miércoles, 29 de febrero de 2012

Doctor, recéteme las pastillas amarillas

Somos el país de Europa que más medicamentos consume en relación a su PIB

Doctor, recéteme las pastillas amarillas 
JESÚS VILLAR Decía Voltaire que el arte que practican los médicos consiste en divertir al paciente hasta que la naturaleza lo cure. La medicina moderna hace creer a las personas que la naturaleza las golpea con nuevas enfermedades que solo pueden ser curadas por médicos. No estoy contra la medicina moderna ni contra la industria farmacéutica pero las empresas farmacéuticas y los grupos de interés médicos han convertido la enfermedad en un producto industrial y han medicalizado nuestra existencia.
   
Unas recientes declaraciones confusas y sin claras bases científicas sobre las "maldades" de los fármacos genéricos fabricados y distribuidos en España han desconcertado a muchos profesionales y autoridades sanitarias y han alarmado a pacientes y familiares.


Atribuyéndose una representatividad científica que no tienen, estos médicos afirman que desde que se ha obligado a las farmacias a suministrar el medicamento más barato en el mercado con el mismo principio activo y a la misma dosis que el recetado por el médico, dudan que sus pacientes estén recibiendo el tratamiento adecuado. Al parecer, la razón fundamental es que sus pacientes no quieren cambiar su pastilla "amarilla" por otra sin color, porque les recuerda a la aspirina o vete tú a saber. A estos médicos habría que llevarles de excursión para que vieran que hay empresas que fabrican el mismo medicamento para diferentes compañías. Algunos de esos medicamentos son los llamados genéricos. Un medicamento genérico es fabricado con los mismos ingredientes activos y está disponible con la misma potencia y dosificación que su equivalente de marca. Un genérico puede ser elaborado una vez vencida la patente del medicamento de marca. Todos los fármacos aprobados por la autoridad sanitaria competente han de pasar los mismos controles de calidad, seguridad y eficacia. La principal ventaja de un medicamento genérico frente a uno de marca es el menor costo ya que el genérico no requiere inversión en investigación, desarrollo y promoción. Entonces, ¿de qué estamos hablando?

La industria del medicamento es el tercer sector económico detrás de la industria armamentística y el narcotráfico. Somos el país de Europa que más medicamentos consume en relación a su PIB. Por lo pronto, el precio de los medicamentos de marca se ha equiparado con los genéricos. Decir que los genéricos tienen mayores efectos secundarios es una frivolidad. Cada medicamento, sea de marca o genérico, tiene su peaje. La Agencia Europea del Medicamento calcula que cada año fallecen en Europa unas 200.000 personas por efectos adversos. En EE UU los efectos adversos son la cuarta causa de muerte, detrás del infarto de miocardio, el ictus o el cáncer, y por encima de la diabetes y las enfermedades pulmonares. 


Por último, la interacción entre los médicos y la industria farmacéutica puede influir las decisiones clínicas. La industria farmacéutica invierte vastas sumas de dinero en promover sus productos y es comprensible que quieran recuperar sus inversiones en el desarrollo de productos que tardan tiempo en llegar al mercado. Si se reprocha a los médicos que sus relaciones financieras con la industria pudieran llegar a influir en su trabajo, lo rechazarían de plano. Pero esta influencia ha sido probada en muchos estudios. Un estudio liderado por Henry Stelfox de la Universidad de Toronto comprobó este fenómeno mediante el ejemplo de un polémico medicamento (un bloqueador del canal del calcio). Los investigadores analizaron 70 publicaciones sobre el tema y las dividieron en tres categorías: crítica, neutral o de apoyo. Luego solicitaron información a sus autores para averiguar si habían recibido dinero de la industria. Todos los médicos que habían escrito de forma positiva sobre el medicamento recibieron de algún modo dinero de la industria.

Nada es gratis por nada. Las estimaciones indican que la mayoría de las empresas farmacéuticas y de productos sanitarios financian actividades de investigación en hospitales públicos de España. Muchas de estas empresas pagan a médicos y a otros profesionales sanitarios como consultores o investigadores. El pago de honorarios por incluir pacientes en ensayos clínicos promovidos por la industria es una práctica aceptada en las instituciones sanitarias. Pero ¿cuál es el límite de lo éticamente aceptable? ¿Debería el paciente conocer lo que estas compañías pagan a su médico por participar libremente en un estudio? Muchos médicos de la sanidad pública, no necesariamente reconocidos como investigadores por la comunidad científica internacional, han llegado a percibir de la industria farmacéutica elevados honorarios por incluir pacientes en estos estudios. Los organismos reguladores de EE UU, Canadá, Gran Bretaña o Suecia han adoptado medidas para regular las relaciones entre médicos y la industria farmacéutica. En España, habrá que esperar algunos años antes de que estas normas y principios éticos se cumplan en la práctica. Buen día y hasta luego.

