DESIGUALDAD MÉDICA DE GÉNERO
La experta endocrinóloga alerta en su
nuevo libro de la escasa investigación en medicina femenina y
defiende una sanidad que atienda las diferencias de género en
materias de salud
La debilidad no es un rasgo que define
a la mujer, como recogía aquella terrible acepción de la RAE, sino
del sistema científico al no intentar estudiar a fondo las
diferencias hormonales y fisiológicas entre hombres y mujeres. En el
apartado médico, la brecha entre ambos sexos sigue siendo enorme y
es reticente a desaparecer. Así lo asegura la experta en
endocrinología, Carme Valls Llobet, autora del libro 'Medio Ambiente y Salud. Mujeres y hombres en un mundo de nuevos riesgos', donde
aborda esta problemática y ofrece tácticas para escapar de los
elementos tóxicos presentes en la vida cotidiana que afectan
gravemente a la salud, pero siempre desde una perspectiva de
género,ya que como ella advierte numerosas veces, “la mujer es más
vulnerable a los químicos".
“Uno de los mayores errores de la
medicina es decirle a la mujer lo que tiene que hacer”, sentencia
Valls. No es para menos. Un dato más que llamativo es que la mayoría
de los estudios científicos hasta la década de los 90 no las
incluían a ellas ni tampoco se valoraba si sus resultados afectaban
de forma diferente a hombres que a mujeres. El principal problema de
esta desigualdad radica en que la ciencia médica ha extrapolado los
remedios farmacéuticos destinados al género masculino al femenino,
con las graves consecuencias que eso conlleva, como la
sobremedicación de los cuerpos de las mujeres, expuestos a dosis
excesivas, los peligrosos efectos que tienen las partículas tóxicas
suspendidas en el aire por la contaminación, así como las
alteraciones en el sistema endocrino por causa de los químicos que
contienen los alimentos.
Los anticonceptivos se recetan de forma sistemática y no sirven para regular el ciclo
PREGUNTA. ¿Qué cuestiones medicas
sobre los cuerpos de las mujeres todavía carecen de investigación?
R. Especialmente, no se han tenido en
cuenta las evoluciones de las enfermedades, prevalencias o
incidencias. Hay muchas enfermedades que son más prevalentes en los
cuerpos de las mujeres que en los hombres. No se ha investigado bien
si tenemos los mismos síntomas, si la evolución es la misma y si
los tratamientos son igual de adecuados. Se ha extrapolado que lo que
va bien para un hombre va bien para una mujer, pero eso no es cierto
porque incluso en el metabolismo hepático las enzimas que degradan
los medicamentos lo hacen de forma diferente en mujeres y hombres. El
problema está en que no existe una ciencia que estudie la diferencia
en las facultades de las ciencias de la salud.
P. ¿Cree que existe un grave
desconocimiento sobre la menstruación y como esta, así como el
resto del ciclo, afectan a los cuerpos y vidas de las mujeres?
R. La información y el conocimiento
están, el problema es que se ha considerado un tema menor y poco
importante. Mejor disimularla con anticonceptivos que ponernos a
estudiar a fondo cómo podríamos regularla de una forma mejor y más
clara. Por tanto, falta una buena docencia del manejo del ciclo
menstrual que la puedan hacer los médicos de atención primaria, ya
que hasta que no tienes un problema muy complejo de la menstruación
no se pone especial énfasis en el caso. Hay mucha información,
quizás demasiada, lo que pasa es que falta que se haya transformado
en docencia médica y práctica asistencial.
Los efectos de la menstruación, como la anemia, se han minimizado y excluido de la comunidad médica
P. ¿Qué efectos depara que la
menstruación tenga connotaciones tan negativas de cara a la sociedad
como algo que hay que tapar/disimular?
