MADRID/EFE/PILAR GONZÁLEZ MORENO Lunes
16.10.2017
La sensibilidad electromagnética es un
trastorno tan incapacitante como desconocido, a pesar de que cada vez
son más las personas que la padecen. Los afectados se sienten muy
enfermos cuando viven o están cerca de campos electromagnéticos
procedentes, por ejemplo, de redes wifi o teléfonos móviles.
El físico alemán Hans-Peter Schlenvoigt prepara una cámara en vacio para un experimento electromagnético.
2008 EFE/Jan-Peter Kasper
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La sensibilidad electromagnética puede
provocar fibromialgia, fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga
crónica, insomnio, o alteración de la concentración.
Este trastorno, cuyos signos aún no
han sido definidos como una enfermedad por la Organización Mundial
de la Salud (OMS), cuenta sin embargo con una resolución europea, la
1815, que se hace eco del tema.
En esta resolución se recomienda a los
estados miembros del Consejo de Europa que tomen medidas razonables
para reducir la exposición a los campos electromagnéticos,
especialmente a las radiofrecuencias emitidas por las telefonías
móviles y en particular a la exposición en niños y jóvenes.
También pide la resolución que se
preste especial atención a las personas “electrosensibles” que
sufren de un síndrome de intolerancia a los campos electromagnéticos
y que se introduzcan medidas especiales para protegerlos, incluida la
creación de zonas libres de onda no cubiertas por la red
inalámbrica.
La sensibilidad electromagnética tiene
ya tratamiento de discapacidad en Suecia, y en Austria han
establecido directrices para su tratamiento, mientras que Francia
prohibió hace unos años redes de wifi en las guarderías.
En España, los tribunales ya han dictado alguna que otra sentencia concediendo la incapacidad permanente por este trastorno.
EFEsalud ha entrevistado a dos médicos
y dos mujeres que padecen esta sensibilidad electromagnética. Estos
son sus testimonios:
Sensibilidad electromagnética:
mujeres, niños y mayores
Para Joaquim Fernández Solá, médico
del Hospital Clinic de Barcelona y experto en el diagnóstico de
enfermedades de Sensibilización Central, como la
electrohipersensibilidad o la sensibilidad química múltiple, se
trata de un trastorno que se produce esencialmente por una disfunción
del cerebro, y afecta más a mujeres, niños y adolescentes, personas
mayores o pacientes con enfermedades crónicas como el cáncer.
La sensibilidad electromagnéica es un
trastorno, esto quiere decir, explica, que se presenta como un
conjunto de síntomas y signos aún no definidos como una enfermedad
por la Organización Mundial de la salud (OMS) , “pero que en
términos prácticos es equivalente”.
“Hay personas que son más sensibles
que otras cuando se exponen o están cerca de campos
electromagnéticos normales, como a los que nos enfrentamos todos en
nuestro día a día, y no estoy hablando de altas frecuencias”.
Estas personas más sensibles
desarrollan síntomas que pueden ser muy diversos.
Según este especialista los más
frecuentes son los irritativos cutáneos, enrojecimiento, sequedad de
mucosas, irritación nasal, ocular, faringe, disnea, náuseas.
También se dan síntomas neurológicos: dolor de cabeza, insomnio, irritabilidad, alteración de la concentración, fatiga, “y es muy frecuente esta sensación de fatiga cuando se exponen a campos electromagnéticos que no les deja continuar una actividad”.
“Estos síntomas suelen ser
identificables, aunque ninguno de ellos es específico, es decir
tener dolor de cabeza no es específico de esta dolencia”.
“Pero cuando hay una clara
correlación porque se desarrollan a la exposición de estos campos y
mejoran cuando los evitan y aparece ante diferentes fuentes de
emisión electromagnética, por ejemplo cuando usan el móvil o están
cerca de un microondas, o mucho rato ante una pantalla, es decir
cuando tienes una exposición cotidiana y aparecen síntomas y duran
más de tres meses porque es un hecho crónico, estos se denomina
electrosensibilidad”.
Según el experto se definen por
criterios clínicos: “El criterio de definición es clínico y no
tenemos problemas ni errores, siempre y cuando analicemos también
que el paciente no tenga otras enfermedades que lo justifiquen”.