Noam Chomsky, la guerra de clases unilateral y el libro Hay Alternativas


Artículo publicado por Vicenç Navarro, 28 de febrero de 2012

Este artículo está basado en la presentación del libro Hay Alternativas en el Auditorio Marcelino Camacho de CCOO en Madrid el día 23 de febrero. El artículo acentúa la enorme necesidad y urgencia de que la ciudadanía sea consciente de que hay alternativas a las políticas públicas que se están imponiendo a la población.

Cuando Juan Torres, Alberto Garzón y yo estábamos trabajando en el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, Juan Torres me sugirió que llamara a mi amigo Noam Chomsky para ver si podría escribir el prólogo. Y así lo hice. Le conté a Noam Chomsky que el libro intentaba presentar alternativas distintas –en realidad, opuestas- a las que el establishment financiero, empresarial y político estaba llevando a cabo en España, políticas que estaban dañando a la población y que, con la ayuda de los mayores medios de información y persuasión, poseídos y/o influenciados por tales establishments, estaban siendo aceptadas como las únicas posibles. España -le conté a Chomsky- tenía una escasísima diversidad ideológica en sus medios, resultado de la Transición inmodélica de la dictadura a la democracia que ocurrió en nuestro país, una transición que modificó, pero no rompió, con el enorme dominio en la vida política que las fuerzas conservadoras –la banca y la gran patronal, cohesionadas por la ideología de la Iglesia católica y defendidas por el Ejército, la policía y la judicatura- habían tenido durante la dictadura y que (aunque en menor grado) continuaron teniendo durante el periodo democrático. Como consecuencia de este enorme poder, había un dominio casi absoluto del dogma neoliberal –la ideología de la banca y de la gran patronal- en los mayores medios de información y de persuasión, los cuales promovían el argumento de que tales políticas de austeridad y reducción salarial eran necesarias e inevitables. Según tal establishment, no había otra alternativa.

La realidad, sin embargo, era muy diferente. Existían políticas públicas alternativas que se habían experimentado en otros países, o incluso en nuestro propio país en periodos democráticos anteriores, políticas públicas que eran distintas, casi opuestas, a las que se estaban realizando. Y podían documentarse y mostrarse fácilmente, como pretendíamos con este libro. Nuestro objetivo era denunciar la falsedad de los supuestos que alimentaban las políticas neoliberales, presentando a la vez alternativas. Era urgente que a la ciudadanía se le facilitaran los datos objetivos para que, con esta información, pudieran defenderse, movilizarse y rebelarse frente a un brutal ataque hacia sus beneficios sociales y laborales por los que sus antepasados habían luchado y conseguido.

Noam Chomsky lo comprendió enseguida y me envió el prólogo en unos días. Entendió perfectamente qué es lo que intentábamos hacer con este libro que titulamos Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España. Era y continúa siendo claro que información es poder. Había que dar información (poder) a la población para que pudiera conocer que hay alternativas y responder a tanta agresividad, intrínseca en aquellas políticas neoliberales. De ahí que centró el prólogo a nuestro libro en el tema que definió como la Guerra de Clases Unilateral, guerra que las plutocracias –las élites dominantes- están llevando a cabo en muchos países frente a las clases populares, que son la mayoría de la población. En España, tal guerra de clases existía en bases diarias, en que las elites financieras, empresariales (el mundo de las grandes empresas) y mediáticas y sus instrumentos políticos ganaban cada día tal lucha. En realidad, tal guerra se estaba acentuando incluso más con el nuevo gobierno del Partido Popular.

Tal guerra de clases está escalando rápidamente y expresándose con toda su crudeza estos días, en la represión a golpe de porra de las manifestaciones en protesta por tales políticas neoliberales como son, por ejemplo, los recortes de gasto público en sanidad y en educación. Esta guerra la vimos la semana pasada en Valencia, donde la policía atacó salvajemente a los estudiantes que, con razón, se rebelaron frente a los recortes del gasto público educativo. La policía intento reprimirlos a base de golpes, alcanzando un nivel de agresividad y hostilidad que era un claro indicador de cómo la policía veía a tales estudiantes y a sus padres, que se movilizaron para ayudarles. Como indicó el jefe de la policía, una persona de claras simpatías fascistas, los veía como los “enemigos”, los enemigos del orden que sustenta a la plutocracia, una minoría frente a la gran mayoría de la población. Tal orden no podía tolerar que se cuestionaran sus políticas.

