Dr Pablo Arnold Llamosas
Inmunólogo y Especialista
en SSC
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La reciente afirmación del Hospital
Clínic sobre la posibilidad de una “psicopatología grave” con
implicación en la causa de los síndromes de sensibilización
central, me lleva a expresarme ante pacientes y compañeros.
A mi juicio, con una redacción
ambigua, se deja caer el peso de lo válido en la fatiga crónica,
restándoselo –sin decirlo- a la sensibilidad química, amputando
la complejidad de una entidad –la sensibilización central- que ha
dado sobradas muestras de ser la misma. Del mismo modo, considero que
se tergiversa el trabajo original de otros autores dedicados a los
trastornos somatomorfos, para cargar finalmente validez -mediante
razonamientos estadísticos- a un conjunto de síntomas para los que
existen muchas explicaciones ligadas a causas diferentes,
presentándolos como entidades inmutables en sí mismas, para
terminar avalando una “posibilidad” imposible de ser dicha en
términos generales para casi la totalidad de los pacientes, lo cual
es en sí perverso en tanto inobjetable –pero dañino- como
excepción extrema, en un contexto donde la mayoría de las personas
están siendo marginadas por tratárselas de tener enfermedades que
no existen.
El trabajo es a mi juicio sesgado,
parte de presupuestos incorrectos que ni siquiera se expresan
claramente y en fin, además de una discusión teórica médica,
debería ser objeto de un análisis epistemológico exhaustivo.
No puedo afirmar ninguna cosa sobre la
intención de los autores. Por otro lado, sus conclusiones sólo
pueden ocurrir en un marco público del que no son responsables,
salvo en el pequeño acto de aceptación que implican.
No trato de iniciar una discusión
sobre este trabajo que lo único que hace, es poner de manifiesto que
existe una situación de desconocimiento, comodidad y agresión, que
es de la que todos deberíamos estar hablando.
Por más de veinte años he visto como
marginaban a las personas que sufren diciéndoles una y otra vez que
están “locos”, lo cual no significa nada en sí mismo y sólo
sirve para atenderlos rápida y sintomáticamente, priorizando lo
económico en lugar de lo humano.
Simplemente no es posible implicar una
“psicopatología grave” en la etiología de estos casos, porque a
lo largo de décadas y miles de pacientes vistos por nosotros e
innumerables psiquiatras, no existía tal cosa y en cambio, hemos ido
descubriendo juntos que la sensibilidad química, la fatiga crónica
y la fibromialgia, formaban parte de un mismo árbol del que eran
ramas con diferente manifestación.
Yo mismo descubrí que existía la
sensibilidad química, cuando tras años de observación y
seguimiento constaté que mis pacientes con fatiga crónica,
mejoraban con la evitación de xenobióticos y por supuesto, la
posibilidad de una psicopatología grave estaba en todos ellos
descartada.
Los pacientes desarrollan síntomas
reactivos e intensos –independientemente de cual sea su estado
psicológico previo- porque comprenden lentamente que son víctimas
de una situación global de agresión biológica, química y
simbólica de la que difícilmente podrán salir.
Sabemos que la agresión biológica,
química y simbólica que media la actividad cortical puede generar
cambios como el kindling y la pérdida inducida de tolerancia en las
áreas rinencefálicas, así como cambios en poblaciones
linfocitarias concretas y procesos como los de la segunda señal en
el sistema inmune, que para todo concepto es como otro “cerebro”
que funciona solidariamente con el neuronal.
Sabemos que la reunión de síntomas
que tienen distintas causas posibles, hace que la personalidad del
proceso patológico sea difícil de ver.
Los pacientes se sienten otra persona
porque los sistemas que definen constantemente su identidad orgánica,
están alterados; más uno o más otro, pero siempre ambos sistemas.
Los pacientes están marginados, porque
“esa otra” persona, no tiene cabida en el mundo tal cual lo
conocían hasta antes de enfermar. Ese mundo niega su existencia y
las causas que la generan, favoreciendo por otro lado la mutación de
los agentes biológicos, la polución química y el estrés, cuya
combinación compleja y continuamente cambiante es el único proceso
que puede explicar tal cambio y al día de hoy, no cuenta con los
modelos teóricos de Complejidad adecuados.