Por ejemplo un paciente psiquiátrico,
obsesivo con este aspecto y con otras cosas, como lavarse las manos o
no pisar las rayas de las baldosas, “se tiene que analizar como
diagnóstico diferencial para descartar otras enfermedades que
justifiquen este fenómeno”.
Disfunción del cerebro
EFE/David Ebener
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De acuerdo con Fernández Solá, este
trastorno se produce esencialmente por una disfunción del cerebro:
el cerebro amplifica una respuesta y la hace anormal, es decir todos
recibimos estímulos del entorno, también estímulos
electromagnéticos y los integramos y los reconocemos, por ejemplo un
ruido.
“Pero cuando la fuente se percibe
ampliada, por ejemplo como cien veces más, el cerebro detecta una
explosión de sensibilidad, es decir es como si tuviera un exceso no
tolerable de estímulo y esto se puede detectar con pruebas parecidas
al electroencefalograma, pero mucho más sensibles” .
Se pueden hacer también resonancias
funcionales que detectan como el cerebro da una respuesta más
amplificada y da connotaciones incluso de alerta, como una respuesta
de estrés, y mucho más intenso.
El problema para estas personas es que
los wifis, inalámbricos o redes de telefonía móvil han crecido
exponencialmente en los últimos años, “y esto hace que sea
intolerable para ellos”.
Hay un término que se llama abdicación, es decir que el cuerpo no es capaz de asumir la intensidad, es la falta de tolerancia a estímulos que les resultan excesivos y no todo el mundo responde igual.
Base genética
Aquí, añade este experto, estamos
hablando de personas mas sensibles: ”existe el concepto de persona
hipersensible, son personas que genéticamente tiene predisposición
a tener una respuesta amplificada, esto está en la biología de
todas las enfermedades, hay quien no tolera el gluten, o el sol,
ruidos ..”
Hay, afirma, una base genética y
aproximadamente lo padece una de cada mil personas de la población
en general.
“Y también sabemos que hay grupos de
población que son más sensibles, por ejemplo las mujeres, porque
los estrógenos, que tienen más las mujeres que los varones,
sensibilizan más el cerebro a este tipo de estímulos y a otros,
como los químicos”.
Los niños también son aproximadamente un 40% más sensibles que los adultos hasta la adolescencia, y la tercera edad o pacientes con enfermedades crónicas, como cáncer, también.
Por lo tanto, refiere Fernández Solá,
sabemos que hay unos factores de predisposición, sabemos que nuestra
sociedad ha estado inmersa en un proceso exponencial de exposición
que nadie ha demostrado que sea seguro, esto es muy importante,
porque se ha roto el principio de precaución, y esto lo dice la
Comisión Europea.
Tenemos un problema
“Lo que pasa es que estamos en una
sociedad en la que no interesa esto y probablemente no hemos llegado
al punto crítico, es decir la cantidad de beneficios que genera el
uso de esta tecnología, supera en mucho los perjuicios; es como en
el tabaco, hasta que no muere mucha gente no se hace nada, y aquí
vamos a tardar más, porque evidentemente estamos hablando de la
industria que está en el top de la economía mundial, y claro
tenemos un problema”.
“Soy un médico de hospital general
de medicina interna, que como otros médicos somos sensibles a las
enfermedades emergentes, hay que atender a la paciente que viene
aunque no es fácil porque los sistemas sanitarios no atienden
específicamente estas enfermedades”.
Explica Fernández Solá que en
Cataluña hay desde junio unidades de sensibilización central y se
ha puesto en marcha un programa de la Generalitat de sensibilización
central que engloba la sensibilidad electromagnética, la química,
la fatiga crónica, la fibromialgia.
También señala que hay un aumento
exponencial.
EFE/Andreu Dalmau
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Los pacientes con sensibilidad
eletromagnética, explica, interpretan ellos mismos lo que les pasa,
porque se dan cuenta que cuando no están, por ejemplo, delante de
una antena telefónica están mejor, y además son pacientes que su
vida se altera mucho.
“No es una enfermedad banal, es una
enfermedad que altera la calidad de vida , y no les permite a a veces
ni trabajar”.
Recuerda este experto que que ya hay
sentencias de incapacidad laboral aquí en España.
Señala además que el problema que
tenemos “es que estamos aumentando por ejemplo del 4G al 5G en
telefonía y esto supone cuadriplicar la exposición, es decir
estamos aumentando esto sin tener una garantía de que no afecta a la
salud, al contrario, diría que tenemos la evidencia de que si
afecta”.
