J.
J. SÁNCHEZ / PALMA
DEL RÍO Día
27/01/2014
- Una joven pide ayuda para tratar su Síndrome de Intolerancia Química. Vive en Tarifa huyendo de plaguicidas
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J.J.SÁNCHEZ
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En el caso de Celia, exponerse a
cualquier producto químico presente en nuestra vida cotidiana, como
detergentes, suavizantes, ambientadores, colonias, pinturas o
insecticidas le supone intensos dolores de cabeza, nauseas y una
extrema debilidad. Además, su alimentación debe ser a base de
productos ecológicos, beber agua embotellada en cristal y tampoco
puede acercarse a un teléfono móvil, televisor, ordenador, wi-fi o
cables.
Por ello vive encerrada en una burbuja
de 70 metros cuadrados, en un piso en Tarifa en una cuarta planta,
porque según su madre, a esa altura, las ondas electromagnéticas
son más débiles. Las pocas veces que la joven sale a la calle debe
protegerse con una mascarilla y ser llevada en silla de ruedas. Este
trastorno, tanto por su origen como por sus características, es
objeto de intensa controversia, hasta el punto de que la Organización
Mundial para la Salud no lo reconoce como enfermedad, mientras que
algunos países sí, como por ejemplo, Alemania o Japón. Blanca
asegura que el estado no reconoce esta afección para no tener que
hacer frente a los gastos del tratamiento: «Los costes de los
tratamientos son astrónomicos y el seguro no cubre nada.
Para hacer una simple analítica, las
muestras deben ser enviadas a Inglaterra, lo que lo encarece
bastante», suscribe. También debe someterse a un tratamiento
especial para alimentarse y el único sitio donde puede ser tratada
es en la Fundación Alborada de Madrid, con viajes constantes.
La madre de Celia es auxiliar de ayuda
a domicilio y tiene «una pequeña nómina» que no le da para cubrir
todos estos gastos, por lo que decidió solicitar el apoyo de todos
los palmeños y ha repartido huchas en diversos establecimientos para
conseguir ayuda. El próximo tratamiento cuesta miles de euros, pero
sus vecinos han respondido a la llamada y ha conseguido reunir más
de 1.800 euros.
Sin embargo, ella no se rinde y sigue
luchando por su hija. Asegura que no ve a corto plazo una curación
para su hija, pues esta enfermedad parece ser crónica, pero al menos
sí que pueda llevar una vida relativamente normal sí se somete a
curas. Mientras, ella busca trabajo en Tarifa para estar junto a su
hija, que, no puede vivir en Palma por el uso de plaguicidas.
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