Soy médico de la Consellería de
Política Social . En el 2008 tuve un accidente, tras producirse un
vertido de gasoil en mi centro de trabajo. Sufro reacciones cuando
entro en contacto con productos químicos. Los tribunales han
reconocido el carácter profesional de mi enfermedad al catalogarla
como accidente de trabajo
El creciente desarrollo de la industria
química ha supuesto que nos veamos rodeados de más de 140.000
productos poco estudiados y de efectos impredecibles sobre la salud.
Los primeros casos de Sensibilidad Química Múltiple (SQM) fueron
comunicados a mediados del siglo pasado por el alergólogo
estadounidense Theron Randolph y han ido en aumento. Hasta 1967 se
creía que su causa era una alergia, hipótesis que se descartó al
poder medir las inmunoglobulinas y practicar test de sensibilidad
cutánea, que en los enfermos de SQM son normales.
La SQM es una enfermedad adquirida
caracterizada por la pérdida progresiva de tolerancia a productos
químicos diversos, sus síntomas son reproducibles con la exposición
química repetida y aparecen ante niveles muy por debajo de los
rangos establecidos como límite de exposición profesional, su
carácter es crónico y no existe ningún tratamiento, siendo la
evitación de las re-exposiciones la medida más eficaz. Obliga a los
afectados a modificar las actividades de su vida diaria y esto llega
a ser muy incapacitante.
En España, el 4 de febrero del 2010,
el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad tras reunirse
con una amplia representación de asociaciones de afectados por SQM,
creó un grupo experto de trabajo que elaboró el Documento de
Consenso del 2011 con la finalidad de establecer unas pautas comunes
de actuación para el personal sanitario. En el 2015, un grupo de
médicos y científicos de todo el mundo firmó la Declaración
Internacional de Bruselas sobre Electrohipersensibilidad y
Sensibilidad Química Múltiple instando a la Organización Mundial
de la Salud (OMS) a que las reconozca y les adjudique un código
propio.
Solo la OMS, responsable de la revisión
periódica de la clasificación internacional de enfermedades (CIE),
puede adjudicar nuevos códigos, si bien permite a los diferentes
países la creación de modificaciones clínicas para simplificar la
búsqueda de las diferentes enfermedades de manera que países como
Austria o Alemania han incluido el término SQM en su índice
alfabético. Sin código específico, en España se utilizaba el
995.3: «Alergia sin especificar».
Una buena parte de las SQM se producen
en el ámbito laboral provocadas por fumigaciones, exposición a
productos químicos diversos, vertidos de gasoil o edificios
enfermos. Se cree erróneamente que las exposiciones repetidas crean
tolerancia pero ocurre justo lo contrario: empeoran los síntomas,
por eso deben tomarse las medidas adecuadas y adaptar los puestos de
trabajo.
La Ley de Prevención de Riesgos
Laborales establece que los trabajadores tienen derecho a una
protección eficaz en materia de seguridad y salud en el trabajo,
contemplando a los especialmente sensibles, entre los que estarían
los afectados por SQM.
Tras la exposición al gasoil que
padecí en el 2008, en un accidente laboral, y tras las obras de
remodelación de mi centro de trabajo en los meses siguientes, mi
Sensibilidad Química Múltiple avanzó rápido y en diciembre del
2009 tuve que cambiar de puesto, sin poder ver pacientes, siendo mi
trabajo burocrático.
A raíz del vertido sufro síntomas
respiratorios, oculares, cardiovasculares y dérmicos al contacto con
los productos químicos.
Cuando mi nuevo centro sufrió en el
2014 una remodelación tuve otro accidente al que han seguido seis
recaídas. Si mi empresa hubiera tomado las medidas adecuadas podría
haberse evitado.
En el ámbito laboral llegan a
producirse situaciones absurdas. Según la normativa la evaluación
del puesto de trabajo para su adaptación no puede hacerse mientras
el trabajador está de baja pero, si cada vez que se incorpora
enferma, la evaluación no puede hacerse. Si nadie aplica el sentido
común y hace una excepción a la norma, la SQM avanza hasta no poder
trabajar.
Algunas mutuas de accidentes de trabajo
tampoco facilitan las cosas al intentar hacer pasar los accidentes
laborales por enfermedad común para evitar responsabilidades y
eludir el coste económico. El trabajador se ve obligado a solicitar
al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) la determinación
de la contingencia de la incapacidad temporal. Hacerlo implica
siempre llegar a un proceso judicial porque una de las partes no va a
estar de acuerdo y lo va a recurrir. Con cada recaída se llegan a
producir situaciones surrealistas como la mía con unos siete juicios
en los juzgados de lo Social de Ourense y cuatro en el TSXG.
En estos ocho años y medio ha sido
fundamental para mí el apoyo de CSIF en Ourense, de su sector
autonómico y sus servicios jurídicos, que han estado a mi lado sin
reservas. Creo que es el primer sindicato que se ha implicado en una
SQM producida en el ámbito laboral. Ojalá haya más apoyo a los
afectados.
Determinadas mutuas pueden llegar a
traspasar límites éticos que jamás deberían cruzarse y que desde
la Sanidad Pública nunca se deberían consentir o autorizar. En la
SQM no son útiles los test de detección epicutánea ni las técnicas
de desensibilización progresiva por su capacidad de agravar la
enfermedad. En mi caso se colocaron en mi espalda 115 parches entre
los que se incluyó gasolina y gasoil sin mi consentimiento. Al
recibir el informe comprobé con rabia lo que habían hecho, a pesar
de que la Ley 41/2002 Reguladora de la Autonomía del Paciente y de
Derechos y Obligaciones en materia de Información y Documentación
Clínica indica que el consentimiento informado debe ser escrito
cuando haya riesgos para el paciente. Valoré denunciar pero tan solo
cogí el teléfono y llamé al doctor Pablo Arnold Llamosas, miembro
del grupo de expertos que elaboró el Documento de Consenso del 2011
y solo fue capaz de decir: «¡Qué locura doctora, qué locura,
nunca en mi vida vi nada igual, nunca, en mis años de ejercicio, vi
que a nadie le hicieran eso, qué locura!».
A pesar de todo debo agradecer a aquel
vertido el haber pòdidocomprobar la solidaridad de las personas,
dispuestas a cambiar sus hábitos de vida para que la calidad de la
mía sea algo mejor. En noviembre del 2014, 74 de mis compañeros
firmaron un manifiesto para que se solucionase mi situación y lo
remitieron por registro a la Jefatura Territorial. Nunca les
agradeceré lo bastante que lo hicieran.
El ámbito sanitario no está preparado
para proporcionar una asistencia adecuada a los afectados por SQM. En
el 2015 envié a la Consellería de Sanidade unas propuestas
sencillas sin coste y aunque inicialmente se mostraron receptivos, no
me consta que se haya llevado a efecto ninguna de ellas.
Creo que es importante que los
afectados por la SQM no perdamos la esperanza, que luchemos por
nuestros derechos. A los demás les diría que piensen si necesitan
todos esos productos. A los enfermos de SQM se nos compara con los
canarios que se morían en las minas de carbón al detectar la salida
del gas grisú. Nadie se quedaba a esperar, es una cuestión de
sentido común.
Un testimonio de Carla Delgado
Muchas SQM están provocadas por
fumigaciones o por exposición a productos químicos
Hay personas dispuestas a cambiar sus
hábitos de vida para mejorar la mía