domingo, 28 de octubre de 2012

Alicia Huerta: "Me gustaría pensar que cambiamos siempre a mejor, pero no estoy segura"

PUBLICA SU SEGUNDA NOVELA COSAS QUE OCURREN AUNQUE TÚ NO LAS VEAS

Alicia Huerta: "Me gustaría pensar que cambiamos siempre a mejor, pero no estoy segura"

La escritora Alicia Huerta publica Cosas que ocurren aunque tú no las veas, su segunda novela en la que aborda a través de su protagonista, aquejada de una enfermedad, una historia de acción trepidante e intrigante en la que no falta un componente de superación y valentía, así como de amor y esperanza.

Elena Viñas 27-10-2012

Acaba de publicar su segunda novela, un libro que dejó inacabado hace tiempo y que ha retomado ahora. ¿A qué se debe?

Cosas que ocurren aunque tú no las veas ha sufrido muchas modificaciones en estos años. De hecho, cuando empecé a escribirlo, no sabía si iba a ser una novela o un diario. Tenía una gran carga emocional y un perfil muy filosófico; tanto que no me sentía capaz de publicarlo, por lo que me enfrasqué en mi tercera novela, que aún no he publicado. Así fue hasta que hace un año, viendo que a mucha gente le había gustado mi primer libro, Delirios de persecución, decidí reencontrarme con esta novela. Descubrí que todavía tenía mucha carga, que he conseguido liberar al concluirla. Le faltan 50 o 60 páginas que no sé si algún día llegaré a publicar porque encierran mucho dolor.

La protagonista de su libro, Elisa, padece encefalomielitis miálgica, una enfermedad también conocida como síndrome de fatiga crónica. ¿Cómo cree que ha enriquecido esta dolencia a configurar el personaje?

Creo que no habría sido el mismo si no la hubiera padecido. Se trata de una mujer enferma que logra dejar de pensar en el dolor que siente para poder evolucionar. Escribí esta novela para dar voz de alguna forma a los enfermos de síndrome de fatiga crónica porque creo que puede ayudar a que la gente comprenda mejor lo que sienten y a que no sean juzgados. He llegado a la conclusión de que es imposible que la gente no afectada llegue a comprender esta enfermedad aparentemente fantasma, pero que destruye vidas.

¿Así que es complicado comprender el dolor ajeno?

Llegas a creer que lo comprendes, pero al final tiendes a juzgar a estos enfermos por su limitación, así que mi intención es que la novela la lean quienes no padecen la enfermedad para que conozcan en qué consiste. No la he escrito desde la ignorancia, yo también la padezco, así que este libro ha sido para mí una manera de salir del armario. Me parecía hipócrita quejarme de que alguien no me entendía si no le había explicado lo que me ocurría. Sin embargo, sigo creyendo que nadie me va a entender, pero no porque tenga una actitud derrotista, sino porque he llegado a la conclusión de que es imposible transferir lo que siento. Como lo tengo comprobado, decidí vivir no por la enfermedad, sino a pesar de la enfermedad, aunque no siempre es posible. Hay mucha gente que no tiene más remedio que estar de baja permanente y todavía se les sigue considerando vagos. Recientemente, la inmunóloga estadounidense Nancy Klinas, que acuñó el término de fatiga crónica en vez de encefalomielitis miálgica, ha pedido disculpas por banalizar la enfermedad.

Elisa camina despacio. Forma colas de gente cuando pasea por la calle y la gente se desespera. ¿A eso se refiere?

Eso es. La gente juzga mucho. Si un enfermo de fatiga crónica baja una escalera peldaño a peldaño, no lo hace aposta para que la gente espere, así que antes de quejarnos conviene pararnos a pensar en si es posible que le pase algo a quien tenemos delante. De todas formas, los enfermos tienen que hacer un esfuerzo para no tratar de encontrar comprensión, sino aceptación. Nada más. Tenemos que perder el complejo.

¿Hay algo que mitigue el dolor?

Creo que Elisa logra ponerlo en un segundo plano. Decide que tiene que vivir a pesar de ello. Aunque en un principio no se ve capaz de avanzar, pronto encuentra una excusa para superarse. Lo importante es que no se queja. Eso es fundamental.

Imagino que tener una buena actitud ante la vida ayuda…

La fuerza de la mente es indudable. Elisa sabe que paga los esfuerzos que hace. Es como los cantantes de ópera, que cantan un día y tienen que reposar las cuerdas vocales al siguiente.

En su relato, Elisa se encuentra en poco tiempo con tres hombres con los que mantiene una relación emocional. ¿Aprende algo de ellos?