¿Cómo juzgar en este contexto de
total indefensión, la aparición de síntomas en un test, para dejar
siquiera caer la posibilidad de que muchas lógicas consecuencias
psicológicas reactivas, sean en modo alguno causa de esta situación
patológica, atravesada por un marco social de duras características
perversas?
Se imponen, creo, algunas
consideraciones fundamentales y un llamado a los médicos de primera
línea.
Sobre todo para ellos, afirmar desde mi
total convencimiento que la Sensibilización Central es un proceso
complejo, en el sentido de perteneciente al campo de la Complejidad.
No “complicado” sino
multidimensional; plagado de simultaneidades provenientes de órganos
y sistemas que se alteran por el cambio de la regulación central
neuroinmune.
Los signos y síntomas se presentan en
apariencia aleatoriamente y sólo cobran sentido y detentan una
correcta relación de causa-efecto, mediante el saber profundo.
El saber profundo es mucho más que el
conocimiento racional, al que incluye. Agrega la percepción del
movimiento global del proceso patológico, que sólo es posible
lograr a través de la empatía con el paciente y el acompañamiento.
Mi experiencia con miles de pacientes,
me permite afirmar que son necesarias muchas horas de charla
-repartidas entre las consultas presenciales y los llamados
telefónicos- para que una persona recién llegada al tema haga ese
cambio en su saber profundo y comprenda el tipo de situación a la
que se enfrenta.
Esto es importante y deberíamos
tenerlo en cuenta tanto los médicos como los pacientes.
El cambio en el saber, no significa
comprender mejor racionalmente, sino interiorizar y seguir el
movimiento de los cambios multidimensionales que implican estos
síndromes.
Podría hacerse la analogía entre lo
que sería comprender la explicación de cómo navegar y el tener el
saber que habilita a una correcta navegación.
El mar o el río son sistemas complejos
y la realidad del paciente “se navega” como un barco los navega a
ellos; en el caso clínico a través del tiempo, el relato y los
exámenes complementarios correctamente contextualizados.
La función de un terapeuta es ayudar a
que el paciente salga del nudo existencial que plantea la enfermedad
y encuentre su propio devenir en las también complejas relaciones
con el mundo.
Vale aclararlo, porque si no existe un
correcto y empático acompañamiento, no es posible cumplir con esa
función cuando nos encontramos ante este tipo de cuestiones
teóricas.
Existe una situación perversa que hace
de los pacientes con sensibilización central verdaderas víctimas de
una estructura de relaciones sociales donde es banalizado su
sufrimiento y no es reconocida su nueva condición.
La proliferación de estudios
científicos que intentan aportar datos sobre aspectos particulares o
generales de la sensibilización central, tienen en el mejor de los
casos algún beneficio técnico, que no llega jamás a corregir la
situación global ética de la que estoy hablando.
Más aún, es en el marco de esta
situación que son posibles estudios inobjetables desde el punto de
vista del Método Científico, referidos por ejemplo a la causa o los
aspectos psicológicos de estos síndromes, que desvían muchas veces
la atención sobre la dinámica global perversa a la que hago
referencia y validan inadvertidamente un seguimiento rápido y
sintomático, que sirve en última instancia a razones económicas
que prevalecen sobre las humanas.
Estos estudios, como por supuesto los
cuestionables, discurren sin mayor objeción dentro de la comunidad
científica y la sociedad entera, porque no se salen de ese otro
esquema mayor, global, perverso.
Aceptamos durante años tropezar con
consultas donde se nos dice que estas enfermedades no existen, o que
estamos locos, o en los mejores casos se nos da un diagnóstico, pero
se nos deja librados a nuestra suerte.
Luego, cuando en la impunidad de esta
situación ocurren contradicciones en lo científico, protestamos,
como si arreglando lo técnico se arreglase la situación general.
Tenemos miedo. Y no es en vano. Sabemos
que seremos castigados y hasta los mismos a los que pretendemos
ayudar, es muy posible que se pongan en nuestra contra. Porque el
castigo social es grande y puede empujar ese estado de marginación a
uno de exclusión total en cualquier momento.