“No se trata de ir contra el progreso
y el desarrollo, en absoluto, se trata de racionalizarlo, igual que
pasa con la contaminación ambiental o los alimentos que comemos, por
lo tanto es un tema que necesita más información, discusión y un
planteamiento serio, porque sino estamos incrementando una exposición
que ya se ha demostrado es nociva y esta afectando a mucha gente”.
Sensibilidad electromagnética: Minerva
Palomar
Minerva Palomar tiene 48 años y fue la
primera persona que logró que un tribunal le concediera en 2011 la
incapacidad permanente, debido a su sensibilidad electromagnética.
Minerva trabajaba en la Universidad Complutense de auxiliar de servicios. Cuando tenía 26 años comenzó todo:“de un día para otro me encuentro conque apenas tengo fuerzas para caminar, me duele todo mucho, con un estado de malestar general muy alto, de confusión mental….”.
Este cuadro le llevó, como a otros
muchos que padecen electrosensibilidad, a peregrinar de médico en
médico, hasta que pasados tres años le diagnosticaron fibromialgia,
“y aunque tengo fibromilagia no me terminé de convencer hasta que
llegó el diagnostico del síndrome de fatiga crónica, porque claro
yo estaba que no me tenia en pie”.
“Hoy en día hay un mayor
conocimiento y las personas que empiezan a padecerlo tienen más
fácil que le den un buen diagnostico, lo cual te ayuda mucho, pero
en mi época era más difícil y ello implicaba que no te daban la
baja, y lo pasas muy mal porque hay que hacer frente a la vida con
una salud que no tienes.”
“Por suerte yo tenía un trabajo con
muchas garantías, y fui tirando y tirando pero con un problema de
dolencia crónica que me dificultaba mucho llevar una vida normal, no
era capaz de asumir cuestiones tan básicas como mantener un horario
de trabajo y cumplir con el mismo. Pasé largas temporadas que estuve
en cama y no era capaz de levantarme para hacer nada, ni la comida”.
Vídeo: Pilar González Moreno
Minerva recuerda como el reumatólogo
que le venía tratando desde hacía años le dijo que acababa de
asistir a un congreso en Alemania en el que se trató el tema de la
electrosensibilidad y que su cuadro clínico encajaba.
“Al salir de la consulta pensé: pero
este señor qué me esta diciendo, que vienen los marcianos por la
noche y me abducen, que una cosa sin materia me puede afectar a mi
salud, esto es una tontería, y durante todo un año lo obvie, olvidé
esa información”
“Pero seguía enferma, y de manera
objetiva y objetivada con mediciones constates comprobé años
después que sí que me estaba afectando de una manera importante y
que vivía en una casa que tenía a 50 metros una antena de telefonía
móvil, y en el trabajo teníamos al lado nuestro un aparato muy
antiguo que generaba un campo magnético brutal”
Posteriormente le dieron también el
diagnóstico de sensibilidad química.
“Hoy sigo teniendo todos los problemas de salud que tengo, pero no estoy tirada en una cama y me puedo mover y la diferencia es muy importante, porque alejarse de fuentes químicas y electromagnéticas te mejora”.
El reconocimiento que merecen
Minerva es presidenta de la Asociación Electro y Químico Sensibles por el Derecho a la Salud, que hoy
cuenta con más de un centenar de asociados. Lleva unos tres años
funcionando y está integrada en la coordinadora europea contra la
contaminación electromagnética.
Entre los principales objetivos de la
asociación está que las personas afectadas tengan “el
reconocimiento que merecen porque este es un problema de salud que
está activado por un factor medioambiental y además implica una
discapacidad”.
Explica Minerva que otro problema
importante es que las personas con este problema no pueden tener un
nivel optimo de salud si viven en un piso rodeados de distintos
campos electromagnéticos.“Hay mucha gente en situación muy
limite, que están muy enfermos”. Ella misma hace un año se tuvo
que marchar de su vivienda.
“Reivindicamos espacios libres de
contaminación electromagnética. Actualmente en España no se
cuestiona el tema y cada vez nos quedan menos espacios donde podemos
estar sin enfermar”.
