jueves, 27 de abril de 2017

¿Están seguros de que los campos electromagnéticos no representan un riesgo para la salud?

Dada la inminencia de la tecnología 5G, la creciente tecnificación de la sociedad, y la controversia que ésta presenta a nivel científico y social, el CCARS, autoproclamados asesores del Gobierno, ha presentado un informe “sin consenso internacional que se apresura a garantizar y justificar la total inocuidad en la salud humana del gran despliegue tecnológico de wifis, antenas de telefonía móvil o móviles que se está acometiendo en todos los ámbitos”, sostiene la entidad de damnificados en un comunicado.

Para los electrosensibles, este informe desdeña advertencias como la llamada al Principio de Precaución, emitida en 2011 por la Asamblea Parlamentaria de Consejo de Europa en su Resolución 1815, que alerta sobre los efectos biológicos para la salud humana de los campos electromagnéticos, y en especial del peligro sobre la salud de los niños y los adolescentes de los dispositivos inalámbricos que emiten microondas (móviles, WiFi, etc.). Además, con este estudio el CCARS minimiza la advertencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que incluyó en 2011 a las ondas electromagnéticas en el grupo 2B de la clasificación de elementos cancerígenos, así como la actualización del macroestudio Bioiniciative de 2012.

Especialmente reseñable en este contexto es el Llamamiento Científico Internacional del 11 de mayo de 2015, International EMF Scientist Appeal, que más de 200 científicos internacionales independientes y expertos en bioelectromagnetismo presentaron ante la ONU y la OMS para reclamar una legislación que proteja a la población internacional de los efectos de los campos electromagnéticos, amparándose en más de 2.000 estudios – cifra muy superior a los 350 que dice revisar el CCARS-. Este llamamiento aún vigente asegura que los campos electromagnéticos “afectan a los organismos vivos muy por debajo de las directrices internacionales y nacionales”, y provocan un “aumento de riesgo de cáncer, estrés celular, aumento de radicales libres dañinos, daños genéticos, cambios estructurales y funcionales del sistema reproductor, déficit en el aprendizaje y la memoria, trastornos neurológicos y efectos negativos en el bienestar general de los seres humanos”.

Es evidente que el informe del CCARS no los han tenido en cuenta en sus conclusiones y reduce los efectos negativos a “mareos, vómitos y malestar general”, cuando los enfermos de electrohipersensibilidad presentan “una sintomatología más amplia y discapacitante, provocada por la exposición que según investigaciones apunta a la apertura de la barrera hematoencefálica y al riesgo de desarrollar enfermedades crónicas neurodegenerativas”, sostiene la asociación. Sin embargo, el documento del CCARS insiste en el efecto nocebo de los enfermos, “que la comunidad científica independiente ya no da por válido, al haber sido totalmente descartado ante la evidencia de respuestas fisiológicas objetivadas, lo que queda de manifiesto en la Declaración Científica Internacional de Bruselas sobre EHS y SQM de mayo de 2015.

Según el colectivo de afectados, “las técnicas de imagen médica y detección de marcadores biológicos en sangre proporcionan un método de diagnóstico más objetivo y estudian además la relación entre la electrosensibilidad y la sensibilidad química múltiple, enfermedad provocada por los tóxicos ambientales presentes en aire, agua, alimentos etc. Estos marcadores biológicos, pueden consultarse en Reliable disease biomarkers characterizing and identifying electrohypersensitivity and multiple chemical sensitivity as two etiopathogenic aspects of a unique pathological disorder.

A tenor de la asociación, “el negacionismo sobre la electrosensibilidad como afección real está generando en las personas damnificadas un nuevo tipo de exclusión que afecta la vulneración de derechos fundamentales además de la pérdida de la salud. Sin embargo, la realidad cotidiana de nuestra asociación es que cada vez nos llegan más personas afectadas y que éstas mejoran con un adecuado tratamiento”, asegura en su nota.

Cuando países europeos como Francia ya han tomado medidas con respecto a la electrohipersensibilidad y su prevención en los no afectados desde los hogares a las escuelas (con medidas como la sustitución del wifi por fibra óptica, el uso de cableado apantallado, la reducción del nivel general de emisiones y la creación de zonas blancas libres de ondas en espacios públicos como parques, jardines, bibliotecas y hospitales), “consideramos que negar la evidencia en pro de los conflictos de interés, no es el camino a seguir. Por eso denunciamos que el informe de CCARS puede poner en peligro la salud de la población al ningunear información científica rigurosa y múltiples estudios en marcha actuales sobre esta materia”, concluye la Asociación Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud.