La inflamación subyace a la afección,
que con frecuencia es debilitante
El síndrome de fatiga crónica no
tiene cura y no se han encontrado todavía unos tratamientos
efectivos, pero una nueva investigación lo vincula con cambios en 17
proteínas de señalización del sistema inmunitario llamadas
citocinas.
Esto sugiere que la inflamación tiene
un rol en la enfermedad, que puede persistir durante años, según
investigadores del Centro Médico de la Universidad de Stanford.
Dijeron que sus hallazgos podrían ayudar a los médicos a
diagnosticar la fatiga crónica y a medir su gravedad.
También se conoce como encefalomielitis miálgica, o SFC/EM.
"Ha habido mucha controversia y
confusión sobre la SFC/EM, incluso sobre si es una enfermedad real",
dijo el autor principal del estudio, el Dr. Mark Davis, en un
comunicado de prensa del hospital.
"Nuestros hallazgos muestran
con claridad que se trata de una enfermedad inflamatoria, y ofrecen
una base sólida para un análisis sanguíneo diagnóstico".
Davis es director del Instituto de
Inmunidad, Trasplantes e Infección de la Stanford.
El síndrome de fatiga crónica afecta
a más de un millón de personas en Estados Unidos. Las mujeres se
ven afectadas con mayor frecuencia que los hombres, y la afección
muchas veces aparece por primera vez en la adolescencia, y luego otra
vez en la treintena, dijeron los autores.
"El síndrome de fatiga crónica
puede convertir una vida de actividad productiva en una de
dependencia y desolación", comentó en el comunicado de prensa
el autor principal del estudio, el Dr. José Montoya. Montoya es
profesor de enfermedades infecciosas en el centro médico.
Algunas personas se recuperan en un
plazo de un año, sin tratamiento. Pero en la mayoría persiste
durante décadas.
Además de una fatiga debilitante que
el descanso no alivia, el síndrome de fatiga crónica puede provocar
síntomas gripales, además de confusión mental o "niebla
cerebral". Algunas personas también desarrollan problemas
cardiacos, diarrea, estreñimiento o dolor muscular. Los variados
síntomas hacen que para los médicos diagnosticarlo resulte difícil.
"He visto los horrores de esta
enfermedad, multiplicados por cientos de pacientes", dijo
Montoya. "Se ha observado y se ha hablado al respecto durante 35
años, a veces con la desventaja de ser descrita como una afección
psicológica. Pero el síndrome de fatiga crónica no es un producto
de la imaginación, en lo absoluto. Es real".
Los antivirales y antiinflamatorios han
ayudado a aliviar los síntomas, y los medicamentos que se dirigen al
sistema inmunitario también han tenido cierto éxito.
Con la esperanza de precisar un posible
desencadenante de la afección, los investigadores de la Stanford
analizaron muestras de sangre de 192 personas con fatiga crónica y
de 392 personas sanas.
Los pacientes con fatiga crónica habían
afrontado los síntomas durante más de una década, en promedio.
Los investigadores tomaron en cuenta
cuánto tiempo habían estado enfermos los pacientes, y la gravedad
de sus síntomas. Entonces analizaron los niveles de 51 citocinas.
De esas proteínas, 17 se vinculan con
la gravedad de la enfermedad y 13 son proinflamatorias, según el
estudio. Proinflamatorio significa que actúan para empeorar la
enfermedad.
Los investigadores anotaron que una de
las proteínas es más común en la sangre de las mujeres que en la
de los hombres, lo que podría aclarar por qué la fatiga crónica es
más común en las mujeres. Los autores dijeron que sus hallazgos se
podrían usar para mejorar el diagnóstico y el tratamiento de la
enfermedad.
"Durante décadas, el diseño de
estudio de 'casos frente a controles sanos' ha funcionado bien para
hacer que nuestra comprensión de muchas enfermedades avance",
aseguró Montoya. "Pero es posible que en ciertas patologías
humanas, el análisis según la gravedad o la duración de la
enfermedad quizá ofrezca más información".
El estudio fue publicado en la edición
del 31 de julio de Proceedings of the National Academy of Sciences.
FUENTES: Proceedings of the NationalAcademy of Sciences, July 31, 2017; Stanford University MedicalCenter
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