Hay afectados que no tienen recursos
para tener una vivienda adecuada y “estamos intentando que haya
algún refugio libre de cualquier campo magnético a donde puedan ir
a recuperarse y desde ahí reconducir su vida y su situación”.
Sensibilidad electromagnética: Pilar
Aleza
Pilar Aleza es profesora de inglés en
un Instituto de la localidad valenciana de Silla. Tiene 52 años y en
las navidades 2012 empezó a sentirse muy mal:” No podía ni
caminar, yo que soy una persona muy activa que voy andando a todas
partes y no tengo ni coche”.
“Me di cuenta de que cuando salía de
la sala de profesores, donde cuatro años atrás habían instalado un
wifi muy potente, de tipo industrial, que en el pasado había dado
cobertura a todos los barracones del instituto, no podía ni caminar
ni casi hablar, y perdía la memoria”.
Pilar Aleza
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De ahí pasó a notar rápidamente los
móviles: ”Me hacían un daño tremendo. Ahora estoy mucho mejor,
pero entonces todos los móviles me hacían daño. Sabía casi en qué
bolso y mochila había uno encendido, era un espanto, era como si te
estuvieran dando descargas eléctricas por todas partes”.
Pilar consiguió la firma de todos sus
compañeros para que desconectaran el wifi, y menos mal que lo
apagaron porque “sino no hubiera podido seguir viviendo, te lo digo
así porque es verdad. Eso me salvó la vida”.
“Cuando te das cuenta de lo que está sucediendo, no lo quieres aceptar, porque te preguntas como voy a vivir si aquí todo el mundo lleva móviles y hay wifis en todas partes”.
(El Instituto en el que imparte sus
clases sigue teniendo acceso a internet, pero por cable)
Que no sea verdad
“Hay gente que piensa que te lo
inventas, pero tú no quieres que te pase, y yo al principio me decía
“por favor que me levante mañana por la mañana y esto no sea
verdad”, pero te levantabas al día siguiente y seguía siendo
cierto y te seguía pasando”.
Entonces se puso a investigar y vio que
en España había “muchos desconocimiento y prejuicios” sobre el
tema y descubrió que un Catedrático de Oncología de la Universidad
París- Descartes, llamado Dominique Belpomne, y su equipo habían
publicado estudios y desarrollado un diagnóstico “basado en
biomarcadores en sangre y técnicas de imagen médica del cerebro”.
“Estaba muy enferma, y sin poder casi
andar, decidí irme a la capital gala a ver a este médico, porque no
podía ser solo mi palabra contra el mundo y necesitaba que alguien
certificara lo que me estaba pasando”.
Y dio positivo en las pruebas y logró el certificado médico, que fue “muy importante, porque era la prueba de que lo que me estaba pasando era verdad”.
Luego encontró en España médicos que
se ocuparon de su dolencia.
Que quitaran el wifi de la sala de
profesores le permitió seguir con su vida laboral y el siguiente
capítulo fue conseguir que sus alumnos apagaran el móvil en clase:
“Tengo 170 alumnos, con lo cual imagínate lo que es lograr que lo
apaguen todos en un día, es dificilísimo, porque siempre hay
alguien a quien se le olvida…”.
“Y si estoy una hora en clase con
alguien que se ha dejado el móvil encendido y luego otra media hora
igual eso significa que voy a tener la cabeza inflamada y esa noche
no voy a estar bien”.
Y cualquier programa en los medios “que
nos desacredita o fomenta el prejuicio” resulta muy negativo para
ella porque eso significa que el alumno puede pensar que lo que le
pasa a su profesora no es real y decida no apagar el móvil, y “eso
atenta contra mi salud”.
“Hay muchos científicos prestigiosos
que llevan años diciendo que hay que formar a los médicos para que
traten la sensibilidad electromagnética. Tenemos mucha gente detrás
de nosotros diciendo que tenemos razón, que hay que defender
nuestros derechos , que hay que cuidarnos”.
Pilar procura ahora estar siempre
alejada de las fuentes electromagnéticas “porque sino no puedo
vivir. En casa me llega el wifi de los vecinos y tengo que ver qué
soluciones hay para poder mitigar eso”.
“Igual -reflexiona- el que me ve
desde fuera y no lo sabe puede pensar que llevo una vida bastante
normal, pero es una vida en la que te tienes que crear tu territorio,
en la que has perdido el espacio público y privado, porque hay que
mirar siempre el sitio al que vas”.
