INMA
ZAMORA / MADRID
L.M.FARRACES
María
Jesús necesita cubrirse con telas especiales para minimizar el
efecto de las ondas
Se sabe más bien poco sobre esta dolencia que aunque parece depender del desarrollo tecnológico lleva varios años sumando afectados. Conocida también por el sobrenombre de «alergia al wifi» -aunque su impacto sobre la salud no depende exclusivamente de redes inalámbricas-, lo que sí se sabe es que se trata de una enfermedad generada por la exposición continuada a campos electromagnéticos y que puede dar lugar a síntomas como la pérdida de la memoria a corto plazo, vómitos, dolores de cabeza, mareos o irritación, que se intensifican cuando el afectado permanece próximo a aparatos eléctricos. Estudios realizados por científicos independientes indican que, a día de hoy, la electrosensibilidad podría afectar a una de cada mil personas, y el Consejo Europeo ya ha advertido sobre los efectos nocivos de este tipo de ondas. [Resolución del Consejo Europeo]
Se sabe más bien poco sobre esta dolencia que aunque parece depender del desarrollo tecnológico lleva varios años sumando afectados. Conocida también por el sobrenombre de «alergia al wifi» -aunque su impacto sobre la salud no depende exclusivamente de redes inalámbricas-, lo que sí se sabe es que se trata de una enfermedad generada por la exposición continuada a campos electromagnéticos y que puede dar lugar a síntomas como la pérdida de la memoria a corto plazo, vómitos, dolores de cabeza, mareos o irritación, que se intensifican cuando el afectado permanece próximo a aparatos eléctricos. Estudios realizados por científicos independientes indican que, a día de hoy, la electrosensibilidad podría afectar a una de cada mil personas, y el Consejo Europeo ya ha advertido sobre los efectos nocivos de este tipo de ondas. [Resolución del Consejo Europeo]
Al margen de nombres que la definan lo
cierto es que esta enfermedad invisible, en la que se siente el dolor
pero no se ve qué lo provoca, ha comenzado a dar pequeños pasos en
su lucha por el reconocimiento. Solo hace algunos meses que Minerva
Palomar, electrosensible desde hace 15 años, consiguió que un juez
le concediera la incapacidad permanente debido a este problema.
Cierto es que hizo falta un extenuante paseíllo por abogados y
tribunales para conseguirlo, pero también ha puesto la primera
piedra en el camino de una incontable lista de afectados.
L.M.F
Un
medidor de ondas
|
Resulta
cuando menos curioso que un «alérgico al wifi» se vea obligado a
recurrir a Internet como método para conocer las causas de su
problema. La desesperación ante un trastorno cuyos síntomas se
camuflan con los de enfermedades comunes han forzado a los afectados
a tirar la toalla ante una cura que intuyen compleja y a centrarse en
la búsqueda de sistemas de prevención. Hay, sin embargo, quienes
comparan el mal causado por las radiaciones de aparatos como el
router wifi o el teléfono inalámbrico con el generado por
sustancias como el tabaco o el amianto. Y no les resulta un
paralelismo alarmante.
La generación que viene
Ha empezado, en palabras de enfermos y
expertos, la era de una «generación de electrosensibles». «En
etapas anteriores no ha habido un contacto tan fuerte con las nuevas
tecnologías como ahora. Los niños ya juegan con móviles y tienen
wifi en el colegio», alerta José Miguel Rodríguez, director de la
empresa de estudios geoambientales Geosanix.
En términos reales, la alergia al wifi es solo una pequeña porción
de la tarta de ondasque generan malestar a personas electrosensibles.
Yolanda Barbazán es una de las muchas afectadas por la enfermedad
invisible que ha querido relatar a ABC cómo el wifi, entre el resto
de radiaciones que rodean su vida, ha cambiado para siempre su
rutina. «En la oficina me molesta mucho el router, pero no puedo
hacer nada porque, según la empresa "es lo que tiene el
progreso".
Cuando
mis compañeros descargan datos me duele mucho la cabeza», explica.
Similar es el caso de María Jesús, a quien la radiación
desprendida por aparatos eléctricos de cualquier clase le afecta de
tal manera que no recuerda un día en que haya estado ajena al dolor:
«Mi día a día tiene picos, lo paso mal a mediodía cuando los
vecinos ponen la televisión para ver el telediario; también por la
tarde, cuando la gente enciende los ordenadores y pone el wifi».
Los
efectos de las ondas en quien padece electrosensibilidad se
multiplican a medida que permanece expuesto a ellas. «Aunque te
empiece afectando el wifi cuando llevas mucho tiempo recibiendo
radiaciones te acabará afectando todo: el cableado eléctrico, el
teléfono...Llegas a un estado en que tu cuerpo se vuelve
extremadamente sensible y notas las ondas que desprende cualquier
cosa que lleve un enchufe», cuenta Yolanda, que empezó a
encontrarse mal por una antena instalada frente a su casa y ahora
siente incluso el inalámbrico del vecino.
