Un equipo estadounidense crea un método
diagnóstico que, con un análisis de sangre, distingue las células
de personas que sufren la enfermedad y las sanas
Sara Medrano, tesorera de la asociación
de pacientes de fibromialgia y fatiga crónica
Afinsyfacro, ayer en la sede de la
entidad. JAIME VILLANUEVA
|
DANIEL MEDIAVILLA 5 MAY 2019
Sara Medrano recuerda que cuando
exponía sus síntomas a los médicos una respuesta frecuente era
enviarla al psiquiatra. Sufría un agotamiento continuo cuyo origen
parecía imposible identificar. “Me decían que era algo
psicosomático”, cuenta Medrano, que ahora es tesorera de la
asociación de pacientes de fibromialgia y fatiga crónica
Afinsyfacro. “Tuve la suerte de que acabé cayendo en la consulta
de la misma persona varias veces y me dijo que no me podían ayudar
desde el punto de vista psiquiátrico y me dio una nota para que la
enseñase cuando me quisiesen volver a derivar psiquiatría”,
continúa. Más adelante, recibió un diagnóstico en una clínica de
Barcelona que se realiza a partir de una prueba de esfuerzo que se
repite en dos días distintos y se completa con tests
neurocognitivos. Como tratamiento no cuenta con mucho más que
tramadol y paracetamol para el dolor.
El camino recorrido por Medrano es
común entre los pacientes con esta dolencia. “Con demasiada
frecuencia, esta enfermedad se clasifica como imaginaria",
asegura Ron Davis, profesor de la Escuela de Medicina de la
Universidad Stanford (EE UU). Davis es el autor principal de un
estudio que hoy se publica en la revista PNAS y puede ayudar a
cambiar esa percepción ofreciendo una prueba científica de que el
síndrome de fatiga crónica es algo real a partir de un análisis de
sangre.
Con mucha frecuencia, esta enfermedad se clasifica como imaginaria
El diagnóstico de la enfermedad,
cuando llega, se basa en síntomas como el cansancio inexplicable, la
sensibilidad a la luz, dolores sin una causa identificable o
dificultades para dormir, y siempre requiere que se hayan descartado
otras dolencias más fáciles de definir. El test, diseñado por
Rahim Esfandyarpour, consiste en medir la respuesta al estrés de las
células del sistema inmune. Esta medición se realizó tomando
muestras de sangre a 40 personas, 20 con síndrome de fatiga crónica
y 20 que no lo sufrían.
Según explican los autores, los
resultados fueron precisos y consistentes. Después de estresar las
células con sal, se les aplicó una corriente eléctrica que servía
para medir variaciones en esas células. Cuanto mayores eran los
cambios en la corriente, mayor era el cambio en las células, una
señal de que no estaban asimilando bien el estrés. Las muestras de
los pacientes con fatiga crónica fueron las que mostraban cambios
importantes en la corriente.
Davis reconoce que no saben por qué el
plasma sanguíneo y las células de las personas con fatiga crónica
responden como lo hacen, pero cree que esta diferencia tan clara
entre su respuesta y la de las células sanas es “una prueba
científica de que la enfermedad no es una invención de la mente del
paciente”.
Se estima que la fatiga crónica afecta
a un 2,5% de la población y no existen tratamientos eficaces
Los investigadores de la Universidad
Stanford quieren ahora ampliar su estudio para probar si la técnica
sigue dando los mismos resultados aplicándola a un número mayor de
pacientes. Además, quieren utilizar su sistema diagnóstico para
identificar fármacos que ayuden a tratar una enfermedad que, como
comentaba Medrano, tiene pocas opciones terapéuticas. La plataforma
serviría para medir la reacción de las células de un paciente ante
el estrés en su forma normal y después de ser expuestas a una
molécula. Si el fármaco mejorase la respuesta, se podría postular
como candidato para tratar la fatiga crónica.
Por ahora, según ha explicado la
Universidad Stanford en un comunicado, el equipo ha identificado un
compuesto que parece restablecer un funcionamiento sano en las
células inmunes y el plasma sanguíneo de enfermos. Después de
aplicarlo, los grandes cambios en la corriente que se observaban
antes del tratamiento desaparecían. Por el momento, no se ha probado
en personas con fatiga crónica, pero Davis y Esfandyarpour esperan
poder hacerlo en un futuro próximo dentro de un ensayo clínico que
confirme su eficacia. Para facilitar y acelerar la llegada de estos
medicamentos, todas las moléculas que están testando con su nuevo
sistema diagnóstico ya han sido aprobadas por la FDA, la agencia que
regula la comercialización de fármacos en EE UU.
Resultados "espectaculares"
Julià Blanco, investigador de
IrsiCaixa y del Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol de
Barcelona, considera los resultados del equipo de la Universidad
Stanford “espectaculares”. “Es de las distinciones más claras
que he visto entre personas sanas y personas con fatiga crónica”,
apunta. La búsqueda de un diagnóstico objetivo se encuentra en el
centro de los esfuerzos de las personas que trabajan con la fatiga
crónica que, por el momento, se diagnostica con cuestionarios que se
apoyan en la autoevaluacion del paciente. “Eso deja mucho espacio
para la subjetividad”, afirma Blanco. “En IrsiCaixa hemos
trabajado con la caracterización de la enfermedad desde el punto de
vista inmunológico, y hemos visto diferencias, pero no con esta
capacidad y esta especificidad”, reconoce. Según el investigador,
este sistema, siempre que demuestre su eficacia con más pacientes,
será también muy útil para comprobar si el tratamiento que está
recibiendo un paciente está teniendo los resultados deseados.
Medrano considera que, si finalmente
este sistema diagnóstico se puede aplicar de una forma generalizada,
mejoraría la vida de los pacientes que antes de saber que sufren una
dolencia concreta que se llama fatiga crónica tienen que enfrentarse
a la duda de si, como les sugieren algunos médicos, el mal está
solo en su cabeza. Además, haría posible definir si alguien puede
recibir ayudas por discapacidad. “Yo tengo un 33% de discapacidad,
pero por otras dolencias, la fatiga crónica ni me la han
considerado”, concluye Medrano.
Dependiendo de cómo se defina
la enfermedad, la prevalencia puede alcanzar al 2,5% de la población
y en la actualidad no se dispone de pruebas diagnósticas que no
dependan de una respuesta subjetiva del paciente. Tampoco hay
fármacos específicos para su tratamiento. Estudios como el que este
lunes se publica en PNAS pueden empezar a cambiar la situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario