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martes,
26/02/13
El
número de personas con síntomas no específicos como dolor de
cabeza, trastornos del sueño, nerviosismo, dificultades para
concentrarse o problemas cutáneos, que se declaran convencidas de
que los campos electromagnéticos ambientales son la causa de sus
problemas, está creciendo de forma imparable.
Almudena
Domenech
Madrid,
26 feb.- El número de personas con síntomas no específicos como
dolor de cabeza, trastornos del sueño, nerviosismo, dificultades
para concentrarse o problemas cutáneos, que se declaran convencidas
de que los campos electromagnéticos ambientales son la causa de sus
problemas, está creciendo de forma imparable.
De
hecho, los médicos generalistas están ya "familiarizados"
con este tipo de "autodiagnóstico", ha reconocido
Alejandro Úbeda, jefe del Servicio de Investigación
de
Bioelectromagnética del Hospital Universitario Ramón y Cajal, en
declaraciones a Efe.
Se
trata de una respuesta del organismo a la exposición crónica a las
radiaciones de la telefonía móvil, el wifi y las ondas
electromagnéticos, generadas por las nuevas tecnologías.
Úbeda
ha confesado que las limitaciones en el conocimiento de una dolencia
"severa, discapacitante y en clara expansión", como es la electrohipersensibildad (EHS), vienen dando origen a gastos
sanitarios "significativos" y a cargas sociales
"crecientes".
El
investigador Raúl de la Rosa, perito judicial en los casos más
relevantes por daños en la salud
de
personas expuestas a campos electromagnéticos, ha dicho a Efe que la
epidemiología muestra que paralelamente al aumento de las emisiones
se ha elevado significativamente el número de personas
electrohipersensibles.
"De
seguir esta progresión, en pocos años toda la población será
sensible en mayor o menor medida a la exposición a radiaciones
electromagnéticas", ha aventurado.
Sin
embargo, Úbeda ha aclarado que este trastorno no tiene un
diagnóstico aceptado por la mayoría de los clínicos, ni existen
tests médicos o marcadores biológicos universalmente reconocidos
que permitan confirmar lo que describen los pacientes.
Así
las cosas, no es de extrañar que la propia Organización
Mundial de la Salud
considere
que la problemática no está resuelta y pida que se realicen más
estudios y mejor enfocados.
Al
igual ocurre con su posible influencia en el desarrollo de
enfermedades
oncológicas,
si bien desde 2011 la OMS califica las radiofrecuencias como "agentes
posiblemente cancerígenos".
Estas
carencias, a juicio del experto, sólo pueden resolverse mediante una
ampliación de los esfuerzos en prevención, información e
investigación
médica
y
biomédica.
De
la Rosa, que ha actualizado con estas nuevas amenazas para la salud
su obra "Medicina del hábitat. Geobiología", suscribe que
esta "pandemia" podría atajarse con un cambio de
tecnologías por otras más eficaces y que protegen la salud y el
medioambiente.
Tras
revisar más de 1.500 estudios, el informe internacional
Bio-Iniciativa sobre campos electromagnéticos advierte de que pueden
dañar el ADN de las células en niveles muy bajos de exposición,
llevándolas a producir proteínas de estrés, a causar reacciones
inflamatorias y alérgicas, y a cambiar las funciones inmunes.
El
jefe del Servicio de Investigación de Bioelectromagnética del Ramón
y Cajal ha apuntado que, si se llegase a la conclusión de que la EHS
no puede ser confirmada simplemente preguntando a los afectados
cuáles son sus sensaciones, sería necesario abordar el tema
recurriendo a otro enfoque con nuevos métodos de investigación.
Y
como cada día resulta más patente que en esta materia la
epidemiología o los estudios en animales no son capaces de
proporcionar datos objetivos, el científico apuesta por acudir a
análisis a nivel celular/molecular que sí han arrojado resultados.
Una
de estas investigaciones, a la que ha hecho referencia, revela que
una elevada proporción de pacientes de EHS presentaba signos
bioquímicos de disfunción tiroidea y/o hepática y de procesos
inflamatorios crónicos potencialmente causantes de, al menos, parte
de los síntomas.
Mientras
tanto, De la Rosa opina que habría que establecer medidas de
protección para las personas más sensibilizadas, incluyendo zonas
libres de campos electromagnéticos.
En
cualquier caso, ambos expertos consideran que los profesionales y las
autoridades sanitarias no pueden hacer oídos sordos al sufrimiento
de quienes, en número creciente, se autodeclaran sensibles a las
ondas.
(Agencia
EFE)
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