lunes, 5 de marzo de 2012

Transporte de riesgo en Tarragona

Centenares de camiones y trenes con mercancías peligrosas circulan a diario cerca de núcleos densamente poblados en Tarragona porque no hay alternativa

Vida | 05/03/2012 - 02:17h

Montbrió del Camp
El paso de camiones con productos inflamables es habitual en poblaciones como 
Constantí  Vicenç Llurba
El crecimiento sin orden ha llevado al Camp de Tarragona a situaciones de difícil convivencia, con cruce de intereses urbanísticos, turísticos e industriales. Uno de los paradigmas es el transporte de sustancias peligrosas, productos tóxicos, explosivos o inflamables que se fabrican en el parque petroquímico más importante del sur de Europa, y que circulan a diario en tren o camiones, muy cerca de núcleos densamente poblados como única alternativa. Los transportes cumplen con estrictas normas de seguridad, pero la Generalitat advierte que en el futuro habrá que alejar estos tráficos, porque en muchos puntos no se cumplen los 500 metros de seguridad que impone la normativa de Protecció Civil.

Un informe de Interior analiza el flujo de transportes con mercancías peligrosas (ADR) y señala la mayor concentración de expediciones en el Camp de Tarragona. Los camiones cargados con estas materias utilizan de forma prioritaria la autopista, y tanto en la AP-7 como en la AP-2 la media supera los 150 camiones por día. Aun así, en torno a los parques logísticos industriales, en determinados puntos de Tarragona y el Vallès, el Govern ha detectado valores superiores a los 250 camiones diarios. Sólo el parque químico de Tarragona mueve al día una media de 160 camiones cisterna (40.000 al año), según la Associació Empresarial Química de Tarragona.

Una de las vías con más tránsito, la AP-7, ha visto crecer en los últimos años numerosas urbanizaciones a su alrededor, especialmente en la zona del Tarragonès y el Baix Penedès. Zonas residenciales como Nou Vendrell o Mas Astor, en El Vendrell, o el Racó del César, en Roda de Barà, están literalmente pegadas a la autopista. También los trenes cargados con materias peligrosas pasan a diario por el interior de núcleos de población. El informe de Protecció Civil señala el eje ferroviario entre Tarragona y Reus, con una media de 378.000 toneladas transportadas al año, como el más destacado de Catalunya en este tipo de transportes, seguido del tramo entre Reus y la terminal ferroviaria de Constantí.

Los convoyes circulan por dentro del casco urbano de Reus, una ciudad con más de 90.000 vecinos. El tráfico se concentra en las horas nocturnas, cuando hay menos transporte de pasajeros. "Tenemos la normativa más restrictiva de Europa en transporte de mercancías peligrosas. Los accidentes son prácticamente inexistentes", explica una portavoz de Adif. Eso no quiere decir que no se den incidencias. En julio pasado, un tren cargado con líquido inflamable tuvo pérdidas desde Reus hasta la estación de Lleida-Pirineus. El protocolo de seguridad mandó confinar a miles de personas en un perímetro de 600 metros. Fue una de las 12 activaciones del plan de emergencias Transcat realizadas en el 2011.

"Las administraciones no pueden esconderse más. La planificación urbanística de los municipios debe evitar errores históricos como hasta ahora, y tener en cuenta conceptos como la evacuación o la autoprotección. Que no pasen cosas no significa que no puedan pasar", afirma el director general de Protecció Civil, Manel Pardo, que aboga por mantener despejadas les principales infraestructuras de comunicación.

La normativa de Protección Civil establece un mínimo de 500 metros como distancia de seguridad, aunque se puede rebajar incorporando elementos de protección urbanística. Los informes de Protecció Civil a los planes urbanísticos no son vinculantes, aunque, advierte Pardo, sí que lo van a ser cuando el Parlament apruebe este año la nueva ley de Emergencias.

