Por
NOTICIASDEABAJO
La
voz de un agricultor
Juan Carlos Simón
Revista ‘Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas’
Juan Carlos Simón
Revista ‘Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas’
Iniciar una reflexión sobre los
transgénicos en el Estado español, y en particular en las comarcas
de Aragón, no puede ser de otro modo que denunciando la situación
de incertezas que existe al respecto. Las y los agricultores nos
vemos sumidos en un mar de datos sesgados y manipulados tanto por las
empresas de semillas como por los gobiernos central y autonómicos
que contrastan con las informaciones de nuestro sindicato o de
organizaciones ecologistas.
Los
ogm que dividen el campo
Recuerdo
cuando en 1998 se empezó a introducir el maíz transgénico llamado
Bt176 de Novartris (luego Syngenta), sin que prácticamente nadie en
el campo supiéramos de qué se trataba ni hubiésemos dado nuestro
parecer y mucho menos nuestro consentimiento. En ese momento no
teníamos herramientas para saber qué saco de semilla era
transgénico y cual no. No sabíamos lo que sembrábamos. Igual de
sorprendente fue la retirada de este maíz en el año 2005 que cedió
el paso a las variedades MON810
de Monsanto
autorizadas desde el 2003. Nadie explicó el por qué, aunque bien
supimos después1 que su polen afectaba a poblaciones protegidas de
mariposas, que existía el riesgo de propagar a las bacterias su gen
de resistencia a los antibióticos, que tenía efectos tóxicos sobre
otros insectos beneficiosos para la agricultura y que en algunos
países se había relacionado con terribles problemas alergénicos.
Pienso
que tal desinformación puede ser hoy la responsable de que, en las
zonas más productoras de maíz transgénico, muchos maíces
tradicionales no híbridos, los conservados por agricultores y
agricultoras mayores en pueblos aislados y que se resembraban para
las gallinas o cerdos de la casa, estén contaminados por genes
transgénicos, siendo muy difícil la recuperación y limpieza de
estas valiosas semillas. De la misma manera, hoy me preocupa que
repetidamente el Ministerio autorice en diferentes comunidades
autónomas experimentaciones en campo abierto con otro maíz, el
NK603 x MON810, modificado con dos manipulaciones genéticas: la
resistencia a insectos (taladro) y la tolerancia a herbicidas
derivados del glifosato. Esa preocupación aumenta conociendo las
graves denuncias sobre efectos del glifosato y de sus preparaciones
sobre la salud de la población y los crecientes problemas de
aparición de malezas
resistentes a ese herbicida
en campos transgénicos en EEUU.
Fueron las presiones de nuestro
sindicato agrario, de la mano de organizaciones ecologistas, las que
lograron que las normativas obligaran a las empresas semilleras a
identificar con claridad qué llevaban sus sacos, y que informaran
sobre cómo sembrar, riesgos, resistencias, etc. Pero
lamentablemente, las malas informaciones que nos rodean y los
intereses económicos de la industria semillera han sido responsables
de generar en nuestra tierra graves conflictos entre las personas que
siembran OMG y las que no. Por un lado es triste pensar que muchas de
las primeras no saben a ciencia cierta qué significa cultivarlos.
Por otro, muchas de las personas agricultoras afectadas por
contaminación transgénica se han planteado si se puede denunciar a
las y los vecinos de toda la vida arriesgándose a enfrentamientos
indeseados. Nuestra posición es la prohibición de los transgénicos,
pero mientras no se consigue, urge una normativa clara para resolver
y evitar estas situaciones.
La
mentira para engañarnos
Quienes diseñan las semillas OMG olvidan por completo cuál es el verdadero problema de la gente del
campo y también de quienes cultivamos maíz: su mala rentabilidad.
Hasta el año 2006 se nos pagaba los mismos precios que 20 años
atrás, mientras que los costes en ese periodo habían subido un
450%. Y esto ya sabemos que no ocurre sólo con el maíz. Los años
posteriores a 2006 el precio de venta del maíz ascendió
notablemente, sobre un 40% más de lo habitual, pero tal espejismo
duró muy poco y respondió a puros movimientos especulativos. Me
consta que fue una estrategia para animar así al sector agrícola
español a sembrar más hectáreas de maíz. Sin embargo, no son
estos los elementos que debemos tener en cuenta, no aceptamos miradas
solo productivistas o crematísticas.
Nos deben preocupar otras razones. ¿No
está demandando la sociedad otra agricultura? ¿No demanda alimentos
más sanos? Personalmente, creo que las respuestas a estas preguntas
las dan los datos de la disminución de la siembra de maíz,
-transgénico y no- que se ha dado en Aragón en los últimos años.
Las agricultoras y los agricultores estamos recuperando la
importancia de relacionar, lo más directamente posible, nuestro
trabajo y nuestros cultivos con la alimentación de la población, y
no con los intereses de la industria de piensos.
La
productividad
Aún si solo nos centramos en el
parámetro de la productividad, también ahí el engaño está
presente. Las informaciones que nos facilitan las compañías de
semillas no son claras. Es habitual que al presentarnos las bondades
de las semillas transgénicas nos den datos de productividad basados
en estudios realizados con las semillas híbridas equivalentes
(isogénicas).Y, ciertamente, si el valor añadido del transgénico
es la incorporación del gen BT para combatir la plaga del taladro,
sólo pueden existir significativas diferencias en la producción en
casos de circunstancias climáticas que permitan ataques masivos de
taladro, problema solucionado ya solamente adelantando la época de
siembra.