“Por ejemplo subir a un autobús no
es nada fácil, o ir al cine, vas cuando no hay nadie, un lunes a las
4 de al tarde. No entro en un restaurante o un bar, porque donde hay
personas hay móviles, y los móviles y el wifi me hacen mucho daño.
Me hacen perder la capacidad de hablar y tener problemas cognitivos
importantes”.
También ha tenido que dejar de ir a
ciertas playas y parques :”Todo se está llenando de puntos wifi,
por lo que cada vez es más difícil encontrar lugares al aire libre
donde recuperarse”.
Pese a todo, se considera “afortunada
porque mi familia me cree y me apoya, y tengo personas muy queridas y
leales a mi lado que han sufrido conmigo y nunca han dudado de que lo
que me pasa es cierto”.
Principio de precaución
Para Ceferino Maestu, médico y
director del Laboratorio de Bioelectromagnetismo del Centro de
Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid, es
fundamental que los poderes públicos apliquen el principio de
precaución ante una evidencia que va en aumento.
“En todos los congresos
internacionales, los científicos nos encontramos divididos en este
campo, no es que sean discrepancias, es que es tan complejo el mundo
de la exposición al campo electromagnético que muchos estudios no
se pueden replicar o se hacen con metodologías diferentes que no se
pueden comparar”.
“Pero sí existe una sospecha
creciente de que los campos electromagnéticos artificiales afectan
de una manera u otra a los organismos y ante esto defendemos que los
poderes públicos tomen una medida de precaución”.
Maestu preside la Sociedad Española de
Síndrome de Sensibilidad Central (SESSEC) y explica que hay personas
que acuden a verlos con una sintomatología específica que tiene que
ver con la exposición a campos electromagnéticos.
“Con lo cual hay muchos científicos que suponen y que suponemos que existe una respuesta a esta exposición, es una respuesta de hipersensibilidad , y vemos que su sistema nerviosos central responde de forma alterada a esta exposición y eso da lugar a un perfil de una nueva patología”.
Reconoce Maestu que no hay estadísticas
ni se sabe el número de personas afectadas por sensibilidad
electromagnética, pero insiste en que notan que cada vez hay mayor
cantidad de gente que comienza a tener problemas “con las emisiones
de los teléfonos móviles de los wifis, de los inalámbricos, las
antenas”.
En su opinión, hay multitud de
elementos radiantes que ahora mismo están en nuestro medio y “que
de alguna manera están alterando las condiciones normales en las que
se produce la progresión metabólica o endocrina en nuestro
organismo, y esto se está comprobando constantemente”.
En su laboratorio estudian el
crecimiento de tejidos, y cómo afecta a determinado tipo de células
normales o cancerígenas, o a organismos vivos como ratones o por
ejemplo, caracoles, que también utilizan como modelo experimental.
Estos modelos “nos indican que hay
una respuesta de los diferentes tipos de organismos y cultivos
celulares ante la presencia de un campo electromagnético”.
Pero algunas veces, explica, “no todo
tiene que ser en sentido negativo, también pueden mejorar
determinadas condiciones de respuesta celular”.
Así, y según Maestu, en los cultivos
celulares de determinadas células, por ejemplo de los condrocitos
que se presentan en el tejido cartilaginoso y “que son los que
forman la articulación de procesos inflamatorios de los dedos, como
la artritis, hay mejora con la exposición a campos
electromagnéticos, y se frena el deterioro”.
Hay que tener en cuenta, señala este
médico, que todo nuestro organismo esta relacionado con el campo
electromagnético, y que todas nuestras células mantienen una
comunicación a partir de este campo con el medio, y que las
emisiones exteriores “pueden y van a modificar la condiciones
normales de funcionamiento”.
Concluye Maestu que los procesos
evolutivos son muy largos y para evolucionar, las especies biológicas
han tardado miles de años y en ese tiempo han estado sometidos a
diferentes procesos ambientales a los que se han adaptado peor en
este nuevo proceso ambiental “y no sabemos cuántos años
tardaremos en adaptarnos, cuanto tendrá que pasar y cuántos
problemas aparecerán por el camino”.
“No hay experiencia previa, porque
todas las fuentes de radiación a las que estamos sometiendo a la
población no están lo suficientemente comprobadas desde el punto de
vista biológico”, añade.
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