Es curioso. Hay veces que no pasa nada en tu vida y de repente ocurre todo a la vez. Elisa se encuentra de repente con tres relaciones. Está Roberto, con quien lleva tiempo y termina rompiendo, Alejandro, a quien le une un vínculo algo fantasioso, y Alberto, el que tiene más peso aunque ella no se dé cuenta. Creo que más que aprender, lo que saca de provecho de la relación con los tres es que se ve capaz de engañar mejor de lo que le engañan a ella.

Elisa dice en el libro que las cosas que se ignoran de una persona son más de las que se conocen. ¿Acaso ocultamos tanto?

Creo que lo primero que hacemos es ocultarnos cosas a nosotros mismos. Me gusta intentar descubrir lo que me ocultan las personas porque yo lo hago.

¿Un enfermo de fatiga crónica tiende a pensar que el dolor físico ajeno no lo es tanto?

Todo el mundo siente dolor. Es cierto que no es lo mismo tener una rotura, que te escayolen y te recuperes que padecer esta enfermedad, que siempre te hace estar en la cuerda floja. Es decir, puedes estar bien, pero de repente puede darte un brote motivado por un abrazo cariñoso de alguien o por pisar una piedra en el suelo. Lo cierto y extraño de esta dolencia es que en realidad no tienes nada en el tobillo o en el codo, pero el impulso nervioso está en el cerebro y es ahí donde se activa el botón del dolor. Por eso es tan difícil convivir con un afectado.

¿Hay algo que consuele a un enfermo de este tipo?

Contar con un diagnóstico. La mayoría de los enfermos de fatiga crónica tardan una media de entre 3 y 5 años en ser diagnosticados. Son dolores difusos que no se ven en radiografías o resonancias magnéticas. Hay indicadores, pero los médicos de medicina general no llegan a percibirlos. En mujeres entre 30 y 50 años, que es cuando aparecen los síntomas más graves, se empieza el tratamiento con antiinflamatorios o analgésicos. Lo difícil es encontrar a un médico que tenga empatía y que facilite el diagnóstico lo antes posible porque ese tiempo de espera es vital para que no se agraven los síntomas. Cuando el enfermo alcanza ese contradictorio momento en el que alguien le dice que padece este síndrome y no se cura, al mismo tiempo se está convenciendo de que tiene algo y de que no se lo está inventando. Creo que hay que dar un voto de confianza a quien está enfermo, lo mismo que me parece fundamental que el enfermo piense en que hay algo más importante que él para no caer en una depresión.


¿Confía en la ciencia?

Esta enfermedad está catalogada como rara, pero la gran cantidad de afectados que empieza a haber terminará por hacerla salir de ese grupo de dolencias. El problema de estas enfermedades minoritarias es que no despiertan gran interés entre los investigadores porque no merecen la pena. El centro que más investiga está en Nevada y está patrocinado por un matrimonio con un hijo que padece la enfermedad.

¿La empatía hacia otros enfermos aumenta?

Empiezas a valorar las cosas de otra manera porque el hecho de levantarse, salir a la calle y hacer recados puede convertirse en un triunfo. Me gustaría pensar que cambiamos siempre a mejor, pero no estoy segura. Creo que está escrito en el ADN. Es decir, si alguien que enferma antes era un egoísta, probablemente lo sea más todavía mientras que el que ha sido maravilloso antes de enfermar, tenderá a preocuparse todavía más por los que le rodean.

Cuánto se echa en falta la rutina cuando nos falta, ¿no?

Así es. Cuando vi el salto estratosférico de Felix Baumgartner me impactó lo que dijo sobre la sensación que había tenido allí arriba, donde se había dado cuenta de que se sentía tan pequeño que no le preocupaban tanto los récords como abrazar de nuevo a su madre.

Nada tiene de rutinaria, sin embargo, la trama en la que se ve envuelta su protagonista....

No, desde luego que no. Ese equilibrio que ella siempre busca o que cree buscar se rompe en mil pedazos a medida que descubre que sus dos últimas relaciones sentimentales han estado rodeadas de engaño. Además, no se trata de una falsedad cualquiera, sino de una oscura trama que amenaza con llevársela por delante.

¿Qué ha encontrado de literario en un asunto como la trata de personas?

El tráfico ilegal de seres humanos que llevan a cabo las mafias tiene una dimensión enorme. De hecho, muchas de esas mafias que antes comerciaban con drogas han ido cambiando el "objeto" de su negocio, centrándose más en comerciar con personas. En el caso de la trata de blancas, por ejemplo, la ventaja es doble: por una parte, a diferencia de las drogas, se puede vender a una mujer infinidad de veces y, por otra, ya no tienen que dedicarse a buscar rutas complicadas o escondites en los medios de transporte para traspasar controles o fronteras. Han descubierto que basta con amenazar a esas mujeres con matar a sus seres queridos si intentan escapar o llamar la atención de la policía. Se aterroriza a la víctima de tal manera que acaba por convencerse de que no hay escapatoria posible. Es perverso.

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