(Foto: Juan Carlos Alonso)
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A.A. (a partir de ahora la llamaremos
Elena, ya que no quiere que se conozca su identidad) lleva seis años
viviendo un auténtico calvario. O quizás dicho con más acierto,
Elena lleva seis años muriendo en vida. En 2004 y de forma
repentina, su salud comenzó a deteriorarse. Su aspecto cambió y si
figura quedó reducida a un esqueleto, su piel se agrietó hasta
salirle llagas y el cansancio comenzó a apoderarse de ella,
quitándole las ganas de vivir.
De la noche a la mañana se vio inmersa
en una cotidianeidad de médicos, hospitales, consultas..., y todo
para que cada nueva visita se convirtiera un nuevo pronóstico
desacertado, más medicación y empeoramiento. En seis años, Elena
ha tenido de todo: fibromalgia, síndrome de adaptación,
andromalgia, fátiga crónica, fuliculitis, dermatitis nerviosa,
acuagenía, tiroiditis... y un largo etcétera. Como consecuencia se
le ha aconsejado operarse en varias ocasiones. Algo a lo que Elena
siempre se ha negado, presintiendo que los diagnósticos eran
erróneos y que lo que ella padecía era otra cosa. «Sabía que si
me metían en un quirófano me moría», apunta Elena en el salón de
su casa, donde vive prácticamente recluida.
Y acertó. Gracias a su fortaleza y la
de su marido -bastión que le ha permitido seguir para adelante todos
estos años- ha encontrado la respuesta. Hace apenas un mes Elena ha
sido diagnosticada del síndrome de sensibilidad química múltiple
(SSQ), una extraña enfermedad reconocida oficialmente en Alemania,
Japón y Austria, pero que en España aún no está contemplada como
tal. Quien la padece sufre numerosas reacciones fisiológicas y
orgánicas ante cualquier agente químico, que puede ser simplemente
un perfume o un ambientador, lo que limita por completo su vida.
Para llegar a este punto han tenido que
pasar seis años, haberse gastado más de 30.000 euros, cambiar de
casa para vivir cerca del mar, endeudarse y sufrir mucho. Tanto ella
como su familia. «He perdido seis años de mi vida y he tenido que
aguantar muchas cosas de los médicos y del Servicio Canario de Salud
(SCS), que me han llegado a tratar como una histérica», lamenta
Elena, que ha sido diagnosticada de SSQ por un médico privado y tras
numerosos análisis (Sergio L. Sánchez, del centro Canarias
Biomédica). Y es que, ese es precisamente uno de los problemas a los
que se ha enfrentado Elena, el desconocimiento de los profesionales
que en todo este tiempo no acertaron con su diagnóstico. «Estoy
viva gracias a que no me tomé alguna de la medicación que me
mandaron porque era muy fuerte», señala Elena, que habla con
conocimiento de causa puesto que es auxiliar de Enfermería. Un
trabajo al que se ha dedicado en cuerpo y alma en los últimos 20
años y que ahora parece estar detrás de su enfermedad.
Y es que, cuando empezaron los síntomas
en 2004, Elena llevaba meses trabajando en la central de
esterilización del complejo materno-insular del SCE, donde estuvo
expuesta a químicos de forma constante.
Pese al vínculo y a las
probadas reacciones que ha sufrido en esos seis años, cuando tras
una baja se incorporaba a trabajar, ni el SCS ni el Instituto
Nacional de la Seguridad Social (INSS) reconocen ahora su
incapacidad. De hecho, Elena, que debería haberse incorporado a
trabajar tras el verano después de la última baja, lleva dos meses
sin cobrar. «La situación es límite pero voy a luchar para que se
reconozca mi enfermedad», señala Elena, quien confía en que con el
tiempo y ayuda médica pueda recuperar algo de su vida perdida.
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