lunes, 10 de septiembre de 2018

Fallece en Argentina el icono mundial de la lucha contra Monsanto y las fumigaciones

Publicado: 7 sep 2018

Fabián Tomasi trabajó durante años expuesto a las fumigaciones en un campo argentino, situación que le produjo polineuropatía, hasta que murió este viernes por la mañana.
La figura de Fabián Tomasi se convirtió en un icono mundial de la lucha contra el uso del
glifosato. Pablo Aharonian / AFP
El mayor símbolo de la lucha contra Monsanto, el sistema de fumigaciones y el uso del glifosato en Argentina, Fabián Tomasi, falleció este viernes por la mañana (hora local) a los 53 años tras padecer una polineuropatía severa, o la 'enfermedad del zapatero'. Los ambientalistas sostienen que aquella afección la contrajo trabajando en los campos fumigados de aquel país sudamericano.

El cuerpo alterado de Tomasi, reflejado en la portada del libro 'Envenenados', se convirtió rápidamente en un icono internacional para la lucha por el medio ambiente. La enfermedad que le causó el sistema de producción agrícola alteró sus músculos y también la forma de su cuerpo: "Soy la sombra del éxito sojero", le había expresado la víctima a La Voz en una entrevista.
Falleció Fabian Tomasi. En Basavilbaso, Entre 
Ríos. Historia clave de mi libro #Envenenados
los agrotóxicos minaron su salud hasta este 
final. Se va un símbolo de la lucha contra 
las fumigaciones. Alguien determinante a la 
hora de entender este modelo que mata. 
Vale repasar que el uso de agroquímicos en ese país del Cono Sur se presenta en grandes cantidades debido a la expansión del cultivo de soja transgénica, cuyos brotes son resistentes a las fumigaciones que alejan a las plagas de los campos.

"Estar vivo es un milagro"

Por su parte, Tomasi comenzó a trabajar en una empresa fumigadora llamada Molina y Compañía S.L.R., en la localidad de Basavilbaso, provincia de Entre Ríos, una zona donde esa práctica es habitual. Durante años, se desempeñó manipulando las cargas químicas que luego los aviones dispersarían en las plantaciones.
Fabián Tomasi: "Lo que más duele es el silencio 
de la mayoría, y todos esos niños que nacen con 
malformaciones por los agrotóxicos en un país 
sin asistencia y que les da la espalda".
"Mi caso es extremo por haber trabajado sin ningún cuidado. Pero no hay que perder de vista que son sustancias destinadas a matar. Esto es inviable, no hay manera de tirar millones de litros de veneno al ambiente y pensar que eso no va a provocar ningún daño", había expresado en el reportaje ya citado.

"Llegábamos a casa y la cara nos ardía. Estar vivo es un milagro", relató en otro reportaje mencionado por El Día, mientras sus dolencias avanzaban. En aquella oportunidad, recordó: "Cargábamos los aviones con veneno. Abríamos los tanques de 20 litros y al sacar las tapas se te pegaba todo el veneno en las manos. Comíamos debajo de las alas de los aviones, donde el veneno goteaba", recordó en aquella oportunidad".

"Tengo miedo de morir"

En una emotiva carta publicada en marzo por La Garganta Poderosa, Tomasi explicó con exactitud el momento por el cual estaba pasando. Sobre su enfermedad, describió: "Afecta todo mi sistema nervioso y me mantiene recluido en mi casa. Mis primeros síntomas fueron dolores en los dedos, agravados por ser diabético, insulinodependiente".


Y siguió: "Luego, el veneno afectó mi capacidad pulmonar, se me lastimaron los codos y me salían líquidos blancos de las rodillas. Actualmente tengo el cuerpo consumido, lleno de costras, casi sin movilidad y por las noches me cuesta dormir, por el temor a no despertar".

Sin embargo, las dolencias físicas no fueron su único obstáculo: "Recibí muchas amenazas por visibilizar lo que nos hacen comer, respirar y beber a diario", había revelado. A su vez, prosiguió: "Ya no basta con decir 'Fuera Monsanto', porque las cadenas de maldad hoy se extienden al resto de las compañías multimillonarias y se enredan con el silencio", haciendo alusión al rol mediático sobre esta grave problemática sanitaria.