Una carretera que separa

A un lado, la industria química, decenas de humeantes plantas conectadas, el mayor parque petroquímico del sur de Europa. Al otro, el parque temático Port Aventura, el emblema turístico de la Costa Daurada. Y en medio, la nueva carretera TV-3148, un ancho vial que separará aún más dos sectores obligados a coexistir. Las obras de la autovía que unirá Vila-seca con el núcleo de la Pineda cuentan con una inversión de 23,3 millones de euros, están financiadas por la Generalitat y la Diputación de Tarragona y estarán acabadas el año que viene. La particularidad es que esta infraestructura, de 3,3 kilómetros, incluye además un vial segregado para el tráfico de camiones. Esta carretera en paralelo facilitará el transporte con origen o destino al polígono petroquímico sur y favorecerá la seguridad y la fluidez de la circulación en la nueva autovía.

Los expertos recomiendan evitar el uso de los plaguicidas químicos

marzo 5, 2012

Una quincena de colectivos vecinales ha solicitado al Ayuntamiento de Santa Cruz el 
uso de plaguicidas biológicos en los jardines públicos. / DA
CECILIA L. BARREIRO BUSTAMANTE | SANTA CRUZ DE TENERIFE

La presentación de un escrito en el Ayuntamiento de Santa Cruz firmado por una quincena de asociaciones y colectivos de la ciudad, incluida la Plataforma Pro-Parques y Jardines, que reclaman al Gobierno municipal que se prohíba el uso de plaguicidas químicos en todo el municipio, ha provocado un gran debate sobre dichos productos. Esta iniciativa ciudadana surge tras la utilización del producto Imidacloprid en el parque García Sanabria el 11 de noviembre.

El debate, con grandes controversias, se ha visto reforzado por el uso del herbicida Glifosato en el parque Javier Fernández Quesada, en La Laguna, denunciado por la Plataforma Sí se puede debido a que, según la Directiva Europea 2009/128/CE del 21 de octubre de 2009, “el uso de plaguicidas en parques y jardines debe minimizarse o prohibirse. Cuando se utilicen deben preverse medidas adecuadas de gestión del riesgo, así como concederse prioridad a los plaguicidas de bajo riesgo y a las medidas de control biológico”.

A partir de estos hechos, se plantea si el uso de plaguicidas químicos es correcto y, por ello, DIARIO DE AVISOS ha querido consultar a expertos en la materia para saber cuánta peligrosidad representan en realidad y si se deben tomar otras medidas.
  • Nómina de productos
  • Los pl icidas. Son sustancias químicas destinadas a matar los seres vivos considerados plagas. No son venenosos pero pueden resultar tóxicos para los seres humanos. Dentro de los plaguicidas nos podemos encontrar los insecticidas y los herbicidas.
  • Imidacloprid. Es un insecticida neuroactivo fabricado por Bayer. Se utiliza para el control de plagas, tratamiento de semillas y para el control de insectos, termitas y pulgas. Fue prohibido en Francia y Alemania por su peligrosidad para las abejas. Está considerado “moderadamente tóxico”por la OMS. Tiene la potencialidad de ser contaminante de aguas subterráneas y está catalogado como ”probable” carcinógeno por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos.
  • Glifosato. Es un herbicida que elimina hierbas y arbustos. Es un plaguicida no selectivo de amplio espectro, lo que significa que mata a las hierbas que toque. Está relacionado con posibles malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas en embriones humanos de usuarios que han estado expuestos a grandes dosis.

Según Arturo Harrison, catedrático de Toxicología, “la respuesta del dilema de plaguicida sí o plaguicida no, es el uso racional y, por supuesto, en parques públicos y en jardines no tiene sentido utilizarlos porque pueden generar problemas graves a la población. Si se utilizan, nunca deben ser organoclorados, ya que son altamente persistentes. Se podrían utilizar, en cambio, las piretrinas, al ser el eslabón menos tóxico de los plaguicidas.”

El ingeniero agrónomo Javier López aclara que actualmente es legal la utilización de productos fitosanitarios en jardines. “Pero se deben utilizar sólo cuando haga falta y no como prevención. Y además, se deben aplicar las medidas de protección adecuadas, como vallar y aislar la zona. Por otro lado -agrega-, cada vez se conocen más los efectos perjudiciales de estos productos, y por ello, la sociedad presiona para que no se utilicen sino cuando son necesarios e, incluso, la legislación también va en esta línea.”

En el otro lado de la balanza, David Galarza y Antonio Cáceres, dueños de la empresa Aceviños Jardinería, comentan que el Imidacloprid es el insecticida más efectivo. “En Santa Cruz, es la única forma de controlar las plagas. Los jabones potásicos no son tan efectivos debido a que se degradan rápido, y si alrededor hay parques y jardines que no se fumigan, las plagas voladoras se reproducen también en las zonas que están siendo tratadas con estos productos”.

