Las
sucesivas medidas de austeridad han dejado a cientos de miles de
griegos desempleados sin seguro médico, una situación de
desesperación que intenta paliar una red clandestina de médicos.
El Dr. Kostas Syrigos, jefe del mayor
servicio de oncología de Grecia, creía haberlo visto todo. Pero
jamás había visto un caso como el de Elena, una mujer en paro a la
que le habían diagnosticado un cáncer de pecho un año antes de que
acudiera a él. Para entonces, el cáncer había crecido hasta tener
el tamaño de una naranja y había atravesado la piel, dejándole una
herida que le supuraba y se limpiaba con servilletas de papel.
“Cuando la vimos nos quedamos sin palabras”, cuenta el Dr.
Syrigos, jefe de oncología del Hospital General Sotiria, en el
centro de Atenas. “Todo el mundo lloraba. Cosas así se describen
en los libros de texto, pero nunca se ven porque, hasta ahora,
cualquier persona que enfermaba en este país siempre podía obtener
ayuda”.
Desde que se desencadenó la crisis de
la deuda, la vida ha dado un vuelco en Grecia. Pero en pocas áreas
el cambio ha sido tan drástico como en la sanidad. Hasta hace poco,
Grecia contaba con un sistema sanitario normal. Las personas que
perdían su empleo recibían asistencia sanitaria y subsidios de
desempleo durante un año, pero seguían recibiendo asistencia en los
hospitales si no podían pagar incluso después de que se les
acabaran los subsidios.
Las
cosas cambiaron en julio de 2011, cuando Grecia firmó un acuerdo de
préstamo complementario con los prestamistas internacionales para
evitar el hundimiento financiero. Ahora, tal y como se estipuló en
el acuerdo, los
griegos deben pagar de su bolsillo todos los gastos cuando dejen de
percibir los subsidios.
"Estar
desempleado equivale a la muerte"
Alrededor
de la mitad de los 1,2 millones de griegos desempleados de larga
duración carecen de seguro sanitario,
una cifra que se espera que aumente en gran medida en un país con
una tasa de desempleo del 25% y una economía moribunda, como
afirmaba Savas Robolis, director del Instituto Laboral de la
Confederación General de Trabajadores Griegos.
Con
los cambios cada vez más personas se ven obligadas a buscar ayuda
fuera del sistema sanitario tradicional. Elena, por ejemplo, fue
remitida al Dr. Syrigos por un grupo de doctores de un movimiento
clandestino que ha surgido aquí para asistir a los que carecen de
seguro. “En
Grecia, ahora mismo estar desempleado equivale a la muerte”,
comentaba
el Dr. Syrigos, un hombre con una presencia imponente y un tono
severo que se suaviza cuando habla sobre la difícil situación de
los pacientes con cáncer.
Esta
situación es nueva para los griegos y quizás para Europa también.
El cambio es especialmente asombroso en la asistencia oncológica,
con sus tratamientos prolongados y costosos. Cuando
se le diagnostica un cáncer a una persona sin seguro, “el sistema
simplemente hace caso omiso de ella”,
afirmaba el Dr. Syrigos. “No
puede acceder a la quimioterapia, ni a la cirugía, ni siquiera a
medicamentos sencillos”,
explicaba.
El
sistema sanitario es cada vez más deficiente y puede empeorar si el
Gobierno recorta 1.500 millones de euros más en el gasto sanitario,
que es una de las propuestas de un nuevo plan de austeridad cuyo fin
es garantizar más financiación. Con las arcas del Estado vacías,
los suministros sanitarios escasean tanto que algunos pacientes se
han visto obligados a llevar sus propios suministros para los
tratamientos, como los stents o las jeringas.
Una
iniciativa con fecha de caducidad
Los
hospitales y las farmacias ahora piden el pago en efectivo de los
medicamentos, algo que para los pacientes de cáncer puede suponer
decenas de miles de euros, un dinero que la mayoría no tiene. Con el
deterioro del sistema, el Dr. Syrigos y varios compañeros decidieron
actuar.
A
principios de este año, crearon una red
clandestina para ayudar a los pacientes con cáncer sin seguro
y
otras personas enfermas, que funciona fuera de la red oficial y
utiliza los medicamentos sobrantes que donan las farmacias, algunas
empresas farmacéuticas o incluso las familias de pacientes con
cáncer que han fallecido. En Grecia, si se descubre que un médico
ayuda a un paciente sin seguro utilizando medicamentos del hospital,
se le obliga a pagar los costes de su propio bolsillo.
“Somos
como una red de Robin Hoods”, comentaba el Dr. Giorgos Vichas en la
Clínica Social Metropolitana, a las afueras de Atenas. Vichas es un
cardiólogo que fundó el movimiento clandestino en enero. “Pero
esta operación tiene una fecha de caducidad”, señalaba. “Llegará
un momento en el que la gente ya no pueda donar, por la crisis. Por
eso estamos presionando al Estado para que vuelva a asumir la
responsabilidad”.
Mientras hablaba, apareció Elena, con
un turbante gris en la cabeza y una blusa holgada. Llegó a que le
dieran fármacos para soportar las consecuencias de la quimioterapia
que le administró recientemente el Dr. Syrigos.
Hacer
renacer el optimismo
Elena nos contó que se quedó sin
seguro al dejar su trabajo de profesora para poder cuidar de sus
padres, que también padecían cáncer, y de un tío enfermo. Cuando
murieron, la crisis financiera ya había estallado en Grecia y, con
58 años, le fue imposible encontrar trabajo.
Comenta que se aterró cuando le
diagnosticaron el mismo tipo de cáncer de pecho que mató a su
madre: le dijeron que los tratamientos costarían al menos 30.000
euros y ya no contaba con ningún dinero de la familia. Intentó
vender un pequeño terreno, pero nadie lo compró.
El cáncer se extendió y no pudo
encontrar ningún tratamiento hasta hace unos meses, cuando acudió a
la clínica clandestina del Dr. Vichas tras haber sabido de ella por
el boca a boca. “Si no pudiera venir aquí, no haría nada”,
afirma. “En Grecia hoy en día tienes que firmar un contrato
contigo mismo en el que te comprometes a no enfermar”.
Comenta que le dejó consternada que el
Estado griego, como parte del rescate, negara un pilar de protección
a la sociedad. Pero el hecho de que un grupo de médicos y de griegos
normales se estuvieran organizando para echar una mano allí donde el
Estado había retirado su ayuda, le dio esperanzas en sus horas más
sombrías. “Aquí siempre hay alguien que se preocupa”, comentaba
Elena.
Según
el Dr. Vichas, la terapia más poderosa puede que no sean los
medicamentos, sino el optimismo que este grupo de Robin Hoods aporta
a los que casi se han rendido. “Con
la crisis hemos aprendido a unirnos más”,
afirmaba.
“Esto
es la resistencia”, añadía, recorriendo con la mirada a los
voluntarios y a los pacientes que se agolpaban alrededor de la
clínica. “Es una nación, un pueblo que se vuelve a poner en pie
con la ayuda que se prestan unos a otros”.
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