Para que el sufrimiento quepa en la
lógica económica, basta con ofrecer algo aunque no solucione el
problema y esperar a que esa persona que deambula una y otra vez por
las consultas, vuelva.
Los síndromes de sensibilización
central existen y no son “psicológicos”; no más que cualquier
otra enfermedad. Lo que algunos pretenden validar como “causa” de
tipo psicológico, no es más que la tergiversación del significado
de los lógicos síntomas que ante la agresión simbólica de su
no-reconocimiento, desarrollan estos pacientes.
Más aún, como una matriz que lo
penetra todo, los elementos de orden tangible –no ya esta
disposición de lugares que vengo denominando como perversa- como los
químicos –sobre todo xenobióticos- y distintos agentes
biológicos, forman parte de un brutal golpe que la sociedad entera
ha recibido en forma de polución química, biológica y de
exigencias distresantes de nuevos modelos culturales que se han
globalizado.
Que estos síndromes se mantengan bajo
la denominación de “psicológicos” o “de causa desconocida”
sirve en última instancia a nuestras consultas.
Las privadas, porque estando las cosas
de este modo, podemos calificar la patología como “más allá de
nuestro alcance” y crear así una “consulta crónica” –en el
sentido de consulta continuada.
A las estatales, porque el Estado elude
la responsabilidad de tener que lidiar con corporaciones, intentando
mantener una imagen inobjetable ante la opinión pública, con
atenciones rápidas y basadas en la evidencia.
Escasas personas buscan nuevos modelos
que den cuenta de la Complejidad, única manera de someter al Método
Científico esta problemática.
Mientras tanto, la patología no se
resuelve y la humanidad del paciente es triturada y arrojada fuera
del sistema.
Hago un llamado a los médicos de
Atención Primaria. La atención de estos pacientes es posible en las
estructuras que tan bien conozco y hasta con los tiempos irracionales
que nos imponen desde las instituciones, a través del Equipo que
forman médico, enfermero, psicólogo y asistente social.
Los síndromes de sensibilización
central no son de causa desconocida. Son generados por agresiones
conocidas en el sistema nervioso y el sistema inmunológico.
Existe abundante literatura científica
que lo demuestra, tanto o más que la que existe para otras
patologías que nadie cuestiona. Cuentan con mi colaboración en todo
lo que posibilite mi experiencia.
Son ustedes quienes ven primero a los
pacientes y quienes no dependen de su visita particular para seguir
subsistiendo.
Sé que están sobrecargados y que
apenas pueden llevar las patologías clásicas, pero adentrarse en
los síndromes de sensibilidad central alivianará su trabajo en vez
de aumentarlo.
La razón es importantísima: estos
síndromes tocan la gran mayoría de las patologías que tratamos.
La tríada de fatiga crónica,
fibromialgia y sensibilidad química, nos ha permitido comprender
cuestiones que exceden con mucho sus campos, extendiendo nuestras
posibilidades a la casi totalidad de la patología que tratamos.
Un quiebre energético con
características especiales, la concurrencia de la tergiversación de
los estímulos normales y la disarmonía en el funcionamiento
neuronal e inmune, fue haciéndose claro en las otras patologías
–por cierto frecuentes acompañantes- y a todos los dedicados al
tema, nos introdujo en muchas otras enfermedades hormonales,
inmunológicas, endócrino-metabólicas, digestivas, respiratorias y
del sistema nervioso, que cobraron finalmente un sentido
característicamente unificado, que tiene correlato con el cambio
regulatorio central neuroinmune.
Estos síndromes nos están avisando de
una situación que debe cambiarse. Comprenderlos y tratarlos
correctamente, nos ayudará a tratar todo el resto de las
enfermedades, mejorando la calidad de vida de los enfermos y
produciendo un verdadero ahorro económico que además de reducir
costos, lleve a un mejoramiento ético.
Las unidades y consultas especializadas
deberían estar transmitiendo las cosas aprendidas al área de
Atención Primaria.
Sólo ustedes están en condiciones de
escapar a estas razones que operan más allá de lo explícito y son
las que realmente sustentan el modelo actual de atención.
Los pacientes confían en nosotros y
está en nuestras manos cambiar las cosas.
Dr. Pablo Arnold Llamosas
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