Para Alberto F. Acosta, ingeniero técnico agrícola, “estos productos tienen un registro en el Ministerio de Agricultura y unos permisos para aplicarlos en parques y en jardines. De todas formas, se han utilizado en casos puntuales y no en grandes cantidades. En el mercado hay otros pesticidas más inocuos como los jabones potásicos pero no son tan eficaces. Además, conllevan mayor mano de obra porque perduran menos en las plantas”.

Hay alternativas

En el caso del Glifosato. En primer lugar, se podrían utilizar los medios mecánicos (maquinaria diseñada especialmente para ello). Luego, si estos medios no son los adecuados hay otros herbicidas que son menos peligrosos para la salud, pero que, a diferencia del Glifosato que vale unos ocho euros el litro, estos rondan los veinte.

En el caso del Imidacloprid. El tratamiento menos tóxico y más natural, es el tratamiento sólo con agua. Consiste en aplicar agua a presión en la zona cuando la plaga se está creando. Si la plaga está extendida se puede recurrir a los tratamientos con jabones potásicos o fosfóricos, no son productos tóxicos y actúan degradando la piel del insecto. También se pueden utilizar los tratamientos con plaguicidas porque no incumplen la legislación, pero se debería de intentar evitar por su contaminación. Además, sería conveniente señalizar la zona, aislarla si es necesario y tener unas medidas de precaución adecuadas.

Problemática. Existe un conflicto en el uso de los plaguicidas debido a que hay insectos capaces de volverse inmunes a las dosis de plaguicidas. Esto se debe a que poseen en su constitución genética componentes que les permiten vivir en ambientes con altas concentraciones de pesticidas. Esto se trasmite a las futuras generaciones, de tal manera que en poco tiempo, según la capacidad de reproducción de la especie, toda la población se torna inmune.

Tratamientos biológicos. Debido a la resistencia de los insectos, sería conveniente buscar una medida alternativa como el control biológico. Pero, para utilizar este método se necesita una gran investigación, que puede durar varios años. Y, por otra parte, los parques y jardines al no representar un cultivo productivo, como pueden ser las frutas o las verduras, no cuentan con tanta capacidad económica, pero, según los expertos, sería conveniente que se realizaran investigaciones públicas con el fin de encontrar un método eficaz que no tenga el problema de la resistencia de los insectos y, que a la vez, sea natural, no contaminante y que no resulte tóxico para las personas, los animales y el agua.

El efecto de los compuestos tóxicos se extiende a varias generaciones

05/03/2012

El investigador de la Washington State University de Estados Unidos, Michael Skinner, ha demostrado que una gran variedad de productos tóxicos tiene efectos negativos no sólo en animales expuestos, sino también en la descendencia de éstos.

En concreto, Skinner ha constatado que tres generaciones subsiguientes pueden verse afectadas por el daño de estos tóxicos en uno de sus antepasados.

Según el científico, cuando un animal se ve expuesto a una sustancia tóxica, las secuencias de su ADN permanecen invariables pero se modifica la forma en que los genes se activan o se desactivan. Esta modificación es hereditaria.

El presente estudio es el primero que demuestra que una gran variedad de tóxicos –entre ellos los plásticos, el pesticida DEET o la permetrina, provocan enfermedades en varias generaciones. Anteriormente, Skinner
había demostrado un efecto similar producido por un un fungicida concreto .

Los resultados obtenidos abren un nuevo campo de investigación acerca de los modos de desarrollo de las enfermedades.

Yaiza Martínez

Contaminación: más infartos, ictus y tumores por la suciedad ambiental en las grandes ciudades

Contaminación: más infartos, ictus y tumores por la suciedad ambiental en las grandes ciudades
El tráfico rodado y el humo de las industrias y del tabaco han generado cifras de contaminación nunca vistas. En las últimas semanas se han registrado niveles de hasta 60 microgramos por m3 de partículas tóxicas. Éstas penetran en los alveolos y las arterias provocando dolencias respiratorias y cardiovasculares.

