Las víctimas del síndrome de Ardystil
denuncian que cuatro de los seis últimos hijos de afectadas han
nacido con enfermedades que pueden estar relacionadas con este cuadro
tóxico. Este síndrome, que apareció en el año 1992, causó la
muerte de seis empleados del sector de la aerografía textil en
Concentaina y Alcoy (Alicante) y cerca de ochenta enfermos por
fibrosis pulmonar.
Lo producido en las aerografías no es
una casualidad desgraciada. La desregulación laboral, el paro y la
economía sumergida son las causas de que algunos empresarios busquen
su beneficio a costa de lo que sea. No es casual que los afectados
sean en buena parte mujeres y jóvenes sometidos a unas condiciones
de trabajo que tienen que ver más con países tercermundistas que
con uno europeo», así se expresaba Mª Carmen Jover miembro de la
Comisión de Afectados.
La empresa Ardystil, de la que toma el
nombre el suceso, se dedicaba junto a otras ocho a estampar telas
mediante una técnica de aerografía (impresión con pistola de aire
utilizando tintes y disolventes). La aplicación de la pintura a
través del aerógrafo originaba un aerosol respirable con
concentraciones importantes de gases tóxicos. En la actividad de la
empresa se empleaban dos grupos de productos: los disolventes
(tricloroetano, naftas destilados de petróleo y sus asociados los
carburos aromáticos benceno, tolueno y xileno, copolímeros butil
acrilato, eter-alquil-aril-poliglicólico) y los colorantes que lo
componían (la poliamidamina y la sal poliaminica —sistema
«ACRAMIN» de Bayer—), además del ácido acético.
Debido a la inhalación de una o varias
sustancias durante el proceso de trabajo, se produjo un brote de
enfermedad respiratoria cuya lesión patológica característica es
la neumonía organizada (el doctor Ben Nemery de la Unidad de
Toxicología Pulmonar de la Universidad de Leuven, demostró en un
modelo de experimentación animal que los productos de la fórmula
Acramin causaron toxicidad pulmonar). Los síntomas de comienzo
fueron genéricos (sequedad de mucosas, tos seca o hemorragias
nasales), a través de los cuales se manifiestaron centenares de
productos y mezclas químicas, en personas expuestas a determinadas
condiciones de trabajo.
LA TOXICIDAD
La toxicidad de los productos
utilizados se conoce desde mucho antes de producirse este síndrome:
- Siete de los agentes químicos estaban recogidos en la «lista de enfermedades profesionales » vigente desde 1978, Real Decreto 1995/1978, referente a enfermedades profesionales producidas por agentes químicos.
- Se sabe que la mayoría de los irritantes respiratorios son también tóxicos para el pulmón si se inhalan en cantidad suficiente. Durante semanas, las trabajadoras manifestaron los síntomas antes mencionados.
LOS EFECTOS
Igualmente, se conocían los efectos
que para la salud y el medio ambiente producían cada una de las
sustancias por separado, por tanto existía una política de
prevención del riesgo químico:
- Con decretos como el de protección de los trabajadores mediante la prohibición de determinados agentes específicos o determinadas actividades (R.D. 88/1990), o el de Limitaciones a la comercialización y uso de determinadas sustancias (R.D. 1406/1989).
- O la necesidad de mantener estos tóxicos por debajo de unos valores límite umbral en el ambiente de trabajo. Todas las sustancias implicadas tenían límites reconocidos (Directiva 91/322, valores límites indicativos).
- Los técnicos de las compañías aseguradoras y de la Consellería de Trabajo sabían como debían prevenirse estos riesgos.
Si se conocían los riesgos y sus
efectos, si se conocía la forma de prevenirlos, ¿por qué no se
hizo nada? La situación era explosiva, se utilizaban sustancias
químicas peligrosas, empresas que las suministraban sin la
información toxicológica adecuada y con escasa investigación sobre
sus efectos, «el mezclador» aprendiz de químico que siguiendo
consejos de los suministradores y empresarios preparaban las mezclas
en las empresa, empresarios que solo veían el beneficio sin
importarles la salud, condiciones higiénicas deplorables del
ambiente de trabajo, mecanismos de control de la administración que
no controlan nada y trabajadores sin formación e información que
les permita evitar el riesgo.
El hecho de tener un conocimiento
científico sobre la situación pero no querer reconocer las
condiciones sociales en las que este conocimiento se enmarca, lleva
al fracaso de determinadas políticas preventivas.
La industria química en Europa
occidental ha seguido creciendo, con una producción que desde 1993,
aumenta a un ritmo superior al del PIB. Debido a las dificultades y
elevado coste que supone evaluar la toxicidad de un gran número de
productos químicos, cuyo uso entraña riesgos sobretodo por sus
posibles efectos neurológicos y en la función reproductora, las
estrategias de control deben ir orientadas a la reducción de la
carga de productos químicos en el entorno de trabajo y el medio
ambiente, mediante la eliminación y disminución de su uso.
Más información:
Alfonso A. Calera
Médico. Técnico
superior en prevención de riesgos laborales y medio ambiente de
ISTAS
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