A
lo largo de muchos años de profesión (no doy pistas porque como
Andrea Global puedo disfrutar de esa indefinición en edad, en
apariencia –no hay arrugas en el mundo virtual–…) me he
encontrado con muchas personas y muchas historias. Son muchísimas
las que me llegan al corazón, pero mi memoria es menos sensible y
olvido algunas que no debería. Los
enfermos de sensibilidad química múltiple han sido de los que más
han impresionado a mis neuronas olvidadizas.
Quienes padecen este mal de la era moderna tienen un organismo
saturado de sustancias tóxicas, de químicos que nos acompañan a
diario.
Niebla
y/o contaminación
|
Desde
que la industria química empezó a fabricar en serie todos los
productos de higiene y limpieza de uso diario, la avalancha de
sustancias a las que abrimos las puertas de nuestra casa es enorme.
No nos damos cuenta de ella, empezamos con el jabón de la ducha, la
pasta de dientes, colonia, maquillajes, aftershaves, cremas
hidratantes, perfumes, ambientadores, detergentes, suavizantes,
lejías, desengrasantes… La lista es enorme y nuestra consciencia
muy pequeña.
Conocer
la sensibilidad química múltiple (SQM) y acercarme a quienes están
afectados me adentró en esta reflexión de todas las cosas que le
echamos a nuestro cuerpo. Ponerse en contacto con alguien para
quienes los vahos de una colonia (que presumimos inofensiva) le
enferma, le provoca ahogos, desmayos, vacíos de memoria… te hace
ser consciente de muchas cosas. La primera que mi abuela, incluso mi
madre cuando era niña, usaban jabones naturales, que hacían con
ceniza y aceite de oliva usado; que blanqueaban la ropa también con
los restos que quedaban en la chimenea; que para dolores se hacían
cataplasmas con hojas y hierbas que recogían en el bosque… Ahora,
sin embargo, casi hemos perdido esas fórmulas y recurrimos a la
droguería, a la farmacia, a los pesticidas y fertilizantes sin
pensar.
El
resultado es que cada vez hay más personas afectadas por esta sensibilidad a las sustancias químicas. Acercarse a ellas implica
seguir un protocolo riguroso para que la sola presencia y todos los
químicos que desplazamos en nuestro entorno no les enfermen. Por
ejemplo, exige que lavemos la ropa que vamos a llevar en la visita
con bicarbonato, a ser posible varias veces para que se eliminen los
restos de detergentes y suavizantes que acumulan; que la higiene
personal se haga sólo con productos naturales; nada de maquillaje ni
perfume ni fumar y no estar en lugares en los que haya humo.
Agradecen que ni siquiera lleves esmalte de uñas.
No
todo el mundo entiende esto. A
menudo los enfermas (la mayoría son mujeres, porque el sistema
endocrino femenino las hace más proclives a almacenar sustancias) se
enfrentan a la incomprensión de quienes les rodean y achacan su
intolerancia a manías, problemas psicológicos… La
ciencia avanza en la demostración de que este mal, como la fatiga
crónica, la electrosensibilidad y la fibromialgia (enfermedades
interrelacionadas, a menudo) son reales, tienen un origen
demostrable…
Toda
esta reflexión, muy a vuela pluma. Para saber más sobre estas enfermedades aconsejo visitar el blog de María
José Moya Villén,
Mi
estrella de mar,
una excelente página web de una mujer con SQM, que dedica sus días
a divulgar los avances científicos, tratamientos, opiniones de
expertos… desde 2006. Es un site pionero en castellano y es muy
riguroso. La historia de María José Moya, mejor la leen en su blog,
que la narra muy bien. Lo que más me sorprendió de ella cuando la
conocí es la falta de dramatismo, incluso la alegría, con la que
afronta su enfermedad, que la mantiene recluida en casa y sin
mantener contacto directo apenas con nadie.
Todo
esto viene a que hoy en la prensa me han recordado todo esto dos
noticias. Una de ellas que habla del adelanto de la pubertad en las
niñas, que cada vez muestran a edad más temprana los cambios
físicos de la adolescencia, que en ellas pueden iniciarse a los 8
años y en los niños a los 9, según la Asociación Española de
Pediatría de Atención Primaria. Uno de los factores que pueden
explicar el adelanto de la pubertad es la exposición a los químicos
ambientales. Los profesionales aconsejan a los padres estar atentos a
los primeros síntomas de adolescencia temprana, que deben tratarse,
y dar una alimentación lo más natural posible a los niños.
La
otra noticia que me ha recordado como la gente con SQM funcionan como
alertas de lo que nos afecta a todos y que desoímos, es la noticia
sobre la alimentación de animales de consumo humano con carnes de
perro y oveja. Desechos cárnicos son utilizados para elaborar los
piensos con que se engorda a ovejas y cerdos que luego acaban en
nuestros platos. “Estamos jugando con fuego y luego llegan las
vacas locas”, sentencia un compañero de redacción. ¿Puede haber
una muestra más clara de que nos alejamos de lo natural para
adentrarnos en un mundo artificial que nos envenena que alimentar a
herbívoros (como las ovejas) con carne de sus congéneres?
Así,
que todo esto me lleva a recordar a quienes son más sensibles que
los demás y que nos avisan de que todos lo estamos sufriendo, aunque
nuestros organismos no lo muestren tan violentamente. Para todos
ellos pido un poco de compresión, que no les resulta fácil
encontrar.
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