El nombre de
Joaquim Fernández Solà es un referente en el ámbito de la
sensibilidad química múltiple (SQM) y las patologías asociadas. Ha
publicado numerosos artículos científicos y es el coordinador de la
Unidad Multidisciplinar de Fatiga Crónica del Hospital Clínic de
Barcelona donde, entre 2001 y 2008, fueron atendidas muchas pacientes
que sufrían SQM. Desgraciadamente, desde 2008 no se ha podido seguir
atendiendo a estos pacientes en el sistema público y sólo se ha
podido mantener su atención en circuitos de medicina privada.
Suena increíble que un hospital no
permita a un equipo médico atender a una serie de pacientes...
Sí, suena increíble, pero es la
situación que vivimos. Y además no es un caso único. La única
razón que se nos dio desde la dirección médica de nuestro centro
es que no podíamos seguir atendiendo a pacientes que pade - cían
alguna hipersensibilidad química o ambiental porque no teníamos un
programa específico para ello. La indicación parece ser que
procedía de la Generalitat de Catalunya y nos debimos atener a ella
porque somos un hospital público. Sin embargo, no es la primera vez
que pasa. Julián Márquez, que era una referencia en el Hospital
Universitari de Bellvitge, no encontró ninguna colaboración por
parte del hospital durante sus años de trabajo en SQM y al día
siguiente de su jubilación cerraron su unidad. La coartada para todo
esto es que la SQM no está reconocida como enfermedad por la
Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque hay países que sí
la han reconocido. Y si no está reconocida es, desde luego, porque
existen intereses, porque evidencia clínica hay más que suficiente.
¿Cómo podemos explicar qué es la
sensibilidad química múltiple?
Cuando hablamos de sensibilidad química
múltiple estamos hablando de una pérdida de tolerancia a agentes
químicos tan diversos y comunes como los que se encuentran en
productos de limpieza, colonias, disolventes, etc. Esa pérdida de
tolerancia se puede producir por una sobreexposición a un producto
tóxico, como ocurre, por ejemplo, con las trabajadoras de limpieza
que se han visto expuestas a una fumigación con insecticidas, o
puede producirse por una exposición reiterada a pequeñas dosis. Por
ejemplo, una persona que trabaje con un disolvente que tiene una
concentración de un producto tóxico al que repetidamente se está
exponiendo. Una vez se desarrolla esa hipersensibilidad el paciente
reacciona de forma recurrente ante dosis muy pequeñas. A esta
intolerancia a dosis pequeñas se le llama “patosmia”. Este es un
término nuevo que desafía el paradigma clásico de la toxicología
que vincula “dosis-efecto”. Para las personas que han
desarrollado esa hipersensibilidad, ante cualquier dosis puede darse
un efecto sintomático. Pero ade más se trata de una sensibilidad
“múltiple” porque cuando se desarrolla la sensibilidad a un
producto vemos que también se desarrolla ante otros productos no
relacionados. Por ejemplo, si alguien que ha estado expuesto
laboralmente a insecticidas organofosforados llega a su casa, se
aplica un perfume y ve que no lo tolera: ¿qué tienen en común los
organofosforados con el perfume? Pues que ambos son productos
químicos. Esa hipersensibilidad, al final, desarrolla una enfermedad
porque altera de forma persistente y marcada la salud del paciente.
Aunque nos cueste de reconocer es una enfermedad que no corresponde a
una alergia, ni a una intoxicación ni a una somatización.
¿A cuántas personas afecta la
sensibilidad química múltiple?
Los estudios muestran que hasta un 35%
de la población en algún momento de su vida padece algún fenómeno
de hipersensibilidad, pero que no le causa enfermedad persistente.
Entre un 2 y un 5% reúne criterios de sensibilidad química
múltiple. Casos graves encontramos 1 por cada 2.000 personas.