3 Marzo 12 - - A. Jiménez - madrid

Es una masa de polvo con origen africano la que ha amenazado esta semana a la Península. Una incómoda visita que no hace sino aumentar los ya de por sí elevados niveles de contaminación atmosférica.  Sin embargo, es poco frecuente que aparezca en la estación invernal. Suele hacerlo cuando el tiempo está despejado, hace sol y las lluvias son escasas. Pero, curiosa y desgraciadamente, estas características ambientales coinciden precisamente este año con la estación que debería ser la más fría y lluviosa. Porque estamos presenciando el invierno más seco desde que hay cifras al respecto.

Si a eso se suma la contaminación del tráfico rodado, el humo de las fábricas y del tabaco, se llega a cifras como las alcanzadas estos meses en nuestro país. Se han registrado en las últimas semanas niveles de hasta 60 microgramos por m3 de partículas en comunidades como Madrid, Sevilla o Bilbao, cuando la normativa europea no permite rebasar los 40 microgramos. «Los cambios en las presiones hacen que los contaminantes permanezcan más tiempo en la capa que respiramos», explica Ramón Fernández Álvarez, coordinador del área de Enfermedades respiratorias y Medioambientales de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).

Muertes indirectas
La «boina» de aire sucio que incrementa la polución es responsable, aunque indirectamente, de más de 16.000 muertes prematuras al año en España. Y todo porque las sustancias nocivas, como los óxidos de nitrógeno (NO y NO2), ozono troposférico, óxidos de carbono (CO y CO2), dióxido de azufre y partículas en suspensión, penetran y se depositan en los alveolos y arterias. De esta forma producen efectos tóxicos agudos que derivan sobre todo del carácter irritante y oxidante de las sustancias atmosféricas, dando lugar a dolores de cabeza, tos, irritación de los ojos y de las vías respiratorias (que favorece la aparición de rinitis y bronquitis), inflamación pulmonar, incluso infecciones pulmonares graves y daños cardiovasculares.

Respecto a estos últimos, Gregory Wellenius, investigador y profesor del Center for Environmental Health and Technology de la Universidad de Brown (Estados Unidos), explica a este semanario que «el riesgo de ataque al corazón puede medirse por, al menos, tres mecanismos. Estudios previos demostraron que los niveles más altos de partículas ambientales pueden afectar el sistema nervioso, que es el responsable de la regulación del ritmo cardiaco y de la tensión arterial».

Ictus
En segundo lugar, estas partículas ambientales también han sido vinculadas «a un aumento de la inflamación». El experto añade que «por último, existen pruebas que sugieren que pueden afectar a la capacidad de reacción de las arterias, esto es, pueden hacerse más grandes o más pequeñas para regular la tensión arterial y el flujo de sangre a las partes diferentes del cuerpo. Estos mecanismos, individualmente o en combinación, pueden aumentar el riesgo de infarto». En el último trabajo de Wellenius y su equipo, publicado hace unas semanas en «Archives of Internal Medicine», acaban de desvelar que la contaminación atmosférica, incluso a niveles generalmente considerados seguros por las autoridades, también incrementa el riesgo de accidente cerebrovascular en la nada desdeñable cifra de un 34 por ciento. 

Además, descubrieron que el máximo peligro tras la exposición a los aires nocivos se produce entre las 12 y las 14 horas antes de sufrir el ataque. «Este periodo de tiempo que observamos entre el incremento de los niveles de las particulas del aire y el aumento del riesgo de ictus nunca se había estudiado antes. Es un resultado interesante, porque sugiere que existe una respuesta fisiológica muy rápida», añade el investigador.

En el trabajo en cuestión los expertos analizaron a más de 1.700 pacientes que acudieron al hospital por un accidente cerebrovascular. Los científicos se centraron en las partículas denominadas PM2.5, que proceden de centrales eléctricas, fábricas, camiones y automóviles, entre otros, y que penetran con facilidad en los pulmones.

Corazón
Respirar aire tan impuro también puede asociarse a un riesgo mayor de sufrir un ataque al corazón. El motivo, dicen los científicos, puede hallarse la inflamación que provocan los ya mencionados contaminantes (entre ozono, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre). Excepto el primero de ellos, un ensayo internacional mostró un incremento de posibilidades de sufrir daño cardiaco en aquellos expuestos a mayores concentraciones de tóxicos durante apenas una semana antes de un ataque cardiaco. Así lo reflejaron recientemente en el «Journal of American Medical Association» (JAMA).

