- Los doctores Juan Gervás y Mercedes Pérez abogan por la reducción de tratamientos y medicación "innecesaria" para ahorrar gasto y "sufrimiento".
- Consideran que la entrada de empresas en la gestión supone muchas veces "connivencia" entre regulador y regulado.
Raúl Rejón 01/02/2013 - Madrid
El
doctor Juan Gervás, en Madrid.
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¿Privatizar la gestión hospitalaria
ahorrará dinero para salvar el sistema sanitario?
En España tenemos un problema peculiar
que nos distingue en los procesos de privatización. Cuando se habla
de privatización se está hablando de corrupción. Y eso hace que
experimentos así tengan críticas muy fuertes.
Corrupción, ¿en qué sentido?
El regulador tiene que tener capacidad
de regular. Si hay una interacción excesiva se pierde esa capacidad
y no hablamos de privatización sino de mezcla de intereses privados
y públicos, sobre los intereses generales de la población. Algunos
procesos son privatizables y la convivencia con el mercado no implica
la puerta giratoria. Los británicos que estudiaron el caso de Alzira
(Valencia) concluyeron por escrito que algo así sería intolerable
por la excesiva connivencia entre el regulador y el regulado. No se
trata de demonizar lo privado. El Plan de Salud Dental juvenil de El
País Vasco, único y exitoso en el mundo, que hace imposible
distinguir por la dentadura a ricos y pobres, cosa que no pasa ni en
Suecia, se basa en una cuota por chaval que el Gobierno paga a
dentistas privados.
¿Se explica así el rechazo de grandes
sectores de la población?
No es creíble cómo se presentan estos
planes. Como si no hubiera otra alternativa. La población, si se les
presentaran datos sobre el plan de privatización, lo podría sopesar
y decidirse. Pero esos datos no existen, no en los últimos años.
Los pocos que hay, como el de Salvador Peiró en Valencia, demuestran
que esta deriva ideológica [la gestión privada es más rentable] no
se sustenta en datos.
Habla de otras alternativas. ¿Como cuáles?
Una gran parte del gasto sanitario se
puede reformar. Por renovación no por derribo. Hablamos de un ahorro
en el sistema sanitario general de hasta el 30% de un presupuesto que
son más de 10.000 millones de euros en España. Tanto en la
prevención como en la curación y la rehabilitación, cuyo gasto
público dedica un tercio del presupuesto a técnicas que no tienen
fundamento científico que se aplican y pagan con dinero público.
¿Puede concretar?
En el tema de vacunas. Habría que
asegurarse de que las vacunas básicas llegan a todo el mundo. Habría
que gastar más para que no haya una epidemia de sarampión como hubo
en Sevilla porque la vacuna no llegaba a la población gitana o
chabolista. En hacer un seguro que cubriese a todos los niños
vacunados de manera que cuando hubiese efectos adversos no hubiese
que ir a juicios. Pero en general habría que gastar menos, ¿en qué?
La vacuna del papiloma humano cuesta tanto como todas las vacunas
básicas juntas y todavía es experimental. No es por disminuir el
gasto sino porque es experimental. Las vacunas de rotavirus, del
neumococo, la varicela… tendrían que quedarse en moratoria. La de
la gripe, igual. Que además conllevan un gasto gigantesco e
increíble desde el punto de vista administrativo, de expedición,
publicidad…
Y en la curación, ¿cómo podría hacerse?
Habría que extender la intervención
de médicos de primaria para muchos procesos que ahora hacen los
especialistas, procesos sencillos, que ahora implican la derivación
al hospital y que cuesta muchísimo dinero hacerlo así. Es más
barato y más humano. Por ejemplo la colocación del DIU o la
dermatología. Los médicos de familia podrían hacer todo esto y no
tener que mandar al especialista, generar una cita, la lista de
espera, la derivación al sector privado…
¿La medicación?
Sí. España es una potencia mundial en
resistencia por el exceso de antibióticos.
Acaba de paralizarse
en el Tribunal Constitucional el euro por receta en la Comunidad de
Madrid y hace unas semanas en Cataluña. ¿Esa medida sirve de algo?
No tiene sentido. Hemos participado en
estudios que muestran que cuanto menos copagos haya mejor salud hay.
En España se hacen mil millones de recetas al año. Y cada una
corresponde a un envase. La tentación de instaurar un euro por
receta con ese sistema es muy grande. Pero también un insulto. La
receta se ha convertido en realidad en un cheque para la farmacia. No
es un documento donde el médico prescribe una medicación para un
tiempo. Cada receta no debería conllevar un medicamento sino el
tratamiento en general con todas las medicinas para los meses
necesarios. Luego el farmacéutico podría preparar el tratamiento
para cada paciente.
¿Entonces los copagos no ayudan a mantener el
sistema?
Copagos pocos y razonables demuestran
que funcionan mejor. En los sistemas sanitarios con cobertura
pública, llevar los recursos donde la gente los necesita (y pienso
en las urgencias rurales de Castilla-La Mancha) y copago suave… la
literatura científica demuestra que produce más salud. En
medicamentos: diseñar el copago en función a la necesidad del
medicamento. Si un niño de seis años necesita un medicamento:
copago cero. Si un anciano de 80 años tiene el capricho de tomar un
medicamento con poca efectividad, copago del 50%. Los medicamentos
con poca utilidad o dudosa, que hay muchos, un copago más fuerte. La
salud lo agradecería y la población lo entendería.
En su libro
explica que la sociedad vive obsesionada con una salud eterna y eso
es caldo de cultivo para la creación de enfermedades…
Lo primero es la responsabilidad de las
propias personas. La sociedad tiene la pulsión por estar siempre
sano y joven. Con esa materia prima, es más fácil el proceso por el
que industrias crean esas enfermedades y sus soluciones (un proceso
conocido como 'disease mongering'). Cada día se marcan límites más
bajos de los niveles normales de tensión arterial lo que transforma
a millones de pacientes en enfermos sin serlo. Se crea miedo. Y mucho
dinero por el coste de los procedimientos y medicamentos. Mucho de
ese gasto lo soporta el sistema sanitario público. Y lo que es muy
importante: se ahorraría en sufrimiento, en dolor, en angustia e
inquietud.
¿Qué patologías, por ejemplo?
El colesterol. Los medicamentos para
bajar sus niveles son los más vendidos del mundo y supusieron en
2010 unos 820 millones de euros para el erario público. La obsesión
con el colesterol no tiene base científica. No se ha demostrado que
a una persona por bajarle el colesterol gane años de vida. Otro
ejemplo es la denominada andropausia que hacer que a hombres con edad
se les pida que se pongan cremas con testosterona para mantenerse
viriles. Eso es falso. No hay base científica y, además, es
peligroso para la enfermedad cardiaca o el tumor de próstata. Y a su
calor se han creado, comités, seminarios, cuestionarios, decisiones,
gestiones, anuncios, propaganda por los cuales los varones acaban
pensando que deben seguir esas pautas. Como esos hay decenas de casos
como la osteoporosis, la fractura de cadera….
Y, ¿entonces?
Vivir y disfrutar la vida. No se mida
el colesterol, sea feliz. No se esconda del sol y en cuanto vea una
mota en la piel pase por una biopsia. Dé un paseo. Sea razonable.
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