Así las cosas, tras conocerse su deceso, el perfil de Facebook del fallecido se llenó de mensajes de afecto, donde los usuarios reconocieron su larga lucha contra el uso de los agroquímicos.

SQM y EHS, dos enfermedades negadas por su carácter ambiental

CARLOS ÁLVAREZ BERLANA — MADRID 7 SEP, 2018

Como consecuencia del progreso están apareciendo enfermedades que, como las descritas en este trabajo, pueden considerarse ‘enfermedades centinela’ por cuanto advierten de factores peligrosos para la salud.

La Sensibilidad Química Múltiple (SQM) consiste en una serie de síntomas desencadenados ante la exposición a un amplio grupo de sustancias, generalmente tóxicas y usualmente sintéticas, entre las que se encuentran los hidrocarburos y múltiples compuestos presentes en cosméticos y limpiadores de uso cotidiano. La electrosensibilidad (EHS) es una respuesta de intolerancia a campos electromagnéticos en dosis por debajo de los límites de las actuales reglamentaciones. Entre los distintos sistemas e infraestructuras que originan la respuesta de la electrosensibilidad se encuentran los teléfonos móviles y antenas de telefonía, los Wifis y otros sistemas de transmisión por radiofrecuencia como vigilabebés o televisiones inteligentes, así como transformadores, líneas de alta tensión, transformadores y motores eléctricos.

Investigaciones recientes consideran que la SQM y la EHS tienen los mismos mecanismos subyacentes y representan diferentes desórdenes de un tipo de trastorno común. Ciertos marcadores epigenéticos y variables analíticas alteradas podrían servir como criterio diagnóstico para ambas enfermedades. Según este punto de vista, la disminución en la capacidad de transportación iónica en las membranas celulares produciría un estrés oxidativo a nivel celular que estaría en la base de ambos problemas de salud.

Aspectos advertidos

La SQM es una enfermedad mayoritariamente de mujeres. Un sistema inmunitario y hormonal más complejo según algunos autores predispondría en mayor medida hacia este tipo de trastornos. Una mayor exposición femenina ante cierto tipo de sustancias químicas tóxicas podría estar favoreciendo también esta prevalencia por sexos. Ninguna de ambas se puede considerar una enfermedad rara, puesto que la SQM podría estar afectando hasta a un 1% de la población y hasta un 3% de personas podría estar experimentando síntomas leves asociados a la exposición electromagnética.
Se trata de problemas de salud de origen ambiental asociados al progreso

Se trata de problemas de salud de origen ambiental asociados al progreso. La SQM aparece en los países industrializados a partir de los años 50. La EHS surge entre los operadores de radar en la misma década de los años 50 y se extiende entre la población a partir de los años 90 con el auge de la telefonía móvil.

La SQM y la EHS son enfermedades negadas, fundamentalmente por el cuestionamiento que representan para nuestro modo de vida y modelo industrial. En España la SQM no ha sido oficialmente reconocida hasta el 2014 y la OMS aún no le dedica un epígrafe específico en su Clasificación internacional de enfermedades, siendo incluida dentro del grupo de las alergias no específicas. El único país del mundo que ha reconocido la electrosensibilidad es Suecia, como discapacidad, y la OMS aún no ha asumido que sea un problema de salud causado por la exposición a los campos electromagnéticos.

Cuestiones de género

Aparte de los intereses tecnológicos e industriales en la negación y desatención de las personas, con SQM y EHS se mezclan cuestiones de género. La psiquiatrización ha sido una actuación a la que se han tenido que enfrentar las mujeres con SQM, cuyo estrés psicológico por la compleja situación de salud y de incomprensión del entorno ha pretendido ser una demostración de problemas psiquiátricos. La prescripción injustificada de psicofármacos aún continúa siendo una práctica habitual ante estas enfermas.
La SQM y la EHS son enfermedades negadas fundamentalmente por el cuestionamiento que representan para nuestro modo de vida y modelo industrial

En la electrosensibilidad la situación a día de hoy es si cabe aún más grave pues, aparte de las dificultades de movilidad por la presencia constante de redes de telecomunicaciones y la falta de reconocimiento oficial, nos podemos encontrar con expertos e investigaciones financiadas por las compañías de telefonía que abogan por la teoría psicológica para este problema de salud.

Biomarcadores y diagnóstico

A pesar de existir biomarcadores y variables analíticas características, el diagnóstico de la SQM y la EHS se realiza mediante la historia y cuestionario clínico, identificando los diversos elementos desencadenantes entre los que también se encuentran las intolerancias alimentarias. Para la SQM está estandarizado el uso del cuestionario QUESSI y para la electrosensibilidad además de la entrevista clínica existe un cuestionario realizado por el Colegio de médicos de Austria.
La psiquiatrización ha sido una actuación a la que se han tenido que enfrentar las mujeres con SQM

Las primeras medidas terapéuticas consisten en evitar sustancias químicas y campos electromagnéticos asociados a la sintomatología, así como unas pautas de alimentación que incluyen comida ecológica y agua mineral o filtrada detalladas en diversos protocolos ambientales diseñados para estos pacientes. Se acompañan estos cambios en el modo de vida de complementos alimenticios que incluyen vitaminas y antioxidantes para favorecer la eliminación de radicales libres a nivel celular. Tanto desde la medicina convencional como la naturista existen tratamientos de desintoxicación destinados a la eliminación de sustancias tóxicas y metales pesados del organismo. También se testa la presencia de algunos patógenos como la borrelia que pueden estar relacionados con el cuadro clínico.

Enfermedades ambientales

La SQM y la EHS como enfermedades específicamente ambientales tienen un significado sobre la salud y el medioambiente que excede la propia problemática de los afectados. Se consideran enfermedades “centinela”, puesto que están alertando sobre la presencia de nuevos factores ambientales peligrosos y adelantando el incremento de cierto tipo de enfermedades asociadas con el progreso. En relación a la llamada contaminación electromagnética, diversos expertos prevén un incremento de problemas de salud relacionados con la creciente exposición electromagnética a la que actualmente está sometida la población.
Desde la perspectiva de la medicina ambiental, entre un 30 y un 50% de todas las enfermedades podrían tener su origen en los factores ambientales

En el caso de la SQM, se puede establecer un vínculo entre la aparición y desarrollo de estas patologías y los problemas medioambientales ocasionados por el modelo de desarrollo industrial humano en las últimas décadas. Desde la perspectiva de la medicina ambiental, entre un 30 y un 50% de todas las enfermedades podrían tener su origen en los factores ambientales.

Algunas recomendaciones

Algunas recomendaciones para minimizar la carga tóxica y la exposición electromagnética
  • Sopesa la presencia de limpiadores convencionales en tu hogar. Busca alternativas ecológicas en las tiendas o supermercados. Vinagre, limón, bicarbonato, bórax, agua oxigenada, jabón puro son alternativas viables para la limpieza de la casa y la ropa. Recuerda que los limpiadores que utilices suelen acabar en el desagüe. Si reduces los químicos tóxicos en tu hogar también los reduces en el medioambiente.
  • Sopesa la utilización de cosméticos convencionales. Los aceites naturales como almendras, argán, rosa mosqueta, o sustancias como la glicerina pueden ser una alternativa para la hidratación. La piedra de alumbre, el vinagre de manzana o el limón pueden ser utilizados como desodorante.
  • Apaga o aleja el teléfono móvil durante el sueño. Evita utilizarlo en transporte en movimiento o en zonas de baja cobertura. Descarga previamente a la memoria y visualiza offline los contenidos. Haz llamadas breves. Utiliza un manos libres. Apaga el Wifi cuando no lo uses. Considera utilizar una conexión a internet por cable. Se consciente de que los dispositivos inalámbricos emiten radiación electromagnética.
REFERENCIAS

Guía de Control Ambiental: Una alternativa de vida sana. Guía para afectados de Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple, otros enfermos ambientales y personas interesadas en mejorar su calidad de vida. GEDEA. 2010.



Guía Práctica de Control Ambiental adecuada para las personas que quieran llevar una vida más saludable. No Fun. 2015


Declaración científica internacional de Bruselas sobre Electrohipersensibilidad y Sensibilidad Química Múltiple. 2015.


Directrices del Colegio de Médicos de Austria para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades y problemas de salud relacionados con los campos electromagnéticos (síndrome de los CEM). 2012.


Guía EuropaEM para la prevención y tratamiento de enfermedades y problemas de salud relacionados con los Campos electromagnéticos (CEM-EMF). Reviews on Environmental Health. 2016.


http://www.peccem.org/DocumentacionDescarga/ElectroHiperSensibilidad/Guia.EUROPAEM.2016.pdf

Carlos Álvarez Berlana

Responsable del Área de Comunicación de la Asociación Electro yQuímico Sensibles por el Derecho a la Salud (EQSDS)

Los afectados por sensibilidad química reclaman atención sanitaria adaptada

En Galicia no hay ningún centro especializado y los enfermos tienen que irse fuera para ser diagnosticados
AGOSTIÑO IGLESIAS
UXÍA CARRERA R. N.

La representante de la Asociación de Afectados por la Sensibilidad Química Múltiple de Galicia, la ourensana María Argentina Rey, visitó ayer al alcalde de la capital, Jesús Vázquez, con el fin de visibilizar esta enfermedad emergente.

La Sensibilidad Química Múltiple (SQM) es una enfermedad crónica y sin cura que consiste en la intolerancia a los productos químicos. Afecta más a las mujeres y se puede adquirir en un momento determinado bien por una fuerte exposición única a tóxicos o debido a múltiples exposiciones pequeñas. Los síntomas afectan a todos los sistemas del organismo y reaparecen cada vez que el afectado se topa con una exposición de químicos incluso en bajos niveles. «No es una enfermedad rara, se desarrolló de forma paralela a la industria química y por lo tanto es cada vez más frecuente en los países industrializados por el uso excesivo de productos químicos», aclara la representante y afectada.

La Asociación nació hace un año a partir de un grupo de personas que padecen la enfermedad y se sentían «abandonadas», por lo que no tenían otra opción que luchar por sus derechos, según explica María Argentina. Los dos pilares fundamentales en los que trabajan son la formación sobre la enfermedad y la necesidad de una atención sanitaria que los tenga en cuenta. Reclaman que se implante en Galicia un protocolo para la atención de enfermos de SQM y que se creen unidades especializadas, una en el hospital de referencia de cada provincia, ya que no hay ninguna y los afectados tienen que irse de la comunidad para ser diagnosticados. «Si bien una persona acude al hospital para curarse, nosotros cada vez que vamos agravamos nuestra enfermedad porque no hay un protocolo», explica.

«Yo era médica, hubo un vertido de gasoil y mi vida no volvió a ser la misma»

La afectada por la sensibilidad química, María Argentina Rey, llevaba una vida normal hasta hace 10 años. «Mi profesión era la medicina, trabajaba en un centro donde hubo un vertido de gasoil y mi vida no volvió a ser la misma -relata-, antes podía asistir a conferencias o a congresos fuera de aquí, ahora no puedo ir ni al teatro, al cine, tengo una vida muy limitada». La integrante de la asociación cuenta su historia personal sabiendo que es necesario transmitirlo por el bien común. «Lo que le estamos diciendo a la sociedad es que no puede vivir rodeada de tantos productos químicos, es un problema muy grave que hay que solucionar, mucho más importante de lo que se piensa y del que nosotros sólo somos la parte visible, una parte mínima», afirma.

La asociación tiene en cuenta tanto a los casos diagnosticados como a los que aún no lo están. «Si las empresas adaptan los puestos de trabajo para no estar en contacto con este tipo de productos tendríamos una mayor vida laboral, y si la gente tuviera más concienciación sobre las barreras químicas a las que nos enfrentamos podríamos salir a más sitios. De lo contrario, la enfermedad avanza y llegaremos a la incapacidad», esclarece la afectada. «Pero lo más preocupante son los miles de casos que están sin diagnosticar», añade. A la asociación acuden numerosas personas que se sienten identificadas con los síntomas que se explican desde el colectivo y que no encuentran una respuesta en al sistema sanitario. Tras esto, les recomiendan un especialista en Barcelona o Madrid. María Argentina afirma que el Sergas puede tardar entre cinco o seis años en realizar el diagnóstico acertado, cuando la enfermedad ya se agravó.

«Yo lo resumiría en que mañana detrás de la mascarilla puede estar cualquiera, y cada vez habrá más gente que las lleve si no se actúa», concluye.

«Percibo colonias a distancia, me entran por la nariz y me revientan. Oler un jabón es morirme»

A Cristina le diagnosticaron sensibilidad química a los 29 años. Desde entonces, sueña con volver a trabajar, viajar e ir a acontecimientos familiares. La enfermedad le obliga a estar en su casa, pues cualquier sustancia tóxica puede acabar con su vida: «Al principio, mi mayor expectativa era levantarme»
Cristina ha tenido que adaptar su casa para poder vivir sin tóxicos: desde quitar las
persianas y cuadros hasta colocar recordartorios en las puertas para no olvidar su
mascarilla, su ventolín y sus vacunas / Fotos: Wellington dos Santos
Los ojos de Cristina son dos faros de luz: a veces, proyectan el miedo más atroz; otras, el entusiasmo más candoroso. Durante nueve largos años, han visto a algunos amigos alejarse, a familiares pasarlo mal. Pero también han reconocido esa sonrisilla nerviosa de quien reaparece tras mucho tiempo, de quien se reencuentra con la chica de siempre. Son su alma hecha mirada y, aunque sus planes de vida se frustraran con tan solo 29 primaveras, su luz nunca ha terminado de apagarse. De hecho, hoy brillan con toda la fuerza. La sensibilidad química múltiple le ha dado una tregua y, si bien tiene que llevar puesta todo el día su mascarilla para no intoxicarse, un cierto optimismo enrojece sus carrillos.
«Al principio, mi mayor expectativa era levantarme al día siguiente. Ahora, he comenzado a notar cierta mejoría», asegura esta joven que, en el momento en que su vida frenó de golpe, acababa de casarse y trabajaba de periodista. Todo era completamente normal hasta que un día, tras unas obras en la oficina, una cola de contacto desencadenó una reacción que no pudo controlar. Le diagnosticaron una traquítis alérgica y lo que iban a ser 15 días de baja se convirtieron en un largo periplo por médicos que no sabían lo que tenía y dudaban de su relato. «Este proceso yo lo defino como estar en un coma del que, de repente, despiertas. Lo más duro es darte cuenta de que todos esos años han pasado y que la gente ha seguido con su vida. Te limitas a ser un mero espectador de ésta».

En tres meses, esta chica de ahora 38 años desarrolló problemas digestivos, bajó 17 kilos y perdió el sentido de la orientación. Poco o nada podía salir de su casa. «Se me agudizó el olfato muchísimo: puedo percibir suavizantes y colonias a bastante distancia. Me entran por la nariz y me revientan hasta tal punto que, en la peor fase, me dejaban inconsciente. Oler un jabón es morirme».

La sensibilidad química es una enfermedad adquirida, crónica y no psicológica, que provoca una pérdida de tolerancia extrema a compuestos no relacionados, tan habituales e innecesarios como los ambientadores, el maquillaje o la tinta de los libros. «Iba de hospital en hospital y en todos me decían que estaba bien, pero cada día me encontraba peor. Llegué a pensar que estaba obsesionada y que me lo generaba a mí misma. Me hacían miles de pruebas y ninguna salía mal». Así, le recetaban corticoides, pero empeoraba por días. No sabía lo que tenía, le costaba que entendiesen su dolor y muy pocos la ayudaron.
En la actualidad, hay más de 100.000 sustancias químicas utilizadas en la industria y presentes en todo tipo de productos. Parece complicado escapar de la presencia de detergentes, desodorantes, insecticidas, aditivos alimentarios y otros tantos tóxicos omnipresentes en cualquier rutina. Eso llevó a Cristina a un estado de frustración extremo, en el que solo quería aislarse del mundo. «Vives como si tuvieras una gripe de 40 grados de fiebre. Lo único que te apetece es estar metido en la cama, que nadie te moleste y que te dejen en paz. Tienes el cuerpo tan destrozado que no eres consciente del tiempo que pasa».

Por eso, cuando pudo ponerle nombre a lo que le pasaba se sintió algo más aliviada. «Fue gracias a un periódico. En él, contaban la historia de una chica que tenía los mismos síntomas que yo. Ella fue la que me puso en contacto con un toxicólogo», reconoce, desde Valladolid. Gracias a este descubrimiento, averiguó que sus canales de desintoxicación están bloqueados. «Me tranquilizó bastante, pero también fui consciente de todo lo que se me venía encima: mi círculo social se hacía cada vez más pequeño y sufría por todo». Sin embargo, lo peor fue aceptar que nunca se curará, que los dolores se sucederán y que su entorno tendría que cambiar por su bien. De lo contrario, persistirían las náuseas, los mareos, la tos, la artritis, la arritmia, la ansiedad...

