Casi siempre una mujer toma la misma medicina que un hombre para tratar la misma dolencia. Pocos son los casos en los se tiene en cuenta esta diferencia: los hombre no son iguales que las mujeres, y mucho menos médicamente hablando. Pero ningún trabajo de investigación de cardiología incluyó en los años ochenta y noventa a las féminas. “Parece que estudiando los varones ya se daban por analizadas las mujeres. Y no. No somos iguales”.
Ya se ha conseguido un 35% de presencia femenina en ensayos clínicos. “Todavía queda un 65% para que sea paritario”. Con estos datos y harta de la discriminación de las mujeres ante una misma sanidad, la doctora Carme Valls-Llobet ha escrito Mujeres, salud y poder (Cátedra) con un objetivo claro y contundente: “Tenemos que conseguir que nos traten como iguales”.
La endocrinóloga se dio cuenta hace 20 años de que se atendían incorrectamente las demandas de las mujeres en medicina. “Somos seres invisibles, débiles e inferiores a los hombres”. Valls-Llobet pone el ejemplo de miles de médicos que aseguran que los infartos en las mujeres no se presentan con los síntomas típicos, es más difícil de detectar y por eso las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en las hembras españolas. “¿Síntomas típicos para quién? ¿Para los hombres? Los infartos en las mujeres presentan los síntomas típicos de los infartos de mujeres. Ni más ni menos”.
Valls-Llobet está segura de que el poder científico, esencialmente masculino, minimiza patologías que se ceban con el género femenino, como la fibromialgia o la artrosis, y encima se les ha acusado históricamente de histéricas o hipersensibles. Y ella quiere desmontarlo. Para conseguirlo, necesita que todas y cada una de las mujeres se plante y no se conforme con la primera moto que les venda el médico.
“Tenéis que tomar decisiones por vosotras mismas. Rebelaos ante quienes os achaque un origen psiquiátrico a la mayoría de vuestros problemas de salud y no aceptéis ansiolíticos a la primera de cambio. Si su médico le dice que tener anemia o sufrir dolores es algo normal no se conforme”. La endocrinóloga se queja constantemente de que no se puede normalizar una situación anormal. La violencia de género también es frecuente, y la combatimos, ¿no? ¿Por qué entonces no luchamos para terminar con esta discriminación?”.
Durante décadas –asegura la escritora-, la medicina tradicional ha abordado la salud de las mujeres con un tono bastante despectivo. Por el simple hecho de ser hombre o mujer, ellas sufren más patologías crónicas y ellos padecen las más agudas. Los chicos requieren ayuda inmediata. Ellas, más relacionadas con el dolor y el cansancio, pueden esperar. “Pero no eternamente, porque si no se tratan, afectan a su calidad de vida. Y el dolor es una manifestación del malestar, no el único síntoma”. Aunque la esperanza de vida en mujeres sea diez años más que en los hombres “vivimos más, pero mucho peor que ellos”.
Se necesita un cambio en los actitudes y valores
Lo que es inaceptable para la doctora “es que receten ansiolíticos a alguien que necesita hierro, y que las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres, tengan en el organismo menos hierro, no las puede hacer inferiores”. Otro error inadmisible es que las propias mujeres se conviertan en víctimas de su cuerpo. El camino para la lucha por la igualdad en el trato de la medicina es de todo menos sencillo. “Hay que cambiar las actitudes y los valores en un cuerpo agotado por las microviolencias diarias, las carencias nutricionales y la medicalización excesiva”.
Se ha normalizado que las mujeres sufran anemia, tiroides, falta de vitamina D… “Es un error normalizar algo que es frecuente. En la primera visita recetan antidepresivos y psicofármacos para aliviar el dolor. Y esa no es la solución”. Por eso Valls-Llobet habla de que las propias mujeres, sin darse cuenta, siguen creyendo que son inferiores, ignorantes, inseguras ante el varón. “Son las tres reglas del patriarcado que hay que cambiar ya”.
Por eso la endocrinóloga apela a que las mujeres sean protagonistas de su salud, “sin ir de víctimas y sin mirar sólo su propio ombligo”. La cultura actual ha creado una generación de seres que cree que muchos de los problemas que padecen los soluciona una pastilla, “y no ven que hay que cambiar de actitud y de hábitos de vida”. Desear este cambio ya es un paso. “Conseguir la igualdad es otra cosa”.
FIBRO+NOTICIAS: La medicina discrimina a las mujeres: “Nos tratan como invisibles y débiles”
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