Tenemos una incidencia ocho veces mayor en mujeres que en hombres. En
general es mucho más frecuente en las mujeres porque las hormonas
femeninas, los estrógenos, potencian la sensibilización a nivel
cerebral. Sin embargo, con los actuales niveles de exposición a
tóxicos estamos ante el inicio de una pandemia. Me explico: ante un
foco de contaminación ambiental no todas las personas reaccionan
igual, ya que hay dos factores: 1) el factor tóxico en el ambiente y
2) el factor de sensibilidad personal. Como los niveles de exposición
a tóxicos en nuestra sociedad son cada vez más altos, se van
incrementando los casos de hipersensibilidad. Además, hay más
personas que tienen en su herencia genética un alto factor de
sensibilidad personal. Es decir, nosotros ya nacemos con un nivel de
tolerancia mucho menor que nuestros padres, y nuestro organismo se
sensibiliza progresivamente a esos productos químicos acercándose
rápidamente a las cantidades máximas que nosotros podemos tolerar.
Estamos globalmente en un proceso de autodestrucción muy evidente. Y
el que no lo quiera ver, que recapacite, observe y verá lo que pasa
en los próximos años.
¿Qué es lo peculiar de la SQM?
Es una enfermedad nueva y compleja.
Nueva porque sólo se define científicamente a partir de los años
80. ¿Y por qué antes no estaba? No estaba –o estaba sólo en
entornos laborales de la industria química– porque no existía la
multiexposición química masiva que existe actualmente y que ha
provocado que esto aflore. Es además una enfermedad compleja.
“Compleja” no quiere decir complicada. “Compleja” es un
concepto médico que aparece en los años 80 para referirse a las
enfermedades que no tienen una única causa. Otro aspecto importante
es que hay muchos tipos de hipersensibilidad, la química es la más
común, pero están también la alimentaria y la ambiental
(eléctrica, magnética, ionizante y sonora). Es importante constatar
que existe evidencia científica de que se produce un efecto
sumatorio y probablemente sinérgico entre ellas. Es decir, que tener
una exposición nociva a químicos y a otra causa ambiental no suma
dos, suma cuatro. Por ejemplo, una persona que tenga en su trabajo
una exposición química importante, si vive cerca de un tendido
eléctrico de alta tensión posiblemente le afectará mucho más que
si no vive allí. Y si existe ruido ambiental, aún peor. Es como si
las personas tuviéramos un barril (nuestro umbral de tolerancia) que
ya viene algo lleno por nuestra herencia genética y lo vamos
llenando de problemas. Cuando el barril está lleno cualquier pequeño
incidente puede hacer que rebose, y entonces es cuando se declara
clínicamente la enfermedad.
Quien así habla es el doctor Julián
Márquez, neurólogo y neurofisiólogo clínico, una autoridad en
esta materia porque inició en el año 95, en el Hospital
Universitari de Bellvitge, la atención de pacientes afectadas por
sensibilidad química múltiple. La mayor parte de enfermos fueron
remitidos por la doctora Francisca López del Centro de Higiene y
Seguretat en el Treball de Barcelona. A los pocos días de su
jubilación anticipada, en 2006, el hospital desmanteló la unidad
donde estas pacientes eran atendidas argumentando que no se trataba
de una enfermedad neurológica. Un hecho ante el que el doctor
Márquez responde con contundencia: “Claro que no es una enfermedad
neurológica al uso tipo enfermedad de Parkinson, epilepsia,
alzheimer, etc., pero en el 90% de las afectadas de los 260 casos que
yo tengo estudiados desarrollan sintomatología neurológica:
cefaleas, trastornos neurocognitivos, debilidad muscular, parestesias
difusas en las extremidades y en muchos casos periorales así como en
mucosa oral o crisis epilépticas”. Márquez ha seguido trabajando
en esta enfermedad y recientemente se ha entrevistado con la doctora
María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS,
en Ginebra, en una campaña del Comité Nacional para el
Reconocimiento del Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple y la
Hipersensibilidad a los Campos Electromagnéticos (EHS). “Teníamos
una entrevista de media hora y estuvimos con ella hora y media. Saben
de qué va el tema y tienen interés”, afirma Márquez.
El doctor Márquez insiste en la
importancia de disponer en cada comunidad autónoma de al menos un
centro clínico de referencia al que puedan acudir los pacientes para
ser diagnosticados y tratados, aunque sea sólo sintomáticamente, y
recibir todo tipo de apoyo. La enfermedad es multisistémica, por lo
que se precisa un trabajo en equipo con otros especialistas, sobre
todo en Medicina Interna, Neumología, Dermatología, Endocrinología,
Psiquiatría, así como laboratorio y estudios de Neuroimagen.
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