Sin medicamentos ni asistencia
Los
síntomas generados por la electrosensibilidad son el primer capítulo
de la lucha que los afectados libran cada día. Que la enfermedad no
se haya reconocido aún por la OMS supone, entre otras consecuencias,
la inexistencia de protocolos sanitarios al respecto y una
«ignorancia médica» que les lleva a pasar meses e incluso años en
un desesperado peregrinaje por consultas y hospitales.
Hay casos, como el de Yolanda, en que
los médicos acaban asumiendo que «algo habrán influido esas
ondas». En otros, los más comunes, los facultativos se limitan a
prescribir paliativos que «no sirven para nada», y en los peores
ejemplos se acaba por asociar la electrosensibilidad a un estado de
depresión.
Esto se debe, para Alberto Cela,
también electrosensible, a que las ondas reducen la producción de
serotonina en el cerebro, un antidepresivo natural que si deja de
generarse «genera tristeza, cansancio y depresión». Tras 12 años
de enfermedad Alberto decidió investigar por su cuenta para reducir
los síntomas empleando sus propios medios. No solo lo consiguió,
sino que además de haber minimizado sus dolencias ha hecho de su
enfermedad su medio de vida, dedicándose a mejorar la habitabilidad
de viviendas e intentar liberarlas de radiaciones. «Cuando te
convences de que la medicina convencional no sirve de nada buscas
otras soluciones, como proteger tu casa con materiales
especializados, modificar algunas costumbrees o desprenderte de
varios aparatos». Él utiliza solo el teléfono fijo y casi no
enciende el ordenador.
Joaquim Fernández Solá es el único médico que diagnostica la
enfermedad en España. Lo hace en el Hospital Clínic de Barcelona,
al que acuden pacientes cansados del tour por especialistas y de unos
síntomas generados quién sabe por qué. «La tendencia en medicina
cuando hay una nueva enfermedad es no aceptarla y pensar que es cosa
del paciente, que se la ha inventado». Solá no ve «estrictamente»
necesario que la OMS decida que la electrosensibilidad es una
enfermedad para tratarla como tal: «Tendemos a pensar que es culpa
de la OMS, pero la realidad es que ni los médicos, ni el Gobierno,
ni muchísimo menos la Industria tienen interés en investigar este
problema».
David contra Goliat
A día
de hoy, enfermos y especialistas coinciden en que si en algo puede
avanzarse es en la creación de mecanismos de prevención. A María
Jesús, como a otros muchos, solo le ha quedado la opción de
proteger su cuerpo como una tortuga, con un caparazón de malla
metálica que bloquea «más o menos» los efectos de las ondas.
«Los enfermos están librando una
guerra parcialmente perdida», considera Francisco Canals, director
de la Agencia para la Picaresca en Internet. «Se lograrán cosas
importantes como que la enfermedad sea reconocida, de ahí surgirán
protocolos médicos y los pacientes optarán a bajas laborales y a un
tratamiento más efectivo, pero nada más allá de eso. Es una guerra
imposible en la que hay mucho miedo en diversos frentes»
.
La
sentencia que ha otorgado la incapacidad laboral permanente a Minerva
Palomarha sido para muchos un clavo ardiendo al que agarrarse tras
años de permanente lucha. Otros afectados, como Alberto, prefieren
mantenerse escépticos ante el logro: «No es lo ideal alegrarse
porque un juez te dé la razón en los tribunales, estamos pidiendo
que un médico nos diagnostique, como a un enfermo cualquiera y nada
más».
El ejemplo sueco
Pacientes
electrosensibles y expertos españoles ven en Suecia el paraíso en
el que esta enfermedad dejaría de ser algo extraño. Se trata del
primer país que ha reconocido la electrosensibilidad como enfermedad
y en consecuencia como causa de baja laboral. No solo no ha hecho
falta un pronunciamiento por parte de la OMS para conseguir el logro,
sino que el Parlamento Europeo ya ha solicitado a todos los estados
miembros seguir los pasos de Suecia y reconocer la
electrosensibilidad del modo que merece.
La legislación sueca ha calificado la
electrosensibilidad como motivo de discapacidad y ya se están dando
los primeros pasos en países como Alemania o Inglaterra para
minimizar los efectos de las ondas. «En Suecia hay tratamientos
especializados para aquellos que padecen electrosensibilidad, hay
protocolos específicos y normas que impiden la colocación de
antenas allí donde puedan afectar a la salud pública», indica José
Miguel Rodríguez, de Geosanix. Es el paraíso soñado para la
generación de electrosensibles, el que esperan que algún día
llegue a España.
Fuente: http://www.abc.es/20110913/sociedad/abci-alergia-wifi-201109011035.html
Fuente: http://www.abc.es/20110913/sociedad/abci-alergia-wifi-201109011035.html
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