«Lo único bueno de todo esto es que mis reacciones son físicas. Eso le permite entender a la gente lo que me pasa. Valorar el cansancio o el dolor es muy subjetivo», afirma esta periodista que, últimamente, ha experimentado cambios en sus reacciones. «Esta semana, cuando me he expuesto a algún tóxico, me ha sangrado la boca y se me han reventado los vasos capilares de la pierna. Esas son las señales de que me estoy envenenando y tengo que parar».
Lo primero, un control ambiental

Por el momento, Cristina ha conseguido que sus crisis sean más cortas y su cuerpo resista más. Antes, el simple hecho de acudir a urgencias para que le suministrasen un suero suponía estar encamada entre 30 y 45 días. Solo por eso, puede sentirse orgullosa. «Lo estoy. Poco a poco, he conseguido salir a la calle sin desmayarme, volver a casa, tener solo un poquito de fiebre y al día siguiente poder levantarme. Eso era impensable hace unos meses». En cierto modo, esta mejora ha sido gracias la atención que ha recibido en la Fundación Alborada, especializada en medicina ambiental. Allí llegó en 2012, sin poder comer nada y con el cuerpo abatido. Ya conocía lo que tenía, pero hasta ese momento nadie le había tratado con precisión.

«Nuestro principal objetivo es ayudarles a realizar un correcto control ambiental», asegura Pilar Muñoz-Calero, presidenta de la Fundación. «Se trata de eliminar o reducir la cantidad de tóxicos que existen a su alrededor». Así, Cristina ha acabado con cualquier producto de limpieza, las cortinas, las persianas, los cuadros... todo aquello que puede causarle una nueva crisis. «Es complicado, sobre todo, por la persona que vive contigo. Mi pareja, cuando llega de trabajar, tiene que cambiarse rápido porque el olor que trae impregnado me machaca».

Una vez conseguido, se realizarán análisis para conocer la carga tóxica en su cuerpo y estudiar las reacciones de híper sensibilidad. También, se comenzará a reponer los nutrientes deficitarios. «Estos son cofactores que ayudan a muchos procesos metabólicos, entre ellos desintoxicar», explica Muñoz-Calero. «Si no los tenemos, se desarrolla la enfermedad». Su paciente, en ese sentido, ha tenido que cambiar radicalmente su alimentación. Cuando llegó a Alborada, comía tan solo dos alimentos que, además, no toleraba bien. Hoy, ya puede permitirse hasta 25. «Estos días han sido fastidiosos: el kilo y medio que había ganado en cuatro meses, los he perdido en dos días. Son muchos altibajos, pero hay que sacar fuerzas siempre».
«Sueño con volver a trabajar»

La voz de Cristina tiene las grietas de quien ha madurado rápido, de quien ha perdido una buena parte de sus expectativas y las ha rellenado con dosis de decepción. Pero aún así, suena optimista. «Siempre lo he dicho: esto es una lucha de la mente con el cuerpo. El día que pueda con él, no sé que será de mí», añade entre risas, antes de recalcar la suerte que en todo momento le ha acompañado. «Parece ironía, pero es así. Tengo reconocida la incapacidad absoluta por accidente laboral. La mayoría de las personas con sensibilidad química no». Según relata, a día de hoy, el 99% de las incapacidades por esta enfermedad se deniegan, «lo que empeora mucho más nuestro estado».

Y, a pesar de ello, sonríe. Y sueña. Y disfruta. La enfermedad ha mermado sus fuerzas, pero nunca su capacidad de ilusionarse. «Aunque, a veces, se me olviden las cosas o me sienta perdida», bromea.

¿Qué echa más de menos?

- Todo. Hoy sueño con volver a trabajar, con viajar, con ir a acontecimientos familiares... La primera vez que me pude sentar en una terraza, quitarme la mascarilla y tomarme un café con mis amigas lloré como si no me quedara vida.