R. La menstruación ha sido tabú desde
tiempos antiguos, cuando algunos pueblos primitivos expulsaban a las
mujeres fuera de la comunidad cuando tenían la regla y no podían
volver hasta que esta acababa. Era como una mancha. Como una
exclusión, en aquellos días muchas mujeres incluso no podían tocar
alimentos, salsas ni vinos porque decían que se estropeaban, y en el
fondo era una forma implícita de humillar a la mujer en una cosa tan
fisiológica y real como es el ciclo menstrual, aquel que permite que
en algún momento puedan albergar vida. En definitiva, se las excluía
de la vida cotidiana. En el apartado de la docencia médica se ha
hablado muy poco de la menstruación y se la ha relacionado poco con
posibles alteraciones que la mujer pueda tener. Se han minimizado sus
efectos secundarios cuando la anemia es consecuencia de una
menstruación que pierde más de 80 centímetros cúbicos en el mes.
Se minimiza y se excluye a la vez, y es algo que continúa pasando.
P. Marta Parra y Angela Müller son dos
arquitectas visionarias que han diseñado paritorios alternativos a
los tradicionales con bañeras y muebles personalizados para que las
embarazadas se sientan más cómodas. ¿Qué le parecen este tipo de
iniciativas y de la visión médica que existe en torno al parto
visto como una operación quirúrgica al uso?
R. En los últimos años se ha
extendido la necesidad y posibilidad de que no se utilicen estas
prácticas tan agresivas propias de una operación quirúrgica. En
principio, todo lo que sea humanizar el parto y que no se convierta
en un mero acto médico quirúrgico es bueno. Hay una asociación de
mujeres españolas llamado El Parto Es Nuestro que tratan de
humanizarlo y de que exista un ambiente cálido y afectuoso. El
respeto que piden va más allá del trato cariñoso y educado del
quirófano. También implica respeto a sus cuerpos, a los recién
nacidos y a la fisiología propia del parto.
Muchas intervenciones en el cuerpo de la mujer rayan lo violento. El parto debe humanizarse
P. Se ha hablado de que puede que la
mejor postura para dar a luz no sea tumbada boca arriba en una
camilla sino que es posible que sea mejor hacerlo en cuclillas, o
incluso, bajo el agua ¿que opina sobre esto?
R. Me parece adecuado que podamos
utilizar otros métodos. Tampoco obligaría a las mujeres a hacerlo
así; quiero decir, uno de los problemas genéricos en la medicina
femenina es decirle siempre lo que tiene que hacer. La forma natural
de parir mejor es en cuclillas que no estirada, boca arriba y con las
piernas separadas. Por tanto, cuando se sigue la forma natural, las
mujeres paren en casa o prefieren un parto más humanizado en el
hospital dando pie a otras técnicas que no sean del tipo agresivas
que antes se utilizaban. Me parece un gran avance.
P. He escuchado el testimonio de
mujeres afectadas por infecciones urinarias poscoitales recurrentes
que son tratadas sistemáticamente con antibióticos. Además, acuden
al médico y reciben la consabida frase de "no se puede hacer
nada" como respuesta. ¿Cree que es consecuencia de la falta de
investigación?
R. Es complejo lo que preguntas. Ahora
se han comenzado a crear asociaciones para luchar contra esta
violencia, porque se ha demostrado que hay muchas intervenciones en
el cuerpo de las mujeres que ya rayan lo violento. En el tema
infecciones, hay que investigar más porque es muy fácil decir:
“Esto viene de aquí”, pero no se atiende a cómo está de
defensas o qué relación tiene con su sistema hormonal… La
respuesta rápida para esta pregunta compleja es que sí, sin duda
alguna, falta más investigación.
No habrá una píldora anticonceptiva masculina, y si la pudiera haber, nadie estaría por la labor de sacarla adelante
P. ¿Las mujeres están sobremedicadas
porque las dosis de los medicamentos están pensadas para los cuerpos
masculinos?
R. Definitivamente sí, porque el
hígado de la mujer metaboliza de forma diferente los medicamentos.
Muchas veces no se necesita la misma dosis. Con solo la mitad de una
dosis normal haríamos el mismo efecto. En cambio, a la mujer se le
aplican más dosis, lo que provoca que esté sobremedicada. Habría
que tener en cuenta estas diferencias para tratarlas adecuadamente.
