Adrián
Martínez
No
se si ustedes recuerdan aquel chiste de un paciente con diarrea aguda
que acude a un centro médico y el bedel, por equivocación -lo mismo
era interino y ese mismo día se enteró de que no le renovaban el
contrato- le envía al psicólogo. Tras un buen rato sale el paciente
de la consulta y el mismo bedel, apresuradamente, le pide disculpas y
le pregunta si sigue cagándose. El paciente, circunspecto, le
responde que síÉ pero que ya no le importa. Parece, sólo, de
chiste pero la medicina sigue aplicando este tipo de terapias
psico-educativas-conductuales a pacientes con determinadas
patologías. Un ejemplo típico es la fibromialgia (FM).
La
FM puede ser una enfermedad esquiva y compleja pero no tiene un
origen psicológico. Lo diremos por activa y pasiva. Numerosos
estudios han confirmado su base neurobiológica como así fue
reconocido por consenso de expertos. Dicha patología es de causa aún
desconocida y se caracteriza por un cuadro de dolor crónico
musculoesquelético generalizado, de origen no articular y que
requiere para su diagnóstico la presencia del mismo de forma
generalizada y de más de tres meses de duración, acompañándose de
una sensibilidad anormal a la presión digital en unas zonas
determinadas del cuerpo. Estos pacientes acuden a consulta por este
tipo de molestias aunque es frecuente que presenten otras como
fatiga, sensación de tumefacción y rigidez matinal, parestesias y
disestesias en las manos, alteraciones neurológicas y en el sueño,
disfunciones neuroendocrinas e inmunológicas y trastornos en el
aparato digestivo, entre otras cosas. Es una enfermedad de
sensibilización central que, en porcentajes importantes, se asocia a
otras como la Sensibilidad Química Múltiple, el Síndrome de Fatiga
Crónica y el de Electrohipersensibilidad, demostrándose, por tanto,
la más que probable estirpe medioambiental de todos ellos.
La
FM se diagnostica teniendo en cuenta unos criterios que, en primera
instancia, fueron establecidos por el Colegio Americano de
Reumatología en 1990 y que, a petición de la comunidad científica,
fueron renovados en 2003 en lo que se llamó el Consenso Canadiense.
Con estos nuevos criterios puede observarse un aumento en el
diagnóstico de FM entre pacientes con dolor crónico. También que
hasta un 14% de pacientes diagnosticado de FM con los criterios del
año 1990 no cumplen los nuevos.
Pero
algunos en nuestro país no se han enterado o no quieren enterarse.
Sus razones tendrán. Quizás sea debido a que el Ministerio de
Sanidad sigue recomendando, en su documento de 2011, la utilización
de los criterios diagnósticos de 1990 pese a reconocer que los
mismos "plantean varias limitaciones". Las primeras, las
mentales supongo. O sea, reconoce que hay un error de base pero
persiste en su empeño y claro, alguna patulea científica le
acompaña en el error. Pongamos por caso el del IDIAP Jordi Gol
(Instituto de Investigación en Atención Primaria). Instituto que
fué una fundación e iniciativa del Instituto Catalán de Salud y
que no hace mucho publicó una investigación sobre FM en la cual
establece que la misma se puede combatir con psicoeducación y
relajación desde atención primaria. Recuerden el chiste. Sin
embargo esta visión terapéutica sólo es posible cuando se
contemplan a la depresión y a la ansiedad como causas de la FM. Y no
es el caso. En dicha investigación se demostró que el 62.2 % de los
enfermos presentaban depresión, sin embargo los criterios
canadienses afirman que la incidencia de la misma en la FM es similar
a otras enfermedades que cursan con dolor crónico. Es decir la
depresión es un síntoma típico de los pacientes que sufren dolor
crónico -y de los que ven canal 9- y no un status propio, y muchos
menos la causa, de la FM. Es más, ningún estudio ha conseguido
evidenciar hasta ahora que la presencia de trastornos o
acontecimientos emocionales actúen como factores de riesgo, factores
precipitantes y/o desencadenantes en el desarrollo o empeoramiento de
la FM. Por el contrario, hay alteraciones neurológicas puestas de
manifiesto por las nuevas tecnologías que están permitiendo
realizar estudios donde se han encontrado diferencias significativas
en el procesamiento del dolor entre pacientes con FM y personas
sanas. Y ante aquellas investigaciones del IDIAP y similares la
respuesta, no puede ser otra, debe ser "clintoniana": No es
la depresión, estupidos.
Y
surgen varias preguntas: ¿Por qué este esfuerzo en no reconocer la
naturaleza de la FM y empeñarse en tontadas y establecer sesgos que
no conducirán al desarrollo de estrategias adecuadas para estos
pacientes? ¿Se intenta echar una mano a esa derivada y deriva
política que establece una minimización del gasto público y una
limitación en la asistencia adecuada y multidisciplinar que merecen
estos pacientes? ¿Por qué a estas alturas del conocimiento
científico hay quien aún sigue empeñado, erre que erre, en buscar
donde ya se ha demostrado que no está la causa de la Fibromialgia, y
mucho menos el tratamiento? ¿Cuáles son las auténticas
motivaciones para seguir trabajando -y gastando dinero público- en
esa línea conducente a la psicologización y psiquiatrización de
los pacientes con FM?
Estoy
completamente de acuerdo con todas las Asociaciones de Afectados
cuando afirman que el estudio del Jordi Gol es tendencioso, da
cobertura a las administraciones sanitarias potenciando la confusión
sobre la naturaleza de esta enfermedad y pretende limitar la
asistencia de estos enfermos a atención primaria. Les han marcado un
auténtico gol. Por la escuadra.
Lo
mismo con unas palmaditas en la espalda y algún viaje del Imserso
hubiese sido más que suficiente. Lo mismo intentan de este modo que
algunos pacientes dejen de cagarse. En todo. En algo. En alguien.