegetal), mayor contenido vitamínico (en frutas y verduras), mayor contenido mineral (en frutas, verduras, y alimentos en grano, como leguminosas y cereales) y mayor nivel de sustancias antioxidantes (en frutas, verduras y en aceite de oliva).

Por otra parte, los alimentos ecológicos contienen mayor concentración en materia seca, que influye tanto en la mayor concentración nutricional, como en las mejores aptitudes en postcosecha.


-El sentido común nos lleva a pensar que la alimentación ecológica es más sana para las personas, para el medio natural y para la economía rural entre otras pero será consciente de que existen movimientos que siembran dudas sobre esas ventajas, quizá movidos por los intereses comerciales de la industria alimentaria y biotecnológica, muy en boga, ¿es así?

La alimentación es un tema estratégico a nivel mundial, es un acto de alta frecuencia en la vida del ser humano, y por lo tanto un negocio, en la medida que los alimentos se convierten en mercancía y los individuos perdemos nuestra soberanía sobre la alimentación.

Eso significa que existen grandes intereses para controlar el modelo alimentario e intentan tirar por tierra argumentos a favor del modelo agroecológico, poniendo en duda sus ventajas, incluso empleando mentiras. De manera indirecta, creo que todos los consumidores estamos expuestos a estas presiones.

-Sus investigaciones han documentado la importancia de algo en que muchas personas que consumen productos ecológicos y que no lo hacen quizá no han pensado lo suficiente: la relevancia de la producción ecológica en el fomento de la biodiversidad y en la sostenibilidad ecológica y económica; el equilibrio entre la naturaleza y las sociedades humanas que produce. ¿Qué puedo decirnos al respecto?

La base de la producción de alimentos frescos de origen vegetal es el equilibrio del suelo, en un sistema convencional, los suelos tienen muy poca función, ya que las plantas se limitan a ir absorbiendo los elementos fertilizantes que se van aportando, en muchos casos de manera excesiva y con derivas de contaminación.

En un modelo ecológico, los aportes nutricionales al suelo se realizan en formas orgánicas que deben ser degradadas por parte de los microorganismos del suelo y ese es el principio de salubridad del suelo, la presencia de los microorganismos que van proporcionando de manera gradual, las sustancias asimilables por la planta.

Así, las prácticas ecológicas de fertilización, implican mayor biodiversidad en los suelos, pero también las técnicas de sanidad vegetal van sujetas al incremento de la diversidad.

La producción ecológica (agrícola y ganadera) se apoya en el uso de variedades locales y razas ganaderas autóctonas, con mayor adaptación a las condiciones de suelo y clima locales y todas estas cuestiones son las que nos llevan a favorecer la biodiversidad.

Hay que ver el modelo productivo ecológico como un conjunto y un equilibrio, donde la fertilización no es un mero cambio de insumos, sino un sistema donde hay que mantener la diversidad biológica y el potencial nutricional del suelo.

-El principal “pero” que se le pone a la alimentación ecológica es su precio, más alto que el de la comida convencional ¿cómo se explica y justifica esta realidad?

Desgraciadamente, existen muchos factores que inciden en el precio de un alimento y que las personas no tenemos capacidad para interpretar de manera global. Algunos de ellos son:

1) Los rendimientos en ecológico son ligeramente más bajos y faltan investigaciones y técnicas para incrementar estos rendimientos.

2) El precio está muy influido por la oferta y la demanda.

3) En muchas ocasiones, el precio viene marcado por factores muy alejados de la producción y al consumo, porque los precios ni los fija el productor ni el consumidor, una manera de incidir en el precio de los alimentos es intervenir en la cadena de distribución de los mismos, activando los circuitos cortos y los mercados de cercanía.

Los alimentos ecológicos son caros dependiendo de donde se compren y cuales han sido los canales de distribución.

Nos sorprenderíamos del precio de algunos alimentos convencionales comprados en algunas medianas y grandes superficies, comparado con los precios de venta del mismo alimento en ecológico, en algunos canales alternativos.

4) Por otro lado, nunca nos planteamos los costes indirectos que presenta la producción convencional y que algún día tendremos que pagar, como por ejemplo el coste medioambiental o el coste en salud. Desde algunas instituciones se indica que por cada euro que pagamos por un alimento convencional, hay que invertir otro euro en subsanar los problemas medioambientales, más otro euro en subsanar los problemas de salud.

5) Y sobre todo, hay que considerar la mayor densidad nutritiva de los alimentos ecológicos. Los alimentos ecológicos no pueden ser caros si analizamos la cantidad de nutriente por unidad de superficie productiva.

Me explico, si las necesidades de vitamina C son de 60 mg/día y el zumo de una naranja ecológica los contiene, no necesitamos exprimir dos naranjas convencionales para llegar a estas necesidades. Si la producción de lechugas convencionales contiene un 5% más de agua, son nutrientes de menos que se consumen.

-¿Qué hay que mejorar en el ámbito de la producción ecológica?

Me gusta decir que en producción ecológica lo tenemos todo por hacer. Tenemos que seguir trabajando para aportar mejoras técnicas tanto en la agricultura, como en la ganadería, como en la transformación de alimentos ecológicos.

Pero también tenemos que seguir creando o motivando a la mayor concienciación, a la educación en valores y por tanto a ver el tema de la agricultura ecológica, no como una alternativa, sino como la solución a problemas tan graves como la mitigación del cambio climático, el uso racional de agua de riego, la producción equitativa de proteína animal y los cambios en el modelo de ingesta, etc.

Barcelona prohíbe el uso de glifosato, ¿cómo se utiliza en el resto del mundo?

ESPERANZA ESCRIBANO 03 DE FEBRERO DE 2017

Llevamos con el dilema del glifosato varias rondas de debate. Palabras clave: pesticidas, Greenpeace, la Unión Europea, Monsanto, Los Verdes… hora de poner negro sobre blanco de qué estamos hablando, por qué cada vez más está más perseguido su uso y el mapa mundial del uso de este herbicida en el mundo.
Infografía sobre el glifosato / Greenpeace  
Empezando por el principio, el glifosato es un herbicida “de amplio espectro” patentado por Monsanto, la multinacional estadounidense productora de agroquímicos, en la década de 1970. Caducada la licencia, el resto de compañías empezaron a comercializarla, pero aún así, el Roundup -nombre comercial del glifosato- de Monsanto sigue siendo el más vendido en el mundo. Es la tercera fuente de ingresos de la multinacional. El glifosato se encuentra en 750 productos diferentes que se usan en agricultura, jardinería o incluso en casa. En el caso de España se encuentra en 125 productos diferentes.

No contentos con eso, veinte años después, los amigos de Monsanto desarrollaron plantas transgénicas, las llamadas Roundup Ready, tolerantes a su herbicida, lo que permitía que se utilizara con una aplicación “más amplia”, que en principio, reduciría también el uso de estos químicos. Pero, como denuncia Greenpeace, se trataba “de una falsa promesa que ha hecho incrementar drásticamente su uso”. Con las plantas transgénicas, lo que ha ocurrido es que ha aumentado el uso del glifosato porque mata todas las plantas sobre las que se aplica excepto, claro, aquellas diseñadas para sobrevivir.

Distintas asociaciones llevan años denunciando los daños que puede tener el glifosato para la salud. En 2015, la Agencia para la Investigación sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud lo calificó como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Esto supone incluirlo en la lista 2A (en la que está también la carne roja), que significa que se ha comprobado que es cancerígeno en animales y aunque aún no en personas, la posibilidad es alta. Millones de hectáreas de tierras de cultivo, parques e incluso aceras se rocían con este herbicida cada año en todo el mundo.

¿Cómo puede que puede afectarnos a las personas? Principalmente, a través de la alimentación, pero no sólo. Para que nos hagamos una idea de hasta dónde puede llegar esta sustancia tóxica, un estudio de la Universidad de la Plata encontró glifosato en el 85% de las muestras de tampones y toallitas analizadas y en el 100% de las gasas y algodones.

Además, también hay un impacto en el medio ambiente. El glifosato contamina también los suelos y el agua. Es perjudicial tanto para organismos acuáticos como algas microscópicas o peces y moluscos, como para las lombrices de tierra o especies de plantas silvestres que en principio no son su objetivo. Aunque fuera inocuo, su uso asociado a los cultivos transgénicos ayuda a la resistencia de las “malas hierbas”, cada vez más difíciles de destruir, entrando en un peligroso círculo vicioso.

Estas son las razones que llevaron a un distintos colectivos ecologistas a pedir al Ayuntamiento de Barcelona que dejara de utilizarlo en los jardines públicos. El ejecutivo municipal recogió el guante y estableció un período de transición que terminó el pasado mes de diciembre. Para ello, apuesta por una jardinería ecológica y sostenible, evitando podas excesivas, especies no adaptadas al medio o que necesiten grandes cantidades de agua.

La decisión de Barcelona a nivel municipal es consecuencia de una triquiñuela más de la Comisión Europea. A pesar de que el Parlamento Europeo rechazó el pasado 6 de junio otorgar a Monsanto una nueva licencia para su producto estrella, el ejecutivo comunitario decidió dos semanas después renovar el permiso de utilización durante 18 meses más porque el veredicto de la Eurocámara no es vinculante. El propósito, según el Comisario Europeo de Salud, Vitenis Andriukaitis, es que la Agencia Europea de Sustancias Químicas haya tenido tiempo de publicar sus conclusiones sobre los efectos del glifosato en la salud humana.

Más allá de Europa, el herbicida se utiliza masivamente en otras zonas del mundo como Latinoamérica. Argentina lidera el ránking con 5kg por habitante al año, según el Congreso de Médicos de Pueblos Fumigados del país, seguido de Brasil con 3,5kg. En Estados Unidos, la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA) se comprometió hace casi un año a investigar los efectos que pueda tener sobre la salud.

Los habitantes de Barcelona están a salvo a medias, porque el glifosato, a pesar de la lucha en su contra, sigue siendo el herbicida más utilizado en todo el mundo.