Las movilizaciones de los estudiantes

¿Y cuál fue la respuesta de los estudiantes? Con enorme dignidad, herederos de todas las generaciones que lucharon por la democracia antes que ellos, respondieron levantando libros como armas, subrayando “éstas son nuestras armas”. Querían mostrar que el conocimiento de lo que ocurre en España y de cómo resolver los enormes problemas que tienen las clases populares, les daba gran poder, permitiéndoles denunciar aquellas políticas, presentando otras alternativas. ¡Qué bello gesto el suyo, y cuánta razón tenían! Frente a la fuerza, presentaron la razón. Frente a la impostura, la verdad silenciada y reprimida. Miles de veces, durante nuestra historia, las calles de nuestros pueblos y de nuestras ciudades han visto como esta guerra de clases unilateral se convierte en bilateral, cuando la población se rebela frente a aquella opresión, que requiere tal brutalidad para mantenerla. Y los jóvenes estudiantes en Valencia se rebelaron. Respondieron a aquella agresión, no con armas de fuego o a base de golpes (“nuestras armas son estos libros” decían), sino con libros, porque sabían y saben que la razón es más poderosa que la fuerza física, que la convicción es más eficaz que la represión.

Repito que miles de veces ha tenido lugar en la historia de España tal confrontación, habiendo alcanzado su máxima expresión en el famoso grito del General José Millán-Astray en la Universidad de Salamanca de “abajo la inteligencia, viva la muerte”. Los sucesores de aquel grito terrorista gobiernan de nuevo en España, oponiéndose, incluso, a que los monumentos a tal criminal desaparezcan de nuestro paisaje monumentalista. Pero, como bien respondió Unamuno, el Rector de tal Universidad, “venceréis porque tenéis la fuerza, pero no convenceréis”. Y convencer, basados en razón, es más poderoso que reprimir. Y de ahí la falta de diversidad en los medios de mayor difusión en España, donde continúa existiendo un orden oprimente para grandes sectores de nuestra población. El establishment tiene miedo porque la razón puede llegar a movilizar a millones de personas. Y los estudiantes de Valencia, más tarde de Madrid y de otras partes de España, eran conscientes de ello. Un libro puede ser más poderoso que los miles y miles de policías que golpean “a sus enemigos”. Esta posibilidad tiene amedrentados a los establishments financieros económicos, mediáticos y políticos del país. Si a la mayoría de la población se le presenta información que muestre que, en contra de lo que se le ha dicho, hay alternativas, alternativas factibles, que expandirían en lugar de reducir su bienestar y calidad de vida, podría haber una respuesta organizada y movilizadora, que cuestionaría y amenazaría su dominio y hegemonía.

Nunca deberemos olvidad que la historia de España está llena de movilizaciones que fueron exitosas. El ejemplo más claro son las movilizaciones –dirigidas por el movimiento obrero- durante el periodo 1974-1978, y que forzaron el fin de la dictadura. Recordemos lo que deliberadamente se ha olvidado. Franco murió en la cama, pero la dictadura terminó en la calle, y ello como resultado de las movilizaciones populares. Y esto es lo que teme más la estructura del poder. De ahí la brutalidad de la policía frente a unos jóvenes cuya única arma eran los libros. Los que mandan en el país saben, son conscientes, de que la movilización popular puede llevar al traste toda la estructura de beneficios y privilegios que han estado gozando, y que sus políticas neoliberales intentan promover y defender. De ahí su enorme represión intelectual e ideológica, con escasísima diversidad en los medios (que automáticamente excluye a las voces críticas de tales políticas neoliberales que causan tanto dolor). Y de ahí su brutal represión en contra de lo que ven como “el enemigo”.

La cultura alternativa a la cultura dominante

Como era de esperar, las manifestaciones se extendieron por toda España. Y en la Puerta del Sol de Madrid hubo una gran protesta, en que los estudiantes agitaban (como ahora está ocurriendo a lo largo del territorio español) libros contra las porras policiales, exigiendo libertad de expresión. Y cuál fue mi enorme alegría, cuando entre los libros que agitaban destacaba Hay alternativas. Juan Torres me envió la fotografía que aparecía en El País en que en la delantera de la manifestación estaban los estudiantes frente a la policía enarbolando el libro (ver fotografía adjunta). ¡Qué alegría me causó! Esta alegría era en parte debido al orgullo de ver que había sido útil a aquellos estudiantes, y que lo evaluaban como un buen instrumento para informar a la ciudadanía y así darle poder y facilitar su respuesta a lo que mi amigo Noam Chomsky había definido en el prólogo como “guerra de clases unilateral”. Tenía que convertirse en bilateral. Y para ello se necesitaba que la ciudadanía supiera que sí, que en contra de lo que le habían dicho, había alternativas.