A un plazo mucho más largo, estas sustancias pueden afectar a la mujer. Eso creen investigadores de la Universidad de Buffalo (Estados Unidos) han demostrado que la exposición a la contaminación del aire cuando una mujer da a luz a su primer hijo, puede alterar su ADN, y en consecuencia, sufrir cáncer de mama en la premenopausia.

La alteración genética se debe a que se incrementan los niveles de una proteína, la E-cadherina, y que juega un papel importante en el mantenimiento estable de las células y de los tejidos.«Es el primer estudio que examina la exposición a la contaminación del aire en los puntos clave en la vida de una mujer», dijo la investigadora principal, Katharine Dobson.

Asma
Y estos problemas son para los más mayores. Pero, ¿qué ocurre con los pequeños? Los lactantes «realizan  40 respiraciones  por minuto, frente a las 12 respiraciones de las personas adultas, por tanto, el aire que movilizan respecto al tamaño de sus pulmones es mucho mayor y proporcionalmente la contaminación también lo es», señala a este semanario el presidente de la Sociedad de Neumología Pediátrica (SENP), Manuel Sánchez-Solis.

El experto señala que «tienen más riesgo de sufrir asma y una disminución de la función pulmonar». Sánchez-Solis aclara que «los sistemas enzimáticos y de protección frente a las agresiones externas están en pleno desarrollo, por lo que se encuentran más indefensos».

En cuanto a la disminución de la función pulmonar, el presidente de la SENP considera que «es un riesgo indiscutible de EPOC. Son candidatos a sufrir esta enfermedad cuando sean adultos. Es algo que sospechamos vehementemente».

Lo único relativamente «bueno» es que los virus del invierno han aparecido tarde, por lo que «ha habido menos ingresos por estos virus respiratorios; su epidemiología depende de las condiciones atmosféricas».

Alérgicos
Enfermedades que aparecen y otras que se agravan. Como les ocurre a los pacientes alérgicos, que pueden ver dañados sus bronquios. A ello parece contribuir en gran medida la emisión de las partículas contaminantes que emiten los motores diésel, los cuales alteran la estructura del polen y aumentan su capacidad de inducir una respuesta alérgica en aquellas personas más susceptibles.

Francisco Feo Brito, coordinador del Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic) explica que «el motor diésel puede llegar a emitir hasta 100 veces más partículas que los motores de gasolina y otra la alta concentración de polen de cupresáceas de los meses de enero y febrero».

Para evitar en la medida de lo posible volvernos «grises», lo mejor es «evitar estar mucho tiempo al aire libre en los días de alta concentración de contaminantes, así como cerrar las ventanas y evitar hacer ejercicio físico al aire libre».

Y además... Engordan
Su nombre suena aterrador: químicos disruptores endocrinos (EDCs, por sus siglas en inglés). Son sustancias tóxicas que provocan una acumulación de grasa presente en alimentos y productos de uso corriente. Así lo explican desde El Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición, que están trabajando sobre ellas. Muchos, dicen, son solubles en las grasas y por ello se acumulan con facilidad.

Al grupo pertenecen especialmente los pesticidas e insecticidas. Lo que hacen, en concreto, es aumentar el riesgo de trastornos relacionados con la diabetes, como el síndrome metabólico y la resistencia a la insulina. Según explica Javier Salvador, del equipo del CIBERobn, «la obesidad visceral promueve la liberación de ácidos grasos libres que llegan al hígado y contribuyen a generar resistencia a la insulina, lo que favorece la diabetes».

Al nacer
Además, estos compuestos acumulados en la grasa se transmiten a los hijos durante la gestación y después de la lactancia. De hecho, un estudio realizado en hembras de roedor embarazadas mostró, tras ser expuestas a estos tóxicos durante 19 días (duración del embarazo de este mamímefro), cómo desarrollaron diabetes gestacional. Sus crías terminaron también siendo diabéticas a los seis meses de nacer. Otros trabajos revelan que los plásticos de policarbonato como el bisfenol A (utilizado en los «tuppers») podrían también contribuir en la aparición de diabetes al ser sometidos a altas temperaturas.