Magazine |16/12/2011
Miguel
Brieva es artista, estudió Bellas Artes y actualmente trabaja a
caballo entre Sevilla y Madrid, publica sus ilustraciones y viñetas
en distintos medios de comunicación y ha publicado libros como
'Dinero', una crítica al sistema capitalista y a la sociedad de
consumo.Dani Duch
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MERCEDES DE LA ROSA
Que no tienes
móvil?, ¡no me lo creo!”. Y se te quedan mirando raro… Muchas
veces desconfían y se piensan que sí que tienes, pero que no se lo
quieres dar, hasta que se dan cuenta de que es verdad”, explica
Carlos Galilea (53 años). Para este veterano periodista musical,
director del programa Cuando los elefantes sueñan con la música, de
Radio 3, existe una sobreutilización del teléfono móvil: “Yo no
digo que no sea útil para ciertas situaciones, pero realmente estas
son muy pocas, y nunca me he visto en ninguna”.
Como Galilea, el
resto de los entrevistados para este reportaje cree que el teléfono
celular no es una herramienta necesaria en su día a día. Las
ventajas que este ofrece, tales como la accesibilidad o la
posibilidad de estar localizable 24 horas al día, no son para ellos
sinónimo de logro o avance, sino todo lo contrario.
“Hemos vivido
muchos años sin este dispositivo perfectamente y nos localizábamos
igual. Hoy, aunque no tengas móvil, si te quieren encontrar, te
encuentran”, apunta el ilustrador y dibujante de cómics Miguel
Brieva (36 años). “Generalmente –añade–, hay dos grandes
coartadas que justifican el tener móvil. La primera: que te han de
localizar por trabajo, y estoy convencido de que es a un porcentaje
muy pequeño de la población a la que realmente le sucede; además,
como yo trabajo desde casa, mis clientes –editoriales y medios de
comunicación– saben que estoy en el fijo o en el correo
electrónico; y la segunda razón: por si te encuentras en una
situación comprometida, pero tampoco me suelo ver metido en
ninguna”.
Galilea y Brieva
forman parte del 18% de población española que, según el informe
La sociedad en red 2010, del Observatorio Nacional de las
Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (Onisi), no
utiliza el teléfono móvil. A priori, cabría imaginar este grupo
formado por personas de edad avanzada, que no se han llegado a
familiarizar con la tecnología por temporalidad, así como por
quienes no pueden acceder a ella. Pero no es así. Una parte de este
porcentaje –pequeña, sí, pero resistente– la forman
profesionales que, aun pudiendo acceder a un teléfono móvil, eligen
no meterlo en sus vidas.
“No me interesa
–afirma Galilea–, y no porque rehúya de las tecnologías –fue
uno de los primeros usuarios españoles de internet–, sino porque
creo que se puede vivir perfectamente sin él y, de hecho, se vive
mucho más tranquilo”. A lo que Brieva añade: “Para mí no es
una renuncia importante, sino todo lo contrario, es una necesidad,
una manera de desacelerar el ritmo”.
Bajar el ritmo
vital, ganar tranquilidad, ser dueño de los momentos de uno sin que
nadie tenga la posibilidad de interrumpirlos son las razones que
sustentan la decisión de quienes descartan la telefonía móvil como
medio de comunicación. “Vivimos permanentemente conectados,
permanentemente informados, y apenas tenemos momentos de silencio y
soledad, que tan necesarios son para crecer como personas”, apunta
Manel Puigvert (50 años), quien dirige junto a su mujer, la chef
Fina Puigdevall, el restaurante Les Cols en Olot, reconocido con dos
estrellas Michelin.
“Si tuviera
móvil, probablemente las horas que dedico a leer, a la música o a
pasear quedarían perjudicadas por el teléfono. Y estos momentos,
que tan importantes son para enriquecerme, dejarían de existir”,
explica Puigvert desde el oasis de naturaleza, tradición y
vanguardia que es Les Cols. Para él ya son suficientes los momentos
de estrés que vivimos en el día a día como para sumarles otros que
provoca el móvil.
Esta misma
sensación la comparte el empresario griego Paul Efmorfidis (53
años), presidente y fundador de la empresa Cocomat, productora de
camas, ropa de hogar y mobiliario fabricados con materiales cien por
cien naturales. “Es verdad que el móvil te permite hacer más
cosas y más rápido, pero eso es precisamente lo que yo no quiero.
No me gusta la velocidad; cuando tratas de llevar a cabo muchas cosas
a la vez, corriendo, las acabas haciendo todas mal”, señala
Efmorfidis. Y apunta a las consecuencias nocivas que la exposición a
los campos de radiofrecuencia emitidos por los teléfonos celulares
provocan en los humanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS)
ha detectado como efectos directos de la utilización del teléfono
celular alteraciones en la actividad cerebral, en los tiempos de
reacción y en el sueño. El riesgo de sufrir un accidente de tráfico
cuando nos encontramos al teléfono es tres o cuatro veces mayor,
aunque el dispositivo de manos libres esté activado.
Los movimientos y
las corrientes que proclaman la desaceleración del ritmo para
disfrutar de cada momento, obtener más calidad de vida y plenitud,
como el downshifting (desaceleración), el movimiento slow (lento) o
el mindfulness (estar atentos a aquello que se vive), ganan adeptos
en los últimos tiempos. Uno de sus impulsores, Carl Honoré, autor
del best seller Elogio a la lentitud, recomienda como una de las
prácticas para lograr este objetivo “desenchufarse”
periódicamente, lo que es sinónimo de aprender a desconectar los
dispositivos electrónicos que rodean hoy a cada persona y que, según
él, la aceleran, la distraen y la hiperestimulan.
Esto es lo que
pone en práctica Puigvert cada noche a la hora de la cena con sus
tres hijas adolescentes, que ya han integrado las nuevas formas de
comunicación en sus vidas. “Cenamos todos juntos con música
clásica de fondo; es un momento para hablar, para contarnos cómo
nos ha ido el día y comentar nuestras cosas. Yo no soy radical con
las tecnologías, pero sí creo que se debería utilizar el teléfono
móvil de una manera más inteligente, para no convertirnos en seres
dependientes”.
Expresa además
sus dudas acerca de que se pueda hacer un buen uso de las tecnologías
en la etapa de crecimiento: “Los adolescentes tejen unas relaciones
a través del móvil y de las redes sociales que no son reales, sino
virtuales. Me da la sensación de que pierden mucha autenticidad”.
La misma
preocupación, pero extrapolada a cualquier edad, invade a Federico
Manresa (63 años), jefe del servicio de neumología del hospital
barcelonés de Bellvitge (l’Hospitalet de Llobregat). “El móvil
–sostiene– cambia las relaciones; no sólo entre médico y
paciente, sino también entre las personas. Hay conversaciones que se
llevan a cabo cara a cara que no son iguales si se mantienen a través
de un aparato como este”. Manresa, que además de neumólogo es
profesor de cuarto curso de la carrera de Medicina, describe cómo la
dependencia de sus alumnos hacia el móvil les provoca determinadas
reacciones y actitudes: “Son jóvenes más individualistas y no
pueden vivir sin este aparato, durante la clase lo llevan en el
bolsillo de la bata ‘por si acaso’”.
En una profesión
como la suya, donde este dispositivo podría convertirse en un buen
candidato para sustituir al tradicional busca, Manresa se niega a
poseer uno. “Yo no quiero estar 24 horas conectado. Si me quieren
localizar por alguna urgencia, me encontrarán seguro, como siempre
lo han hecho”. Una de las principales razones que avalan este
rechazo es que no es partidario de mezclar su vida profesional con la
personal, “porque no acabas de disfrutar de ninguna”.
La invasión que
el teléfono supone en la vida personal y profesional de las personas
es algo que también concierne al periodista Carlos Galilea. “Antes,
cuando quedabas con alguien, tu interlocutor estaba allí, presente,
pero hoy es más difícil porque seguramente en algún momento
mandará algún mensaje o hablará por teléfono mientras te tiene
delante”. No cree que el móvil ayude a la comunicación, sino que
casi siempre la enrarece y lleva a malentendidos. Por eso, cuando uno
de los medios con los que colabora le ofreció regalarle un teléfono
móvil, se negó. “No, porque si no os lo cojo cuando me llamáis,
os vais a mosquear –les argumentó–; mejor no tengo, y así no
tenéis dudas si no me localizáis”.
Puigvert
presencia con frecuencia episodios en los que la accesibilidad que
proporciona este tipo de telefonía invade momentos de ocio e
intimidad en su restaurante. “A veces ves a una pareja cenando, y
en vez de disfrutar del placer de una buena comida, de la compañía,
del vino, de un espacio para la conversación…, ¡uno de los dos se
pone a hablar por teléfono!”.
Según datos de
la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), en julio
del 2011, el número de líneas de telefonía móvil superó al
número de habitantes en España, alcanzando los 58 millones –lo
que supone un aumento del 5,5% respecto al año anterior–, y el
gasto medio llegó a los 40 euros mensuales.
“El teléfono
sí que fue un invento revolucionario para la humanidad, el móvil es
únicamente una variación de este y, aunque es innegable que tiene
una utilidad, es completamente prescindible. Nos lleva a generar más
costes de tipo medioambiental, humano, económico…”, afirma
Brieva.
“¿Cuántas
veces escuchamos conversaciones completamente prescindibles?”,
apunta el doctor Manresa. Se refiere al “ahora llego”, al “¿qué
haces?” o al “acabo de salir” que se escuchan frecuentemente en
el autobús, en la sala de espera de un médico o en el supermercado.
“La mayoría son conversaciones más por capricho que por
necesidad” y fomentan el engrose de las facturas, así como la
sobreutilización de un aparato que, tal y como avalan distintos
estudios, crea una mayor dependencia y excitación en el usuario.
“Hay que
empezar a ser crítico y rechazar cosas, o acabaremos siendo adictos
a aparatos como el móvil”, afirma Brieva. Algo que los cuatro
hijos de Efmorfidis, de entre ocho y 21 años, ya han hecho, no por
imposición, sino por elección propia. “Ellos mismo han decidido
no tenerlo porque no lo necesitan”, apunta su progenitor, que
añade: “El teléfono móvil es un factor que puede contribuir a
apartarnos de lo verdaderamente importante de la vida. La felicidad
es disfrutar de las cosas sencillas y pequeñas, y este aparato, con
todo lo que supone, muchas veces te invita a perdértelas”.
Galilea concluye:
“A mí me parece bien que cada cual haga lo que quiera con su vida,
pero sí que deberíamos reflexionar sobre las decisiones que tomamos
y tener una conciencia crítica. El hacer las cosas porque todo el
mundo las hace no vale. Al final nos tendríamos que preguntar si los
avances como el móvil son avances de verdad, ¿nos hacen más libres
o más esclavos?”.
Carlos Galilea
“Cuando viajas,
es necesario desaparecer. Si desconectas, la cabeza vuelve a su
sitio. Pero si sigues con la posibilidad de que te contacte por
teléfono aquello de lo que te alejas, es como si no te fueras”.
Estas desconexiones que Galilea considera tan necesarias le han
permitido mantenerse “en su sitio” durante 25 años, tiempo que
lleva al frente de su programa de radio, una de las emisiones más
populares de música brasileña, jazz y ritmos africanos. El
periodista madrileño está en contacto permanente con la tecnología
y afirma, convencido, que ningún soporte es definitivo, y que la
época que estamos viviendo traerá más cambios. “Es una etapa
convulsa, muy emocionante, con teléfono móvil incluido, ¡aunque yo
no tenga!”.
Manel Puigvert
Puigvert y Fina
Puigdevall decidieron transformar Les Cols en el restaurante de sus
sueños: “Un lugar que mezcle lo sensorial con lo intelectual y lo
espiritual”. De eso hace once años, y la reforma, un equilibrio
entre tradición y vanguardia, proporcionó un clima de paz que
predispone a compartir comida, bebida y conversación y que les ha
valido, entre otros, el reconocimiento de dos estrellas Michelin.
“Tratamos de explicar las cosas de otra manera –apunta
Puigvert–, desde aquí, con la aspiración de alcanzar lo universal
a través del espacio de lo íntimo”. Para lograrlo, Puigvert
preserva a rajatabla sus momentos de ocio sin interferencias.
Miguel Brieva
Siempre dibujó,
desde niño. Luego estudió Bellas Artes y, como dice, “lo demás
se fue dando”. A caballo entre Sevilla y Madrid, publica sus
ilustraciones y viñetas en distintos medios de comunicación y ha
publicado libros como Dinero, una crítica al sistema capitalista y a
la sociedad de consumo. “Este tipo de sociedad ha creado adictos a
cosas materiales, y el teléfono móvil es, sin duda, una de ellas”,
opina. No está en contra de la tecnología, puesto que se pasa el
día frente al ordenador, pero a la que puede recupera el papel y el
pincel. “La tecnología tiene su utilidad, especialmente internet,
que ha sido una revolución, y estoy seguro de que el móvil también
la tiene, pero yo no lo necesito. Vivo con mis contemporáneos con la
mayor de la plenitud”.
Paul Efmoridis
Lleva años
estudiando qué permite disfrutar de una vida saludable e implementa
sus descubrimientos en Cocomat, la empresa que fundó junto a su
hermano y otros tres socios en los años 80. Sube el sueldo un 5% a
los empleados que van a trabajar en bicicleta, y otro 3%, a quienes
dejan de fumar. Un 10% de los empleados sufre alguna discapacidad, y
la tasa de reciclaje en la fabricación de camas, ropa y mobiliario
es del 96%. Este empresario griego afincado en Amsterdam no tiene
teléfono móvil ni coche, no come carne ni fuma, y se desplaza en
bicicleta. “Prueba un día a recorrer el mismo camino en coche y en
bici; seguro que con el primero llegas antes, pero te perderás cosas
que únicamente verás si vas a otro ritmo. La persona más feliz del
mundo no es la que más cosas puede hace, sino la que más disfruta
con lo que hace”, dice.
Federico Manresa
Sus pacientes le
piden constantemente el número de su teléfono móvil, pero él
insiste en que no tiene y lo dice orgulloso. “Se ha banalizado
mucho el uso del teléfono, antes se utilizaba para cosas concretas,
necesarias, pero hoy ya no”. En su profesión, el timbre del
teléfono es sinónimo de malas noticias, por eso prefiere no tener
que oírlo. “Si yo tuviera un teléfono celular, sería para los
demás. Es a la gente a la que le interesa que yo tenga este
dispositivo, ¡no a mí!”. A Manresa no le gusta mezclar su vida
profesional con la personal, por eso las mantiene compartimentadas, y
no tener móvil es una manera de lograrlo. Además de no verle
utilidad alguna en su día a día: “Vivo tranquilo y hago lo que me
gusta que es: ver pacientes y enseñar. ¡Y sin móvil lo hago mucho
más tranquilo!”.
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