AURORA MUÑOZ - Madrid - 25/11/2011
Una
joven obtiene una bombilla de bajo consumo en una
oficina de Correos
de Zaragoza-
EFE
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Mareos,
náuseas y desfallecimientos. Ese es el día a día de Mercedes de
Grado desde que le diagnosticaron sensibilidad química múltiple. La
combustión de los coches, el jabón, un perfume, el tinte para el
pelo o la lejía son un riesgo inasumible para ella, por eso su casa
solía ser un "territorio seguro" donde no entran la
mayoría de los productos químicos. Sin embargo, Mercedes ha
comenzado a sentir que su cuerpo se rebela también entre esas cuatro
paredes y ha tenido que abandonar su burbuja. Cree que la culpa de
sus males la tiene una pequeña caja de cartón.
Su
domicilio madrileño se encuentra a menos de100 metros de un
hipermercado donde han instalado un pequeño contenedor para recoger
bombillas de bajo consumo y fluorescentes usados. Se trata de un
recipiente compacto, de poco peso, con una capacidad máxima de 15
kilos. Los clientes tiran allí sus lámparas viejas a través de una
pequeña apertura con un dispositivo que solo permite que caigan una
a una. Después, las bombillas se deslizan por una rampa y un sistema
de frenos en el interior trata de evitar su ruptura. Es, en
definitiva, un mecanismo mucho más complejo de lo que cabría
esperar de ese recipiente verde y amarillo.
Ambilamp,
la asociación para el reciclaje de lámparas que han creado los
fabricantes, defiende la utilidad de estas bombillas, que duran hasta
10 veces más que las incandescentes y gastan un 75% menos de
electricidad. Afirman, además, que las lámparas de bajo consumo son
inocuas mientras se mantienen intactas y que el diseño de sus
contenedores evita la ruptura. Muchas ferreterías, tiendas de
iluminación y supermercados los tienen, porque el Real
Decreto 208/2005 en
desarrollo de la Ley de Residuos de Aparatos Eléctricos y
Electrónicos les obliga a recoger las lámparas de sus clientes, una
vez terminada su vida útil. Esta medida está pensada para que las
bombillas de bajo consumo no acaben en los cubos de basura
convencionales, donde se romperían. El problema viene cuandosi ni
siquieralos cubículos habilitados son seguros. "El diseño de
los contenedores de bombillas de bajo consumo debería evitar
accidentes, pero hemos recibido quejas de clientes de
establecimientos donde se les daba un mal uso o se habían situado en
lugares de paso donde recibían golpes", denuncia Leticia
Baselga, coordinadora del área de Residuos de Ecologistas
en Acción.
"El
residuo de mercurio no es peligroso, hay mucha rumorología que hace
mal", mantienen fuentes de la Asociación Española de
Fabricantes de Iluminación (Anfalum).
A su proclama institucional se suma la de David Horcajada, director
de marketing de Ambilamp: "Aunque se rompieran todas las
lámparas que caben en una de nuestras cajas, no se evaporaría lo
suficiente como para superar los límites permitidos". Sin
embargo, los propios fabricantes indican en sus páginas web que, en
caso de rotura de una bombilla -solo una-, el usuario debe ventilar y
desalojar la habitación durante 20 o 30 minutos. Tampoco es
recomendable recoger los restos con la aspiradora, ya que podría
inhalarse polvo contaminado con el tóxico. En su lugar, recomiendan
limpiar las piezas rotas con guantes y tirarlas a la basura en una
bolsa de plástico cerrada.
Estas
precauciones no convencen a Mercedes de Grado, quien afirma que el
reciclaje de bombillas le está haciendo "la vida imposible".
"No hay suficiente información. La mayoría de los consumidores
ni siquiera saben que no pueden tirarse a la basura. Los contenedores
deberían indicar la peligrosidad de su contenido, además de la
fragilidad", protesta. La ecologista Leticia Baselga apoya su
reclamo. "La solución es fomentar una recogida selectiva de
estas lámparas solo en puntos limpios, lejos de la población. Esto
permitiría continuar con los beneficios ambientales del reciclaje y
con los de ahorro energético", concluye.
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