Si repasamos los datos que la
Consejería de Agricultura de Aragón nos ofrece en diferentes
campañas y sobre fincas de ensayo, la conclusión se repite: la
producción entre variedades convencionales y variedades transgénicas
no tiene diferencias significativas. Una información clara al
respecto sería importante para poder ejercer ‘el derecho a
decidir’ a la hora de comprar una semilla u otra, sobre todo si
tenemos en cuenta que a igual índice productivo la semilla híbrida
cuesta 120 euros menos por hectárea que su equivalente transgénica.
Problemas
con los cultivos transgénicos
Las modificaciones genéticas a las que
se han sometido las semillas del maíz, pueden protegerlas de un
problema, el taladro -que con un buen manejo no es relevante-, pero
también tienen otras consecuencias inesperadas. En los últimos años
estamos observado que “el sol quema” y que el maíz se seca antes
de tiempo. Y, según mi observación, esto está sucediendo
principalmente en los cultivos transgénicos, previsiblemente por el
aumento de lignina que tienen. También hemos visto auténticos
desastres en parcelas transgénicas por culpa de los ataques del
virus del enanismo, de la araña roja e incluso de ambos
simultáneamente y aunque hay pruebas que lo constatan, éstas no
aparecen en las estadísticas más que como un hecho común y no como
un efecto producido por la introducción de transgénicos. Que el
maíz resistente al taladro tenga estos problemas ‘ocultos’ es
fácil de entender, puesto que los cambios genéticos alteran de
forma imprevisible el comportamiento de la planta. Además, los
efectos del insecticida producido pueden perturbar el funcionamiento
de todo el ecosistema, favoreciendo la proliferación de otros
insectos plaga.
Por otro lado se prevé en el futuro
inmediato problemas con las patentes. Así, recientemente hemos leído
en los periódicos que, los compañeros y compañeras citrícolas de
Valencia que injertaron una variedad patentada de mandarinas sin
permiso de la empresa están siendo juzgados por no respetar la
propiedad privada. Esto es exactamente lo que persiguen los
transgénicos, que con la patente del gen modificado se adueñan de
las semillas y de toda la planta, es decir de la esencia de la vida.
Esto es muy grave, y como repite Vandana Shiva, se debe luchar por la
eliminación total de cualquier patente genética, puesto que “las
semillas son la fuente de la vida y la primera pieza de la cadena
alimentaria. El control de las semillas en manos de monopolios
significa el control sobre nuestras vidas, sobre nuestra alimentación
y sobre nuestra libertad”.
Cómo
actuar
Con este sencillo análisis de quien
vive del y en el campo y observa atento y respetuoso la vida y la
naturaleza, digo con rotundidad:
-
En
España todos los cultivos transgénicos deben de ser eliminados.
Se ha demostrado que no sabemos nada de sus consecuencias a largo
plazo; lo único que sabemos es que contaminan y dañan al resto de
las especies. En buena lógica debemos también prohibir la
importación de granos transgénicos cultivados en cualquier otra
parte del mundo. Si esta prohibición no es posible, el principio de
precaución –sentido común, le dicen en mi pueblo – nos obliga a
imponer una prohibición en forma de moratoria. Al detener
temporalmente los transgénicos mejoraríamos la imagen de los
productos agrícolas en general respecto a nuestro mercado europeo y
aumentaría la renta agraria en cuanto a los cereales ya que el
precio del maíz y soja convencional va siempre por encima del
transgénico. La proteína animal la podríamos producir con varios
tipos de leguminosas en España, como el altramuz dulce, habas,
camelina, etc.…
-
Incentivar
a los laboratorios nacionales y universitarios para la certificación,
recuperación y mejora de las semillas autóctonas con
la voz campesina presente, participando así en el asesoramiento de
lo que hoy demanda la agricultura del futuro y requiere el campo.
Pero
si la prohibición se demora, al menos algunas medidas son
necesarias, a saber:
-
Asegurar
con leyes pertinentes la obligación de un etiquetado de los
productos alimentarios que
indique siempre y de forma clara cualquier contenido o traza de
presencia transgénica, incluso en el caso de productos derivados de
animales alimentados con vegetales transgénicos.
-
La
nueva ley sobre los OMG,
dice claramente que los estados miembros deben de comunicar todo tipo
de incidencias, contaminaciones y problemas socioeconómicos, etc. A
su vez se deben habilitar seguros de responsabilidad civil a
agricultores y empresas productoras de transgénicos por su
contaminación. Se debe aplicar esta legislación sin demora ni
manipulaciones a la baja en el Estado español.
-
Ante la próxima reforma de la PAC, y de nuevo a la espera de una
prohibición, se debe solicitar que ninguna
experimentación o cultivo transgénico reciba subvenciones o apoyo
de la Unión Europea.
Para finalizar quiero decir bien alto
que la defensa de la Soberanía Alimentaria pasa por que toda semilla
debe producirse en cada territorio, por la propia gente agricultora,
por cooperativas agrícolas o por entidades públicas.
Nota:
Nota:
1
ver el cuaderno “Buenas razones para retirar las variedades de maíz
MON 810 cultivadas en España” de Ecologistas en Acción
http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/cuaderno_mon810_2011.pdf
Juan Carlos Simón agricultor de
siempre, científico rural. Delegado de naturaleza UAGA Aragón- COAG
El autor está abierto a cualquier
debate, información o exposición de este tema y si alguien lo desea
puede mandarles estudios del mismo. jsimonvalencia@gmail.com
Fuente: http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2013/04/28/una-reflexion-sobre-los-transgenicos-en-el-estado-espanol/