Pero había otro motivo de gran alegría. Una causa muy importante era que la agitación social de aquellos estudiantes, utilizando aquel libro, mostraba la existencia de una cultura alternativa a la dominante. En realidad, el libro Hay alternativas ha tenido muchas dificultades para salir. La editorial Aguilar, que se había comprometido a publicarlo, habiéndolo incluso anunciado en Amazon, lo retiró como consecuencia de presiones políticas y financieras. Y el libro no ha tenido ninguna otra promoción por parte de los grandes medios. En realidad, hasta hoy ningún rotativo de gran difusión lo ha comentado o dado noticia de él. Y, sin embargo, su difusión ha sido enorme. Mucha gente lo conoce, lo lee y lo distribuye. Y así salió en las manifestaciones. Ello quiere decir que hay una España alternativa, a través de la red que moviliza a millones de personas. Y ahí está la fuente de miedo e inestabilidad que tiene atemorizado al establishment.

La exigencia democrática

Existe, pues, una cultura alternativa fuera de los canales altamente controlados por el establishment. Esto es un hecho evidente. Y el excelente movimiento 15-M se basa en ello. Y de las demandas de éste y otros movimientos, incluyendo el sindical (hoy brutalmente atacado), surgen peticiones concretas, alternativas a las que impone el establishment. Y la más amenazante para este último es la exigencia de que cada ciudadano en este país tenga la misma voz y capacidad de influencia en la gobernanza del país. Ello exigirá enormes cambios, que van desde el cambio radical de la Ley Electoral (que discrimina sistemáticamente a las izquierdas) exigiendo que el voto de cada ciudadano valga lo mismo, a cambios en los sistemas de información y difusión para garantizar igualdad de oportunidades mediáticas, incluyendo también la eliminación de la financiación privada (abierta u oculta) del proceso político y de los partidos, exigiendo también cambios y la democratización de tales partidos.

Resultado de la enorme influencia que las derechas tenían, y continúan teniendo sobre el Estado, la democracia en España es enormemente limitada. Es la menos proporcional en la UE, y la menos participativa. Es una democracia en la que los escasamente representativos gobernantes tienen miedo a la población, habiéndose establecido una enorme distancia entre gobernantes y gobernados. Esta distancia ha facilitado la captación de los supuestos representantes de la población –los gobiernos- por los grandes lobbies financieros y patronales, tanto europeos como españoles, que hoy gobiernan y dominan nuestro país.Tales minorías están dictando políticas que favorecen sus intereses a costa de los intereses de la gran mayoría de la población. Lo que los compañeros indignados de EEUU (el movimiento Occupy Wall Street) llaman el 1% que gobierna el país –su vida económica, financiera, mediática y política- también se pueda aplicar aquí a España. Y todo ello legitimado, argumentando que ellos son “los que representan al pueblo” que, para mayor ofensa, están implementando políticas altamente impopulares aduciendo un inexistente mandato popular, ocultando que, en realidad, la mayoría de la población no les votó e, incluso entre la mayoría que los votó, tales políticas –que no estaban en su programa electoral- no son populares.

Las soluciones

Esta presentación no puede terminar sin algunas observaciones inmediatas. El libro ofrece alternativas de cómo alcanzar la democracia por la cual tantas generaciones han luchado en España y que todavía no hemos alcanzado. Pero hay otra dimensión que creo importante, y que aparece también en el libro. Y es la necesidad de movilizarse activamente, convergiendo las distintas sensibilidades hacia, no sólo la defensa de los derechos sociales y laborales que hoy están siendo recortados dramáticamente, sino también el desarrollo de nuestra democracia, enormemente limitada, responsable de que nuestro bienestar sea tan insuficiente. Esto último no se resolverá sin haber conseguido lo primero. Y se requiere la convergencia de todas las fuerzas democráticas en este proyecto. Hay que democratizar nuestras instituciones mal llamadas democráticas, hay que democratizar los medios de información, y hay que democratizar la economía. En el libro tocamos todos estos temas y ofrecemos propuestas específicas.

Y hay que movilizarse para conseguirlo. Y ahora más que nunca, pues, estamos
gobernados por las derechas de siempre, que ahora gobiernan en mayoría aunque, como acabo de decir, la mayoría de la población no les ha votado. Se necesita la movilización de las izquierdas, todas las izquierdas, para evitar que ganen también en Andalucía y Asturias.

Pero lo más fundamental, no es el proceso electoral (por muy importante que éste sea, que lo es), sino la agitación social. Es importante que el 15-M y los movimientos sociales como los sindicatos, extiendan la agitación social por toda España y que su radicalidad contagie a los instrumentos tradicionales de las izquierdas, para que esta España alternativa, que es la real, vaya convirtiéndose en la España que las fuerzas progresistas hemos deseado. La mayoría de la población simpatiza con estas demandas, entre las cuales la democratización del país ocupa un lugar preferente. Espero que el libro continúe siendo una ayuda para ello.

* Notas basadas en la presentación del libro “Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España”, el dia 23 de febrero, en el Auditorio Marcelino Camacho, de CCOO en Madrid

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