viernes, 20 de marzo de 2020

Nadie se acuerda de que los afectados por el síndrome de sensibilización central viven confinados permanentemente

Fina Carpena - MIÉRCOLES, 18/03/2020
Dos mujeres con mascarillas, este lunes, en Madrid. / DAVID CASTRO
En esta crisis por el coronavirus se le pide a la población que se quede en casa como una responsabilidad civil, que desarrolle paciencia y resistencia psicológica ante el confinamiento obligatorio, a la vez que se promueve el teletrabajo y la continuación de la vida social a través de las tecnologías de la comunicación. Esta coyuntura es una oportunidad para sensibilizarnos hacia y visibilizar a un sector de la población que desde hace años vive en confinamiento permanente, alejado de ciudades y pueblos, apartado de la vida social, sin accesibilidad a los espacios y servicios públicos, a veces incluso alejados de sus familias.

Son los afectados por enfermedades ambientales, también diagnosticados como Síndromes de Sensibilización Central, que no pueden tolerar por su constitución genética los niveles a los que hemos llegado de tóxicos ambientales tanto químicos como electromagnéticos que otras personas toleran. Estas personas no tienen garantizado su derecho a la accesibilidad a servicios y espacios públicos, ni tan siquiera a viviendas adaptadas donde no estén expuestos constantemente a incitantes ambientales químicos y electromagnéticos que empeoran su patología y les provocan grandes sufrimientos.

Según datos del Instituto de la Seguridad Social, en España 1.500.000 personas padecen sensibilización central. A pesar de que el número de afectados que viven en confinamiento permanente como refugiados ambientales va en aumento, su existencia no ha provocado alarma ni solidaridad social. Ahora que la población general vive en carne propia lo que es el confinamiento forzoso por una crisis sanitaria, ¿seremos capaces de desarrollar empatía y solidaridad con las personas para las que el confinamiento en casa se ha convertido en una condición permanente de vida, y de comprometernos con el derecho a la accesibilidad universal?