21/06/14
Por Silvia
Ribeiro*
Comprobado
también en Estados Unidos. Se encontraron residuos de glifosato –el
agrotóxico más usado del mundo– en la leche materna de madres del
país del norte.
Se
suma a otros impactos comprobados, causados por los grandes volúmenes
de agrotóxicos que conllevan los cultivos transgénicos, entre
ellos: mayores niveles de residuos en alimentos y en agua potable,
aumento de cáncer y otras dolencias en poblaciones aledañas al
cultivo, residuos de agrotóxicos en leche
materna, orina
y sangre
en Argentina y Brasil, residuos de glifosato
en agua potable y orina de habitantes de varias ciudades en Europa.
En 2010, estudios científicos conducidos por el doctor Andrés
Carrasco,
ex presidente del Conicet, Argentina, mostraron a partir de estudios
con anfibios que el glifosato tiene efectos teratogénicos
(deformaciones en fetos y neonatos).
El
glifosato
es
el herbicida más usado del mundo debido a que la soya transgénica,
y la mayoría del maíz, canola y algodón transgénico (que son el
99 por ciento de los transgénicos sembrados comercialmente en el
globo) son manipulados para ser resistentes a este agrotóxico.
El
tema de los impactos a la salud está tomando proporciones
epidémicas. Aunque el glifosato y
otros agrotóxicos se usaban anteriormente en cultivos convencionales
con aplicación de químicos, la manipulación genética para hacer
cultivos tolerantes causó el aumento exponencial de su uso, con
fuertes impactos de salud y ambientales, además de afectar
negativamente producciones muy necesarias y saludables como la
apicultura.
Las
pruebas de residuos en leche
materna
en Estados Unidos fueron una iniciativa del movimiento Moms Across
America (Mamás a través de América) y la organización Sustainable
Pulse, preocupados por la alta difusión del tóxico y porque no
podían lograr que las instituciones de salud hicieran este tipo de
test. De 10 muestras proporcionadas por madres de distintos puntos
del país, se encontraran residuos de glifosato
en
tres de ellas. Las organizaciones creen que con pruebas más
sensibles, los resultados serían aún mayores. Los niveles
encontrados son de 760 a 1600 veces superiores a los permitidos por
la directiva europea, pero sin embargo están por debajo del nivel
máximo de residuos en agua autorizado por la Agencia de Protección
Ambiental de EU (EPA). El límite permitido por EPA asume que el
glifosato no es bioacumulable, lo cual ha sido el discurso de los
fabricantes de veneno por muchos años. El científico de Monsanto
Dan
Goldstein, afirma que en caso de ingestión, el glifosato se excreta
rápidamente; no se acumula en la grasa ni en los tejidos y el cuerpo
no lo metaboliza, sino que es eliminado a través de la orina
sin
sufrir ningún cambio.
Sin
embargo, la presencia en leche
materna
indica que el glifosato se acumuló por largos periodos de tiempo.
Estudios anteriores habían mostrado presencia de agrotóxicos en
leche materna en Brasil y Argentina (INTI, 2013, Pignati et al, 2013)
pero este es el primer estudio enfocado a glifosato en Estados
Unidos. En el estudio realizado en Brasil, en el Municipio Lucas do
Rio Verde, en Mato Grosso, uno de los estados de producción
intensiva de soya transgénica, se encontraron residuos de varios
agrotóxicos en todas las muestras de leche materna, así como
residuos de glifosato, piretroides y organoclorados en la orina
y
sangre
del
88 por ciento de los maestros analizados en escuelas del municipio.
Estudios
publicados por científicos noruegos, analizaron la diferencia de
composición de soya transgénica, soya convencional cultivada con
glifosato y soya orgánica. Solamente la soya transgénica contenía
altos residuos de glifosato y también de AMPA (ácido
aminometilfosfónico) un derivado tóxico de la degradación del
glifosato. Muestran además que la norma legal de residuos permitidos
de glifosato fue aumentada entre 50 y 200 veces en varios países,
inclusive en Europa, no porque hubiera datos científicos que lo
motivaran, sino simplemente porque de lo contrario la soya
transgénica y muchos alimentos que la contienen quedarían fuera de
la ley. Señalan también que las evaluaciones de toxicidad de los
gobiernos se hacen sobre el ingrediente activo –glifosato– pero
las formulaciones comerciales (RoundUp, Faena, Rodeo, entre otros)
incluyen coadyuvantes y surfactantes que aumentan su toxicidad. Estas
sustancias en muchos casos ni siquiera se declaran en los contenidos.
(Bøhn, Cuhra et al; Annett et al, 2014).
Con
los transgénicos, el glifosato se empezó a aplicar masivamente en
fumigaciones áreas, lo cual impacta gravemente a las poblaciones
aledañas a las siembras, incluso urbanas, como es el caso del Barrio
Ituzaingó en Córdoba, Argentina. En ese país, tercer productor
mundial de transgénicos, en varias provincias donde se ha extendido
la siembre de transgénicos, se han reportado en la última década
un aumento enorme (hasta 400 por ciento) de casos de cáncer, abortos
y malformaciones de bebés.
Estas
aplicaciones masivas significaron además que actualmente hay más de
20 hierbas invasoras que se hicieron resistentes al glifosato, por lo
que la nueva generación de transgénicos que esperan ser aprobadas,
son semillas tolerantes también a glufosinato, dicamba o 2.4-d,
todos aún más tóxicos.
Gracias
a Monsanto,
Syngenta y unas pocas más trasnacionales de transgénicos, nuestros
cuerpos están contaminados y nuestros bebés ingieren tóxicos desde
el primer día de vida. Es hora de prohibir este perverso
experimento.