P. ¿Cree que las sustancias tóxicas
localizadas en los alimentos, en especial la comida basura, afectan
muchísimo más a las mujeres que a los hombres?
R. Sí, sobre todo los insecticidas
solubles en grasas. Dado que el cuerpo de la mujer contiene un 15%
más de materia grasa que el hombre, no porque reporte más casos de
obesidad, sino porque tiene que fabricar leche en el momento de parir
y alimentar al recién nacido. Ese 15% de materia grasa hace que las
sustancias que se disuelven aguanten más tiempo en el cuerpo de la
mujer, por lo que es más vulnerable a los tóxicos ambientales.
Además, estos productos ambientales,
llamados disruptores endocrinos, alteran el equilibrio hormonal; y el
cuerpo de la mujer es muy hormonal, ya que posee ciclo menstrual.
Este ciclo, si se le altera, afecta de forma significativa: o bien
tiene mucha menstruación, o tiene poca o muchas más alteraciones en
el útero o en la mama, consecuencia de la exposición ambiental a
tóxicos que no estaban anteriormente en la historia de la humanidad.
Empezamos a colocar insecticidas en los alimentos desde 1945. Estas
sustancias tóxicas pertenecen a una clase de productos que pueden
alterar la función endocrina y hormonal de los cuerpos, sobre todo
de las mujeres, ya que los hombres no tienen ciclo.
La pastilla anticonceptiva no regula el ciclo, solo provoca una menstruación que no es real, ya que es una hemorragia de deprivación
P. ¿Para cuándo se extenderá y
generalizará el uso de la pastilla anticonceptiva masculina? ¿Por
qué hay tanto retraso?
R. Creo que no se aplicará nunca. Es
algo totalmente injusto para las mujeres. La mayoría de laboratorios
que lo estaban investigando lo han abandonado. ¿Por qué? Primero,
porque aunque cualquier intervención para eliminar el número de
espermatozoides afecta a las hormonas igualmente que a la mujer, se
tiene entendido que los anticonceptivos regulan el ciclo, y es
mentira. No regulan nada, provocan una hemorragia de deprivación,
quiero decir, que no tienes una menstruación real. Por tanto, lo
único que sucede es que alteras las propias hormonas. La mujer lo
aceptó al principio para poder decidir los embarazos pero luego se
descubrió que afecta a sus propias hormonas. Estoy segura que no
habrá una píldora masculina, y si la pudiera haber, nadie estaría
por la labor.
P. Las mujeres han estado más
expuestas que los hombres a las sustancias tóxicas de los químicos
debido a que tradicionalmente se han ocupado de las tareas de
limpieza tanto en el trabajo como en casa, así como a los cuidados
de los hijos. ¿Cree que esta situación ha comenzado a cambiar y los
hombres están más integrados en este tipo de empleos y funciones
dentro del seno familiar?
R. Yo diría que ha empezado a cambiar,
pero solo entre la franja de jóvenes de los 25 a los 40 años.
Todavía hay una resistencia en los más mayores que han sido
educados también por madres que no les han dejado realizar ninguna
tarea doméstica, por lo que se perpetúan los roles, pero es algo
que está empezando a cambiar entre la juventud. Yo creo que sí, no
con la rapidez que me gustaría, pero al menos la situación se ha
revertido.
El rol de mujer de la limpieza se ha perpetuado en hijos mayores a los que sus madres no dejaron realizar ninguna tarea doméstica
P. ¿Cómo ve alguien como usted, que
ha dedicado años de estudio a las desigualdades de género, esta
reciente explosión feminista en la que el problema por fin se ha
visibilizado mediáticamente y ha comenzado a salir a las calles?
R. Con una alegría inmensa. Estoy muy
contenta de que tantas mujeres hayan decidido no callarse ante las
agresiones, sean del tipo que sean, y que todo esto que se mantenía
en el más puro silencio se haya podido empezar a hablar. Ha sido un
éxito que muchas mujeres sometidas a maltrato físico o psicológico
ahora se atrevan a denunciar. Es cierto que todavía hay una gran
cantidad de mujeres que siguen muriendo a manos de sus parejas, pero
al menos el problema se ha visibilizado y generalizado. El valor de
la causa está en ser capaces de decir: “A mí también me ha
pasado y no tiene por qué volverme a pasar jamás”. Gracias a
esto, las jóvenes se van a sentir menos obligadas a seguir
perpetuando estos roles tan dañinos. Es algo que viene de muy atrás,
hace 15 años que empezamos a hablar de poder hacer una huelga el 8
de marzo y este año es la primera vez que se ha conseguido a nivel
nacional. España ha sido todo un ejemplo por sus índices de
seguimiento y se ha extendido al mundo entero. El movimiento se ha
contagiado a todos los países, que ya empiezan a reivindicar esta
igualdad de derechos, pero a su vez, para que también sean vistas
sus diferencias.
La debilidad no es propia de la mujer, sino del sistema científico, el cual no ha estudiado a fondo las diferencias
P. Hasta hace poco una de las
acepciones de “mujer” en la RAE era “sexo débil”. Algunos
estudios sociológicos sostienen que el dolor en otros momentos de la
historia o sociedades no tenía las connotaciones que tiene ahora.
Precisamente porque en nuestra sociedad el dolor inhibe la
continuidad de la producción, de ahí que se intente paliar y
reducirlo a toda costa para que pueda seguir produciendo y se receten
analgésicos de forma sistemática. ¿Ve esta relación?
R. No sé si la debilidad se atribuye
solo al dolor. Lo del “sexo débil” lo matizo con una pregunta:
“¿Qué sexo vive más años?” Para una especie como la nuestra
que tiene como único valor la vida, ¿cuál de ambos géneros vive
más tiempo? Efectivamente, la mujer, con 8 o 10 años más que los
hombres. Por lo tanto, como especie, no somos el sexo débil. Por
otro lado, el dolor es un tema muy importante, pero yo lo separaría
del concepto de “debilidad”. La mujer tiene más enfermedades
crónicas dolorosas que el hombre. Esto es debido a que dispone de
más defensas contra las infecciones y esto hace que tenga más
tendencia a desarrollar enfermedades autoinmunes, aquellas que
producen dolor y cansancio. Son precisamente este tipo de
enfermedades las menos estudiadas por la medicina. La debilidad no es
de ellas, es del sistema científico, que no ha estudiado a fondo
estas diferencias.
P. Ante todo el aluvión de
contenidos sobre sanidad en los medios y la sobreexposición de
enfermedades como el cáncer, ¿cree que vivimos en una especie de
estado de emergencia sociosanitario que ralentiza cualquier intención
real de cambio en favor de un miedo que paraliza y que solo atiende a
la impresión o la emoción?
R. Creo que los titulares
sensacionalistas no ayudan a crear una mejor conciencia de los
riesgos. La obesidad, la diabetes, la sensibilidad química múltiple,
la fatiga, la fibriomialgia… son consecuencias de exposiciones
laborales a tóxicos ambientales. Por tanto, los medios no deberían
incurrir al sensacionalismo en enfermedades mortales, sino en
aquellas que tengan que ver con la calidad de vida que podemos perder
si no tomamos las medidas necesarias para prevenir estas exposiciones
a agua, aire y alimentos. Es el momento de conocer los riesgos para
poder prevenir, no para asustarnos o bloquearnos. No debemos
obsesionarnos con un solo riesgo, mucha gente cree que solo con
vigilar la alimentación estás llevando una vida sana; lo que
respiras también es parte del problema. Entonces, si tú llevas a
cabo una alimentación sobresaliente pero luego sales a la calle y
estás en contacto con los hidrocarburos de los coches... Yo utilizo
una frase de María Neira, representante asturiana de la
OMS en materia de Salud y Medio Ambiente: “Esto puede parecer el
Apocalipsis. Vamos a intentar que toda la información de la que
disponemos sea una oportunidad para el cambio”.