Vicenç
Navarro
Catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra
Ilustración de Mikel Jaso
Catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra
Ilustración de Mikel Jaso
Para qué sirve un banco central? Una
de las actividades que un Banco Central realiza en un país es
imprimir dinero para, entre otras cosas, comprar la deuda pública de
su Estado y con ello bajar los intereses que tenga que pagar su
Estado para poder vender sus bonos públicos. De esta manera, cuando
los mercados financieros quieren especular sobre el precio de tales
bonos públicos (promoviendo en los medios de información, con ayuda
de las agencias de calificación de riesgos como Standard &
Poor’s, que los estados no podrán pagar los intereses de tales
bonos, forzándoles a pagar unos intereses muy altos para poder
vender sus bonos –lo que se llama prima de riesgo–), entonces el
banco central hace funcionar sus imprentas y produce moneda con la
cual comprar su deuda pública, defendiéndola frente a la
especulación. Esto es lo que hace un banco central digno de su
nombre. Ni que decir tiene que hay también riesgos en imprimir mucho
dinero, porque, cuando hay mucha moneda, puede incrementarse la
inflación. Pero la inflación en la eurozona no es un problema.
Antes al contrario, es demasiado baja, dificultando el crecimiento
económico, que es el mayor problema de esta comunidad monetaria.
El problema con la deuda pública de
los países de la eurozona es que sus bancos centrales no pueden
imprimir dinero ni tampoco pueden comprar su deuda pública. Los
estados están totalmente desprotegidos. De ahí que todos (desde
Grecia hasta Alemania) tienen o tendrán problemas con su deuda
pública. El único banco central que puede imprimir dinero es el
Banco Central Europeo (BCE). Pero el problema con este es que no
actúa como un banco central, es decir, no compra los bonos públicos
de los estados miembros, ni tampoco presta dinero a los estados. El
famoso artículo 123 de su reglamento lo dice muy claro. El BCE no
podrá comprar deuda pública de los estados. Estos no pueden hacer
nada frente a la especulación de los mercados financieros.
Los que sí pueden pedir prestado
dinero al BCE son los bancos privados, y lo pueden conseguir a unos
intereses bajísimos, al 1,25%. En cambio, los estados tienen que
pedir prestado dinero a los bancos, pagando unos intereses
elevadísimos, incluso del 7%, como es el caso de Italia (en España
es el 6,5%). Este arreglo es una bonanza para los bancos privados.
Consiguen dinero fácilmente del BCE y con ello compran bonos
públicos que les producen una rentabilidad del 6% o del 7% de lo que
compran. El BCE actúa de esta manera, privilegiando a los bancos
privados sobre los estados, transformándole en un lobby de la banca.
Como consecuencia de esta situación,
los estados se tienen que endeudar más y más y deben mucho dinero a
los bancos privados. Y ahí está la raíz del mal llamado problema
de la deuda pública, que es incluso más acentuada en aquellos
países como Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia, que
habiendo estado gobernados por las derechas por la mayoría del
periodo posterior a la II Guerra Mundial, tienen estados muy pobres
(sus ingresos al Estado son muy bajos: España, por ejemplo, sólo
representa un 34% del PIB, frente al 44% en el promedio de la UE-15 o
el 52% en el caso de Suecia), resultado de unas políticas fiscales
muy regresivas y de un enorme fraude fiscal (en España se calcula
que alcanza unos 65.000 millones de euros).
La
deuda pública de estos estados ha ido creciendo, no porque su gasto
público haya ido creciendo (como los autores neoliberales
erróneamente indican), sino porque han cambiado de banco. En lugar
de conseguir dinero de su propio banco central, ahora tienen que
pedir prestado dinero a los bancos privados. En realidad, si pudieran
pedir prestado dinero al BCE a unos intereses de 1,25% (como los
bancos privados), no habría ningún problema con su deuda pública.
(Ver Ellen Brown, The
European Central Bank withholds relief while Rome Burns).
Y ahí está la raíz del problema. Se ha diseñado un sistema en la
eurozona en el que los estados dependen de la banca privada para
conseguir dinero. Y esta es una realidad que el lector raramente
leerá en la prensa financiera o económica.
Los bancos se forran a costa del
endeudamiento de los estados. Un círculo virtuoso para la banca.
Pero la situación es incluso peor que la ya descrita, pues el BCE,
al romper con el espíritu del famoso artículo 123, comprando deuda
pública a estados como España e Italia, ha puesto como condición
que los salarios y la protección social disminuyan, acentuando la
necesidad de privatizar el Estado del bienestar, tanto sus
transferencias públicas como las pensiones, así como los servicios
públicos como la sanidad.
Estas condiciones están escritas en
una carta, no conocida por el público, que el entonces gobernador
del BCE, Jean-Claude Trichet, y el gobernador del Banco de España,
Miguel Ángel Fernández Ordóñez, escribieron al presidente
Zapatero condicionando la compra de bonos públicos del Estado
español a la toma de tales medidas por parte del Estado español.
Un
tanto semejante ha ocurrido con Italia. ¿Por qué hacen tal petición
en su carta? En teoría, esta reducción de los salarios y de la
protección social se exige para aumentar la competitividad de la
economía española y salir así de la recesión. Este es el
argumento neoliberal hoy en boga. Es fácil de demostrar que este
argumento carece de credibilidad. Suecia es el país con salarios más
elevados y con mayor protección social, y su tasa de crecimiento
económico es de un 5,6%, uno de los más elevados de la Unión
Europea. La explicación real es que, por una parte, el descenso de
los salarios aumenta el endeudamiento de la población (lo cual es
bueno para la banca) y, por otra, la privatización de las
transferencias y de los servicios del Estado del bienestar son la
generalización de la deseada privatización de las pensiones
públicas y la privatización de la sanidad, el sueño de la banca y
de las compañías aseguradoras. Y lo están consiguiendo.
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